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¿Quién agita el agua?: Crónicas del estanque de Betesda
¿Quién agita el agua?: Crónicas del estanque de Betesda
¿Quién agita el agua?: Crónicas del estanque de Betesda
Libro electrónico272 páginas3 horas

¿Quién agita el agua?: Crónicas del estanque de Betesda

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Información de este libro electrónico

Imagina que llegas a un hospital con una emergencia. Tratas de llamar la atención de los doctores y enfermeras para que te atiendan. Pero cuando se acercan, te percatas que todos ellos tienen el mismo problema que tú. ¿Cómo te podrían ayudar ellos?

Ahora imagina que no es un hospital, ¡Es una iglesi

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento3 jun 2019
ISBN9781640863422
¿Quién agita el agua?: Crónicas del estanque de Betesda

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    ¿Quién agita el agua? - Arturo Orozco

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    ¿Quién agita el agua?

    Crónicas del estanque de Betesda

    Arturo Orozco

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    Todas las citas a la Biblia corresponden a la versión Reina Valera 1960

    Ibukku es una editorial de autopublicación. El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora.

    Publicado por Ibukku

    www.ibukku.com

    Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico

    Copyright © 2019 Arturo Orozco

    ISBN Paperback: 978-1-64086-341-5

    ISBN eBook: 978-1-64086-342-2

    ÍNDICE

    Introducción

    Parte 1

    Entre la multitud

    Capítulo 1

    El hermano mayor

    Capítulo 2

    Nunca es tarde

    Capítulo 3

    No es mi marido

    Capítulo 4

    Los de la fiesta

    Capítulo 5

    Religión o relación

    Capítulo 6

    Pregúntale a Pedro

    Capítulo 7

    Los muchos

    Capítulo 8

    Una página de mi diario

    Capítulo 9

    ¿Tienes tiempo para mí?

    Parte 2

    Entrando al agua

    Capítulo 10

    No corras

    Capítulo 11

    Ejecutando al verdugo

    Capítulo 12

    La niñera

    Capítulo 13

    Cicatrices

    Capítulo 14

    Arrepentimiento o Remordimiento

    Capítulo 15

    Aprendiendo a odiar

    Capítulo 16

    ¡HELP!

    Capítulo 17

    ¿Quién eres?

    Capítulo 18

    La imagen de la moneda

    Parte 3

    Agitando el agua

    Capítulo 19

    Dios nos reconoce

    Capítulo 20

    Dos historias

    Capítulo 21

    No más

    Capítulo 22

    No metas intrusos

    Capítulo 23

    ¿Quién piensas que soy yo?

    Capítulo 24

    Espejos

    Capítulo 25

    ¿Quieres ver lo que nunca has visto?

    Capítulo 26

    Día de limpieza

    Capítulo 27

    Uno puede cambiar al mundo

    A todos aquellos que están dispuestos
    a agitar el agua para cambiar al mundo.
    No puedes cambiar al mundo,
    sin cambiar el tuyo primero.

    Introducción

    Muchos pensarían que es un campo de batalla. Heridas, quejas, lamentos.

    Es una cantidad enorme de gente. Están unos recostados en el piso, no descansando, todo lo contrario, cansados de la situación, cansados hasta de la vida, pues no están ahí por gusto.

    Si te paras en medio, puedes ver de todo tipo de enfermedades, todo tipo de personas. Todos ellos con dos cosas en común: primero, todos están enfermos, necesitan ayuda. Segundo, todos tienen la misma oportunidad de ser sanados.

    Es el estanque de Betesda, que significa en hebreo casa de bondad.

    Esta historia la puedes encontrar en el evangelio según San Juan capitulo cinco. Era un estanque rodeado de gente enferma, pues este estanque tenía algo especial, se dice que cada cierto tiempo bajaba un ángel y agitaba el agua del estanque, y la primera persona que entrara al agua cuando esta estaba en movimiento, quedaba sana de cualquier enfermedad.

    Podría ser cualquier hora del día, no importaba eso, porque ni tiempo había para voltear a ver el reloj (si es que existían); un pequeño descuido y podrías perder la oportunidad de ser sanado.

    Era una carrera donde el premio era salir de ese lugar y no volver, (ese si era un premio).

    Olvidar la vida pasada, un nuevo comienzo, ¿un cambio de nombre?, ¿porque no?

    Nueva vida social. Ya nadie te vería igual.

    Una carrera donde, si pudieras, le pondrías trabas al que está a tu lado para llegar antes que él, era un lugar lleno de competitividad, de egoísmo, no podías tener amigos ahí porque no había tiempo para eso.

    Casa de bondad.

    Puedo pasear por el medio de ellos y mirarlos, en sus posiciones, listos para correr. Concentrados en el agua, esperando que se mueva. No había tiempo para mirar alrededor por si alguien ocupa ayuda, pues todos tienen la misma necesidad.

    Casa de bondad.

    Había un hombre ahí, desde hace treinta y ocho años que estaba enfermo. ¿Cuánto tiempo tenia esperando? No sé. Pero por el ambiente que se vivía ahí, no me extrañaría que tuviera años sentado, esperando.

    Un día común para esta persona, despertar en la mañana, ubicarse, adaptarse, ¿resignarse? La agenda de este hombre estaba completa para este día, esperar.

    La agenda de Jesús era diferente, estaba llena de encuentros con otros, para sanidad del cuerpo o del alma. Pero había un pequeño espacio en esa página para alguien mas, Jesús le daría a este hombre sus cinco minutos de fama.

    Jesús llega al estanque de Betesda, se para a un lado de aquel hombre, y comienza una conversación…

    Es interesante lo que le pregunta Jesús: ¿Quieres ser sano?.

    ¿Qué tanto deseas salir de aquí? ¿Qué tanto deseas cambiar tu vida?

    En ese momento se detuvo el tiempo, y por la cabeza del hombre pasaron treinta y ocho años de historia.

    Recuerdos…

    Sufrimiento…

    Soledad…

    Desesperación…

    Mas soledad…

    Treinta y ocho años viviendo de lo que a la gente le sobra, miradas de lastima, un par de monedas, otros volteando la mirada para evitar un momento incomodo.

    El hombre, más que las monedas, necesitaba la mano en la que estaban las monedas para ayudarlo a levantarse.

    El hombre volvió en sí y le contesta: Señor, no tengo quien me meta en el estanque, cuando yo voy, otro desciende antes que yo.

    "Es difícil, tengo mucha desventaja, pero lo he estado intentando.

    Cada día me esfuerzo más, aunque el resultado es el mismo. Pero sigo aquí."

    Todo ese tiempo estuvo el hombre solo ahí, sentado, esperando, y de repente tiene a alguien con quien platicar, el hombre no sabía con quien estaba hablando, pero quería desahogarse.

    ¿Por qué pasaba esto? ¿Por qué nadie le ayudaba?

    ¿Por qué, de toda la gente que había en ese lugar, nadie se preocupaba por él?

    La respuesta:

    PORQUE TODOS ELLOS TAMBIEN ESTABAN ENFERMOS, PORQUE TODOS ELLOS TAMBIEN NECESITABAN ENTRAR AL ESTANQUE Y SER SANOS.

    ¿Cómo puede un enfermo ayudar a otro?

    ¿Cómo puede un ciego guiar a otro ciego?

    Imposible.

    Para poder ayudar a un enfermo se necesitaba alguien que no necesitara entrar al agua.

    Eso me hace pensar en la iglesia, llega la gente necesitada, enferma, con cargas. Pero no hay tiempo de ayudar porque primero hay que ser sano uno, primero tiene que entrar al agua uno para poder ayudar a los demás.

    ¿Cómo puedo yo ayudar a alguien cuando yo necesito ayuda?

    Para ayudar a un mundo enfermo se necesita una iglesia sana.

    Cuando leas este libro piensa en ti, cuando yo lo escribía pensaba en mi.

    Yo no estoy tratando de hablar mal de la iglesia, pues soy parte de ella, solo creo que el cambio que esperamos empieza dentro de uno mismo.

    Creo que si uno quiere ver algo diferente a lo que ha estado viendo, en lugar de sentarse a esperar que pase algo, debe comenzar a practicar algo diferente.

    Si quiero ver algo diferente en mi comunidad o en el mundo, el cambio debe comenzar en mí.

    Entre millones de habitantes en este mundo, puede que pienses que no es mucha la diferencia de lo que haces, o que no se va a dar a notar tu esfuerzo.

    Si nos sentamos a esperar a que pasen las cosas de la nada, solo nos vamos a amargar.

    Por eso quiero tratar el tema de sanidad del alma.

    Esa era la situación en el estanque de Betesda, nadie podía ayudar al hombre antes de ser sanado el mismo. Se necesitaba a alguien sano, alguien con el carácter de Jesús, alguien que no necesitara entrar al estanque y que por lo tanto pusiera a otras personas antes que Él.

    Se necesita una iglesia unida. Sana. Sin barreras. Sin divisiones.

    Solo así podremos ayudar a las personas que llegan buscando refugio, que llegan cansados del mundo.

    Solo así podremos ponernos bajo el hombro de ellos y cargarlos dentro del estanque.

    Solo así podremos tomar los extremos de las camillas y llevarlos dentro del agua.

    Solo así podremos tomarlos de la mano y guiarlos por el camino que los lleva dentro del estanque.

    Gente así se necesitaba en aquel tiempo, en aquel estanque.

    Gente así se necesita hoy, en el mundo…

    … Qué dices...

    … ¿Quieres entrar al estanque?...

    … ¿Me acompañas?...

    Parte 1

    Entre la multitud

    Capítulo 1

    El hermano mayor

    Entonces el hermano mayor se enojó, y no quería entrar. Salió su padre, y le rogaba que entrara.

    Lucas 15:28

    El hermano mayor

    Jesús contó una parábola que la mayoría ya conoce, es acerca de una persona que tenía dos hijos. Esta persona tenía muchas posesiones, le iba muy bien.

    Sus hijos eran un poco diferentes uno del otro.

    Uno, parecía ser serio, dedicado, responsable, trabajador, qué más podía pedir el hombre.

    El otro, era más relajado, era el menor, al parecer no tenía muchas responsabilidades… o eso quería creer él. Tenía mucha curiosidad, parece que el padre los tenía ocupados en la hacienda.

    El menor tenia inquietudes, conocer otros lugares, hacer cosas diferentes, probar cosas nuevas. Y bueno, tanto pensaba en todo eso que un día se llenó de valor y se dirigió a su padre, tal vez esperó a encontrarlo de buen humor, cuando no hubiera mucho trabajo.

    El tenía algo importante que decirle a su padre, y lo hizo.

    Padre, le dijo: ¿porque no me das la mitad de los bienes que me corresponde? tengo ganas de salir a otros lugares y conocer más allá de lo que conozco hasta ahora.

    ¿Avaricia? ¿Rebeldía? Yo digo ignorancia.

    El padre no tiene a nadie con él a la fuerza, así que solo lo mira a los ojos, puede ver la pena que siente el joven al tener que pedir esto, pero a la vez, puede ver en esos mismos ojos la curiosidad de él, las ganas que tiene de salir a conocer el mundo.

    Y lo entiende. (Aunque no lo justifica)

    Aunque el padre piensa por un momento en los peligros que pudiera encontrar su hijo allá afuera…

    El no está listo para andar solo en el mundo.

    No sé si pueda protegerse solo allá.

    Pero no puedo dejarlo que se vaya con las manos vacías, no puedo dejar que uno de mis hijos vaya batallando por el mundo pidiendo para poder comer

    Está bien. Le dice el padre.

    Les voy a repartir los bienes, y puedes ir a donde tienes pensado.

    Eso iba a tomar unos días, hacer cuentas, ajustes; mientras el padre hacia ese tipo de movimientos, el joven miraba los mapas que tenia, y se decidió por un lugar donde ir a gastar esa pequeña fortuna.

    Después de unos días se va, y malgasta todo ese dinero.

    ¿En cuánto tiempo gastó todo eso?

    No se nos da ese detalle, sólo se nos dice que el joven desperdició el dinero viviendo perdidamente.

    Ese es el significado de la palabra pródigo: alguien que malgasta, alguien que desperdicia el dinero sin consideración.

    El hijo pródigo, representando la condición de nosotros hacia Dios, cuando pecamos, y la vergüenza no nos deja regresar a él.

    Nos sentimos que no merecemos perdón por lo que hicimos y eso nos mantiene distanciados.

    El padre, representando a Dios, esperando en la ventana cada día.

    Se despertaba en la mañana, se preparaba una taza de café, se dirigía hacia la ventana, se sentaba y esperaba, esperaba, y esperaba.

    De repente, a lo lejos miraba una silueta de alguien caminando. Por un momento, tenía la esperanza que fuera su hijo de regreso a casa.

    Pero era alguien más.

    Tomaba una vez más su lugar en la ventana y suspiraba, mientras los latidos de su corazón volvían a su ritmo normal.

    Esa era la historia de todos los días. Amor de padre.

    Yo no entendía antes como Dios podía hacer eso, como, después de todo lo que hacemos, o de cómo somos con él, no cambia la forma de mirarnos.

    No cabía en mi cabeza como Dios podría sentarse en la ventana y esperar a que regresáramos.

    Mi horizonte se abrió cuando nació mi primer hijo; desde el primer día que el vino a este mundo, empecé a entender muchas cosas, puedo decir que en los once años que tengo conociéndolo he aprendido mucho más que en las experiencias propias o en lo que haya leído. (Llegue a comprar libros que me ayudarían, o me enseñarían a ser un buen padre).

    Las experiencias que he tenido con mis hijos. Las lecciones que me han dado ellos. Lecciones acerca de Dios, de la fe, de la inocencia, de la imaginación, de la gracia, del perdón, de paciencia...

    Me han hecho ver la vida de manera que libros no han podido.

    Por fin puedo entender al padre del hijo pródigo.

    Por fin puedo entender a Dios y su amor hacia nosotros.

    No importa lo que pase, ni como, ni cuando, uno sigue amando a sus hijos y nada puede cambiar eso. Nada.

    No hay nada que no haría por el bien de mis hijos. Así es Dios.

    Un día como todos, el padre estaba mirando hacia el camino…

    De repente se para de donde estaba.

    Parecía que había visto un fantasma.

    La taza de café cayó al piso.

    A lo lejos miró a alguien que venía caminando.

    Conozco ese caminar. Pensó en voz alta.

    Esta vez, su corazón no lo engañaba. Estaba alterado. Palpitaba muy rápido.

    Pero su corazón no se movía mas rápido que los pies del padre.

    Salió corriendo. Los trabajadores de él solo lo miraron pasar corriendo, nadie sabía porque.

    Él era un hombre importante en ese lugar, pero no le importó que lo miraran correr sus sirvientes.

    En ese momento nadie existía en el mundo mas que él y esa silueta que poco a poco se parecía más a su hijo.

    Entre más se acercaba, había más rasgos que le daban esperanza.

    Cuando el padre llegó hasta él, se para enfrente, las lágrimas en sus ojos no eran obstáculo para reconocer a su hijo.

    Había ciertas diferencias, más delgado, cicatrices, sucio, su mirada no era la misma de aquella vez, llena de curiosidad, con ganas de experimentar.

    Esta

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