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De profesión, hermana pobre: Santa Clara de Asís
De profesión, hermana pobre: Santa Clara de Asís
De profesión, hermana pobre: Santa Clara de Asís
Libro electrónico180 páginas2 horas

De profesión, hermana pobre: Santa Clara de Asís

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Mediante esta ficción autobiográfica, el hermano Valentín Redondo se pone en la piel de santa Clara para presentarnos su vida, sus pensamientos, su legado y su testimonio. Basándose en una amplia bibliografía, y documentando su contexto histórico, sus relaciones con su familia, sus encuentros con san Francisco, incluso su muerte y su canonización, descubrimos en Clara de Asís a una mujer sincera, humilde y pobre, de gran riqueza espiritual, que continúa siendo un faro de fe y esperanza en el mundo actual.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 mar 2023
ISBN9788428568852
De profesión, hermana pobre: Santa Clara de Asís
Autor

Valentín Redondo Fuentes

Valentín Redondo Fuentes nació en Mambrilla de Castrejón (Burgos) en 1944. Es fraile franciscano menor conventual. Está licenciado en teología y espiritualidad franciscana. Fue ministro provincial de la Provincia de España (1987-1996 y 2004-2007), Asistente general de la Orden Franciscana Seglar (1996-2004) y Asistente general del área del Mediterráneo OFMConv (2007-2013). Actualmente es guardián del convento de San Buenaventura de Madrid. En San Pablo ha publicado El viaje de san Francisco a España (2014), San Antonio de Padua (2018 2ª ed.) y De profesión, hermana pobre. Santa Clara de Asís (2023).

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    De profesión, hermana pobre - Valentín Redondo Fuentes

    Presentación

    ¡Paz y bien!

    Clara, mujer enamorada de Cristo Eucaristía, Pan Vivo, que se parte y reparte para dar vida al mundo.

    Clara, nuestra protagonista, recibe el regalo de una vocación realmente maravillosa. Ella, desde su pequeño convento de San Damián (en Asís, Italia), se va a transformar en faro que ilumina y orienta el camino de tantos hombres y mujeres que caminan en oscuridad y tinieblas.

    Ella permanece en lo escondido de su convento, pero su Luz, que es la Luz del Amor de Dios, se extiende hasta los confines del mundo.

    Clara de Asís es una mujer fuerte y valiente, que confía plenamente en el Señor, el cual la ha llamado para dar vida a un nuevo modo de consagración en la Iglesia. Sus dos pilares van a ser: la «fraternidad» y el «sin propio» (pobreza evangélica).

    Para Clara, la fraternidad es un regalo de Dios. Ella y sus hermanas han sido llamadas a vivir una misma fidelidad, fe, que no es otra que la del Evangelio, compartiendo el mismo pan y celebrando los mismos misterios.

    Amigos: ¡Es posible vivir como hermanos; es posible, porque somos hijos de un mismo Padre; es posible, porque la fuerza de Dios habita en nosotros, a través de la Eucaristía, la oración, el resto de sacramentos...!

    Clara y sus hermanas formaron una preciosa fraternidad, en la que solo se pensaba en el bien de la otra; pues cuando el hermano es feliz, tú eres feliz. Cuando sembramos paz y bien, cosechamos paz y bien en abundancia.

    Pero, no solamente se pensaba en el bien de la hermana que se tenía al lado, pues la fraternidad de Clara nunca estará encerrada en sí misma, sino que vive en medio del mundo anunciando el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Abiertas para ofrecer lo que tienen. Con una llamada universal que anhela que todos los hombres vivan en el mismo amor de Cristo, compartan pan y Eucaristía y sean ya, aquí en la tierra, esa señal de la presencia del reino de Dios en el mundo.

    Dice Jesús en el evangelio que el reino de los cielos se parece a una semilla de mostaza; que, siendo la más pequeña de todas, enterrada en el surco, da como fruto un árbol grande en el que anidan los pájaros.

    La vida de Clara es pequeña y pobre, como la semilla de mostaza, pero desde lo escondido, desde lo que aparentemente no se ve, da fruto abundante. Es el mismo Francisco quien ayuda a Clara a descubrir el gran tesoro de la pobreza. A ver el vacío de todas las cosas, para colmar el alma solo de Dios. Clara, a lo largo de su existencia, no trata solo de optar por una vida en pobreza, pretende custodiar y defender este estilo de vida, que le permite vivir teniendo como única riqueza a Cristo, pobre y crucificado por nuestro amor. Para ella, la pobreza no era solo renunciar a las cosas de este mundo, sino amar a Jesucristo. En sí, nada puede alejarla de ese amor a su Señor.

    El fruto de la vida evangélica de Clara es la fuerza del Amor de Dios, la oración que se extiende por toda la faz de la tierra y fecunda y consuela el corazón de todos los hombres. Muchos y diversos son los servicios que debe realizar la Iglesia como respuesta a las necesidades de los hombres. Sobre Clara, podemos decir que entra en el servicio de la alabanza a Dios, con sus labios y con el ejemplo de su vida. Unida a este ministerio está también la súplica, donde pone, en las manos del Padre de las misericordias, los anhelos y necesidades de toda la humanidad. Por esta razón, la misión de las hermanas pobres de Santa Clara, en medio de la Iglesia, va a consistir en «ser sostenedoras de los miembros sufrientes del cuerpo de Cristo, de toda la humanidad».

    Nos dice san Pablo: «en medio de la Iglesia hay muchos carismas...». Nuestra hermana y madre Clara recibió el carisma, el regalo, de ser cántaro vacío que se llena del agua fresca del Amor inmenso de Dios y que se va derramando para todos los «sedientos de la tierra».

    ¡Cuánta falta nos hace ser «cántaros vacíos» de egoísmo, de pensar solo en nosotros mismos... o ser «faros» que proyectan la Luz, que es Cristo, una luz que brilla en medio de la oscuridad y que orienta y dirige a los hermanos hacia una vida feliz! (amor, paz, alegría, reconciliación, unión, acogida...).

    Clara y Francisco de Asís –cuya vida ya fue publicada con anterioridad– nos muestran un camino complementario. Para los dos el centro está en vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo; es decir, en transformarnos en otros «Cristos» que pasan por la vida «haciendo el bien». Francisco, desde la «acción», y Clara desde la «contemplación», que se hace visible en la fraternidad que estamos llamados a formar todos los hombres, toda la creación.

    Sus últimas palabras, antes de encontrarse definitivamente con su Señor, nos muestran esa plenitud de vida, ese gozo inmenso de saberse instrumento de Dios en la construcción del Reino: «Gracias, Señor, porque me pensaste; porque me creaste, gracias».

    Sor María Ester,

    abadesa del Monasterio de Santa Clara de Valladolid

    1

    Saludo al lector

    ¡Hola, amigo y amiga!

    Soy Clara, natural de Asís e íntima amiga de Francisco de Asís.

    A ti, que tienes el libro abierto entre tus manos, te digo el porqué del título. Francisco es el que me ha abierto el camino del Evangelio por medio de la pobreza evangélica. Es el que se ha preocupado de mí y de mis hermanas de San Damián durante toda su vida. He sido para él la plantita evangélica que ha cuidado espiritualmente con mimo y esmero, regándola con su ejemplo, con su palabra y con sus escritos, y procurando que el Padre del cielo le diese crecimiento.

    Me quedé prendada del estilo de vida del hermano Francisco desde muy joven. Él ha sido para mí, con su ejemplo y su palabra, un catequista atractivo, de fuego. Me entusiasmó sobremanera el Jesús pobre y humilde que Francisco iba sacando del baúl del Evangelio, así como de su manera de acercarse a él, desapropiado del todo, pobre del todo.

    Dos cosas de Francisco me han ayudado a enamorarme del Evangelio: su forma de vida y su entrega sin reservas en favor de los leprosos y los pobres. Su vida y sus palabras eran un mensaje alegre y feliz para todos, en particular para los desfavorecidos de la sociedad.

    No me ha sido fácil acceder a un estilo de vida tan original. Por una parte, he tenido que superar las dificultades que ponía mi familia. Por otra, he tenido que bajar los escalones que, socialmente hablando, separaban a los mayores (los nobles) de los menores (el pueblo), para conocer y luego acoger la minoridad evangélica: siempre y voluntariamente menores.

    Las reuniones con Francisco me han permitido descubrir tres misterios de Jesús, que luego fueron profundamente arraigando en mi vida a lo largo de los años: la encarnación de Jesús, es decir, el Dios que se hace hombre, se hace siervo, se hace desecho de la gente con su muerte en cruz por salvar al hombre. Recuerdo haber disfrutado sobremanera la noche de Navidad de 1252, cuando trasladada místicamente, pero realmente, a la basílica de San Francisco, no me preguntes cómo, contemplé toda la liturgia de la Nochebuena. El misterio de la Pasión de Jesús, donde Jesús pasa por el infierno humano de los poderosos de la tierra antes de morir crucificado, dando comienzo a la salvación con el ladrón que está a su lado: «hoy estarás conmigo en el Paraíso», y bajando a los infiernos para otorgar la paz a los antepasados. Y la Eucaristía, donde Jesús se queda con nosotros bajo la apariencia de un poco de pan y un poco de vino. Puedo asegurar que más que acompañarle con mi oración, he comprendido y percibido en mi vida que éramos mis hermanas de San Damián y yo quienes éramos acompañadas y protegidas por él.

    Por otra parte, Francisco, el hijo de Pedro de Bernardone, me ha asistido para entender el valor evangélico de la desapropiación, que llamamos pobreza, el saber tener las manos abiertas para regalar lo poco o lo mucho que se tiene y constatar, a su vez, que nosotros recibimos regalos, de mil maneras, del Dios providente. De ahí que San Damián no fuese un monasterio cerrado, sino un monasterio abierto y acogedor con quien venía a pedir un consejo, un pedazo de pan o una ayuda espiritual, como muchos ciudadanos de Asís y de otras partes han experimentado en muchas ocasiones.

    El monasterio de Santa María de San Damián era también un faro de fe y de esperanza para mi ciudad. He podido comprobarlo en muchos momentos, pero sobre todo en dos ocasiones en que vimos o, mejor, nos vimos asediadas, la ciudad y nosotras, por tropas enemigas. Entonces constatamos que el que nos ha llamado es el que nos ha protegido, ha levantado el cerco, ha impedido el asalto y nos ha liberado: al monasterio y a la ciudad, a nosotras y a los ciudadanos de Asís.

    Hoy, continúo siendo punto de referencia para la ciudad donde nací y para tantísimos peregrinos que se acercan a mi tumba en la basílica de Santa Clara. Ahí se encuentran con el Cristo de San Damián, que habló a Francisco y continúa pidiendo la restauración de la Iglesia; se encuentran con mis despojos, que no son más que el testimonio de la respuesta que un día la plantita regada por Francisco dio al Evangelio; se encuentran también con las señoras pobres, que son la continuidad de la respuesta, de ayer y de hoy, a la llamada de Jesús por medio de la desapropiación y la oración.

    2

    Mi tiempo

    El tiempo en que me ha tocado vivir es muy conocido por dos acontecimientos políticos a nivel europeo. El primero se refiere a las cruzadas, que nacieron con un objetivo concreto, la conquista de Jerusalén, pero luego se añadieron otros objetivos: la creación de los pequeños territorios en manos de la nobleza europea que creció desmesuradamente y carecía de espacios en Europa –lo que origina también la conquista de Constantinopla, que debilita todavía más el frente oriental ante la fuerza expansionista de los musulmanes– y el establecimiento de plazas mercantiles en territorios musulmanes para la exportación de las mercancías de Occidente y la importación de productos orientales.

    El segundo acontecimiento, de tipo político, es el enfrentamiento del emperador alemán del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II, y el papado, sobre todo en las personas de Gregorio IX e Inocencio IV. Una lucha por el dominio territorial del suelo italiano, valiéndose de la supremacía de las armas o del poder espiritual. Un coletazo de este enfrentamiento es el asalto al monasterio de San Damián, en las afueras de Asís, por parte de los soldados musulmanes, durante el primero de los dos asedios que sufre la ciudad de Asís perpetrados por las huestes de Federico II.

    En la Península Ibérica se continúa con la reconquista de sus tierras en manos de los musulmanes. Una de las hazañas importantes, en la que intervienen los reyes ibéricos y grupos de caballeros europeos, es la batalla de las Navas de Tolosa. Es un punto central en la recuperación del espacio perdido y del poder político, económico y militar en la lucha contra el invasor. Este acontecimiento abre las puertas hacia una recuperación de grandes territorios en el sur y el levante de la geografía española.

    A nivel social hay un crecimiento de la sociedad europea, con buenas cosechas en la agricultura, cuyos campos habían mejorado, pues se habían roturado bosques y se habían perfeccionado los instrumentos agrícolas.

    Económicamente se mejora el comercio y, sobre todo, el mercado de telas, debido a que, con la implantación de las ferias de Champaña, Picardía y Flandes, crecen la comunicación, la economía y la burguesía. Muy relacionada con la economía y el bienestar de las ciudades se encuentra la aparición de los gremios de artesanos que se rigen

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