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De profesión, hermano: San Francisco de Asís
De profesión, hermano: San Francisco de Asís
De profesión, hermano: San Francisco de Asís
Libro electrónico201 páginas2 horas

De profesión, hermano: San Francisco de Asís

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La vida de san Francisco de Asís fue excepcional. Joven rebelde y cristiano comprometido, el fundador de la Orden Franciscana supo abrirse al regalo de Dios y del Evangelio poniéndose al servicio de los demás, mostrando con su ejemplo cómo vivir el Evangelio con alegría, compromiso, fraternidad y entrega generosa. El Hno. Valentín Redondo se pone en la piel de san Francisco y, basándose en una amplia bibliografía y en sus escritos, relata en primera persona su vida, haciendo que el lector descubra, como si fuera de primera mano, sus pensamientos, su legado y su testimonio.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 mar 2024
ISBN9788428570800
De profesión, hermano: San Francisco de Asís
Autor

Valentín Redondo Fuentes

Valentín Redondo Fuentes nació en Mambrilla de Castrejón (Burgos) en 1944. Es fraile franciscano menor conventual. Está licenciado en teología y espiritualidad franciscana. Fue ministro provincial de la Provincia de España (1987-1996 y 2004-2007), Asistente general de la Orden Franciscana Seglar (1996-2004) y Asistente general del área del Mediterráneo OFMConv (2007-2013). Actualmente es guardián del convento de San Buenaventura de Madrid. En San Pablo ha publicado El viaje de san Francisco a España (2014), San Antonio de Padua (2018 2ª ed.) y De profesión, hermana pobre. Santa Clara de Asís (2023).

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    De profesión, hermano - Valentín Redondo Fuentes

    Presentación

    Estas páginas, que contienen mi vida, han sido escritas para ti. Un regalo de amor que te hago en el octavo centenario de las grandes mercedes que el Señor me ha hecho: la confirmación de la Regla de los Hermanos Menores por el papa Honorio III y la Navidad de Greccio, el año pasado; la impresión de las llagas en el monte Alverna, este año; el próximo la redacción del Cántico de las criaturas, y al siguiente, mi tránsito a la casa del Padre.

    Quiero presentarte mi vida evangélica, de cristiano convertido, tal como la viví en el siglo XIII. Hace ocho siglos. Regalo del Dador divino e intento de fidelidad por mi parte. Como tú puedes vivir el Evangelio hoy, en el primer tercio del siglo XXI, respirando alegría, compromiso y entrega generosa y desprendida.

    Como podrás comprobar, fui un joven que quise estar en vanguardia y era el ojo del huracán juvenil de Asís; me coloqué en primera fila en la revolución social de mi pueblo y esto me obligó a vivir un año a la sombra, en el calabozo de Perusa. Intenté escalar puestos sociales. Era muy rico, pero era un «menor» socialmente. Buscaba ser del grupo social de los «mayores». Por esta razón, me alisté para ir a batallar a la Pulla, esperando una oportunidad para ser nombrado caballero. Mi cuerpo enfermizo solo me permitió llegar hasta Espoleto, hasta los alrededores de la iglesia de San Sabino. Aquí tuve un sueño, que me descolocó. Me despedí de las armas y me volví a Asís.

    Estos contratiempos, la reflexión y meditación, la lectura del evangelio, el estar al corriente del movimiento religioso y social de la época... influyeron y me condujeron a cuestionarme la vida, y, al final, todos salimos ganando.

    Mi padre al principio no me comprendió, porque en el espejo de su hijo no se reflejaba él, sino yo. Luego..., ya se sabe..., un padre es un padre. Y hoy como ayer, hablar de mí es recordarle a él.

    En aquel momento, gané perdiendo a los ojos de mi familia, de mis amigos, de la gente sencilla de Asís, porque en vez de recibir el espaldarazo esperado para convertirme en caballero, supe abrirme al regalo de Dios y del evangelio, yendo al encuentro de los leprosos y poniéndome a su servicio.

    No me preguntes por el camino para llegar a ser semejante a mí. Cada uno somos una vasija parecida externamente, pero internamente cada uno somos diversos. Nuestras vasijas no terminan de componerse. Debes dejarte hacer, dejarte modelar por Él, por Jesús y su Evangelio. Que no te amolden a otro; tú eres intransferible e insustituible.

    Desde ese momento en que me sentí regalado, supe derramar fraternidad y paz a mi alrededor: en la iglesia, en la sociedad, en mi pueblo, en las ciudades, en la naturaleza...; y el título de hermano se hizo común al amigo, al bandolero, al mahometano; a Clara y al hermano León; al lobo y a la tórtola, al sol y al agua, al fuego..., y hasta a la hermana muerte corporal.

    En tus manos dejo estas páginas. Léelas. Mi vida fue maravillosa, como la tuya. Con sus problemas, sus tropiezos, sus momentos de luz serena y transparente y otros ratos oscuros y hasta tenebrosos, pero aún estos son bellos, si se sabe bucear para encontrar los porqué con los que construirnos.

    Vive la vida, compártela. ¿El evangelio y Jesús te dicen algo? A mí me fascinaron, y comencé a dar vueltas como una peonza y todavía hoy el mundo gira conmigo queriendo llegar a comprender qué tienen Jesús y su evangelio que agitó mi vida, de tal manera que me puso las cosas patas arriba, abriéndome el camino del servicio, del amor, de la comprensión, del perdón, de la alegría, del júbilo...

    Después de ochocientos años, me siento tan feliz y contento con la opción que hice, que te invito a la fiesta de los que viven según la lógica del amor acogido, que se convierte en ofrenda y restitución. Anímate, pues al final, siempre, estos locos por Jesús y su Evangelio fascinan al mundo.

    A ti, joven, y también a ti, menos joven, entrego mi vida. Trabajad la vuestra con ilusión. ¡Gracias!

    Francisco de Asís

    1

    Visión panorámica de mi época

    Yo, Francisco de Pedro de Bernardone, ahora más conocido como Francisco de Asís, te quiero contar mi vida. Comienzo narrando el marco de la época en que nací, crecí y me convertí al Señor. Una época como la de hoy. En ella había muchos grupos sociales, políticos, económicos y religiosos. Algunos de estos grupos religiosos estaban en lucha y mala convivencia con la sociedad y con la Iglesia. Sin embargo, fueron portadores con frecuencia de valores muy interesantes. Yo, por ejemplo, copiaré muchos de estos valores.

    Por citar algunos de estos grupos, diré que estaban los valdenses, los cátaros, los pobres católicos, los patarinos, y otros muchos de nombres cada vez más difíciles.

    Los valdenses vivían pobremente: iban descalzos, trabajaban con sus manos, no tenían lugares fijos, leían la Biblia en la lengua del pueblo, predicaban en lengua vulgar... Todo eso era maravilloso. Pero los cátaros, conocidos también como albigenses, querían hacer pasar a todos por el aro, y en vez del servicio evangélico, pretendían imponerse y mandar religiosa y políticamente. Ante una invasión ideológica que fue abarcando los otros espacios de la vida, se armó la de San Quintín: la guerra, sobre todo en el sur de Francia. El rey de Aragón, Pedro II, les apoyó, como ciudadanos suyos que eran, y murió en la contienda.

    En España algunos grupos valdenses seguían a Durando de Huesca o a Bernardo Prim. Ambos presentaron su propositum vitae («estilo de vida») a Inocencio III, abjurando de sus ideas heréticas y confesando la fe de la Iglesia Romana.

    El despertar religioso se mantuvo con las Cruzadas. Es cierto que en ellas se unía la política, la economía, la sociedad y la fe religiosa. Pero, de todo ello, lo más importante para los poderes europeos fue la nueva ruta comercial que se abrió con el Oriente y de la que se favorecieron las ciudades o repúblicas italianas y también mi padre en las famosas ferias francesas. Lo más nefasto de las Cruzadas fue la implantación del Imperio latino que introdujo fragilidad, división y luchas internas en el Imperio bizantino.

    La sociedad se encontraba dividida en el Imperio romano-germánico, que dominaba gran parte de la Europa central y de Italia, así como también los reinos que se estaban formando. Inglaterra dominaba sobre territorios franceses, y muchas tierras de España se encontraban también bajo dominio musulmán..., pero se da un paso importante en el avance de la Reconquista con la victoria de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa.

    La sociedad se dividía entre mayores y menores. Los mayores, a su vez, en escalafones piramidales: emperador, reyes, condes, marqueses, duques... Todos en sumisión a los inmediatos superiores, pero el poderío de algunos en la escala inferior jugaba malas partidas a los superiores...

    La otra parte de la sociedad la formaban los menores: villanos, siervos de la gleba y esclavos. Los siervos de la gleba estaban sujetos a la tierra, carecían de libertad de movimiento, pero tenían algunos derechos, mientras que los esclavos carecían de ellos. Los villanos tenían libertad de movimiento, pero debían pagar grandes impuestos. Algunos villanos alcanzaron gran poder económico con el comercio y se les dará el título de prohombres o bienhechores de la ciudad, y se les permitirá elegir cónsules, que tendrán la capacidad de dictar leyes, regir la ciudad y administrar justicia; pero siempre bajo la directa vigilancia del señor, al que apoyarán y servirán con sus tasas y levantarán milicias a favor de él. Esto mismo sucedió en mi pueblo natal, Asís.

    A nivel social hubo un crecimiento de la sociedad europea, con buenas cosechas en la agricultura, cuyos campos habían mejorado, se habían roturado bosques y se habían perfeccionado los instrumentos agrícolas.

    Económicamente se mejoró el comercio y, sobre todo, el mercado de telas. Con la implantación de las ferias de Champaña, Picardía y Flandes crece la comunicación, la economía y la burguesía. Muy relacionado con la economía y el bienestar de las ciudades está la aparición de los gremios de artesanos que se regían por estatutos propios y se colocaban bajo el patrocinio de un santo.

    A la Iglesia se la veía como hoy. Los burgos, barrios de artesanos, consideraron lejanos y conservadores a los monasterios y abadías; se les había detenido el tiempo, pues no se acercaban al pueblo cuando este se alejaba de ellos. Eran mejor vistos muchos de los nuevos movimientos religiosos, que compartían los trabajos del pueblo, las mismas necesidades, les hablaban en su lengua... Estos espacios sociales nuevos fueron ocupados por las Órdenes Mendicantes. Inocencio III fue un pontífice tenido en gran estima, en todos los ámbitos. Fue una persona bien formada y muy culta, con un espíritu abierto. Tuvo fracasos como la IV Cruzada, que no realizó su sueño y debilitó al Imperio bizantino con la implantación del Imperio latino. Por otra parte, hubo un momento renovador en la Iglesia con el IV Concilio de Letrán, que apoyó la vuelta de muchos movimientos religiosos al seno de la Iglesia, recuperando muchos valores espirituales, que de otra manera se hubieran convertido en frente opositor a ella misma. De esta manera, sirvieron de fermento renovador. Inocencio III fue un gran jurista, un gran político, un hombre de profunda convicción religiosa y un alma de profunda espiritualidad...

    Este fervor religioso popular mantuvo las peregrinaciones a Jerusalén para venerar el sepulcro del Señor; a Roma para venerar los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo, y a Santiago de Compostela para venerar el cuerpo del apóstol Santiago. Se introdujo la devoción moderna: a la humanidad de Cristo y a la figura materna de María, favorecida, sobre todo, por los benedictinos cluniacenses.

    En la belleza de las formas arquitectónicas se dio el paso del románico al gótico. Los muros perdieron su pesadez para hacerse más ligeros, de manera que sus esbeltas torres se alzan hacia el firmamento, mientras que los ventanales ocupan grandes espacios en los muros, como indicio del ansia de luz y la necesidad de iluminación de los grandes espacios arquitectónicos y de la pintura que ocupa los espacios blancos de sus paredes, desarrollando episodios bíblicos e introduciendo la vida de los santos. En ellos, el pueblo fiel aprendió a leer la Biblia y a tomar ejemplo de los santos para la vida, contemplando los frescos que decoran, todavía hoy, las paredes de los templos.

    No voy a hablar de las Órdenes de Caballería, de los juglares, las devociones populares, la naturaleza, desde los pequeños gusanos hasta las aves del cielo y los bellos paisajes que presentaba cada espacio que recorría... Gocé de todo ello. Me tocó vivir en medio de esta variedad de circunstancias, de luces y de sombras. Esta fue mi época, mi tiempo, semejante al vuestro. El pasado no fue mejor. El mejor es el nuestro, el que vivimos. El mío fue el de ayer. El tuyo, el de hoy, es el mejor.

    2

    Asís

    Mi pueblo es una ciudad muy antigua, recostada en las estribaciones del monte Subasio, escalonando sus casas, y asomándose al valle de Espoleto. Está situada en la región de la Umbría, entre las regiones de Toscana, la Marca de Ancona y el Lacio. Fue fundada, dice la tradición, por los umbros, dominados luego por los etruscos, quienes se fundieron con aquellos. Más tarde ocuparon nuestras tierras los romanos. En la ciudad se encuentran importantes recuerdos de estas civilizaciones. En la que fue cripta de la iglesia de San Nicolás de «Placea» se conserva una interesante colección documental de dichos pueblos.

    Todavía quedan vestigios de la grandeza de estos pueblos: el Sanguinone, que lleva el agua a la ciudad; el templo de Minerva, en la plaza del ayuntamiento –punto de encuentro para los peregrinos y para admirar una bella vista arquitectónica de la ciudad–, y el foro romano, que se oculta y conserva bajo la misma plaza; los lienzos de murallas romanas, el foso del anfiteatro, los restos de termas y de monumentos funerarios...

    Un ilustre hombre que nació aquí, en Asís, fue el poeta lírico latino Sexto Propercio. Tuvo como mecenas al emperador Augusto y a Mecenas, y gozó de la amistad de Ovidio y Virgilio.

    El cristianismo se introdujo muy pronto, siendo testigos de la evangelización sus primeros obispos: san Rufino, martirizado en Costano. Sus reliquias se conservan en la catedral románica. San Victorino, mártir, que descansa debajo del altar de la iglesia abacial de San Pedro, de estilo de transición románico-gótico, y san Sabino, obispo de Espoleto, quien ayudó a la comunidad cristiana de Asís en tiempos de persecución y fue martirizado en Espoleto.

    La ciudad fue destruida por el rey bárbaro Totila y luego gobernada por los longobardos y el ducado franco de Espoleto. En mis tiempos se convierte en una ciudad gibelina independiente (partidaria del emperador), frente a la güelfa Perusa (partidaria de los papas), con la que sostuvo un duro y persistente enfrentamiento.

    Entre finales del siglo XII y principios del XIII, la ciudad era un poco más pequeña, pero tan pintoresca como hoy: con sus calles estrechas y empinadas, que ascienden, escalón tras escalón, las faldas del Subasio. En la parte más antigua, las casonas con sus puertas de los muertos –antiguas puertas de los negocios y comercios de Asís–.

    Un recuerdo especial merece la catedral antigua, iglesia de Santa María la Mayor: aquí me bautizaron. En la misma pila bautizaron también a Clara, Gil, Inés, Bernardo, Rufino, Pedro Cattani... Hoy es el santuario de la Spogliazione (del Despojo), donde tuvo lugar el juicio ante el obispo de la diócesis y la entrega de los vestidos que me cubrían a mi padre, Pedro de Bernardone.

    La pila bautismal se encuentra actualmente en la nueva catedral, dedicada a san Rufino, el evangelizador de Asís. La catedral se

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