YAHVÉ EL DIOS DE LOS SACRIFICIOS
i bien ese extraño dios llamado Yahvé no consintió que se realizaran sacrificios humanos en su nombre, tampoco hizo ascos a la sangre, capítulo 28, encontramos que el holocausto y la posterior incineración de los restos de dos corderos sin tacha, uno por la mañana y otro por la tarde, resultaban un olor grato para Yahvé. Y es que, durante su vagar por el desierto, los israelitas estuvieron obligados a ejecutar este tipo de inmolaciones. En la parte superior del Arca de la Alianza, según describo en mi libro (Almuzara 2018), era donde la Gloria de Yahvé en forma de Nube solía descender para sentarse en su trono e impartir justicia, siempre que previamente el propiciatorio se hubiera rociado con la sangre de los holocaustos. Pero, ¿qué clase de dios es el que necesita de ese olor y esos terribles sacrificios de animales? Desde luego, no parece que ese dios fuese Dios. En la época del primer y segundo Templo de Jerusalén, durante la festividad del Yom Kippur, los sanedrines solían echar a suertes dos machos cabríos sin mancha, de los cuales uno era inmolado a Yahvé y el otro echado al desierto, donde se suponía que residía el ángel caído Azazel.
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