MIS VIVENCIAS COS LOS SIJS
Intentar transcribir en una hoja de papel lo que el corazón siente cuando los colores del atardecer van surcando el cielo de Amritsar es tanto como pedirle al mar que se contenga en el hoyo que un niño excava en la arena de la playa. No obstante, deseando complacer a ese niño y hacer que sonría, las olas no dejan de intentarlo una y otra vez. De la misma manera, y movido por ese mismo sentimiento, yo no he dejado de intentar encerrar en negro sobre blanco la magia que se respira a la vera del Templo Dorado de la religión Sij cuando escuchas el canto salmodiado del Gurú Granth Sahib –el libro sagrado del sijismo–, ni la paz que el alma experimenta al dejarse seducir por el encanto que encierran sus numerosos versos.
ISLAM E HINDUISMO: LA VÍA INTERMEDIA
En esos maravillosos instantes en que los últimos rayos del sol se ocultan por el horizonte, Amritsar se sume en el silencio y los peregrinos detienen su trajín alrededor del lago sagrado que bordea el edificio pintado de blanco y oro, esperando con impaciencia la apertura de la biblia secreta que comenzó a componer Gurú Nanak hace poco más de cuatro siglos a modo de mantra; una canción que quedará inconclusa y tendrá que ser acabada por los siguientes nueve herederos
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