CONDE-DUQUE DE OLIVARES LA UNIÓN DE ARMAS
A FINALES DEL SIGLO XV SE PRODUJO LA UNIFICACIÓN, LARGAMENTE DESEADA, DE LOS DOS GRANDES REINOS CRISTIANOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. Según el prestigioso hispanista John H. Elliot, "existían ciertas fuerzas activas que permitían, bajo condiciones favorables, intentar llevar a cabo una estrecha asociación entre ambas coronas. La presencia real de una dinastía castellana en el trono aragonés (elegida por los propios aragoneses por el Compromiso de Caspe) había multiplicado los contactos entre ambas… Había también ciertas aspiraciones de carácter intelectual a una estrecha unión. La palabra Hispania fue de uso corriente a lo largo de la Edad Media para designar a la Península ibérica como unidad geográfica. Los nativos de Valencia o Aragón se consideraban en la Edad Media, desde un punto de vista geográfico, habitantes de España y los marinos del siglo XV, aunque procediesen de distintos puntos de la península, hablaban de 'volver a España'".
PRIMEROS SÍNTOMAS DE CRISIS
En el siglo XVII, tras los largos reinados de y con los que la Monarquía Hispánica había alcanzado su máxima expansión y la hegemonía política y militar, comenzó una larga etapa de declive provocada por el agotamiento de Castilla, el debilitamiento de las finanzas reales y el aumento de problemas en el Nuevo Mundo, motivos estos por los que durante el reinado de aparecieron los arbitristas, un grupo de patriotas dispuestos a analizar las causas de la crisis castellana y a buscar soluciones para remediarla. Estos arbitristas propusieron la reducción de los gastos del gobierno, un nuevo sistema tributario con mayor participación de todos los reinos del imperio, la repoblación de Castilla y el fomento de la industria y la agricultura española. La aplicación de estas reformas en un tiempo de paz habría tenido unas consecuencias muy positivas para fortalecer el reino y dar cohesión interna a todos los territorios que formaban parte de la monarquía, pero desgraciadamente el rey cayó muy pronto bajo la influencia del y posteriormente del , que, una y otra vez, desoyeron estas sugerencias por lo que la crisis económica se agravó en los años finales del reinado de Felipe III.
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