El atardecer del último día de otoño: Corazones Entrelazados, #4
Por Eli Key
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Las historias se desenvuelven en esta existencia, de un modo inexplicable. Hay argumentos de vida que no pasan desapercibidos para algunos. Cuando el amor está involucrado, los desafíos pesan y las cargas, en ocasiones, resultan ser insostenibles de llevar. Sin embargo, cuando existen intereses ajenos, o el egoísmo y la insensibilidad hacia otras personas surgen como el veneno de un áspid, por el solo hecho de no medir las consecuencias y de beneficiarse en el proceso; son otros los que pagan por causa de la hipocresía de estos, que no entienden en lo absoluto, el verdadero significado de amar. La ambición y el poder a costa de otros, están íntimamente ligados a la dureza del corazón. Y no temen matar las llamas de un romance, si con ello pueden lograr conservar el reconocimiento personal.
Eli Key
Eli Key, de 22 años; oriunda de Gualeguaychú. Provincia de Entre Ríos, Argentina, es estudiante de marketing y trabaja como niñera para poder pagarse sus estudios. A partir de los doce años comenzó a escribir, y no fue hasta que leyó a Charlotte Brontë ya sus hermanas Anne y Emily, que comenzó a interesarse seriamente en la literatura. Después de conocer a Emily Dickinson; Richard Bach; Patrick Leigh Fermor; Megan Mayhew Bergman y Joan Didion, entre otros; se decidió a incursionar en ideas más decentes y prolijas, relativo a la narrativa y a las prolijidades de los textos. A partir de los dieciocho años, se arrojó de lleno a escribir todo cuanto pudiera salir de su pluma. Después de probar en varias plataformas digitales y de explorar los blogs, se decidió autopublicar en Draft2 Digital. Y mientras el país donde vive se debate en un mar de angustias y déficit económico; ella se esfuerza cuanto puede para depurar sus obras. La vida no es fácil, se hace lo que se puede con lo que se tiene, pero al final de una tormenta siempre sale el sol; es lo que dice siempre.
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El atardecer del último día de otoño - Eli Key
EL ATARDECER DEL ÚLTIMO DÍA DE OTOÑO
Corazones entrelazados 4
Eli Key
©Todos los derechos reservados
Contenido
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
Como la mañana había estado hermosa y sin humedad en el aire, Marianne, con sus proyectos de pasar la mayor parte del tiempo afuera, no pensó que el clima podría cambiar durante su permanencia en Cleveland. Fue una gran sorpresa, entonces, encontrar que una tenaz lluvia le impedía salir después de la cena. Había confiado en un paseo vespertino al templete griego, y quizá por todo el lugar, y un anochecer nada más que frío o húmedo no la habría disuadido; pero una lluvia densa y persistente ni siquiera a ella podía parecerle un clima seco y agradable para una caminata.
(Sentido y Sensibilidad ─Jane Austen)
PRÓLOGO
Los cielos están abiertos . La lluvia desciende con un flojo mareo del viento. Zigzaguea, oscila, trémula, visible y fría. Es otoño, y las calles se hallan desiertas. Es domingo, y es el primer día de la semana o un día más para otros.
Las personas luego de despertar, y avanzar durante todo el día en sus actividades; cuando las horas declinan hacia el crepúsculo, invariablemente, regresan para tomar su merecido descanso al abrigo de sus hogares. Los cuencos de las horas silencian los ecos del continuo martillar de los péndulos, y eso es algo que no importa, tampoco sirve; porque nada puede detener el paso del tiempo. No hay conclusión solo etapas finales, instantes declarados en todas las lenguas.
Los oasis del destino murmuran descontentos acerca de ciertos hechos relacionados al romance salvaje y al solícito amor. También la amistad lo hace, porque sin ella es imposible entablar lazos que a su vez generen encuentros, algunos duraderos, otros breves o simples bosquejos de algo que pudo haber sido, pero no fue, y que, sin éxito, se extravían en el olvido.
¡Lo triste de todo es que, en reiteradas ocasiones, esa experiencia cuesta negarla!, sin embargo, en tiempos de miseria sentimental, solo permanece la integridad de asistirnos con la esperanza de hallar una oportunidad que pueda enriquecernos nuevamente con lo mejor del amor.
CAPÍTULO 1
Caía el atardecer, y la muchacha de preparatoria, de rostro anguloso y ojos marrones claros, con nariz de botón, y una barbilla adecuada a su rostro; de tez clara, y cabellos enmarañados de color negro: distinguía el crepúsculo desde el lado opuesto de su ventanal, tan claro, locuaz, y sin depender de las manecillas del reloj.
La joven estudiante colocó su rostro sobre el vidrio y suspiró, plegando el aliento tibio que terminó por empañar el sitio donde se hallaba.
─Vamos, dime la hora, ─dijo en voz alta─. Tú, viejo del tiempo y del reloj desgastado y abandonado, ¡dime la hora y el día en el que habré de encontrar mi amor!
La noche la sorprendió temprano en su habitación, se extendió a lo largo de su cama y pasó las manos por detrás de su cabeza.
─Bien, hoy no ha sido la gran pérdida. Y mañana, no escatimaremos esfuerzo, porque... de seguro tendré una total y absoluta concentración para enfrentar el desafío.
Al día siguiente, el ritual de todas las mañanas. Paseó su mirada por el reflejo del cristal y sonrió de un modo sensual.
─ ¿Quién es esa niña que me ve? Oh sí, la conozco. La atractiva, y bien delineada Tess, una visionaria capaz de alcanzar las mejores notas en la escala musical. ¡A desayunar!
Cereales y leche, algo de jugo de naranja, un poco de esto, otro poco de aquello.
Su madre la observó con ojos comprensibles. Su hija estaba dejando de ser una niña. La adolescente que ahora contemplaba, denotaba rasgos un tanto presumidos e independientes. Estaba creciendo sin lugar a dudas, lo hacía, dejando atrás los juegos de aquella traviesa chiquilina con la tanto había disfrutado. Ahora, en cambio, dicha niña de sonriente semblante y hasta algo rebelde, se encontraba adentrándose a otro mundo diferente, uno más complejo; quizás prometedor y hasta desafiante. Suspiró resignada, y ese suspiro quizá dolió un poco.
La muchacha recogió su mochila de color rojo y negro de cuero, un trozo de manzana, y después de darle un beso a su madre, partió en busca de lo que sería una historia interesante.
A bordo de su Triumph recorría las calles absorbiendo el bienestar del nuevo día. Y tras recorrer las calles, dio con la dirección buscada. Una típica casa del siglo diecinueve, más bien sencilla, similar a la de las historias las cuales solía leer.
Existía una razón de porque Tess se encontraba justo en este preciso lugar. Dos días antes, se había liado en una trifulca con una de las