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Adrián: El Ángel de Jehová
Adrián: El Ángel de Jehová
Adrián: El Ángel de Jehová
Libro electrónico46 páginas44 minutos

Adrián: El Ángel de Jehová

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Novela de ficción. Adrián es un viajero del tiempo al servicio de Jehová y vino a la tierra a dirigir el exodo y a organizar el ejército que tendrá que hacerle frente a Jahvé, el ángel oscuro. Tres mil años después regresa, ¿sabe usted lo que encuentra en la tierra prometida? ¿Podrá vencer al ángel del abismo? No se quede con las ganas de saber el final de este conflicto cósmico...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2014
ISBN9781310798535
Adrián: El Ángel de Jehová
Autor

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos LiterariosCiudadano LatinoamericanoCiudadano de la República de LiberlandCiudadano de Asgardia The Space Kingdom

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    Vista previa del libro

    Adrián - Adolfo Sagastume

    Índice

    Egipto

    Adrián

    Aves para Comer

    Hojuelas de Cilantro con Miel

    Guerra con Amalec

    El Fuego del Sinaí

    El Arca del Testimonio

    Conclusión

    Egipto

    Moisés salió de la sombra helada de las pirámides, pasando en medio de la Esfinge milenaria, acompañado de Adrián, el ángel de Jehová. Era la huída de cuatrocientos años de miedo y esclavitud. Los descendientes de José, que había subido a la élite egipcia casándose con la hija de un sacerdote alquimista del dios Ra, se habían multiplicado pero encadenados por las leyes en su contra y una estructura política y religiosa que les negaba el derecho a sacrificar bestias en sus altares, los rechazaba, obstaculizaba su desarrollo y los despreciaba como a esclavos del sistema.

    Los hebreos eran los más despreciables esclavos del sistema en Egipto. El Faraón había intentado varios programas sociales con ellos pero ninguno funcionaba. Los programas fracasaban porque los hebreos siempre querían que se les obsequiara todo. Estaban agotados por el peso del trabajo. Las enfermedades estaban destruyendo su auto estima. No tenían bien definida su forma religiosa. Unas veces adoraban a Marduk, el dios babilonio, otras veces a Baal o Nimrod, y no faltaba la gente que adoraba a la esposa de Baal, Asherah, a quien llamaban la reina del cielo. Pocos adoraban a Jehová, un dios nuevo y desconocido. Les hacían procesiones, romerías; les quemaban incienso y de escondidas les degollaban los becerros que conseguían en los mercados de los egipcios.

    Moisés y el Faraón sabían el problema que representaban los hebreos. Como pueblo extraño o extranjero que eran ya habían crecido al límite de lo permitido, había llegado la hora de reubicarlos para que obtuvieran la dignidad de ser una nación. Pero había el gran obstáculo de que eran muy incultos, supersticiosos y miedosos. No eran un pueblo guerrero. Moisés sabía que si salía de Egipto y los llevaba directo a Canaán y los enfrentaba con la gente de esa tierra todos morirían en un solo día. Así que montó su estrategia. Fue al templo que estaba oculto en la pirámide de Keops, presentó su problema a los sacerdotes de Ra y pidió consejo y ayuda.

    Cuando lo llamaron, tres días después de su petición, Moisés quedó impresionado con la estrategia que le presentaron. Le mostraron a un muchacho que aparentaba quince años de edad y le dijeron que él sería su ayudante. Le mostraron un arma larga que terminaba en un tridente y le dieron indicaciones sobre su poder. El muchacho había sido entrenado en el manejo del arma, que en realidad era un incinerador electromagnético; según la intensidad del disparo podría atarantar, tumbar, derribar, quemar o matar a las personas. Tenía un alcance de seis kilómetros a la redonda y solamente podría ser manejado por ese joven a quien se le

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