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El Gran Anunaki
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El Gran Anunaki
Libro electrónico48 páginas54 minutos

El Gran Anunaki

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Partiendo de los textos sumerio acádigos le hacemos un seguimiento al Gran Anunaki que ha sometido la conciencia de la humanidad en el miedo, el dolor y los sacrificios sangrientos. Desvelamos el camuflaje de su terrorífica personalidad y descubrimos sus nombres y proceder en el hilo de la historia de este mundo en caos. El Gran Anunaki es el prepotente, misógino, bipolar y genocida dios invisible que la humanidad honra en sus altares. Este libro es peligroso, no recomendable para personas aferradas a sus dogmas religiosos. Está escrito en lenguaje sencillo y fácil de comprender.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2019
ISBN9780463608326
El Gran Anunaki
Autor

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos LiterariosCiudadano LatinoamericanoCiudadano de la República de LiberlandCiudadano de Asgardia The Space Kingdom

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    El Gran Anunaki - Adolfo Sagastume

    Índice

    Introducción

    Identifiquemos a Yahvé

    Los Antiguos Nombres de Yahvé

    La Religión Secreta del Judaísmo

    Aberraciones y Matanzas en el Éxodo

    Genocidio en Egipto

    Conclusión

    Introducción

    Todos los pueblos de la tierra han adorado como creadores del universo a sus dioses y el pueblo de Israel no es la excepción. Para ellos Yahvé es el dios supremo del universo, el creador y regente que exige adoración y sometimiento a cambio de conservar la vida.

    Yahvé es presentado como la solución a todas las incógnitas místicas y religiosas de ese pueblo salvaje del desierto y se le atribuye ser el generador de la vida no solamente de los seres humanos y los animales y plantas de la tierra sino de la infinitud del universo.

    De la misma manera todas las tribus nómadas y montañesas de la aciaga historia les han atribuido las mismas características a sus múltiples dioses. Y llegado el momento han ido a la guerra con sus vecinos para que les respetaran a sus dioses.

    Al principio de los tiempos a cada fenómeno de la naturaleza se le personificó un dios Anunaki, provocando el surgimiento de muchos dioses que dieron pie a lo que ahora podemos llamar politeísmo, es decir, la creencia en muchos dioses.

    Si nos fijamos en el hilo irrompible de la historia descubriremos que todos esos dioses tenían un mismo parentesco y un mismo origen. Todos procedían de las leyendas de los sumerios y acadios, pueblos muy antiguos de la Mesopotamia, cuyas creencias remiten a los hijos de Anu o Anunakis.

    El asiriólogo Adolph Leo Oppenheim publicó en 1964 su libro Mesopotamia antigua: retrato de una civilización muerta. Es él quien, al transcribir tablillas acadias del sumerio interpretó su patronímico Anunna o Anunnaki.

    Los Anunaki (nosotros preferimos ponerle una n en vez de dos) eran los dioses de las antiguas culturas mesopotámicas, es decir, los sumerios y acadios, eran los poderosos habitantes del cielo junto a su padre Anu, el dios supremo o rey del cielo.

    Sin embargo, los Anunakis no eran un grupo homogéneo sino varios grupos que son distinguibles por sus actividades en la tierra. Unos son conocidos como los dioses mayores y otros como los dioses menores.

    Por un lado están los Anunakis o dioses del cielo.

    Por otro, los Anuna o dioses del inframundo.

    En el mito de Atrahasis se refiere que los dioses tenían que trabajar en la extracción de oro de las entrañas de la tierra para llevarlo al Planeta X o Hercólubus donde lo estaban necesitando para esparcirlo en su atmósfera y tratar de curar o remendar grandes agujeros en su capa de ozono que estaba seriamente dañada por los múltiples impactos de meteoritos y la exposición a las tensiones magnéticas violentas propias del planeta en mención.

    Cuando esos dioses se cansaron trajeron de su planeta una buena cantidad de obreros de clase inferior llamados Igigi para que los sustituyeran en el trabajo. Pero las labores eran difíciles porque requerían la entrada de los obreros a las entrañas de la tierra y esto los decepcionó y los hizo que se sublevaran.

    Ante estas circunstancias uno

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