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Virus 19 Teorías
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Libro electrónico63 páginas55 minutos

Virus 19 Teorías

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Ante los acontecimientos que ocurren en nuestras vidas que nos quitan estabilidad mental y social, es normal que el ser humano por instinto cuestione y busque respuestas. De ahí, surgen las historias fantásticas hipotéticas de dar solución a un problema personal y/o de una sociedad.
Frente a la situación actual en la que el mundo entero está inmerso hasta esta fecha agosto 24, de 2020. La pandemia, a causa del virus mejor conocido como codiv-19 ha incurrido en la muerte de un número importante de personas que al parecer sigue en aumento y no se halla una fecha límite para que esto se termine. Y esto ha provocado que la humanidad entera formule sus propias hipótesis.
En este libro Virus19, se hallan algunas teorías de cómo inició el desastre mundial y las consecuencias a las que están expuestos sus habitantes. Teorías fantásticas que de analizarlas un poco pueden ser verdad.

 

Antología varios autores: Alexis Lozano Tapia (Alex Hoffter), Christopher Medina G., Orell Ordóñez, Fernando Cano Galarza, Arturo Mario Rojas Huerta, Magdalena Velasco M (Migdal Madu), Laura Martínez Alarcón

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 may 2023
ISBN9798223658030
Virus 19 Teorías

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    Virus 19 Teorías - Librerío editores

    La Orden del Fuego

    Guerras. Desastres ecológicos. Extinción masiva de especies animales y vegetales. Ola de violencia. Muerte. Enfermedades. El mundo ya no es el mismo. Los tiempos han cambiado y ahora la humanidad se encuentra al borde de su propia destrucción. En el mundo existe una organización anónima que secretamente se encarga de financiar guerras, crear enfermedades, derrocar gobiernos, con la finalidad de establecer el orden y el equilibrio; se integra por once miembros, poderosos y millonarios quienes establecen más reglas para alcanzar la Paz y la estabilidad. Dicha agrupación se hace llamar La Orden del Fuego.

    Esa noche miró el reloj del fin del mundo con preocupación y se llevó la mano a la barbilla mientras observaba detenidamente la decena de pantallas frente a sus ojos. Cada una de ellas mostraba a la humanidad sumida en guerra, violencia, muertes. La habitación permanecía a oscuras y solo la iluminación tenue de cada pantalla iluminaba débilmente el lugar, hasta que se escuchó el crujir de la puerta a sus espaldas. El sonido de unos pasos acercándose no sorprendió a aquel hombre, ni siquiera para averiguar de quién se trataba.

    Una mujer se acercó con cautela, temerosa por la forma en la que sus palabras se quedaban atoradas en su garganta. Y, sin más, se limitó a decir:

    —Ellos esperan, señor.

    El miedo se inmortalizó en sus ojos, evitó conectarse a la mirada de aquel hombre que veía con suma atención las pantallas extendidas por el muro.

    Aquel hombre no respondió al llamado y permanecía inmóvil, sin emitir sonido alguno. Lo había estado pensando durante tanto tiempo, ¿Es necesario acudir al llamado de la Orden de Fuego? Tantos años. Tantas generaciones pertenecientes al mismo grupo, y en ningún momento encontró la respuesta a sus preguntas.

    —¿Señor? —Insistió la mujer.

    Luego dijo, casi decepcionado:

    —¿Cuándo se fundó está organización? Se juró fielmente proteger nuestra existencia, preservar la paz y la estabilidad del mundo a cualquier costo.

    —¿Señor? —Aclaro la garganta.

    —Mi padre tenía la convicción de que las sociedades evolucionan. Y con ella, también los principios y los valores. Y tenía la esperanza de que está organización solo debía dedicarse a procurar la paz.

    Ha mostrado su rostro jovial a la luz que le ilumina la cara magullada por el cansancio. Y luego siguió a aquella mujer que lo condujo por un amplio pasillo hasta una amplia sala donde ya se encontraba reunida una decena de personajes con mascarillas para respirar.

    Al centro de la mesa se hallaba un imponente reloj de manecillas que apuntaban cerca de la media noche.

    —¿Qué ha pasado con tu máscara? Ahora hemos reconocido tu identidad —dijo uno de ellos, con notoria molestia.

    —Debes usar tu mascarilla. Ahora sabremos quién eres. Nos han dicho que traerán algo novedoso a la Orden para solucionar nuestro... problemita

    —No la necesito —respondió aquél joven quién ocupó un lugar en la mesa—, no tengo intenciones de ocultar mi identidad. Llevamos mucho tiempo haciendo esto, que está demás ni conocernos.

    —¿Pero qué cosas dices?

    Se escucharon algunos murmullos entre los miembros presentes.

    Justo en ese momento, un grupo de gentes con batas blancas entraron en silencio a la sala. Traían consigo un portafolios negro con un botiquín con la insignia de la Orden de los 12.

    Uno de ellos se puso de pie y agradeció la presencia de todos los miembros a tan importante evento. Sujetó en su mano derecha una copa de vino y la extendió al aire en señal de agradecimiento. El resto de los presentes alzó sus copas también, en respuesta.

    —¡Gracias a todos por venir! No solemos tener reuniones a finales de año, pero está ocasión lo amerita —dijo.

    El resto de los presentes lo acompañó a ponerse de pie y escuchar el mensaje.

    —Fundamos está organización como un legado de los primeros hombres poderosos del planeta. Para mantener un orden y un equilibrio en la humanidad. Producimos la peste en el 1347, la influenza, el VIH, e infinidad de enfermedades que han mantenido ese equilibrio. Algunos han aplaudido.

    La sala de la reunión era un complejo lujoso con candelabros elegantes que colgaban del techo, y fina caoba de la que estaba hecha la mesa donde se encontraba una tableta electrónica para cada miembro de la Orden de Fuego. Había un grupo de gentes en la habitación, armados, y atentos a cualquier circunstancia que se pudiera suscitar, pero estaban en una mansión en las montañas más alejadas de la civilización, cualquier intento por asesinar a alguien dentro de dicho recinto era de pensarse. A ese grupo de reuniones acudían solo los más poderosos del planeta, cuyo dinero e influencia les

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