Caminando hacia lo desconocido: Florecillas de las misiones franciscanas
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Caminando hacia lo desconocido - Jack Mardesic
Prefacio
Julio de 1982. Tengo 16 años y soy un converso muy joven. Han pasado dos años desde que el encuentro personal con Cristo cambió por completo el curso de mi vida. Anteriormente, era un mosaico de pruebas, de padre desconocido, con un padrastro abusador que se suicidó frente a mí[1]... Esta nueva vida con Jesús, deseo vivirla al máximo. Y para eso, necesito modelos. Entre estos modelos, descubrí a san Francisco. Me conmueve su cambio radical de vida en pleno ardor de la juventud. Decido ir en autostop de peregrinaje hacia Asís. Tomando un par de coches, estoy aquí en Niza. Después de una delicada conversación con los funcionarios de aduanas en la frontera dada mi edad, llego por la noche a Ventimiglia. Estoy buscando una iglesia. En la entrada, una persona está pidiendo limosna. Eso me interpela. San Francisco envió a sus hermanos a pedir pan para para saciar a los hombres hambrientos de dar gestos de amor. ¿Podré yo mendigar, como los franciscanos?
Me pongo a rezar delante del tabernáculo: «Jesús, ¿quieres que experimente la mendicidad esta noche? ¡Dame una señal!».
En ese momento, la puerta lateral derecha de la iglesia se abre y se cierra sola. Sin duda un golpe de aire.
Intrigado, insisto: «¡Señor, si quieres que yo mendigue, haz que la puerta se abra de nuevo ahora!». La puerta se abre nuevamente en ese instante preciso. No sabré nunca si fue una señal de Dios o una simple coincidencia debido a una corriente de aire, pero lo que sí sé es que lo he interpretado como la voluntad de Dios. Salgo y ahora me siento incapaz de hacerlo. Incapaz de tender una mano para mendigar. Empiezo a llorar y a sentir lástima por mí, por mi orgullo.
Comprendo que la llamada franciscana es verdaderamente particular, que no todos somos capaces de vivir esta radicalidad en la vida cotidiana, y que solo los que son llamados son capaces de vivirlo toda una vida. Fue una gran lección de humildad. Admiré mucho más el mensaje de san Francisco, pero también comprendí que yo no sería un franciscano. Al día siguiente, busqué en mis bolsillos y me compré un billete de tren hacia Asís.
Desde entonces, tengo un especial apego por la familia franciscana y en particular por aquellos que, como el hermano Jack, van por las rutas de la misión viviendo la exigencia de la mendicidad. Es sin duda más fácil hablar de la espiritualidad de san Francisco al abrigo de las paredes de un convento.
Como en tiempos de Francisco, el hermano Jack no encuentra la hospitalidad en algunos conventos, pero es acogido como un príncipe en una guarida
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Pero cuando la celda del franciscano toma regularmente la forma de un cartón, el mensaje del Poverello de Asís da un salto de mil años en el tiempo. Hoy como en tiempos de Francisco, el hermano Jack va al encuentro de aquellos que se sienten muy alejados de la Iglesia, los marginados, los sin techo, los homosexuales, los punkis, las prostitutas, los estudiantes, los camareros... Hoy como en tiempos de Francisco, el hermano Jack siempre sale acompañado.
Hoy como en tiempos de Francisco, el hermano Jack reza mucho y come poco, ríe siempre y llora a menudo, toma a la mujer que llora en sus brazos y consuela a la monja que ha dejado el convento. Hoy como en tiempos de Francisco, el hermano Jack es el predilecto de la Providencia que le proporciona el número exacto de billetes de tren en el momento adecuado, o que le prepara una excelente pizza napolitana recién sacada del horno. Hoy, como en tiempos de Francisco, el hermano Jack no encuentra la hospitalidad en algunos conventos, pero es acogido como un príncipe en una guarida.
El hermano Jack camina con «ambos pies» en el camino del Evangelio que Jesús ha trazado y que el santo de Asís ha actualizado. ¡No perdamos el tiempo para seguirlos paso a paso!
He aquí, como el Señor me dio a mí, hermano Francisco, la gracia de comenzar a hacer penitencia.
En el tiempo en el que todavía estaba en pecados, ver a los leprosos me era insoportable. Pero el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia con ellos. Los cuidé con todo mi corazón; y al final lo que me había parecido tan amargo se había cambiado para mí en dulzura tanto del espíritu como del cuerpo. Entonces esperé poco tiempo, y dije adiós al mundo (Test 1).
Padre René-Luc
[1] Padre René-Luc, Dieu en plein cœur, Presses de la Renaissance, París 2018.
Introducción
Evangelizar implica celo apostólico. Evangelizar implica el deseo de la Iglesia de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir a las periferias, no solo en el sentido geográfico, sino también a las periferias existenciales: a los que se encuentran en las periferias del misterio del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia, a los que no tienen religión, ni pensamiento, y quienes son miserables[2].
No he encontrado una mejor manera de comenzar este libro que citar estas famosas palabras del cardenal Bergoglio, más conocido hoy como el papa Francisco. «Evangelizar», «audacia», «llamar a ir a las periferias geográficas y existenciales» son para mí palabras clave. Esto es lo que quiero dar como testimonio en este libro, que no desarrolla teorías sobre la misión o ideas abstractas sobre la evangelización, sino que cuenta, en forma de fioretti (florecillas), la obra de Dios en mi vida, a través de experiencias de evangelización «a la franciscana».
No me impongo. Me hago recibir. Por eso tengo innumerables historias y experiencias de ‘fe en acción’ para contar
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A menudo veo rostros sorprendidos cuando me presento como un misionero australiano que vive en Europa. A la gente le resulta extraño, incluso cómico, a veces amenazante o perturbador, pero también a veces reconfortante y alentador. No sé en dónde se ubicarán mis lectores. Sin embargo, para ayudaros a conocerme mejor, quisiera compartir con vosotros unas palabras de Dios que me resultan muy queridas: «Haré de ti la luz de las naciones y llevarás mi salvación hasta los confines de la tierra» (Is 49,6).
Desde el día en que conocí al Dios de Jesús y desperté a su presencia, siento una llamada a llevar su salvación y su luz hasta tierras lejanas, al otro lado del mundo. ¡Para el australiano que soy, el otro «extremo» son Bélgica y las naciones europeas!
Durante diez años he estado recorriendo las carreteras de Europa, viajando por Italia, España, Francia, Luxemburgo y Bélgica, con una mochila y sin dinero, para ir al encuentro de la gente. Es mi manera de llevar la luz de Cristo y su salvación a aquellos que están dispuestos a recibirme. No me impongo. Me hago recibir. Por eso tengo innumerables historias y experiencias de «fe en acción» para contar.
Los testimonios de las misiones contadas en este libro son parte de una larga tradición franciscana: ¡se remonta a más de ochocientos años atrás! Me complace decir que no inventé la forma de vida que descubriréis aquí: la he recibido de mis hermanos franciscanos; la hemos recibido de san Francisco, quien a su vez la tomó de Jesucristo y sus apóstoles.
Como Jesús, san Francisco (1182-1226) y sus hermanos eran hombres itinerantes, en continuo movimiento. Predicaron el Evangelio a través de un estilo de vida fraterno, pobre, orante y pacífico. Los primeros franciscanos eran conocidos por su cercanía a los pobres y marginados, por su alegría en la pobreza, por su fraternidad ofrecida a todos, fuesen quien fuesen, y por su celo apostólico de proclamar a Jesucristo, Dios hecho hombre.
Soy un hijo bendecido de la familia franciscana. Como muchos otros, estoy convencido de que san Francisco y su espiritualidad siguen siendo muy actuales hoy en día. Por eso, en el transcurso de esta obra, os propondré textos franciscanos para daros a conocer mejor a san Francisco y el patrimonio que nos ha transmitido.
Los relatos que comparto con vosotros en las siguientes páginas, los he experimentado personalmente. Nada ha sido inventado. Se cuentan de la manera más cercana posible desde la realidad factual y espiritual. Sin embargo, por razones de respeto de la intimidad, se han modificado algunos nombres, así como, a veces, elementos de contexto.
Este libro es el resultado de un trabajo en tándem. No exagero cuando digo que nunca habría visto la luz sin la colaboración de su coautora, Claire Denoël. Gracias a su rigor, su finura, su sensibilidad como mujer creyente, comprometida con el servicio social y con la Iglesia, mis experiencias misioneras finalmente pudieron encontrar las palabras para ser dichas. Escribir este libro con ella fue una verdadera aventura espiritual, un regalo de Dios y un fruto inesperado del encierro por el COVID.
Invito ahora a los lectores a poner sus pasos en los pasos de Jesús, como diría san Francisco, a vivir con mis hermanos y conmigo la experiencia de la misión franciscana, e ir caminando hacia lo desconocido.
[2] J. M. Bergoglio, Discurso en las Congregaciones generales, marzo de 2013.
Abreviaturas utilizadas
Escritos de Francisco
San Francisco se describía a sí mismo como un hombre «simple»