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Consejos Sencillos
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Libro electrónico223 páginas2 horas

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"Algunos hombres no son más que barriles de cerveza andantes mientras viven".

Todo hombre debería dejar un monumento tras de sí en el recuerdo de su propia vida por sus vecinos. Debe de haber algo muy raro en un hombre al que no se echa de menos cuando muere. Un buen carácter es la mejor lápida. Aquellos que te amaron, y fueron ayudados por ti, te recordarán cuando los nomeolvides se marchiten. Graba tu nombre en los corazones, no en el mármol. Vive para los demás, para que tu recuerdo reverdezca cuando la hierba crezca sobre tu tumba. Esperemos que se diga algo mejor de nosotros que del hombre cuyo epitafio es...

"Aquí yace un hombre que no hizo nada bueno,

Y si hubiera vivido nunca lo habría hecho;

Dónde ha ido, y cómo le va,

Nadie lo sabe y a nadie le importa".

Que nuestros amigos nunca nos recuerden como grandes gormandizers de la carne y la bebida, como el glotón sobre cuya tumba está escrito-

"Gentil lector, gentil lector,

Mira el lugar donde yazgo,

Siempre fui un buen comilón,

Pero ahora los gusanos se alimentan de mí".

Tanto como podría decirse de un cerdo premiado, o de un toro gordo, si muriera de enfermedad. Algunos hombres no son nada mejor que barriles de cerveza andantes mientras viven; cuando la muerte apuñala el barril, merecen pudrirse sin que se les note.

Sin embargo, una lápida que hable claro es mejor que una que mienta. Poner halagos en una tumba es como verter mantequilla derretida en un fregadero de piedra. ¡Qué gustos más raros deben de tener los que adulan a los difuntos, como si quisieran tocar la trompeta de los muertos antes de que haga su aparición el último ángel! Aquí hay una manzana de su canasta...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 nov 2023
ISBN9798223504726
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    Consejos Sencillos - Charles H. Spurgeon

    Consejos sencillos

    POR

    Charles Spurgeon

    Contents

    POR

    Charles Spurgeon

    A los ociosos

    Un patán bueno para nada,

    ¡Que se vaya! ¡Que se vaya!

    Sobre los gruñones religiosos

    Sobre la paciencia

    al fin bajará.

    Sobre los chismes

    cuando quiera no tendrá".

    "Ni confíes ni contiendas,

    ni apostéis, ni prestéis,

    Y puedes estar seguro

    Tendrás paz hasta el fin".

    Faltas

    Deuda

    Si no has mentido, mentirás".

    "Cien años de arrepentimiento

    "El que pide prestado

    va a la tristeza".

    Inicio

    "Este y oeste,

    El hogar es lo mejor".

    Hombres abatidos

    aún puede escapar;

    Aunque yo esté en el polvo

    En mi Dios confiaré,

    Aún esperaré en Él,

    Y dejaré todo a Su voluntad;

    Y desterrará mi miedo".

    Esperanza

    Gastando

    ¡Con pequeñas abejas y miel!

    Pero no gastan el dinero".

    El signo de la Buena Mujer

    Un día para ser colgado,

    Y su indulto fue concedido,

    y el carro se paró.

    El juez gritó en voz alta;

    La víctima respondió.

    Pase lo que pase en la vida,

    lo soportará todo;

    Su copa está llena de hiel.

    Hombres con dos caras

    Cuando falta el buen humor,

    Son como un alfiler de plata,

    Consejos para prosperar

    Gran avidez de cosechar

    No ayuda a amontonar dinero.

    Mejor medio pan que ninguno.

    No importa el hedor

    Dulce huele el resquicio.

    Quien lo tiene, no lo guarda;

    El que bebe y no se seca,

    Querrá dinero tanto como yo.

    Suficiente riqueza,

    Y abundante salud,

    Largos años de contento,

    Y cuando la vida se acabe

    Hablar alto

    ¡Qué gran mar sería!

    ¡Qué gran árbol sería!

    ¡Qué gran hacha sería!

    ¡Qué gran hombre sería!

    Y cortara el gran árbol

    ¡Qué chapoteo sería!"

    Cosas que no elegiría

    "Dos gatos y un ratón,

    Dos mujeres en una casa,

    Dos perros a un hueso,

    Prueba

    "Con pequeños golpes

    Las cosas no irían tan mal...

    Te alegrarías, y yo también.

    Monumentos

    Dónde ha ido, y cómo le va,

    Mira el lugar donde yazgo,

    Siempre fui un buen comilón,

    Que era tan pura por dentro;

    y se incubó un querubín".

    Que lo que Dios nos dio;

    la Srta. Arabella Young,

    que el primero de mayo

    empezó a callarse".

    Esto no es mucho mejor:

    y caí del árbol;

    Y así la muerte me desmochó".

    O como la flor del árbol,

    O como la mañana del día,

    Gente muy ignorante

    "Jack ha ido a la escuela

    Para aprender a ser tonto".

    Es mayor robar una patata.

    "Aquí yazgo,

    Muerto por un

    cohete en el ojo".

    Si tienes dinero, siéntate;

    Si no tienes, ponte de pie.

    A los ociosos

    No sirve de nada dar consejos a los ociosos más que echar agua en un colador; y en cuanto a mejorarlos, uno bien podría tratar de engordar a un galgo. Sin embargo, como el Viejo Libro nos dice que arrojemos nuestro pan sobre las aguas, arrojaremos una corteza dura o dos sobre estos estanques estancados; porque habrá este consuelo al respecto, si los vagos no mejoran, no seremos peores por haberles advertido, porque cuando sembramos sentido común, la canasta no queda más vacía. Cuando reprendemos a los perezosos, tenemos que arar una tierra dura, y la cosecha será de las más pequeñas; pero si sólo se cultivara la buena tierra, los labradores se quedarían sin trabajo, así que pondremos el arado en el surco. Los hombres ociosos son bastante comunes, y crecen sin plantar, pero la cantidad de ingenio entre siete acres de ellos nunca pagaría por rastrillar: no se necesita nada para probar esto sino su nombre y su carácter; si no fueran tontos no serían ociosos; y aunque Salomón dice: El perezoso es más sabio en su propia presunción que siete hombres que pueden dar una razón, sin embargo, a los ojos de todos los demás su locura es tan clara como el sol en el cielo. Si golpeo fuerte mientras les hablo, es porque sé que pueden soportarlo; porque si los tuviera en el suelo del viejo granero, podría trillar muchos días antes de poder sacarlos de la paja, y ni siquiera la trilladora de vapor podría hacerlo, primero los mataría; porque la pereza está en los huesos de algunas personas, y se mostrará en su carne ociosa, hagan lo que hagan con ellos.

    Pues bien, ante todo me parece que los perezosos deberían tener colgado un gran espejo, donde estuvieran obligados a verse en él; porque, si sus ojos son como los míos, no soportarían mirarse mucho tiempo ni a menudo. El espectáculo más feo del mundo es uno de esos holgazanes de pura cepa, que apenas sostendría su jofaina si llovieran gachas de avena; y con toda seguridad nunca sostendría una olla más grande de la que quisiera llenar para sí mismo. Tal vez, si la lluvia se convirtiera en cerveza, podría despertarse un poco; pero lo compensaría después. Este es el hombre perezoso de los Proverbios, que esconde la mano en el seno; le aflige llevarla de nuevo a la boca. Yo digo que los hombres como éste deberían ser servidos como los zánganos que las abejas expulsan de las colmenas. Todo hombre debería tener paciencia y compasión por la pobreza; pero por la pereza, un largo azote; o una vuelta en la cinta de correr podría ser mejor. Esta sería una medicina saludable para todos los perezosos; pero no hay posibilidad de que algunos de ellos reciban su dosis completa de esta medicina, porque nacieron con cucharas de plata en la boca, y como cucharas, apenas revuelven su propio té a menos que alguien les eche una mano. Son, como dice el viejo proverbio, tan perezosos como el perro de Ludham, que apoyó su cabeza contra la pared para ladrar y, como ovejas perezosas, es demasiado problema para ellos llevar su propia lana. Si pudieran verse a sí mismos, por casualidad les vendría muy bien; pero tal vez les costaría demasiado abrir los ojos aunque les colgaran el cristal.

    Tal vez, si la ducha se convirtiera en cerveza, podría despertarse un poco.

    Todo en el mundo es de alguna utilidad; pero desconcertaría a un doctor en divinidad, o a un filósofo, o al búho más sabio de nuestro campanario, decir lo bueno de la ociosidad: a mí me parece que es un viento malo que no trae nada bueno a nadie, una especie de lodo que no cría anguilas, una zanja sucia que no alimentaría ni a una rana. Tamiza grano a grano a un perezoso, y lo encontrarás todo paja. He oído decir: Más vale no hacer nada que hacer mal, pero ni siquiera estoy seguro de ello: ese dicho reluce bien, pero no creo que sea oro: Yo le envidio a la pereza hasta esa pizca de alabanza, digo que es mala y mala del todo; porque mira tú, un hombre que hace travesuras es un gorrión recogiendo el maíz; pero un hombre perezoso es un gorrión sentado en un nido lleno de huevos, que todos se convertirán en gorriones dentro de poco, y harán un mundo de daño. No me digas, estoy seguro de ello, que las malas hierbas más viles de la tierra no crecen en las mentes de aquellos que están ocupados en la maldad, sino en los sucios rincones de las imaginaciones de los hombres ociosos, donde el diablo puede esconderse sin ser visto como una vieja serpiente como es él. No me gusta que nuestros muchachos hagan travesuras, pero preferiría verlos metidos hasta el cuello en el barro con sus alondras, que paseando sin nada que hacer. Si el mal de no hacer nada parece ser menor hoy, descubrirás que es mayor mañana: el diablo está echando brasas al fuego, y así el fuego no arde, pero, puedes estar seguro, al final será un fuego mayor. Gente ociosa, tenéis que ser vuestros propios trompetistas, porque nadie más puede encontrar en vosotros nada bueno que alabar. Preferiría veros a través de un telescopio que a través de cualquier otra cosa, porque supongo que entonces estaríais muy lejos; pero el mayor par de anteojos de la parroquia no podría ver en vosotros nada de lo que valga la pena hablar. Los topos, y las ratas, y las comadrejas, tienen algo que decir, aunque hay una bonita vista de ellos clavados en nuestro viejo granero, pero en cuanto a ti, bueno, serás útil en la tumba, y ayudarás a hacer un cementerio gordo, pero no hay mejor canción que pueda cantar en tu favor que este verso, como dijo el secretario parroquial, todo de mi propia composición:

    Un patán bueno para nada,

    malvado por dentro y harapiento por fuera,

    ¿Quién puede soportar tenerlo cerca?

    ¡Que se vaya! ¡Que se vaya!

    C omo el vinagre a los dientes, y como el humo a los ojos, así es el perezoso para todo hombre que gasta su sudor en ganarse honradamente la vida, mientras que estos tipos dejan que la hierba les crezca hasta los tobillos, y permanecen de pie engrosando el suelo, como dice la Biblia.

    Un hombre que malgasta su tiempo y sus fuerzas en la pereza se ofrece a sí mismo como blanco del diablo, que es un tirador maravillosamente bueno, y acribillará al ocioso con sus disparos: en otras palabras, los hombres ociosos tientan al diablo para que los tiente. El que juega cuando debería trabajar, tiene por compañero de juego a un espíritu maligno; y el que ni trabaja ni juega es un taller para Satanás. Si el diablo sorprende a un hombre ocioso, lo pondrá a trabajar, le buscará herramientas y no tardará en pagarle el jornal. ¿No viene de aquí la embriaguez que llena de miseria nuestras ciudades y aldeas? La ociosidad es la clave de la mendicidad y la raíz de todos los males. Los hombres tienen dos estómagos para comer y beber cuando no tienen estómago para trabajar. Ese pequeño agujero justo debajo de la nariz se traga en horas ociosas el dinero que debería poner ropa en las espaldas de los niños y pan en la mesa de la casa. Tenemos la palabra de Dios para ello, que el borracho y el glotón vendrán a la pobreza; y para mostrar la conexión entre ellos, se dice en el mismo versículo, y la somnolencia vestirá al hombre con harapos. Lo sé tan bien como sé que el musgo crece en la paja vieja, que los hábitos borrachos y flojos surgen de las horas de pereza. Me gusta el ocio cuando puedo conseguirlo, pero eso es otra cosa; eso es queso y lo otro es tiza: la gente ociosa nunca sabe lo que significa el ocio; siempre tienen prisa y desorden, y por descuidar el trabajo en el tiempo apropiado, siempre tienen mucho que hacer. Holgazanear hora tras hora, sin nada que hacer, es sólo hacer agujeros en el seto para que pasen los cerdos, y pasarán, y no se equivocarán, y el hozar que harán nadie lo sabe sino los que tienen que cuidar el jardín. El Señor Jesús mismo nos dice que cuando los hombres dormían, el enemigo sembraba la cizaña; y eso da en el clavo, porque es por la puerta de la pereza por donde el mal entra en el corazón más a menudo, me parece, que por ninguna otra. Nuestro viejo pastor solía decir: Un perezoso es buena materia prima para el diablo; puede hacer de él lo que quiera, desde un ladrón hasta un asesino. No soy el único que condena a los ociosos, pues una vez, cuando iba a darle a nuestro ministro una lista bastante larga de los pecados de uno de los nuestros por los que preguntaba, empecé con es terriblemente perezoso. Eso es suficiente, dijo el anciano caballero; toda clase de pecados están en ese, esa es la señal por la que se conoce a un pecador hecho y derecho.

    Mi consejo a mis hijos ha sido que se aparten del camino del perezoso, o pueden contraer su enfermedad y no librarse de ella nunca. Siempre temo que aprendan las costumbres de los ociosos, y estoy muy atento para cortar de raíz cualquier cosa por el estilo; porque ya sabéis que es mejor matar al león cuando es un cachorro. Es cierto que nuestros hijos tienen toda nuestra naturaleza malvada, pues puedes ver cómo crece por sí misma como la mala hierba en un jardín. ¿Quién puede sacar algo limpio de lo inmundo? Un ganso salvaje nunca pone un huevo manso. Nuestros muchachos se irán al campo con los malhechores a menos que hagamos que el campo sea aún más verde en casa para ellos, y los eduquemos para que odien la compañía de los perezosos. Que no vayan nunca al Rose and Crown; que aprendan a ganarse una corona mientras son jóvenes, y que cultiven las rosas en el jardín de su padre

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