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El Rosario Cósmico: Reflexiones sobre los misterios de Jesús y de María, y sus repercusiones universales.
El Rosario Cósmico: Reflexiones sobre los misterios de Jesús y de María, y sus repercusiones universales.
El Rosario Cósmico: Reflexiones sobre los misterios de Jesús y de María, y sus repercusiones universales.
Libro electrónico115 páginas2 horas

El Rosario Cósmico: Reflexiones sobre los misterios de Jesús y de María, y sus repercusiones universales.

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Información de este libro electrónico

Cristo es el Rey del universo. María es la Reina de la nueva creación. ¿Qué significan estas dos frases? ¿Cuáles son sus alcances e implicaciones más profundas? ¿Qué verdades encierran? ¿Qué sentido tiene la fe en el misterio de Cristo? ¿Cuál es la función de María en la historia de la salvación? A dos mil años de los acontecimientos del nacimiento
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 mar 2020
El Rosario Cósmico: Reflexiones sobre los misterios de Jesús y de María, y sus repercusiones universales.
Autor

Eduardo González Oropeza

Eduardo González Oropeza, nació en Río Bravo, Tamaulipas (México), el 2 de agosto de 1970. En agosto de 1990 ingresó en el Seminario Diocesano de Matamoros. Recibió la ordenación sacerdotal el 30 de mayo de 1998. Del 2000 al 2007 realizó sus estudios de Licenciatura y Doctorado en Teología Fundamental en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Su trabajo de investigación para el doctorado explora la compleja realidad del mestizaje y los retos que presenta para el discernimiento filosófico y teológico. Ha sido profesor en la Universidad Pontificia de México, en la Universidad Iberoamericana de CDMX, en el Seminario de Matamoros y en la Universidad del Noreste de México, en la cual actualmente desempeña el cargo de Rector.

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    El Rosario Cósmico - Eduardo González Oropeza

    EL ROSARIO CÓSMICO

    Reflexiones sobre los misterios de Jesús y de María, y sus repercusiones universales.

    Eduardo González Oropeza

    A la memoria de mi madre. Mujer mariana y amante del rosario.

    A mi amable padre. Hombre creyente y profundamente devoto.

    CONTENIDO

    Agradecimientos

    Prólogo

    Introducción

    Presupuestos

    I. Misterios de gozo

    Primer misterio: La Encarnación del Cristo

    Segundo misterio: La Visitación de María a su prima Isabel

    Tercer misterio: El Nacimiento de Jesús, el Cristo

    Cuarto misterio: La Presentación de Jesús en el Templo

    Quinto misterio: El Hallazgo en el Templo

    II Misterios de luz

    Primer misterio: El Bautismo del Señor

    Segundo misterio: Las Bodas de Caná

    Tercer misterio: La Propuesta del Reino y el llamado a la Conversión

    Cuarto misterio: La Transfiguración en el Monte Tabor

    Quinto misterio: La Institución de la Eucaristía

    III. Misterios de dolor

    Primer misterio: La Oración de Jesús en el Huerto

    Segundo misterio: La Flagelación del Cristo

    Tercer misterio: La Coronación de Espinas

    Cuarto misterio: El Cristo carga la Cruz

    Quinto misterio: Jesús, el Cristo, muere en la Cruz

    IV: Misterios de Gloria

    Primer misterio: La Resurrección del Hijo de Dios

    Segundo misterio: La Ascensión de Jesucristo a los Cielos

    Tercer misterio: El Espíritu Santo llena la faz de la Tierra

    Cuarto misterio: La Asunción de María

    Quinto misterio: La Coronación de María

    Doxología final

    AGRADECIMIENTOS

    En el proceso de elaboración y revisión de estas reflexiones han sido muchas las personas que me han ayudado con sus observaciones, correcciones y consejos. Agradezco a las personas que me impulsaron a poner por escrito las charlas que, desde hace varios años, habíamos compartido en ejercicios espirituales, cursos, conferencias y en algunas homilías. Agradezco a las personas que me ayudaron a leer y capturar el manuscrito en el procesador de palabras. Gracias a Rosalinda González, a Gabriela Gómez y y a Sabdi Zurisaday.

    Agradezco a los miembros de la comunidad de la Rectoría de la Divina Providencia, en Matamoros, con quienes he compartido los primeros bocetos de las meditaciones y en quienes he descubierto una profunda devoción y amor al Rosario. Agradezco a la comunidad administrativa, docente y estudiantil de la Universidad del Noreste de México, AC., por su apoyo y sus observaciones al texto. De manera especial reconozco la minuciosa labor del Mtro. Eddie Eliud Vázquez Alexandre, Vicerrector de Pastoral Universitaria. Gracias a la Mtra. Margarita Garza Garza, Subdirectora de Preparatoria en el Campus Río Bravo, por la creatividad y el talento manifiestos en las bellísimas imágenes que acompañan esta edición. Mi agradecimiento a la floreciente comunidad de Cielo Abierto y a la fraterna comunidad del ejido San José, en la Reserva de la Biósfera del Cielo, en Tamaulipas. La belleza de la naturaleza, la armonía de la música, el ambiente de amistad y la experiencia espiritual, fueron verdaderos lugares teológicos para reflexionar en los misterios de nuestra fe.

    Agradezco profundamente a los sacerdotes que leyeron con fe, interés y pericia los contenidos de cada uno de los misterios. Con respeto y admiración menciono los nombres del P. Gabriel López Nava, el P. Carlos Mendoza Álvarez, OP., Mons. Ignacio L. Vaquera Gallardo, quienes me han retroalimentado desde su propia experiencia de fe y de su amor a los misterios que nos vinculan y dan vida a nuestra comunidad de pertenencia. Gracias al P. Alberto Anguiano García, por su acompañamiento, sus correcciones, su paciencia, y por el brillante y bellísimo Prólogo para la publicación de estas reflexiones. Agradezco la ayuda de Mons. Ruy Rendón Leal, Arzobispo de Hermosillo, México, por tomarse el tiempo para leer el material, sugerir correcciones y compartir sus puntos de vista sobre cada afirmación. Mi gratitud para Mons. Eugenio Andrés Lira Rugarcía, Obispo de Matamoros, mi Diócesis, quien me ha hecho valiosas observaciones sobre el estilo, el lenguaje y el contenido de las meditaciones, y me ha animado a publicar el texto.

    Por último, agradezco a cada uno de los miembros de mi familia de sangre, todos testigos veraces de la devoción y de la piedad de nuestros padres, quienes ya han terminado su peregrinación en esta tierra, dando un firme testimonio de fe y entregando totalmente su esperanza y su amor a los misterios de Jesús y de María. Después del gozo, del dolor y de la luz que experimentaron en esta vida, Dios los tenga en su santa gloria.

    PRÓLOGO

    Para los creyentes, la historia tiene un antes y un después, a partir de Jesucristo. Su mensaje sobre el reino de los cielos revolucionó la tierra. Pero para otros, el parteaguas del tiempo lleva los nombres de Copérnico y de Newton. Las revoluciones de los orbes celestes (De revolutionibus orbium coelestium, 1543) hicieron girar la mirada hacia el astro, rey de los cielos, y los Principia mathematica (1687) pusieron la mecánica del reloj universal en un nuevo movimiento, dictado por una trinidad de leyes.

    Y aquel giro copernicano, comenzado aquí en la tierra, revolucionó la intelección y la humana aspiración del cielo. Desde entonces, la Biblia dejó de ser la cartografía celeste para otear el devenir de los siglos (Cf. Mt. 2, 4-8). Y los sabios magos del Oriente que, a la luz de una estrella, descubrieron la grandeza divina en la humildad de un niño, se perdieron por el camino del mito, bajo la amenaza de un monarca ansioso (cf. Mt. 2, 9-12). Ahora, el telescopio de Galileo había inaugurado una escalada estelar y guiaría a los científicos de Occidente hasta pisar la superficie lunar. Desde tan alto punto, el misterioso "heaven" (where art our Father) quedaría descubierto como "simple sky" donde, al decir de Jruschov, otro gobernante asustado, «Gagarin no vio a ningún Dios.»

    Desde las alturas, la tierra empezó a parecer un modesto planeta azul, donde según Darwin, la vida evolucionó largamente hasta coronar su emergencia con ese bípedo implume que llamamos homo sapiens. Pero ahora, a poco más de 150 años de la publicación de El Origen de las especies (1859) y a más de cuatro centurias del uso del telescopio por Galilelo (1609) hay que preguntarse, si la aparición del animal sapiente significó la extinción del animal creyente. Rudolf Bultmann, el teólogo de Marburgo, luego de buscar con lupa, en los evangelios, las huellas históricas de Jesús, concluyó categórico que «no se puede usar la luz eléctrica y el aparato de radio, y al mismo tiempo, creer en los milagros del Nuevo Testamento.»

    Puesto en otra coordenada, el geólogo y paleontólogo jesuita, Teilhard de Chardin, no renegó del invento de Alva Edison y a la luz, generada por la danza de electrones, pudo leer las

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