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A N G E L- L O G I A
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Libro electrónico756 páginas12 horas

A N G E L- L O G I A

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Tal vez algunos lectores se preguntarn porque se me ocurri producir un libro de los ngeles, para contestar su curiosidad le dir que en una noche de viernes cuando camin, en el campo, desde la casa de mi abuela hasta la Iglesia donde me tocaba predicar, como estaba lluvioso no asisti ni un solo miembro. (Iglesia Vertientes, Baracoa Cuba).

Yo decid quedarme en la Iglesia en vigilia y oracin y en la madrugada tuve una visin de cuatro ngeles sobre la Iglesia. Su piel era muy rosada y sus vestidos eran como de seda que la brisa lo mova suavemente.

Despus de esa experiencia los hermanos por si solo se hicieron la decisin de no faltar a los cultos, parece que lo siguen cumpliendo, porque despus de 28 aos de ausencia yo le volv a visitar y el mismo da, sin anuncio, ni aviso la Iglesia estaba llena, gracias a DIOS, todo sea para su honra y su gloria y era domingo en la tarde.

Lo segundo y ltimo porque produje este material es que he examinado en varios pases algunas producciones sobre los ngeles y la mayora no se ajustan a la Palabra de Dios.
Puedo garantizar que este es el documento ms extenso que se ha producido sobre este tema, pues es el producto de 52 aos Bblicos y especialmente un ao sacando todo lo que la Biblia dice de los ngeles y sus relacionados.

Yo le digo a los hermanos que los ngeles quisieran estar en el cielo, pero como tienen que estar con nosotros, por lo menos se sienten mejor cuando nos acompaan a los servicios religiosos, donde se canta, se ora, se estudia la Palabra, se adora, se alaba y se honra al Dios verdadero, nuestro Creador.

Amen
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 may 2012
ISBN9781463328627
A N G E L- L O G I A
Autor

Abel Serrano

Abel Serrano: Su abuelo era español del norte, su abuela de la República Dominicana, su madre cubana y su padre puertorriqueño. Nació en la parte más oriental de Cuba, Baracoa, en el campo, llamado la Ciudad Primada, por donde entró Cristóbal Colom. Estudió en Santiago y se graduó en Administración Comercial, después terminó los estudios cristianos en el Seminario de la Antillas en Santa Clara, centro de la isla, trabajando nueve años como pastor en la región oriental y veintiocho en Puerto Rico. Ahora está jubilado, pero no retirado, trabajando como voluntario en el canal de TV internacional de los 3 Ángeles. Ha tenido por muchos años programas de Radio y televisión y ha leído la Biblia completa por sesenta veces, gracias a DIOS, bendiciones celestiales, AMEN.

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    A N G E L- L O G I A - Abel Serrano

    ANGEL-LOGIA

    Abel Serrano

    Copyright © 2012 por Abel Serrano.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2012908568

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivadas de los mismos.

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    ventas@palibrio.com

    401797

    Contents

    DEDICATORIA

    PREFACIO

    Introduccion

    ¿Quiénes Son los Ángeles?

    Capítulo 1   LOS ÁNGELES EN GENESIS

    Capítulo 2   LOS ÁNGELES EN EXODO

    Capítulo 3   LOS ÁNGELES EN NUMEROS

    Capítulo 4   LOS ÁNGELES EN JUECES

    Capítulo 5   LOS ÁNGELES EN SAMUEL

    Capítulo 6   LOS ÁNGELES EN REYES

    Capítulo 7   LOS ÁNGELES EN CRONICAS

    Capítulo 8   LOS ÁNGELES EN JOB

    Capítulo 9   LOS ÁNGELES EN LOS SALMOS

    Capítulo 10   LOS ÁNGELES EN ISAIAS

    Capítulo 11   LOS ÁNGELES EN EZEQUIEL

    Capítulo 12   LOS ÁNGELES EN DANIEL

    Capítulo 13   LOS ÁNGELES EN OSEAS

    Capítulo 14   LOS ÁNGELES EN ZACARIAS

    Capítulo 15   LOS ÁNGELES EN MALAQUIAS

    Capítulo 16   LOS ÁNGELES EN MATEO

    Capítulo 17   LOS ÁNGELES EN MARCOS

    Capítulo 18   LOS ÁNGELES EN LUCAS

    Capítulo 19   LOS ÁNGELES EN JUAN

    Capítulo 20   LOS ÁNGELES EN HECHOS

    DEDICATORIA

    Dedico este extenso material sobre los Ángeles, según la Biblia, a mi esposa hacendosa ROSA GILARRANZ LÓPEZ y a mis únicos dos hijos SAMIR DAVID con su esposa Debbie además de mis cuatro nietos y SALIM ABNER.

    Que todos los hogares y las familias, que tenga el privilegio de estudiar este documento sean bendecidos abundantemente por el cielo en compañía de estos guardianes divinos. Amén.

    RECUERDE

    TODO DOLOR TIENE CURA, CON LA SAGRADA ESCRITURA.

    EL QUE NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR.

    PREFACIO

    Tal vez algunos lectores se preguntarán porque se me ocurrió producir un libro de los ángeles, para contestar su curiosidad le diré que en una noche de viernes cuando caminé, en el campo, desde la casa de mi abuela hasta la Iglesia donde me tocaba predicar, como estaba lluvioso no asistió ni un solo miembro. (Iglesia Vertientes, Baracoa Cuba).

    Yo decidí quedarme en la Iglesia en vigilia y oración y en la madrugada tuve una visión de cuatro ángeles sobre la Iglesia. Su piel era muy rosada y sus vestidos eran como de seda que la brisa lo movía suavemente.

    Después de esa experiencia los hermanos por si solo se hicieron la decisión de no faltar a los cultos, parece que lo siguen cumpliendo, porque después de 28 años de ausencia yo le volví a visitar y el mismo día, sin anuncio, ni aviso la Iglesia estaba llena, gracias a DIOS, todo sea para su honra y su gloria y era domingo en la tarde.

    Yo le digo a los hermanos que los ángeles quisieran estar en el cielo, pero como tienen que estar con nosotros, por lo menos se sienten mejor cuando nos acompañan a los servicios religiosos, donde se canta, se ora, se estudia la Palabra, se adora, se alaba y se honra al Dios verdadero, nuestro Creador, amen.

    Los hermanos que no asisten regularmente, mantienen a su ángel triste y quién sabe si hasta lloran, sufriendo por la condición de su protegido pues ellos saben lo que dice en: Heb. 10:25.

    Oramos para que usted mantenga su Custodio y Guardián, alegre y a JESUS feliz.

    Lo segundo y último porque produje este material es que he examinado en varios países algunas producciones sobre los ángeles y la mayoría no se ajustan a la Palabra de Dios.

    Puedo garantizar que este es el documento más extenso que se ha producido sobre este tema, pues es el producto de 52 años Bíblicos y especialmente un año sacando todo lo que la Biblia dice de los ángeles y sus relacionados.

    Espero, oro y ayuno para que todos puedan sacar el mejor provecho eterno de su lectura, AMEN.

    Tal vez sería oportuno un último comentario. El presidente Mckinley, de los Estados Unidos, fue amenazado de muerte y le pusieron 40 mil guardaespaldas, pero aun así fue asesinado.

    Usted y yo con un solo ángel custodio, estamos más que protegidos, gloria al Dios omnipotente a Él sea la honra y la alabanza.

    Introduccion

    AMIGO ALADO

    Ángel de luz que tras mis pisadas

    Con alas muy prestas me proteje bien.

    No dudes ni olvides que por tus cuidados

    Mi Confianza es plena en tu parabién.

    Ángel que consuelas, Ángel que me asombras;

    Que nunca cansado estás de hacer bien.

    !Cuántas veces sola siento tu presencia

    Abrigando tierno mi indefenso ser!

    Amigo valioso, cercano y paciente,

    Celestial alado presto a socorrer.

    Proteje mis pasos en la senda oscura

    Y acampas conmigo en tu defender.

    ¿Qué retribuciones recibes, mi ángel?

    ¿Qué pago tan justo por tu fiel deber?

    De noche y de día y en cada segundo

    Prometes cuidarme si voy a caer.

    Quiero agradecerte de alguna manera,

    Quizás estos versos te lo dejen ver.

    Que estimo por mucho tu gran valentía

    Y la gallardía santa de tu ser.

    Sólo espero el día cuando pueda verte.

    Me dirás tu nombre y te llamaré.

    Tocaré tus alas, nos reiremos juntos,

    Me dirás milagros que no pude ver.

    Mi amigo querido, mi eternal amigo,

    Al frente de todos yo te abrazaré

    Y a Jesús iremos dándole alabanzas,

    Juntos a adorarle como siempre fue.

    Por: Griselle Ortiz de Pérez.

    Puerto Rico.

    ¿Quiénes Son los Ángeles?

    LA RELACIÓN entre el mundo visible y el invisible, el ministerio de los ángeles de Dios y la influencia o intervención de los espíritus malos, son asuntos claramente revelados en las Sagradas Escrituras y como indisolublemente entretejidos con la historia humana. Nótese en nuestros días una tendencia creciente a no creer en la existencia de los malos espíritus, mientras que por otro lado muchas personas ven espíritus de seres humanos difuntos en los santos ángeles, que son enviados para servir a los que han de heredar la salvación. (Hebreos 1: 14, V.M.) Pero las Escrituras no sólo enseñan la existencia de los ángeles, tanto buenos como malos, sino que contienen pruebas terminantes de que éstos no son espíritus desencarnados de hombres que hayan dejado de existir.

    Antes de la creación del hombre, había ya ángeles; pues cuando los cimientos de la tierra fueron echados, a una las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios. (Job 38: 7.) Después de la caída del hombre, fueron enviados ángeles para guardar el árbol de la vida, y esto antes que ningún ser humano hubiese fallecido. Los ángeles son por naturaleza superiores al hombre, pues el salmista refiriéndose a éste, dice: Algo menor lo hiciste que los ángeles. (Salmo 8: 6, V.B. Cantera, vers. 5 en V. Valera.)

    Las Santas Escrituras nos dan información acerca del número, del poder y de la gloria de los seres celestiales, de su relación con el gobierno de Dios y también con la obra de redención. Jehová afirmó en los cielos su trono; y su reino domina sobre todos. Y el profeta dice: Oí voz de muchos ángeles alrededor del trono. Ellos sirven en la sala del trono del Rey de los reyes ángeles, poderosos en fortaleza, ministros suyos, que hacen su voluntad, obedeciendo a la voz de su precepto. (Salmo 103:19 21; Apocalipsis 5:11.) Millones de millones y millares de millares era el número de los mensajeros celestiales vistos por el profeta Daniel. El apóstol Pablo habla de las huestes innumerables de ángeles. (Hebreos 12:22, V.M.) Como mensajeros de Dios, iban y volvían a semejanza de relámpagos (Ezequiel 1: 14), tan deslumbradora es su gloria y tan veloz su vuelo. El ángel que apareció en la tumba del Señor, y cuyo aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve, hizo que los guardias temblaran de miedo y quedaran como muertos. (S. Mateo 28: 3, 4.) Cuando Senaquerib, el insolente monarca asirio, blasfemó e insultó a Dios y amenazó destruir a Israel, aconteció que en aquella misma noche salió un ángel de Jehová, e hirió en el campamento de los Asirios ciento ochenta y cinco mil hombres. El ángel destruyó a todos los hombres fuertes y valerosos, con los príncipes y los capitanes del ejército de Senaquerib, quien volvió con rostro avergonzado a su propia tierra. (2 Reyes 19: 35; 2 Crónicas 32: 21 V.M.)

    Los ángeles son enviados a los hijos de Dios con misiones de misericordia. Visitaron a Abrahán con promesas de bendición; al justo Lot, para rescatarle de las llamas de Sodoma; a Elías, cuando estaba por morir de cansancio y hambre en el desierto; a Eliseo, con carros y caballos de fuego que circundaban la pequeña ciudad donde estaba encerrado por sus enemigos; a Daniel, cuando imploraba la sabiduría divina en la corte de un rey pagano, o en momentos en que iba a ser presa de los leones; a San Pedro, condenado a muerte en la cárcel de Herodes; a los presos de Filipos; a San Pablo y a sus compañeros, en la noche tempestuosa en el mar; a Cornelio, para hacerle comprender el Evángelio, a San Pedro, para mandarlo con el mensaje de salvación al extranjero gentil. Así fue como, en todas las edades, los santos ángeles ejercieron su ministerio en beneficio del pueblo de Dios.

    Cada discípulo de Cristo tiene su ángel guardián respectivo. Estos centinelas celestiales protegen a los justos del poder del maligno. Así lo reconoció el mismo Satanás cuando dijo: Teme Job a Dios de balde? ¿No le has tu cercado a él y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor (Job 1: 9, 10.) El medio de que Dios se vale para proteger a su pueblo está indicado en las palabras del salmista: El ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende. (Salmo 34: 7.) Hablando de los que creen en él, el Salvador dijo: Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre. (S. Mateo 18: 10.) Los ángeles encargados de atender a los hijos de Dios tienen: a toda hora acceso cerca de él.

    Así que, aunque expuesto al poder engañoso y a la continua malicia del príncipe de las tinieblas y en conflicto con todas las fuerzas del mal, el pueblo de Dios tiene siempre asegurada la protección de los ángeles del cielo. Y esta protección no es superflua. Si Dios concedió a sus hijos su gracia y su amparo, es porque deben hacer frente a las temibles potestades del mal, potestades múltiples, audaces e incansables, cuya malignidad y poder nadie puede ignorar o despreciar impunemente.

    Los espíritus malos, creados en un principio sin pecado, eran iguales, por naturaleza, poder y gloria, a los seres santos que son ahora mensajeros de Dios. Pero una vez caídos por el pecado, se coligaron para deshonrar a Dios y acabar, con los hombres. Unidos con Satanás en su rebeldía y arrojados del cielo con él, han sido desde entonces, en el curso de los siglos, sus cómplices en la guerra empezada contra la autoridad divina. Las Sagradas Escrituras nos hablan de su unión y de su gobierno de sus diversas órdenes, de su inteligencia y astucia, como también de sus propósitos malévolos contra la paz y la felicidad de los hombres.

    La historia del Antiguo Testamento menciona a veces su existencia y su actuación pero fue durante el tiempo que Cristo estuvo en la tierra cuando los espíritus malos dieron las más sorprendentes pruebas de su poder. Cristo había venido para cumplir el plan ideado para la redención del hombre, y Satanás resolvió afirmar su derecho para gobernar al mundo. Había logrado implantar la idolatría en toda la tierra, menos en Palestina. Cristo vino a derramar la luz del cielo sobre el único país que no se había sometido al yugo del tentador. Dos poderes rivales pretendían la supremacía. Jesús extendía sus brazos de amor, invitando a todos los que querían encontrar en él perdón y paz. Las huestes de las tinieblas vieron que no poseían un poder ilimitado, y comprendieron, que si la misión de Cristo tenía éxito, pronto terminaría su reinado. Satanás se enfureció como león encadenado y desplegó atrevidamente sus poderes tanto sobre los cuerpos como sobre las almas de los hombres.

    Que ciertos hombres hayan sido poseídos por demonios está claramente expresado en el Nuevo Testamento. Las personas afligidas de tal suerte no sufrían únicamente de enfermedades cuyas causas eran naturales. Cristo tenía conocimiento perfecto de aquello con que tenía que habérselas, y reconocía la presencia y acción directas de los espíritus malos.

    Ejemplo sorprendente de su número, poder y malignidad, como también del poder misericordioso de Cristo, lo encontramos en el relato de la curación de los endemoniados de Gádara. Aquellos pobres desaforados, que burlaban toda restricción y se retorcían, echando espumarajos por la boca, enfurecidos, llenaban el aire con sus gritos, se maltrataban y ponían en peligro a cuantos se acercaban a ellos. Sus cuerpos cubiertos de sangre y desfigurados, sus mentes extraviadas, presentaban un espectáculo de los más agradables para el príncipe de las tinieblas. Uno de los demonios que dominaba a los enfermos, declaró: Legión me llamo; porque somos muchos. (S. Marcos 5: 9.) En el ejército romano una legión se componía de tres a cinco mil hombres. Las huestes de Satanás están también organizadas en compañías, y la compañía a la cual pertenecían estos demonios correspondía ella sola en número por lo menos a una legión.

    Al mandato de Jesús, los espíritus malignos abandonaron sus víctimas, dejándolas sentadas en calma a los pies del Señor, sumisas, inteligentes y afables. Pero a los demonios se les permitió despeñar una manada de cerdos en el mar; y los habitantes de Gádara, estimando de más valor sus puercos que las bendiciones que Dios había concedido, rogaron al divino Médico que se alejara. Tal era el resultado que Satanás deseaba conseguir. Echando la culpa de la pérdida sobre Jesús, despertó los temores egoístas del pueblo, y les impidió escuchar sus palabras.

    Satanás acusa continuamente a los cristianos de ser causa de pérdidas, desgracias y padecimientos, en lugar de dejar recaer el oprobio sobre quienes lo merecen, es decir, sobre sí mismo y sus agentes.

    Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados. Permitió a los espíritus malignos que destruyesen la manada de cerdos, como censura contra aquellos judíos que, por amor al lucro, criaban esos animales inmundos. Si Cristo no hubiese contenido a los demonios, habrían precipitado al mar no sólo los cerdos sino también a los dueños y porqueros. La inmunidad de éstos fue tan sólo debida a la intervención misericordiosa de Jesús. Por otra parte, el suceso fue permitido para que los discípulos viesen el poder malévolo de Satanás sobre hombres y animales, pues quería que sus discípulos conociesen al enemigo al que iban a afrontar, para que no fuesen engañados y vencidos por sus artificios. Quería, además, que el pueblo de aquella región viese que él, Jesús, tenía el poder de romper las ligaduras de Satanás y libertar a sus cautivos. Y aunque Jesús se alejó, los hombres tan milagrosamente libertados quedaron para proclamar la misericordia de su Bienhechor.

    Las Escrituras encierran otros ejemplos semejantes. La hija de la mujer sirofenicia estaba atormentada de un demonio al que Jesús echó fuera por su palabra. (S. Marcos 7:26 30.) Un endemoniado, ciego y mudo (S. Mateo 12: 2 2); un joven que tenía un espíritu mudo, que a menudo le arrojaba en el fuego y en aguas, para matarle (S. Marcos 9: 17 27); el maníaco que, atormentado por el espíritu de un demonio inmundo (S. Lucas 4:33 36), perturbaba la tranquilidad del sábado en la sinagoga de Capernaum todos ellos fueron curados por el compasivo Salvador. En casi todos los casos Cristo se dirigía al demonio como a un ser inteligente, ordenándole salir de su víctima y no atormentarla más. Al ver su gran poder, los adoradores reunidos en Capernaum se asombraron, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es ésta? que con autoridad y potencia manda a los espíritus inmundos, y salen. (S. Lucas 4: 36.)

    Se representa uno generalmente aquellos endemoniados como sometidos a grandes padecimientos; sin embargo había excepciones a esta regla. Con el fin de obtener poder sobrenatural, algunas personas se sometían voluntariamente a la influencia satánica. Estas, por supuesto, no entraban en conflicto con los demonios. A esta categoría pertenecen los que poseían el espíritu de adivinación, como los magos Simón y Elimas y la joven adivina que siguió a Pablo y a Silas en Filipos.

    Nadie está en mayor peligro de caer bajo la influencia de los espíritus malos que los que, a pesar del testimonio directo y positivo de las Sagradas Escrituras, niegan la existencia e intervención del diablo y de sus ángeles. Mientras ignoremos sus astucias, ellos nos llevan notable ventaja; y muchos obedecen a sus sugestiones creyendo seguir los dictados de su propia sabiduría. Esta es la razón por la cual a medida que nos acercamos al fin del tiempo, cuando Satanás obrará con la mayor energía para engañar y destruir, él mismo propaga por todas partes la creencia de que no existe. Su política consiste en esconderse y obrar solapadamente.

    No hay nada que el gran seductor tema tanto como el que nos demos cuenta de sus artimañas. Para mejor disfrazar su carácter y encubrir sus verdaderos propósitos, se ha hecho representar de modo que no despierte emociones más poderosas que las del ridículo y del desprecio. Le gusta que lo pinten deforme o repugnante, mitad animal mitad hombre. Le agrada oírse nombrar como objeto de diversión y de burla por personas que se creen inteligentes e instruídas.

    Precisamente por haberse enmascarado con habilidad consumada es por lo que tan a menudo se oye preguntar: ¿Existe en realidad ente semejante? Prueba evidente de su éxito es la aceptación general de que gozan entre el público religioso ciertas teorías que niegan los, testimonios más positivos de las Sagradas Escrituras. Y es porque Satanás puede dominar tan fácilmente los espíritus de las personas inconscientes de su influencia, por lo que la Palabra de Dios nos da tantos ejemplos de su obra maléfica, nos revela sus fuerzas ocultas y nos pone así en guardia, contra sus ataques.

    El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste podrían alarmarnos con razón, si no fuera por el apoyo y salvación que podemos encontrar en el poder superior de nuestro Redentor.

    Proveemos cuidadosamente nuestras casas con cerrojos y candados para proteger nuestros bienes y nuestras vidas contra los malvados; pero rara vez pensamos en los ángeles malos que tratan continuamente de llegar hasta nosotros, y contra cuyos ataques no contamos en nuestras propias fuerzas con ningún medio eficaz de defensa. Si se les dejara, nos trastornarían la razón, nos desquiciarían y torturarían el cuerpo, destruirán nuestras propiedades y nuestras vidas. Sólo se deleitan en el mal y en la destrucción. Terrible es la condición de los que resisten a las exigencias de Dios y ceden a las tentaciones de Satanás hasta que Dios los abandona al poder de los espíritus malignos. Pero los que siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección.

    Ángeles de gran poder son enviados el cielo para ampararlos. El maligno no puede forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo.

    F I N

    Capítulo 1

    LOS ÁNGELES EN GENESIS

    PRIMER ÁNGEL DISFRAZADO

    PERO la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?

    Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.

    Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

    Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Gen. 3:1-6.

    Con la serpiente aparece una nueva figura en la narración, figura que ejerció una tremenda influencia sobre la historia subsiguiente del mundo. Moisés se aparta de su descripción de las condiciones perfectas del paraíso y va a la historia de la caída, por la cual esta tierra se transformó de un mundo de felicidad, amor y perfección en un mundo de dolor, odio y maldad. Moisés deja sin mencionar el período bienaventurado del Edén, el tiempo pasado en completa felicidad, en el estudio de la historia natural, en el cuidado del huerto como Dios había ordenado y en diaria comunión con el Creador en las horas frescas del atardecer (Gén. 3: 8).

    La serpiente es presentada como una criatura más astuta que otros animales. La palabra astuto, ‘arum, se usa en la Biblia unas pocas veces para indicar una tendencia desfavorable de carácter (Job 5: 12; 15: 5), con el significado de ser diestro o hábil; pero generalmente se la usa en el sentido favorable de ser prudente (ver Prov. 12: 16, 23; 13: 16; 14: 8, 15, 18; 22: 3; 27: 12). Este último significado favorable pareciera preferible aquí pues la serpiente era uno de los seres creados que Dios había declarado bueno, y hasta bueno en gran manera (Gén. 1: 25, 31). El mal carácter de las serpientes de hoy es un resultado de la caída y maldición subsiguiente y no una característica de ese animal cuando fue creado.

    La objeción de que la serpiente no era un animal verdadero, sino un ser sobrenatural, difícilmente necesita una refutación seria en vista de la declaración explícita de que era, ciertamente, un animal. Sin embargo, todas las Escrituras aclaran ampliamente que la serpiente misma no fue responsable de la caída del hombre sino Satanás (ver Juan 8: 44; 2 Cor. 11: 3, 14; Rom. 16: 20). Con todo, Satanás, en un sentido figurado, ocasionalmente es llamado serpiente porque usó de ella como un medio en su intento de engañar al hombre (ver Apoc. 12: 9; 20: 2).

    La caída de Lucifer, que había sido primero entre los ángeles del cielo (Isa. 14: 12, 13; Eze. 28: 13 15), obviamente precedió a la caída del hombre.

    Dios, que conversaba diariamente con el hombre en el huerto, no lo había dejado en la ignorancia de los sucesos del cielo, sino lo había enterado de la apostasía de Satanás y de otros ángeles, de cuya venida debía precaverse Adán. Adán y Eva quizá esperaron que Satanás apareciera como un ángel y se sintieron preparados para hacerle frente como a tal para rechazar sus tentaciones. En cambio habló a Eva mediante la serpiente y la tomó por sorpresa. Sin embargo, esto en ninguna manera excusa a nuestra primera madre, aunque es cierto que ella así fue engañada.

    RESULTADOS DE OBEDECER AL

    ÁNGEL DISFRAZADO

    Sino que Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal. Gen. 3:5.

    La prueba de nuestros primeros padres se permitió para probar su lealtad y amor. Era esencial para su desarrollo espiritual, para la formación del carácter. Felicidad eterna habría sido el resultado para ellos si hubieran salido indemnes de la prueba. Puesto que Dios no quería que fueran tentados por encima de su capacidad para resistir (1 Cor. 10: 13), no permitió que Satanás se les acercara a la semejanza de Dios y en cualquier otro lugar, sino en ese árbol. Por lo tanto, Satanás vino en la forma de un ser no sólo muy inferior a Dios, sino muy por debajo del hombre mismo. Al permitir que Satanás usando como medio un mero animal los persuadiera a quebrantar la orden de Dios, Adán y Eva quedaron doblemente sin excusa.

    Usando la serpiente como su médium, Satanás halló una oportunidad cuando pudo dirigirse a la mujer que estaba sola. Siempre es más fácil persuadir a un individuo a hacer lo malo cuando se aparta de su medio protector. Si Eva hubiera permanecido con su esposo, su presencia la habría protegido y fuera de duda el relato habría tenido un fin diferente.

    Satanás se dirigió a ella con una pregunta que parecía inocente pero que estaba llena de astucia. Se ha debatido si esta pregunta debiera traducirse: (1) ¿Ha dicho Dios realmente: no comeréis de cada árbol del huerto?, con el significado: ¿Hay algunos árboles en el huerto de los cuales no podéis comer? o (2) No comeréis de ningún árbol del huerto. El hebreo permite ambas traducciones y, por lo tanto, encierra cierta ambigüedad. Satanás tenía el propósito de que sus palabras fueran indefinidas y ambiguas. Su intención era obvia: quería sembrar duda en el corazón de la mujer acerca de la verdadera fraseología y el significado exacto de la orden divina, especialmente acerca de la razón y justicia de una orden tal.

    Evidentemente, Eva entendió la pregunta en el segundo sentido ya mencionado, y en vez de apartarse y huir hacia su esposo, dio muestras de vacilación y duda y se mostró dispuesta a discutir más el tema con la serpiente.

    Dios declaró: El día que de él comieres, ciertamente morirás. Eva cambió esto en: para que no muráis. En lugar de la plena seguridad de la pena de muerte que seguiría a la transgresión de la orden, declaró la mujer que podría seguir la muerte a un acto tal. Las palabras para que no pen implican alarma íntima ante el pensamiento de jugar con algo que podría resultar fatal, escondida debajo de una apariencia cínica ante la idea de que tal cosa pudiera ocurrir realmente. La duda y vacilación del lenguaje de Eva, reflejando el de la serpiente, hacen que predomine el temor a la muerte en el motivo de la obediencia antes que un amor inherente hacia su benéfico Creador. Otro síntoma de la duda despertado en cuanto a la justicia absoluta de la orden de Dios es que Eva no mencionó el nombre del árbol que seguramente conocía. Al hablar de ese árbol en términos generales en cuanto a su ubicación como el que está en medio del huerto, lo colocó casi en la misma clase con los otros árboles de su hogar edénico.

    Entonces se abrieron sus ojos, y al darse cuenta que estaban desnudos, cosieron hojas de higuera y se las ciñeron. Gen. 3:7.

    Si la primera pregunta de Satanás tenía el propósito de despertar la duda como lo era seguramente, la declaración que la siguió tenía la apariencia engañosa de una declaración autorizada. Pero dentro de ella, con refinada astucia, se mezclaban la verdad y la mentira. Ese aserto contradecía la orden explícita de Dios con el énfasis máximo que se puede emplear en hebreo, y que se puede traducir: Positivamente, no moriréis. Satanás desafió la veracidad de la orden de Dios con una mentira desembozada. Por esa razón, Cristo con justicia lo llamó padre de toda mentira (Juan 8: 44).

    Satanás procedió a dar una razón plausible para la prohibición de Dios. Acusó a Dios de: (1) Envidiar la felicidad de sus criaturas. En realidad dijo Satanás: Creedme, no es por temor de que muráis por el fruto de este árbol por lo que os lo ha prohibido, sino por temor de que os convirtáis en rivales de vuestro mismo Amo. (2) Falsedad. Satanás acusó a Dios de que había mentido cuando dijo que la muerte seguiría al acto de comer del fruto. Los requisitos de Dios fueron colocados en la luz más horrible y censurable. Satanás trató de confundir la mente de Eva mezclando la verdad con la mentira, a fin de que a ella le resultara difícil distinguir entre las palabras de Dios y las suyas. La expresión el día que comáis de él sonaba como similar a lo que Dios había hablado (cap. 2: 17), como también la frase sabiendo el bien y el mal. La promesa serán abiertos vuestros ojos implicaba una manifiesta limitación de la vista, que podría ser eliminada siguiendo el consejo de la serpiente.

    Es correcta esta traducción en vez de dioses, como aparecía en la versión Reina Valera antes de la revisión de 1960, pues la palabra ‘elohim que está en este pasaje también se halla en los vers. 1, 3 y 5 donde se la ha traducido como Dios. La traducción correcta es: Seréis como Dios. Esto revela ostensiblemente la naturaleza blasfema de las palabras de Satanás (ver Isa. 14: 12 14) y la plena gravedad de su engaño.

    Después de que se habían despertado en la mujer la duda y la incredulidad en cuanto a la orden de Dios, el árbol le pareció muy diferente. Se menciona tres veces cuán encantador era; incitaba su paladar, sus ojos y su anhelo de aumentar su sabiduría. Mirar el árbol en esa forma, con el deseo de gustar de su fruto, era una concesión a los alicientes de Satanás. En su mente ya era culpable de transgredir la orden divina: No codiciarás (Exo. 20: 17). El tomar el fruto y comerlo no fue sino el resultado natural de entrar así en la senda de la transgresión.

    Habiendo codiciado aquello a lo cual no tenía derecho, la mujer siguió transgrediendo un mandamiento de Dios tras otro. Luego robó la propiedad de Dios violando el octavo mandamiento (Exo. 20: 15). Al comer el fruto prohibido y darlo a su esposo, también transgredió el sexto mandamiento (Exo. 20: 13). También quebrantó el primer mandamiento (Exo. 20: 3) porque en su estima colocó a Satanás antes que a Dios obedeciéndole antes que a su Creador.

    Entonces oyeron el andar de Dios el Eterno, que se paseaba por el huerto a la brisa del atardecer. Y el hombre y su esposa se escondieron de su presencia entre los árboles del huerto. Gen. 3:8.

    Observando que no murió inmediatamente lo que parecía confirmar el definido aserto del seductor: No moriréis Eva experimentó una sensación engañosa de júbilo. Quiso que su esposo compartiera ese sentimiento con ella. Esta es la primera vez que el Registro sagrado llama a Adán su marido. Pero en vez de ser ayuda idónea para él, ella se convirtió en el instrumento de su destrucción. La declaración dio también a su marido no implica que él había estado con ella todo el tiempo, como mudo espectador de la escena de la tentación. Más bien ella le dio del fruto cuando se reunió con él para que pudiera comer como ella y compartir así los supuestos beneficios.

    Antes de comer, debe haberse entablado una conversación entre Adán y su mujer. ¿La seguiría en su senda de pecado y desobediencia, o renunciaría a ella, confiando que Dios, de alguna manera, restauraría su felicidad destruida? El que ella no hubiera muerto por comer el fruto y que ningún daño evidente le hubiera sobrevenido, no engañó a Adán. Adán no fue engañado sino … la mujer (1 Tim. 2: 14). Pero el poder de persuasión de su esposa, unido con su propio amor a ella, lo indujeron a compartir las consecuencias de su caída cualesquiera que fueran. ¡Decisión fatal! En vez de esperar hasta que pudiera tener la oportunidad de tratar todo el trágico asunto con Dios, decidió por sí mismo su suerte. La caída de Adán es tanto más trágica porque no dudó de Dios ni fue engañado como Eva. Procedió ante la segura expectativa de que se convertiría en realidad la terrible amenaza de Dios.

    Deplorable como fue la transgresión de Eva y cargada como estuvo de calamidades futuras para la familia humana, su decisión no abarcó necesariamente a la humanidad en el castigo de su transgresión. Fue la elección deliberada de Adán, en la plena comprensión de la orden expresa de Dios más bien que la elección de ella, lo que hizo que el pecado y la muerte fueran el destino inevitable de la humanidad. Eva fue engañada; Adán no lo fue (ver Rom. 5: 12, 14; 1 Cor. 15: 21; 1 Tim. 2: 14; 2 Cor. 11: 3). Si Adán hubiera permanecido leal a Dios a pesar de la deslealtad de Eva, la sabiduría divina todavía hubiera resuelto el dilema para él y hubiera evitado el desastre para la familia humana.

    Sino que Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal. Gen. 3:5.

    ¡Qué ironía hay en estas palabras que registran el cumplimiento de la ambigua promesa de Satanás! Fueron abiertos los ojos de su intelecto: comprendieron que ya no eran más inocentes. Se abrieron sus ojos físicos: vieron que estaban desnudos.

    Se hicieron delantales. Estando avergonzados en su presencia mutua, procuraron evadir la deshonra de su desnudez. Sus delantales de hojas de higuera eran un triste sustituto de las vestimentas radiantes de inocencia que habían perdido legalmente. La conciencia entró en acción. Que su sentimiento de vergüenza no tenía sus raíces en la sensualidad sino en la conciencia de culpa delante de Dios es evidente porque se ocultaron de él.

    La única inscripción antigua que muestra alguna semejanza con el relato de la caída del hombre, como se presenta en la Biblia, es un poema bilingüe sumeroacadio que dice: La doncella comió aquello que era prohibido, la doncella, la madre de pecado, cometió mal, la madre de pecado tuvo una penosa experiencia (A. Jeremías, Das Alte Testament im Lichte das alten Orients [El Antiguo Testamento a la luz del antiguo Oriente], pág. 99. Leipzig, 1930).

    Las visitas periódicas de Dios, hacia el fin del día, cuando suaves céfiros vespertinos refrescaban el huerto, siempre habían sido una ocasión de deleite para la feliz pareja. Pero el sonido de la aproximación de Dios fue entonces un motivo de alarma. Ambos sintieron que de ninguna manera se atrevían a encontrarse con su Creador. Ni la humildad ni el pudor fueron la razón de su temor, sino un profundo sentimiento de culpabilidad.

    ¿Dónde estás tú? Adán, que siempre había dado la bienvenida a la presencia divina, se ocultó ahora. Sin embargo, no podía esconderse de Dios, quien llamó a Adán, no como si ignorase su escondedero, sino para hacerlo confesar. Adán procuró ocultar el pecado detrás de sus consecuencias, su desobediencia detrás de su sentimiento de vergüenza, haciéndole creer a Dios que se había ocultado por la turbación provocada por su desnudez. Su comprensión de los efectos del pecado era más aguda que la del pecado mismo. Aquí, por primera vez, somos testigos de la confusión entre el pecado y el castigo, que caracteriza al hombre o en su estado caído. Se sienten y detestan los resultados del pecado más que el pecado mismo.

    Pero Dios el Eterno, llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás?

    Y Adán respondió: Oí tu andar por el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo. Y me escondí. Gen. 3:9,10.

    (Esta es la segunda pregunta escrita en la Biblia, la primera la dijo el diablo).

    Dios formuló una pregunta que revelaba su conocimiento de la transgresión de Adán y tenía el propósito de despertar dentro de él una convicción de pecado. La respuesta de Adán fue una tortuosa y evasiva excusa por su confusión, lo que significaba una acusación contra Dios. Así había cambiado el carácter de Adán en él corto intervalo desde que entró en la senda de la desobediencia. El hombre que sentía un cariño tan tierno por su mujer como para violar a sabiendas la orden de Dios a fin de que no fuera separado de ella, ahora habla de ella con antipatía fría e insensible como la mujer que me diste por compañera. Sus palabras recuerdan las de los hijos de Jacob que hablaron a su padre en cuanto a José como tu hijo (Gén. 37: 32; cf. Luc. 15: 30). Uno de los amargos frutos del pecado es la dureza de corazón: sin afecto natural (Rom. 1: 31). La insinuación de Adán de que Dios era culpable por su triste condición, al estar atado a una criatura tan débil y seductora, se hunde en las mismísimas profundidades de la ingratitud.

    La mujer también tenía una respuesta lista al acusar a la serpiente de haberla engañado. Ni Adán ni su mujer negaron los hechos sino que procuraron escapar acusando a otro. Tampoco dieron evidencias de contrición. Sin embargo, existe una notable diferencia entre sus confesiones. La mujer protestó que había sido engañada; Adán admitió tácitamente que su acto había sido deliberado, con pleno conocimiento de sus consecuencias.

    La maldición del pecado descansa no sólo sobre la serpiente sino sobre toda la creación animal, aunque ella había de llevar una maldición mayor que sus congéneres. La serpiente, que antes era la más inteligente y bella de las criaturas, quedó ahora privada de las alas y condenada, de allí en adelante, a arrastrarse sobre el polvo.

    No debiera suponerse que los brutos irracionales fueron hechos así objeto de la ira de un Dios vengativo. Esta maldición fue para el beneficio de Adán, como un medio de impresionarlo con las abarcantes consecuencias del pecado. Debe haber provocado intenso sufrimiento a su corazón el contemplar esas criaturas cuyo protector se esperaba que fuera él llevando los resultados de su pecado. Sobre la serpiente, que se había convertido para siempre en el símbolo del mal, cayó la maldición más pesadamente; no tanto para que sufriera como para que también pudiera ser para el hombre un símbolo de los resultados del pecado. No es de admirarse que la mayoría de los seres humanos sientan repugnancia y temor en la presencia de una serpiente.

    Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendiente. Tú le herirás el talón, pero él te aplastará la cabeza. Gen. 3:15.

    Aquí el Señor deja de dirigirse a la serpiente literal que habló a Eva, para pronunciar juicio sobre el diablo, la serpiente antigua. Este juicio, expresado en lenguaje profético, siempre ha sido entendido por la iglesia cristiana como una predicción de la venida del Libertador. Aunque esta interpretación es incuestionablemente correcta, puede señalarse que la profecía es también literalmente verdadera: hay una enemistad mortal entre la serpiente y el hombre doquiera se encuentran los dos.

    Se hace referencia a la lucha secular entre la simiente de Satanás sus seguidores (Juan 8: 44; Hech. 13: 10; 1 Juan 3: 10) y la simiente de la mujer. El Señor Jesucristo es llamado la simiente por antonomasia (Apoc. 12: 1 5; cf. Gál. 3: 16, 19); fue él quien vino para deshacer las obras del diablo (Heb. 2: 14; 1 Juan 3: 8).

    Herirá, shuf. Esta palabra significa aplastar o estar al acecho de alguien". Es evidente que aplastar la cabeza es mucho más grave que aplastar el talón. Como represalia, la serpiente sólo ha podido herir el talón de la simiente de la mujer.

    La simiente se expresa en singular, indicando que no es una multitud de descendientes de la mujer los que, en conjunto, se ocuparán de aplastar la cabeza de la serpiente, sino más bien que un solo individuo hará eso. Estas observaciones muestran claramente que en este anuncio está condensada la relación del gran conflicto entre Cristo y Satanás, una batalla que comenzó en el cielo (Apoc. 12: 7-9), continuó en la tierra, donde Cristo otra vez derrotó a Satanás (Heb. 2: 14), y terminará finalmente con la destrucción del maligno al fin del milenio (Apoc. 20: 10). Cristo no salió ileso de esta batalla. Las señales de los clavos en sus manos y pies y la cicatriz en su costado serán recordativos eternos de la fiera lucha en la cual la serpiente hirió a la simiente de la mujer (Juan 20: 25; Zac. 13: 6).

    Este anuncio debe haber producido gran consuelo en los dos desfallecientes transgresores que estaban delante de Dios, de cuyos preceptos se habían apartado. Adán, virrey de Dios en la tierra mientras permaneciera leal, había cedido su autoridad a Satanás al transferir su lealtad de Dios a la serpiente. Que Satanás comprendía plenamente sus usurpados derechos sobre esta tierra, obtenidos al ganar la sumisión de Adán, es claro por su afirmación ante Cristo en el monte de la tentación (Luc. 4: 5, 6). Adán empezó a comprender la magnitud de su pérdida: de gobernante de este mundo se había convertido en esclavo de Satanás. Sin embargo, antes de oír el pronunciamiento de su propia sentencia, fue aplicado a su alma quebrantada el bálsamo sanador de la esperanza. De ella, a quien había culpado por su caída, él debía esperar su liberación: la simiente prometida en quien habría poder para vencer al archienemigo de Dios y del hombre.

    ¡Cuán bondadoso fue Dios! La justicia divina requería castigo para el pecado, pero la misericordia divina ya había hallado una forma para redimir a la raza humana caída: por el sacrificio voluntario del Hijo de Dios (1 Ped. 1: 20; Efe. 3: 11; 2 Tim. 1: 9; Apoc. 13: 8). Dios instituyó el ritual de los sacrificios para proporcionar al hombre una ayuda visual, a fin de que pudiera comprender algo del precio que se debía pagar para expiar su pecado. El cordero inocente tenía que dar su sangre en lugar de la del hombre y su piel para cubrir la desnudez del pecador, a fin de que el hombre pudiera así recordar siempre por medio de los símbolos al Hijo de Dios, que tendría que entregar su vida para expiar la transgresión del hombre y cuya justicia sería lo único suficiente para cubrirlo. No sabemos cuán clara fue la comprensión de Adán del plan de la redención, pero podemos estar seguros de que le fue revelado lo suficiente para asegurarle que el pecado no duraría para siempre, que de la simiente de la mujer nacería el Redentor, que sería recuperado el dominio perdido y que se restauraría la felicidad del Edén. De principio a fin, el Evángelio de salvación es el tema de las Escrituras.

    Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces. En el mismo principio se le había ordenado al hombre: Fructificad y multiplicaos (cap. 1: 28). De ahí que los embarazos tenían el propósito de ser una bendición y no una maldición. Pero la entrada del pecado significó que de allí en adelante la preñez sería acompañada por el dolor.

    Y al hombre le dijo: "Por cuanto obedeciste a la voz de tu esposa y comiste del árbol que te había prohibido, maldita será la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Gen. 3:17.

    Adán había procedido de acuerdo con los persuasivos argumentos de Eva, poniendo la palabra de ella por encima de la de Dios. Así había retirado de Dios su afecto supremo y lealtad, perdiendo legalmente las bendiciones de la vida y aun la vida misma. Al exaltar su voluntad por encima de la voluntad de Dios, Adán debía aprender que independizarse de Dios no significa colocarse en una esfera más excelsa de existencia sino separarse de la Fuente de la vida. De ahí que la muerte le mostraría la completa falta de valor de su propia naturaleza.

    Debiera notarse otra vez que Dios no maldijo ni a Adán ni a su esposa. Tan sólo fueron pronunciadas maldiciones sobre la serpiente y la tierra. Pero Dios dijo a Adán: Maldita será la tierra por tu causa.

    La misma palabra que había sido usada para expresar los sufrimientos relacionados con el parto, ahora se usa para informar a Adán de las dificultades que encontraría al sacar a duras penas un mísero sustento de la tierra maldita. Mientras viviera allí, no tendría esperanza de que se aliviara esto. La expresión todos los días de tu vida es la primera indicación de que vendría con seguridad la muerte aunque ese hecho se pospondría por un tiempo.

    Antes de la caída, la tierra producía sólo plantas que eran útiles como alimento o bellas para recrear la vista. Ahora había de producir también espinas y cardos (EC 307). El trabajo aumentado, necesario para cultivar la tierra, incrementaría la aflicción de la existencia del hombre. Tenía que aprender, por amarga experiencia, que la vida apartada de Dios, en el mejor de los casos, es dolor y aflicción.

    APARICION DE LOS PRIMEROS

    ÁNGELES QUERUBINES

    Dios echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino al árbol de la vida. Gen. 3:24.

    No es claro el origen del sustantivo querubín, pero la palabra querubín está probablemente relacionada con la palabra asiria karábu, bendecir u orar. La Biblia presenta a los querubines como pertenecientes a la clase de seres que llamamos ángeles, especialmente los que están cerca de Dios y de su trono (Eze. 9: 3; 10: 4; Sal. 99: 1). Por eso las figuras de los querubines habían de estar encima del arca y en las cortinas del tabernáculo (Exo. 25: 18; 26: 1, 31) y más tarde fueron esculpidos en las paredes y puertas del templo (1 Rey. 6: 29, 32, 35).

    Adán y Eva y su posteridad perdieron el derecho al árbol de la vida a causa de su desobediencia. Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de Nos sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre: Y sacólo Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Adán y Eva transgredieron la ley de Dios. Esto hizo necesario que fueran alejados del Edén y separados del árbol de la vida, pues comer de él después de su transgresión, perpetuaría el pecado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía a todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida. El hombre dependía del árbol de la vida para la inmortalidad, y el Señor tomó estas precauciones para que los hombres no comieran de ese árbol y vivieran para siempre, llegando a ser pecadores inmortales.

    Para que poseyera una existencia sin fin, el hombre debía continuar comiendo del árbol de la vida. Privado de este alimento, vería su vitalidad disminuir gradualmente hasta extinguirse la vida. Era el plan de Satanás que Adán y Eva desagradasen a Dios mediante su desobediencia; y esperaba que luego, sin obtener perdón, siguiesen comiendo del árbol de la vida, y perpetuasen así una vida de pecado y miseria. Pero después de la caída, se encomendó a los santos ángeles que custodiaran el árbol de la vida. Estos ángeles estaban rodeados de rayos luminosos semejantes a espadas resplandecientes. A ningún miembro de la familia de Adán se le permitió traspasar esa barrera para comer del fruto de la vida; de ahí que no exista pecador inmortal.

    De allí en adelante el género humano sería afligido por las tentaciones de Satanás. Se asignó a Adán una vida de constantes fatigas y ansiedades, en lugar de las labores alegres y felices de que habían gozado hasta entonces. Estarían sujetos al desaliento, la tristeza y el dolor, y finalmente desaparecerían. Habían sido hechos del polvo de la tierra, y al polvo debían retornar.

    Por el pecado, el hombre había caído bajo el poder de la muerte. De manera que el fruto que producía la inmortalidad ahora sólo podía provocarle daño. La inmortalidad experimentada en un estado de pecado, y por lo tanto en una desventura eterna, no era la vida que Dios concibió para el hombre. Negar al hombre acceso a ese árbol vivificador fue tan sólo un acto de misericordia divina que quizá Adán no apreció plenamente en ese tiempo, pero por el cual estará agradecido en el mundo venidero. Allí comerá eternamente del árbol de la vida por tanto tiempo perdido Apoc. 22: 2, 14. Al participar de los emblemas del sacrificio de Cristo, tenemos el privilegio de comer por fe del fruto de aquel árbol, y de vislumbrar confiadamente el tiempo cuando podamos arrancar y comer su fruto con todos los redimidos en el paraíso de Dios.

    LA SIERVA Y EL ÁNGEL

    El Ángel del Eterno la encontró junto a una fuente de agua en el desierto, en el camino a Shur. Gen. 16:7.

    El casamiento de Abrahán con Agar fue un mal, no sólo para su propia casa, sino también para las generaciones futuras. Halagada por el honor de su nueva posición como esposa de Abrahán, y con la esperanza de ser la madre de la gran nación que descendería de él, Agar se llenó de orgullo y jactancia, y trató a su ama con menosprecio. Los celos mutuos perturbaron la paz del hogar que una vez había sido feliz. Viéndose forzado a escuchar las quejas de ambas, Abrahán trató en vano de restaurar la armonía. Aunque él se había casado con Agar a instancias de Sara, ahora ella le hacia cargos como si fuera el culpable. Sara deseaba desterrar a su rival; pero Abrahán se negó a permitirlo; pues Agar iba a ser madre de su hijo, que él esperaba tiernamente sería el hijo de la promesa. Sin embargo, era la sierva de Sara, y él la dejó todavía bajo el mando de su ama. El espíritu arrogante de Agar no quiso soportar la aspereza que su insolencia había provocado. Y como Sarai la afligiese, huyóse de su presencia.

    Se fue al desierto, y mientras, solitaria y sin amigos, descansaba al lado de una fuente, un ángel del Señor se le apareció en forma humana. Dirigiéndose a ella como Agar, sierva de Sarai, para recordarle su posición y su deber, le mandó: Vuélvete a tu Señora, y ponte sumisa bajo de su mano. No obstante, con el reproche se mezclaron palabras de consolación. Oído ha Jehová tu aflicción. Multiplicaré tanto tu linaje, que no será contado a causa de la muchedumbre. Y como recordatorio perpetuo de su misericordia, se le mandó que llamara a su hijo Ismael, o sea: Dios oirá..

    De nuevo el Señor repitió por medio de su ángel la promesa de dar un hijo a Sara, y que ella sería madre de muchas naciones. El patriarca aún no comprendía la promesa de Dios. Inmediatamente pensó en Ismael, como si por medio de él habrían de surgir las numerosas naciones prometidas, y entonces exclamó, impulsado por el amor que sentía por su hijo: ¡Ojalá Ismael viva delante de ti!

    De nuevo Dios le dio la promesa a Abrahán en forma más definida: Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. Algunos ángeles fueron enviados por segunda vez a fin de hablar con Abrahán mientras iban en camino para destruir Sodoma, y le repitieron la promesa en forma más definida aún que Sara tendría un hijo.

    La fe puede ser genuina y sin embargo resultar débil en momentos de ansiedad y perplejidad. Una fe vigorosa se aferrará de la promesa y sólo de ella, confiando enteramente en Dios para su cumplimiento. Tal fue la fe de Abram, excepto en tres o cuatro breves ocasiones, a lo largo de una vida prolongada y azarosa. Dios no necesitaba de los ardides de Abram para el cumplimiento de su promesa. Tan sólo se requerían confianza y obediencia. Al acceder al consejo apresurado de Sarai, Abram siguió en las pisadas de Adán. Chasco y sufrimiento fue el resultado en ambos casos y la supuesta bendición resultó ser una maldición. Al prestar oídos a la sugestión de Sarai, Abram creó para sí mismo dificultades de consecuencias muy abarcantes. Sobrevinieron angustias domésticas y dolores, y odio entre los futuros descendientes de ambas esposas. De nuevo, en la actualidad, ¡cuán amargamente han luchado por la posesión de la Tierra Santa los modernos representantes de Sarai y los descendientes de Agar, los judíos y los árabes!

    Y le dijo el ángel de Jehová: Vuélvete a tu Señora, y ponte sumisa bajo su mano. Gen. 16:9.

    A pesar de todas las promesas de Dios, persistía el hecho de que Abram todavía no tenía un hijo, diez años después de que se le había hecho la primera promesa (vers. 3). Aparece en escena Agar, una sierva egipcia de Sarai. Puesto que los egipcios eran una nación poderosa en el tiempo de Abram, es muy singular encontrar a una sierva egipcia en un hogar palestino. Probablemente Agar era la sierva personal dada a Sara¡ cuando ella fue llevada a Faraón (ver cap. 12: 15, 16). El hecho de que estuviera todavía en la casa de Abram, tiende a mostrar que Faraón no se había hecho devolver los regalos que había dado a Abram.

    Este no es un nombre egipcio. No se da su nombre original. El nombre Agar, que árabe significa huida, puede haberle sido dado después de que huyó de su ama.

    Aunque los expositores más conservadores han reconocido aquí a la segunda persona de la Deidad, está muy lejos de ser seguro que Jesús se apareció en persona. Los ángeles eran usados frecuentemente para transmitir mensajes divinos a los hombres, y este ángel de Jehová puede haber sido tomado por Agar como Jehová mismo (vers. 13), o quizá sencillamente como un representante de Jehová. Elena G. de White habla de él simplemente como de un ángel. Dios mismo repetidas veces se apareció a Abram (Hech. 7: 2; Gén. 12: 1; 13: 14; 15: 1; 17: 1; 18: 1; 21: 12). Sólo una vez un ángel fue comisionado para hablarle (Gén. 22: 11, 15). El relato de aquí se parece muchísimo al de la visita del ángel, pero difiere grandemente de las de Dios mismo.

    ABRAHÁM había aceptado sin hacer pregunta alguna la promesa de un hijo, pero no esperó a que Dios cumpliese su palabra en su oportunidad y a su manera. Fue permitida una tardanza, para probar su fe en el poder de Dios, pero fracasó en la prueba. Pensando que era imposible que se le diera un hijo en su vejez, Sara sugirió como plan mediante el cual se cumpliría el propósito divino, que una de sus siervas fuese tomada por Abrahán como esposa secundaria. La poligamia se había difundido tanto que había dejado de considerarse pecado; violaba, sin embargo, la ley de Dios y destruía la santidad y la paz de las relaciones familiares.

    La falta de fe de Sarai hizo que llegara a la conclusión de que no tenía esperanza de tener hijos. Por eso decidió seguir la práctica de su país natal a fin de proporcionar un heredero para la familia. Los códigos legales de Mesopotamia autorizaban la práctica por la cual una esposa estéril podía dar una de sus esclavas a su esposo y tener hijos mediante ella. Esos códigos también determinaban precisamente los derechos de una descendencia tal. Se necesitaba una reglamentación, especialmente en el caso en que una primera esposa tenía hijos después de que la sierva los había tenido, o cuando una sierva se volvía altanera después de haber sido honrada al dar a luz a un heredero (ver el código de Hammurabi, secciones 144 146, 170, 171).

    ÁNGELES Y ABRAHAM

    Y Agar dio a luz un hijo, y Abram llamó Ismael a ese hijo que Agar le dio. Gen.16:15.

    Después del nacimiento de Isaac la gran alegría manifestada por Abrahán y Sara indujo a Agar a ponerse muy celosa. Ismael había sido instruido por su madre en el sentido de que él iba a ser bendecido especialmente por Dios, como hijo de Abrahán, y heredero de todo lo que se le había prometido al patriarca. Compartió, por lo tanto, los sentimientos de su madre, y se sintió enojado por el gozo manifestado ante el nacimiento de Isaac. Lo despreció, porque creyó que se lo preferiría a él. Sara observó la actitud de Ismael contra su hijo Isaac, y se sintió profundamente ofendida. Informo a Abrahán con respecto a la conducta irrespetuosa de Ismael hacia ella y su hijo Isaac, y le dijo: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.

    Abrahán se sintió profundamente preocupado. Ismael era su hijo, y lo quería mucho. ¿Cómo podía despedirlo? Oró a Dios en medio de su perplejidad porque no sabía qué hacer. El Señor informó al patriarca por medio de sus ángeles que escuchara la voz de Sara, su mujer, y que no permitiera que su afecto por su hijo o por Agar le impidiera cumplir la voluntad de ella. Esto era lo único que podía hacer para restaurar la armonía y la felicidad en la familia. Recibió la consoladora promesa, por parte del ángel, de que Ismael, aunque separado de la casa de su padre, no moriría ni sería olvidado por Dios, porque se lo preservaría por causa de que era hijo de Abrahán. También el Señor le prometió hacer de Ismael una gran nación.

    Esta es la primera vez en que Dios puso nombre a un niño no nacido (ver Gén. 17: 19; Luc. 1: 13, 31). Así le manifestó a Agar el interés que tenía en ella y su descendencia. El nombre del hijo, Ismael, Dios oirá, había de recordarle a ella la interposición misericordioso de Dios y había de recordar a Ismael, que fue objeto de la providencia bondadosa de Dios.

    Agar estaba en camino a su Egipto natal y casi había llegado a la frontera egipcia (ver Gén. 25: 18; 1 Sam. 15: 7). La fuente implica un manantial particular bien conocido.

    Dios reconocía las difíciles circunstancias en que Agar se encontraba y de las que originalmente no tuvo la culpa. Agar honraba al Dios verdadero, y él no la abandonaría en su necesidad. La promesa que le hizo a ella, una esclava, no tiene paralelo. Esta promesa consoló grandemente a Agar. Aunque su hijo no iba a ser el hijo del plan divino, sin embargo tendría parte en la promesa hecha a Abram. Dios había prometido multiplicar la simiente de Abram, sin limitar esto a los descendientes de Sarai. Por lo tanto, cumpliría su promesa al pie de la letra, pero reservaría las bendiciones espirituales para la descendencia originalmente tomada en cuenta en la promesa, esto es Isaac (ver Gál. 4:23,30; Rom.9:7,8).

    Una exacta descripción de los árabes, muchos de los cuales pretenden tener a Ismael como a su padre. Poderosas naciones han tratado de conquistar Arabia y someterla a su voluntad, pero ninguna ha tenido un éxito permanente. Los árabes han mantenido su independencia y Dios los ha preservado como un monumento perdurable de su cuidado providencial. Permanecen hoy día como un argumento incontestable de la verdad de la predicción divina.

    Durante generaciones, los árabes que cobraban nuevas fuerzas en este pozo recordaban que Dios se había revelado aquí a Agar, su antepasado.

    ÁNGELES VISITAN A ABRAHAM

    Después el Eterno se apareció a Abrahán en el encinar de Mamre, cuando él estaba a la entrada de su tienda, en el calor del día.

    Al levantar sus ojos Abrahán vio a tres varones frente a él. Cuando los vio, salió corriendo de la entrada de su tienda a recibirlos, y se inclinó a tierra, Gen. 18:1-8.

    Esto debe haber ocurrido sólo un corto tiempo después del suceso registrado en el cap. 17, pues

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