Jehú, El Dragón
Por Javier Figueroa
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El conocimiento de la conciencia es sabidura pura, perenne et universalis. Este conocimiento est prohibido al ser humano, muchos hombres lo han manifestado, y, aunque este conocimiento se manifiesta en la conciencia del hombre, este conocimiento no es individual, es libre, no se debe reclamar un derecho sobre l, naci para el hombre y es tan antiguo como el mismo hombre sobre la tierra.
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Comentarios para Jehú, El Dragón
3 clasificaciones2 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5que libro tan maravilloso....no tengo palabras para definir este libro...maravilloso
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una gran aventura mística llena de gran conocimiento y sabiduría. Este libro no solo se basa en los mitos de la Atlántida y Lemuria de manera soberbia, sino que usa herramientas de la ciencia de los jinas, la Cábala, el ocultismo egipcio, los conocimientos herméticos e incluso las enseñanzas de los naguales para llevarnos de la mano al fondo de nuestra propia alma.
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Jehú, El Dragón - Javier Figueroa
Jehú, el Dragón
Javier Figueroa
Copyright © 2013 por Javier Figueroa.
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Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Este libro fue impreso en los Estados Unidos de América.
Fecha de revisión: 12/11/2013
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ÍNDICE
La Creación
I
II. CAMINO HACIA EL NUEVO MUNDO
III. EL MONASTERIO DE LAS COLINAS ALTAS
IV. EL CABALLERO TIGRE
V. REGRESO A CIUDAD BLANCA
VI. EN LA FRAGUA DE VULCANO
VII. PACTANDO CON LOS ELEMENTALES
VIII. CAMINO HACIA EL OMBLIGO
IX. REGRESO A LA ATLANTIDA
Mis más sinceros agradecimientos a todas aquellas personas lindas que contribuyeron en el conocimiento que hoy forja mi conciencia.
Mil gracias a Lic. Margine Dávila García por todo su conocimiento en la redacción de este material.
Mil gracias a Erick Sánchez Rodríguez por su excelente trabajo en el diseño de la portada.
Mil gracias a mis pequeñines Abraham, Aarón, Miguel y Gabriel por su paciencia y quienes se privaron de la compañía de su padre durante la realización de este libro.
Gracias a mis compañeros misioneros en todo el mundo por su apoyo incondicional.
Gracias a los que alguna vez, como alumnos me escucharon hablar como su instructor misionero en las lejanas ciudades de México.
Gracias a todos y en especial a los maestros de luz que aún siguen iluminando mi camino en busca de la verdad.
Gracias a todos los lectores y amigos por compartir conmigo un pequeño momento en su vida
La Creación
¡Allá! en el treceavo cielo, en el AIN, en el macrocosmos, las gunas se agitan, las leyes emanan, los planetas surgen; Una nueva creación ha empezado. Soles nuevos, mundos nuevos y leyes nuevas para nuevas humanidades.
Siete Arcángeles entonan cánticos sagrados en siete templos sagrados.
Como en el crepitar de una hoguera, millonadas de chispas divinales emanan del seno del señor, el Aelohim
, el anciano de los días, el gran inmanifestado.
La tercera ley, el rayo Okidanock, como poderoso torbellino arrastra a todas esas monadas para depositarlas en los diferentes mundos ya creados, pasando por los diferentes niveles nirvánicos.
Guías, maestros y avataras se enfilan hacia una nueva era, ángeles y arcángeles lustran sus espadas, bestias y demonios afilan sus garras.
Mi conciencia que en otrora, como alto farol, guiará las conciencias desamparadas y desprotegidos, ahora ya no brilla.
Mi luz, que en postreros días iluminara los caminos donde las tinieblas hacían nido, ahora opacada y tenue se encuentra.
Mi luz, ya no brilla, ya no alumbra, ya no guía. Mi conciencia se encuentra hundida entre las tinieblas de la ignorancia, en las que mi luz se desvanece en tiempo y espacio sin oportunidad de resurgir entre la espesura de su tumba.
Aquí en el mundo de las tres dimensiones me encuentro yo, dando tumbos y maromas intentando sobrevivir.
En lo más alto mi Padre observa sin hacer nada, sólo observa mi triste deambular; día tras día, año tras año, vida tras vida; cayendo, rodando, dando tumbos y volviéndome a levantar.
Pero no estoy sólo, en la oscuridad de la creación alguien me acecha, sigilosamente me ha seguido a través de muchas vidas; pacientemente observa mi rutina, mis movimientos, mis pensamientos y mis más profundos sentimientos, infundiéndome su putrefacto aliento. Así es el Lobo Fernis, siempre listo, siempre en espera de que el cerrar de mis ojos sea definitivo para saltar sobre mí con sus mandíbulas entreabiertas y listas para devorar mi conciencia.
Siete tronos de huesos hay en mi conciencia.
Siete tronos de huesos y podredumbre.
Siete reyes de maldad han atrapado a mi Señor.
Día y noche lo torturan; su rostro deformado refleja
el dolor que por mí a cuestas carga,
Luz y fe es mi Señor.
Luz y Fe es mi maestro.
Él me ha enseñado, me ha guiado
y me ha corregido cuando lo he necesitado.
Ahora, prisionero se encuentra pagando culpas por mí.
I
Mi nombre es Callo, soy guerrero mexica, de la gran Tule; soy un caballero tigre, pertenezco a la sagrada orden de los caballeros tigre, mi garra y mi lanza son símbolos de poder y conocimiento; reconocido soy entre todos los guerreros tigre y respetado por los caballeros Águila. Mi padre y el gran Quetzalcóatl me han conferido el poder y el conocimiento del universo, he estado presente en los últimos tres soles y he sido testigo del nacimiento y muerte de humanidades enteras.
Vi surgir mundos, continentes y montañas, y los he visto desaparecer, tragándose por entero a mis hermanos.
He visto caminar sobre la faz de la tierra a los señores del fuego y de la luz, y recibir de ellos sus enseñanzas sagradas. He visto caminar a los señores de la oscuridad y he combatido contra ellos.
He levantado templos en honor a mi padre Tonatihu, en honor a mi divina madre y en honor a nuestro señor Quetzalcóatl.
He luchado contra hombres, bestias y demonios; demonios que en otrora fueran mis hermanos y ahora, he tenido que atravesarlos con mi lanza para extraer su espíritu y llevarles a descansar al Mixtlán, ese es mi trabajo, ese es mi destino y no puedo yo descansar hasta que el último de mi linaje regrese al seno de mi padre.
Nací por primera vez en el seno de gigantes, en épocas que la actual humanidad ni siquiera imagina que existió; en esos tiempos la tierra no se había condensado completamente, el ambiente era semi-éterico, la materia no estaba completamente cristalizada, había mucha humedad en el ambiente, demasiada diría yo.
Fui educado en el conocimiento que el mismo Jehová entregó a Adán, aquel conocimiento que se entregó como un soplido del aliento del señor en la nariz de Adán y que le dio vida. Aunque en esa época no existía el pecado o la maldad, las vibraciones del mal empezaban a sentirse en los habitantes de la Lemuria. Seres de luz de otros mundos nos visitaban continuamente y se quedaban entre nosotros para observar los cambios de vibraciones que alteraban la Psiquis de los lémures, entre ellos puedo recordar al Arcángel Sakaky y al Arcángel Loizo.
Había templos con grandes patios empedrados donde los mismos Ángeles y Arcángeles encarnados, oficiaban rituales tan sagrados que el universo se estremecía. Durante los siglos en que estuve entre los lémures desencarné en varias ocasiones, siempre regresaba con mi misma madre, creo que me gustaba su compañía, y a ella la mía. Debido a que éramos inocentes de pecado y con la conciencia vívida y activa, teníamos derecho a elegir nuestra familia. Todo era felicidad, no había nada por lo cual preocuparnos, no existía la preocupación, nuestro padre Tonatihú todo nos lo proporcionaba. Trabajábamos la tierra, criábamos nuestros animales, manejábamos artesanalmente la forja y fabricábamos nuestros utensilios y herramientas, y cuando no teníamos algo, hacíamos trueque con algún vecino. También poseíamos grandiosas naves espaciales propulsadas por la energía nuclear, la lemuria era una civilización de grandes avances tecnológicos. Grandes edificaciones caracterizaban al continente Lémur
. No existía el dinero, no existía la pobreza, no existía la riqueza, todo era felicidad, moríamos y nos reencarnábamos a voluntad, volvíamos a morir y a nacer, siempre recordando quiénes éramos y quienes fuimos, y dábamos continuidad a nuestros propósitos, vida tras vida.
Los lemures en la edad de oro éramos hermafroditas, nos reproducíamos nosotros mismos, no había sexos distintos, éramos exactamente así, como dice en los libros sagrados, cuando Jehová creó a Adán, macho y hembra nos hizo, hembra y macho nos creó, a imagen y semejanza de nuestro señor. Pero fue hasta después de la segunda mitad de la era lemurica que se gestó la división de los sexos, después del séptimo día en que descansó nuestro Señor, fue cuando Jehová dijo: no es bueno que el hombre esté sólo, le haré ayuda idónea para él. Eso ocurrió después de la segunda mitad de la raza lémur. La naturaleza se abrió paso y el hermafroditismo llegó a su fin, pasaron algunos miles de años para que la separación de sexos se hiciera tangible y a partir de ahí, la reproducción fue por ayuntamiento de sexos. Así vivimos por varios miles de años, hasta que llegó el día que tanto temían los señores de la luz, vibraciones luciféricas se empezaron a sentir e impregnar la psiquis de los hombres que en esos tiempos no tenían conocimiento de lo malo, fue ahí donde la maldad empezó a gestarse en los corazones de aquellos gigantes de más de cinco metros de altura y comieron del fruto del árbol que está en el centro del jardín del Edén, comieron del fruto prohibido, la conciencia activa se fue perdiendo hasta que ya no recordaban nada de lo que eran, empezaron a vivir por vivir, sin ningún propósito, nacían, crecían, se multiplicaban como animales y morían, sólo que, ellos ya no podían volver a reencarnarse a voluntad, los ángeles creadores los enviaban de regreso al estado físico naciendo en cualquier familia. A partir de aquí, aquellos gigantes que por siglos enteros convivieron como hermanos empezaron a dividirse en clanes, formaron divisiones territoriales, formaron fronteras, hubo guerras, destrucción y muerte. Hasta que el ciclo de la vida en la tierra llegó nuevamente a su fin y posteriormente dar comienzo a cielos nuevos y tierras nuevas.
Llegó el final de la raza lémur, y así se cumplió la profecía que reza en la piedra del sol: los hijos del tercer sol se convertirían en changos y perecerán por lluvia de fuego. Esta es una analogía, ya que a los changos se les considera seres involutivos, y fueron muertos por lluvia de fuego y terremotos que azotaron terriblemente aquel vasto continente, desgajándose en pedazos de tierra que se hundían, tragándose con ello todos los restos de dicha civilización. Algunos conjuntos de islas quedaron flotando hasta unirse a nuevos continentes o encallar en algunos arrecifes.
La Piedra del sol fue creada en el continente lémur, en su edad de oro, por manos artesanales de gigantes, de ahí fue transportada por nosotros mismos a otros dos continentes más. De aquellas épocas traigo los recuerdos de las prácticas ritualistas que los mismos ángeles y arcángeles nos enseñaban en sus rituales sagrados, también conservo en mis memorias las artes mágicas en las que fui introducido por los mismos dioses encarnados.
Al morir mi cuerpo, mi espíritu penetró en la cuarta coordenada el mundo de los sueños
, ahí permanecí por tiempo indefinido, ahí no existe lo que nosotros llamamos el tiempo
, no existe la gravedad y algunas otras leyes del plano físico.
Después de ese evento, unos ángeles llegaron por mí y me condujeron hacia una dimensión aún más elevada, podría decir, que era como un nivel superior en la misma cuarta coordenada o cuarta dimensión, y posteriormente a otro nivel aún más elevado, la quinta dimensión; una vez ahí, de inmediato me transportaron al interior de un templo sagrado, y en su interior, frente a un bellísimo altar de oro, con cúpulas de cristal y piedras preciosas, se presentaron ante mí cinco personajes, uno de ellos era muy distinto a los demás, era bellísimo, era un andrógino, un macho-hembra, era un Dios vivo, era un Elohim, tenía el rostro femenino más hermoso jamás visto en todos los tiempos que he convivido con mi hermano el hombre y tenía también un poderoso cuerpo masculino y unos hermosos senos de mujer. Hice todo mi esfuerzo para no fijar mi vista en ninguna parte de su persona, por el respeto que le tengo a los seres divinos, mas él notó mi esfuerzo, rompiendo el silencio me preguntó:
— ¿Sabes quién soy?
— ¡No, mi señor! —respondí.
—Me has visto en varias ocasiones entre los tuyos—, haciendo un movimiento con su brazo derecho delante de su rostro se transformó en algo que ya me era muy familiar, era Ker, la muerte—. Este es mi traje cuando voy en busca de ustedes, pon mucha atención con tu conciencia activa de lo que voy a decir, porque de lo que comprendas te servirá para triunfar en la labor que te será encomendada, has aprendido el conocimiento de los dioses, y por ello deberías ser condenado, no hay nadie que haya tomado el conocimiento y permanecido vivo sin pagar el precio. —En ese momento entraron siete seres divinos con un recipiente y una especie de molde o crisol—, ¡Mira! —me dijo—, ésta es mi guadaña, cuando corto la vida de un hombre lo corto en su nivel electrónico, no físico, lo más indestructible de un humano, creado por los ángeles de la vida; es su cordón de plata, su hilo antakarana, que une su cuerpo astral con su cuerpo físico, mientras ese hilo esté intacto hay vida en ese ser, cuando el hilo de plata se rompe, ese ser muere. No hay nada en la creación que pueda destruir ese cordón, a excepción de mi guadaña, hoy tomaré parte de ella y forjaré una herramienta muy especial, —dijo el andrógino—. En ese momento la guadaña se partió en un trozo más pequeño, retomando a su figura original después de haberse dividido, el Andrógino, tomó el pedazo y lo metió en el molde que era un crisol e inmediatamente se puso al rojo vivo, de un color muy intenso y tomando la forma del molde, mientras eso sucedía me pidió acercarme al crisol y me ordenó: ´´—Extiende tu mano derecha sobre ella y cierra los ojos, —al mismo tiemo que él rezaba una plegaria y unos mantrams, haciendo unos pases con la mano derecha sobre el crisol, después de unos momentos quedó formada, era una especie de daga o cuchillo grande, los que lo asistían retiraron la pieza y se la llevaron, después de un largo rato volvieron con la pieza montada en una vara de madera, era un lanza, finamente tallada y labrada en lenguaje de dioses.
El andrógino se dirigió a mí diciéndome: —Así, como mi guadaña tiene el poder de destruir lo indestructible, asímismo esta lanza tiene el mismo poder, puesto que de ella fue hecho, —dijo mirando a la guadaña—. Te hice traer porque era necesario que estuvieras presente al hacer la pieza, así, tu energía queda impregnada en ella y quedará grabado en su energía todo lo que hemos hablado; el día llegará en que deberás usarla y al tocarla recordarás todas las instrucciones que deberás seguir. Ahora puedes irte y tomar cuerpo físico nuevamente, tendrás que esforzarte mucho para alcanzar el nivel energético de ésta lanza para poder tomarla, de lo contrario morirás en el intento, se enviarán maestros y avatares para que te guíen e instruyan en tu educación y entrenamiento, yo mismo daré instrucciones a tu padre divino para que no te deje caer en los malos hábitos y en malos caminos.
Pregunté—, ¡Señor! ¿Cuando conoceré a mi señor, a mi padre celestial? —El andrógino respondió—: de cierto te diré que el sólo parpadeo del padre equivale a un mahavantara, a toda una eternidad, así que confórmate con saber que, muy pronto.
II
CAMINO HACIA EL NUEVO MUNDO
Después de aquella experiencia con el divino Ker, volví a nacer exactamente cuando en el cielo se miraba un segundo sol, era la estrella Bal que, como espada de justicia destruye humanidades enteras. Había descendido nuevamente del cielo a la tierra para incinerar a la naturaleza en su totalidad y castigar a los hombres. Los hijos del tercer sol habían muerto por lluvia de fuego y azufre, los lémures habían desparecido de la faz de la tierra por mandato de Nuestro Señor. El continente Lemur estaba desquebrajado, cubierto en fuego, una intensa lluvia de fuego había caído por meses hasta dejarlo totalmente destruido, las grandes montañas fueron incineradas y reducidas a polvo, grandes terremotos sacudieron el continente Lemur dejando trozos de placas tectónicas apuntando hacia el cielo, como levantando los brazos al cielo mismo, como implorando e intentando aferrarse a algo, resistiendo a hundirse y perecer en el fondo de los océanos. El vapor de azufre escapaba de las entrañas de la tierra, todo aquel vasto continente Lemur, junto con sus más importantes ciudades, Sodoma y Gomorra, fueron destruidos, cumpliéndose así la profecía de los hijos del tercer sol.
En brazos de mi nueva madre iniciamos el camino del peregrinar hacia un nuevo mundo. Caminamos por muchos años, nuestros carromatos eran tirados por bueyes; en aquella época los bueyes eran muy grandes, mucho más que los actuales.
Como pudimos atravesamos el mar llegando a las costas de Perlandia, ubicadas al norte de lo que fue el continente Lemur. De allí tomamos camino en dirección hacia el poniente, durante años caminamos de oriente a poniente por innumerables valles y montañas, cruzamos cordilleras sorteando profundos abismos entre montañas de roca y montañas de hielo, en temporadas de lluvias vivíamos en cuevas, grandes desiertos hacían mella en nuestros corazones, los hombres mayores se alineaban y corregían la dirección en las noches, guiados por las estrellas, la cantidad de carromatos podía contarse por docenas.
El camino no existía, el camino lo hacíamos al andar. Después de 12 años llegamos a nuestro destino, habiendo cruzado por las costas del continente Carboncio, la tierra prometida era un paraíso de belleza indescriptible, cuando llegamos ya habían construcciones y grandes edificaciones que muchos de los emisarios habían construido por instrucciones de los avatares. La población era abundante, desde cuatro mil años antes de la gran catástrofe, esa tierra fue concebida como centro de reunión de los sobrevivientes de la lemuria, en donde se gestaría la cuarta gran raza de la humanidad, donde se gestaría el nacimiento de los hijos del cuarto sol.
Era muy temprano cuando hicimos entrada en la ciudad, maestros resurrectos nos estaban esperando. El Gran Rey nos recibió personalmente, el Rey Cronos. —Bienvenidos a la Atlántida. —Dijo el Rey—. El Rey habló con los guías de la caravana y nos condujeron hacia un área territorial, fuera de las murallas que rodeaban al palacio del Rey. El Rey Cronos apuntó—: esta es Poseidonia, ciudad principal de la Atlántida,- señalando una superficie territorial dijo —En aquella área pueden construir sus viviendas, tendrán todo lo que necesiten—. Los hombres empezaron a desempacar muchas cosas que se transportaban en los carromatos, entre ellos, reconocí la piedra del sol, símbolo sagrado de la humanidad. Fue transportada por cuatro hombres hasta un templo erigido al gran Helios, allí fue colocada para ser admirada y venerada por los hombres.
Todo el gran palacio del rey estaba rodeado de una gran muralla de piedra, muy alta, digamos de unos veinte metros de altura, había