La búsqueda de Óscar Fábrega en el ámbito del misterio –y más concretamente en el misterio de las religiones– comenzó a muy temprana edad, y después de ver Indiana Jones en busca del Arca Perdi da, y luego Los diez mandamientos, de Cecil B. De Mille. Reconoce que nunca ha sido creyente, pero sí es cierto que, durante la adolescencia, cuando comenzó a acercarse a los temas de misterio, dejaba muchas puertas abiertas que, luego con los años, ha ido cerrando. Así pues, se define como “sanamente escéptico, pero nunca creyente y nunca negacionista” y, no se olvide, andaluz de Almería a mucha honra.
¿CUÁLES SON TUS PRINCIPALES REFERENTES EN EL ÁMBITO DEL MISTERIO?
–En primer lugar, dos pilares esenciales: la revista MÁS ALLÁ, que devoraba con pasión cada mes, y don Fernando Jiménez del Oso (MÁS ALLÁ, 372). Luego llegaron otros, como Juan Antonio Cebrián, Jesús Callejo, Javier Sierra o, incluso, J. J. Benítez, aunque este más como novelista que como investigador. Por otro lado, desde el punto de vista de mi especialidad, los enigmas de la religión, en concreto los del cristianismo, considero mi maestro y amigo a don Antonio Piñero (MÁS ALLÁ, 397).
ME CONSIDERO UN DESCREÍDO. No sé si existen los dioses, pero me interesan mucho como fenómeno social. Desde esa perspeciva, sí existen.
PONGAMOS QUE HABLO