JESÚS EL ÚLTIMO FARAÓN EGIPCIO
El límpido silencio de las noches en Jerusalén es truncado por el canto del muecín llamando a la primera oración del credo islámico desde los minaretes de las mezquitas que se levantan dentro de las murallas del casco antiguo. Justamente después del rezo, cuando el sol empieza a clarear el cielo, pintándolo de tonos rosas y anaranjados, la ciudad despierta, los pequeños comercios alzan sus persianas y las calles vuelven a poblarse de gente yendo de acá para allá.
Los adoquines del suelo, pulidos por el trasiego de los peregrinos con el correr de los siglos, son además bañados por los comerciantes locales para ahuyentar cualquier rastro de suciedad que pudiera haberse quedado adherida a ellos el día anterior. Incluso a estas horas, Jerusalén huele a especias y al pan recién hecho que suele venderse en cada esquina de la ciudad.
El Hotel Hashimi, donde me alojo, se encuentra a la vera del Santo Sepulcro, lo que me permite ir caminando hasta los enclaves más destacados de las tres religiones que conviven en la otrora capital de los jebuseos. Sin embargo, hoy es un día especial. La tumba de Lázaro, el querido amigo de Jesús, se halla en Betania, una antigua villa a pocos kilómetros del Monte de los Olivos que actualmente se conoce como Al Azariyeh –el sitio de Lázaro–, y que pertenece a la Gobernación Palestina de Jerusalén. Para llegar hasta ella hay que tomar uno de los autobuses que pasan regularmente por la Puerta de Damasco –tal vez la más bella de las ocho que Solimán el Magnífico dejó en pie cuando reedificó los muros de Jerusalén en 1538– y bajarse en la primera parada después de la sucursal del TNB (The National Bank) que se yergue junto a la calle principal de la aldea.
El siguiente callejón a la derecha conduce directamente hasta la sepultura vacía del hermano de Marta y de María, un lugar que invita al recogimiento y a la introspección; el enclave mágico donde Jesús resucitó milagrosamente a su amigo… aunque el auténtico milagro hubiera sido que Lázaro existiera, puesto que lo más probable es que se trate de un personaje ficticio que Juan, el único evangelista que refiere su
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