TERESA DE CALCUTA
“La nuestra era una familia muy unida. Vivíamos los unos para los otros. Cada miembro de la familia estaba empeñado en hacer más confortable y feliz la vida de los demás. Mi madre era una santa mujer. Nos educó unidos, en el amor de Jesús. Ella misma nos preparaba para la primera comunión. De ella aprendimos a amar a Dios sobre todas las cosas. La primera vez que experimenté el deseo de hacerme misionera no tenía más que 12 años. Pero no me fui de casa hasta los 18.
En ocasiones dudaba de mi vocación. Pero llegó un momento, un día en que me encontraba a los pies de Nuestra Señora de Letnice, cerca de Skopje –capital de Macedonia–, donde nací, en que tuve la sensación plena de que Dios me llamaba”.
Fue así como aquella joven católica, que vino al mundo el 26 de agosto de 1910 y quien entonces respondía al nombre de Agnes Gonxha Bojaxhiu, siguió la llamada que la llevaría a la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto en Rathfarnham, Irlanda, en octubre de 1928. Sin embargo, el propósito de su corta estancia ahí era aprender inglés (sólo hablaba su lengua natal, el albanés)
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