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La Vida En El Trono
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Libro electrónico106 páginas1 hora

La Vida En El Trono

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Los misterios del ms all revelados ante nuestros ojos, por uno que conoce el presente el pasado y el futuro. - Cul es el destino eterno de todo aquel que muere? -Hacia dnde vamos al cruzar el umbral de la existencia? Son todos los ngeles buenos? Alguien nos mira desde la oscuridad en procura de nuestro ms precioso tesoro, nuestra alma Conozca quin es este enemigo oculto. Las ms sorprendentes respuestas a estos y otros interrogantes; Las encontrara al leer las pginas de La vida en el trono. Un libro revelador y fascinante.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento21 nov 2011
ISBN9781463313036
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    La Vida En El Trono - Luis E. Ramírez

    Indice

    Introducción

    Capítulo 1 La vida es un regalo de Dios

    Capítulo 2 Mitos y leyendas de antiguas civilizaciones

    Capítulo 3 ¿Por qué existe la muerte?

    Capítulo 4 ¿A dónde van los muertos?

    Capítulo 5 ¿Pueden hablarnos nuestros muertos?

    Capítulo 6 ¿Qué es el alma?

    Capítulo 7 Cuerpo, alma y espíritu

    Capítulo 8 La esperanza bíblica de la resurrección

    Capítulo 9 El tormento eterno y la Biblia

    Capítulo 10 El gran engaño del diablo

    Capítulo 11 La adoración a los muertos

    Capítulo 12 La muerte espiritual

    Capítulo 13 La vida en el trono

    Introducción

    EL GENIAL COMPOSITOR alemán Ludwing van Beethoven padeció situaciones complejas desde su infancia: la muerte de sus padres, problemas de sordera y, para colmo, la muerte del príncipe benefactor que se había hecho cargo de él. Beethoven se vio sumido en una gran depresión.

    Ayudado por una joven amiga —que era ciega— logró recuperar su ánimo. Dolido aún por la muerte de su protector, escribió una sonata titulada Claro de luna. En ella parece que el piano suena al ritmo de una caravana fúnebre mientras las notas sobresalientes parecen preguntar por qué con insistencia.

    ¿Por qué? Es la interrogante que millones de personas con el corazón quebrantado formulan hoy frente al dilema de la muerte. ¡Esta pregunta parece no tener respuesta!

    Pero es el mismo Dios quien ha dado las más reveladoras respuestas —a este y a otros interrogantes— que nos planteamos en cuanto a la muerte.

    En este breve libro me propongo llamar su atención al estudio de un tema que podría hacer la diferencia entre aquellos que morarán con Jesús eternamente, y los que con amargura de alma terminarán su existencia en el terrible lugar conocido como lago de fuego y azufre.

    Las verdades sencillas de la Palabra de Dios constituyen la única salvaguarda contra la ola de engaños que Satanás ha lanzado sobre la sufriente humanidad.

    Espero que este sencillo material lo ayude a encontrar algunas de las respuestas que estoy seguro ha estado buscando a lo largo de su existencia.

    Este es mi gran deseo y también mi oración.

    Capítulo 1

    La vida es un regalo de Dios

    TODO COMIENZA CUANDO un espermatozoide fecunda un óvulo. Entonces, el laboratorio de la vida —el cuerpo de la mujer— se encarga de continuar el maravilloso proceso que será visible nueve meses después. Es como echar a andar un reloj, cuyo tic tac será marcado durante toda la existencia del ser, por una pequeña válvula llamada corazón.

    La vida es un verdadero milagro. No es necesario ser un especialista en anatomía para darse cuenta de que cada órgano del cuerpo humano es una obra maestra. Pero el resto de la naturaleza también parece corresponder a la obra de un brillante Diseñador. Desde una insignificante semilla que cae en tierra, que germina con una lentitud casi imperceptible, y luego se convierte en un frondoso árbol, hasta un enorme cetáceo que surca los océanos con sorprendente habilidad, la vida nos sorprende porque siempre hay algo más que saber de ella, porque es sencilla y a la vez complicada, porque es frágil y a la vez intensa. Incluso, todavía no existe una respuesta integral a la pregunta: ¿Qué es la vida?

    El origen de la vida

    Un hombre experimentado en el sufrimiento aseguró que la vida es un suspiro (Job 7:7). En otro momento, el brillante Salomón la consideró fugaz, como un vapor que se disipa brevemente y que es imposible atrapar y dominar. La cuenta regresiva de la vida humana comienza a correr desde el momento que nace. No importa la fuerza del individuo o su capacidad mental, su bondad o maldad, tarde o temprano llegará el final. Y lo paradójico es que cuando se comienza a tener u poco más de equilibrio mental, el cuerpo ha entrado en un proceso degenerativo inevitable.

    La vida es un don de Dios. Así lo afirma de manera sucesiva la santa Palabra de Dios. Se trata de un don de Dios que da energía y aliento a todos los seres humanos (Hechos 17:25; Salmos 30:3).

    ¿Dónde se encuentra el origen de la vida? La Biblia dice lo siguiente: Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí (Juan 14:6). El apóstol Juan dijo al respecto: En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad (Juan 1:4). Jesucristo es el principio vital, como de manera acertada lo describió el apóstol Pablo: Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente (Colosenses 1:15-17).

    Cuando los conquistadores españoles llegaron a América, se encontraron con un mundo lleno de toda clase de riquezas. Muchos de sus más ambiciosos sueños se hicieron realidad. Al observar su insaciable avaricia, los aborígenes les contaron una extraña y extraordinaria leyenda. Según ellos, en alguna parte perdida de la espesa selva, se localizaba una fuente de aguas cristalinas que tenía el poder de dar vida. Incluso, un hombre viejo y enfermo podía recobrar juventud y fuerza con solo beber de sus aguas.

    La mayoría de los conquistadores consideraron ridículo el relato, pero hubo un hombre que lo creyó. Juan Ponce de León dedicó toda su vida a la búsqueda de la fuente de la eterna juventud con toda su pasión y entusiasmo. Pero no la encontró.

    La antítesis de la vida

    El libro del Génesis asegura que un día Dios puso delante de la primera pareja dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:9). Ahora como entonces, no es Dios quien elige la vida, sino cada ser humano. El Señor aseguró a Adán y Eva que podían comer del fruto de todos los árboles del huerto —incluyendo el árbol de la vida—, pero debían abstenerse de degustar del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:16-17). De lo contrario, a partir de ese momento serían seres mortales.

    Lamentablemente, la primera pareja eligió mal. La muerte llegó a este mundo como la gran antítesis de la vida. En realidad, el pecado invadió el planeta entero con su principal rasgo: la mortalidad. Según la Biblia, la muerte no tiene origen en Dios. Al contrario, el cielo la considera como un enemigo (1 Corintios 15:26).

    Los efectos del pecado han sido devastadores en la historia de la humanidad. Por algo, Jorge Luis Borges comparó la historia humana con la historia universal de la infamia. La muerte, la destrucción y las catástrofes están ligadas las acciones humanas en diversas épocas.

    No. No es posible considerar a la muerte como algo normal. Es consecuencia del pecado (Romanos 6:23). No importa si morimos de un ataque al corazón o el cáncer destruye nuestra vida, la muerte es un intruso. Cada vez que estamos delante de un ataúd recordamos nuestros orígenes y sabemos que ese es nuestro inevitable destino. Siempre ha estado allí, al asecho. Los seres humanos nos hemos acostumbrado a ella, o mejor dicho, hemos aprendido a tolerarla, a resignarnos. Hemos creado dogmas y rituales que nos ayudan a encontrar consuelo.

    En su afán por la resignación, algunas filosofías oriéntales presentan la muerte como la cura a los males de la sufrida humanidad. Un popular proverbio budista dice: La mejor manera de acabar con la enfermedad es matando al enfermo. De esta manera se enseña a anhelar la muerte, a buscarla como la única salida al dolor y

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