Tras un largo periodo de tensiones, pestes y guerra el siglo xii fue un momento de expansión y crecimiento, sobre todo en el ámbito urbano. Las ciudades comenzaban a florecer de nuevo. Europa pasó de unos cuarenta millones de habitantes a unos setenta y tres millones hacia el año 1300, lo que contribuyó a la roturación de nuevas tierras, la acumulación de riquezas y el afianzamiento de la nueva casta social, la burguesía. La mejora de las técnicas agrarias, la paz y la prosperidad se extendían por todo el continente. La crisis del feudalismo tras las cruzadas, fomentó que el poder de las ciudades se incrementase notablemente.
EL AUGE DE LAS CIUDADES
Los campesinos emigraban hacia las grandes urbes en busca de mejores condiciones de trabajo y para escapar del yugo de sus señores, que los asfixiaban con impuestos y los obligaban a trabajos extenuantes que apenas les permitían sobrevivir. La mayor parte de las ciudades que comenzaron a crecer de nuevo eran de origen romano; en ellas se elaboraban algunos de los productos manufacturados y se centralizaba el comercio. Los artesanos se organizaban por gremios y vivían en las mismas calles. El surgimiento de las ferias y la proliferación de las monedas hicieron que muchos comerciantes se enriqueciesen.
La nueva burguesía tenía como fuente de riqueza principal el dinero, no las tierras, como sucedía con los señores feudales. Esos grandes comerciantes y los banqueros comenzaron a buscar nuevas formas de entretenimiento y también de espiritualidad. La sencilla fe de unos siglos antes, más cerca de la superstición y la superchería, ya no satisfacía