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Cuento de Hadas
Cuento de Hadas
Cuento de Hadas
Libro electrónico152 páginas1 hora

Cuento de Hadas

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Información de este libro electrónico

Cristián, hijo de una acaudalada familia, perdió a sus padres a manos de un Hada cuando era apenas un bebé. Ahora, ya crecido, su misión en la vida es proteger a su pueblo de las siniestras criaturas de la Oscuridad.
Junto a su amigo Matías, deberán detener una Bruja conspirando desde las sombras y el pasado de las tres familias más importantes del pueblo saldrá a la luz, revelando conexiones más allá de lo real... y una joven Hada pondrá todas sus creencias de cabeza. "En la oscuridad, la luz siempre brilla más fuerte".

IdiomaEspañol
EditorialJon Ridan
Fecha de lanzamiento29 mar 2024
ISBN9798224463893
Cuento de Hadas
Autor

Jon Ridan

Siempre me interesó escribir historias, incluso desde pequeño, y leer libros como El Mundo Perdido a los 12 años ciertamente no hicieron nada para cambiar mi opinión al respecto. Convertirse en escritor en mi país, Argentina, es bastante dificil así que decidí convertirme en un realizador cinematográfico (que es aún más dificil), pero escribir siempre fue mi parte favorita de ese proceso también. En 2007, con 20 años, auto-publiqué una antología de cuentos de terror. Después me perdí en la adultez y mi trabajo sin relación alguna con la escritura. Igualmente continué escribiendo, y ahora tengo dos novelas terminadas, muchos cuentos, y actualmente estoy escribiendo mi tercer novela.

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    Cuento de Hadas - Jon Ridan

    /Prólogo

    "Y la luna iluminó el descansado paisaje. 

    La vida se encontró con la muerte 

    Y dieron origen a las estrellas 

    Que iluminan el camino de los hombres 

    Desde que nacen hasta que mueren. 

    El destino aguarda más allá del horizonte 

    En las lejanas luces de la noche"

    ––––––––

    Hadas. Muchas personas escuchan esa palabra y piensan en bondadosos seres mágicos que vuelan. Pero la verdad es mucho más oscura, mucho más tenebrosa. Estos seres imaginarios, como dirían muchos, pertenecen a las sombras... a las Penumbras Eternas. Un lugar de muerte y lamentos, un lugar de seres inimaginables. 

    Las Penumbras Eternas no son otra dimensión. Se trata de una de cuatro existencias paralelas que se cruzan, y hasta coexisten en cierta forma. Estas existencias paralelas son cuatro: las Penumbras Eternas, donde habitan las Hadas y otros Oscuros; el Infierno, donde los mayores horrores de la existencia se ocultan; el Cielo, el lugar donde la luz nace... pero solo llega a dónde es aceptada; y este mundo, continuamente siendo devorado por la oscuridad. 

    En las Penumbras Eternas reina la oscuridad, reinan los Oscuros. Nada es peor que estos seres, ni siquiera los que habitan en el Infierno, porque a diferencia de los seres infernales... los Oscuros pueden llegar a este mundo. 

    Muchas culturas hablan sobre la oscuridad como si estuviera viva, como si fuera algo peligroso. La razón de esto es porque quita vidas. Todo, incluso los colores, está muerto bajo la más espesa negrura. Pero a veces, algo acompaña a la noche, ese tiempo que quita la vida de la existencia... 

    ––––––––

    El bebé dormía pacíficamente en la cuna. La noche entraba por la ventana cerrada, acompañando a la luz de la habitación. Su madre lo observaba con una sonrisa. El sonido del reloj. Los grillos afuera. Era lo único que se escuchaba en ese momento. 

    - ¿Crees que le sea un peso muy grande? –preguntó ella. 

    - Claro que sí –respondió su esposo, entrando en la habitación en ese momento-. Pero es un peso que cualquiera estaría gustoso de aceptar. 

    - Gabriel... -dijo ella, frunciendo el ceño. 

    - Bueno, bueno –él aceptaba su derrota-. Pero no creas que yo no lo acepto gustoso, Helena. 

    - Lo sé –ella seguía sonriendo-. ¿Crees que alguna vez puedas terminar de hacer eso? 

    Gabriel la miró a los ojos. Ella sabía que era imposible. Él jamás podría alejarse de eso. 

    - Si puedo ayudar a crear un mejor lugar, entonces lo seguiré haciendo –respondió, decidido. 

    - Nunca cambiarás –ella aceptaba su derrota. 

    Una extraña cruz colgaba de su cuello, emitiendo un suave brillo anaranjado... 

    Gabriel apagó la luz y abrazó a su esposa mientras salían de la habitación. 

    - Buenas noches, Cristian –dijo, y cerró la puerta. 

    1/En la Oscuridad

    La mujer de cabellos rubios y ojos rojos estaba allí, parada. Completamente desnuda y cubierta en la sangre de sus víctimas. Las paredes, techo y el suelo, destruidos. Dos cuerpos destrozados yacían a pocos metros de ella. Iluminada por la luz de la luna, esa habitación ya no albergaría los sueños de sus dueños. Un chico estaba paralizado, observando el resultado de la masacre que se desató frente a sus ojos. Cayó al piso llorando y la mujer lo miró fijamente. Sus ojos se volvieron dorados al tiempo que avanzaba hacia él... 

    ––––––––

    Capítulo I: Donde Lloran las Rosas

    La mansión crecía a medida que el jeep se acercaba velozmente por ese sendero de tierra ya abandonado. Su uso había sido clausurado porque uno podía perderse fácilmente en esa zona incluso siguiendo el camino. Los árboles cubrían toda la zona, y la luz de la luna llena apenas iluminaba la tierra llena de maleza. 

    Cristian observó el reloj en su muñeca. Eran las diez y media. A su lado un libro sobresalía por debajo de una chaqueta de cuero... Hadas decía la cubierta. 

    El jeep se detuvo en un pequeño claro. Cristian abrió la puerta y descendió. Se colocó la chaqueta, y del bolsillo interior sacó un revólver dorado. Revisó la cámara del arma y la guardó nuevamente en su chaqueta. Aferró con fuerza la cruz de plata que colgaba de su cuello y luego la soltó. Sus ojos marrones demostraban su seriedad, y sus cabellos rubios se agitaban por el fuerte viento que soplaba. Cerró la puerta del jeep y comenzó a alejarse con dirección a un rosal que sobresalía de entre la maleza. 

    Cristian corrió una rama del rosal y observó del otro lado. Un estrecho camino se escondía tras el mismo, con paredes de piedra por donde se deslizaba el agua de las lluvias pasadas como si fueran lágrimas. Cristian comenzó a avanzar por ese extrañamente relajante sendero. Las paredes raspaban sus hombros y se vio forzado a caminar de costado. Apenas podía ver algo ahí dentro, y algo rozó su pierna. Se detuvo rápidamente y se concentró en escuchar. 

    - Una rata –dijo, despreocupado. 

    Siguió avanzando y la leve luz que veía le indicó la salida. Finalmente estaba en el jardín de la mansión. Flores adornaban canteros de mármol, y los florecidos árboles gozaban de una belleza indescriptible. Cristian no podía creer que ese lugar estuviera abandonado desde hacía tantos años. De hecho, la Mansión LeVándir había sido abandonada hacía ciento cincuenta años cuando su familia desapareció misteriosamente. Cristián escucho rumores sobre una figura humana que aparecía por las noches. Varios estudiantes la habían visto cuando iban a probar su valentía frente a las chicas... 

    - No deben haber durado ni tres minutos –dijo Cristian, suspirando. 

    Un sendero cubierto de baldosas recorría el jardín. Cristian observaba anonadado a su alrededor mientras se acercaba a las puertas de la mansión. No había otra manera de entrar a la mansión ya que el camino principal había colapsado por varios derrumbes y ahora estaba unido con el gran lago que descansaba a un lado. 

    Cristian continuó por el camino hasta llegar a las puertas. El jardín con estilo griego, la mansión con estilo romano. Lo que se esperaría de una familia tan adinerada y poderosa como lo fueron los LeVándir. Ellos habían sido dueños de prácticamente todo el pueblo que estaba en las cercanías. Actualmente pertenecía al estado, pero había dos partes del pueblo que eran completamente independientes. Estas dos zonas eran la residencia Granville y la residencia McCorsen. Ambas familias eran tan adineradas y poderosas como los LeVándir lo fueron alguna vez. 

    Cristian abrió la puerta de la mansión. Frente a él estaban las escaleras principales, en el centro de la sala. Varias puertas se encontraban a los costados de las mismas. Cristian entró en la lúgubre sala bañada por la tenue luz de la luna. Todo tenía una tonalidad azul a causa de las ventanas que cubrían el piso superior. 

    - ¿Por qué se tiene que ver azul? –preguntó Cristian- Odio el azul. 

    Un sonido llegó a los oídos de Cristian e inmediatamente giró en su dirección apuntando con su revólver. Una figura se escabulló de la mirada de Cristian entrando en una habitación. 

    - Es la última vez que salgo sin una linterna –dijo Cristian, corriendo hacia la puerta que acaba de cerrarse a su izquierda. 

    Cristian se paró a un costado de la puerta y giró la perilla... la puerta se abrió con un agudo chirrido. Rápidamente, Cristian se paró delante de la puerta apuntando su revólver hacia delante. No había nada. 

    Lento paso tras otro, se adentró en la habitación. Era una especie de estudio. Había cientos de libros acomodados prolijamente en las tres grandes estanterías que cubrían las paredes, y frente a él había un escritorio vacío de espaldas a una enorme ventana abierta que daba al jardín. 

    Cristian corrió hacia la ventana y observó hacia fuera. No había huellas en la tierra. Miró hacia arriba y la ventana de la habitación de arriba estaba abierta. Cristian observó que no había manera de escalar esa pared, y salió corriendo del estudio con dirección a las escaleras. 

    Subió al piso superior y se dirigió hacia la habitación que estaba sobre el estudio. Con mucho cuidado acercó su mano a la perilla. Si bien Cristian pensaba que tan solo era un Oscuro, no podía evitar pensar en que solo había un ser capaz de subir esa pared... 

    La puerta de la habitación de al lado se abrió de un golpe y una extraña criatura marrón saltó sobre Cristian. Mientras peleaba con la criatura para sacársela de encima, Cristian observó su figura canina, ojos rojos y afilados dientes. Su tamaño era dos veces más grande que el de un perro normal, y tenía una piel gomosa. Cristian forcejeó con la criatura con un mano y con la otra apuntó su revólver. El sonido del disparo llegó a cada rincón de la casa, y Cristian se puso de pie haciendo a un lado el cadáver del Oscuro. 

    - Así que era uno pequeño –suspiró. 

    Cristian se dispuso a abrir la puerta y de repente se vio volando hacia atrás, golpeando contra la baranda del segundo piso. Su revólver cayó al pie de las escaleras y él apenas logró aferrarse de uno de los soportes de la baranda que no se rompió. La criatura estaba de pie, y su tamaño parecía aumentar con cada pesado respiro. 

    - Parece que no eras uno pequeño después de todo –dijo Cristian, sacando un cuchillo de su bota derecha. 

    La criatura rugió y Cristian deseó haberse podido tapar sus oídos. Ese sonido agudo y grave simultáneamente, como el canto de una ballena, pero con una agresividad superior a la de una pantera. Cristian le clavó el cuchillo en un pie y la criatura intentó morderlo, pero sus mandíbulas se detuvieron a pocos centímetros de su cara solo para convertirse en humo negro y desaparecer en el aire. 

    Cristian observó a una joven de cabellos

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