La memoria es un intrincado laberinto repleto de callejones sin salida, trampas y neblinas que a veces no dejan ver la verdad. O, al menos, la verdad del testigo. Muchas de las personas que han estado ante lo insólito han quedado tan impactadas que, como en los casos de shock postraumático, en su mente quedan algunos vacíos. Recuerdos deslavazados de un tiempo perdido que pueden aflorar de nuevo mediante la hipnosis. El caso que nos ocupa es un claro ejemplo de ello, pues mediante esta técnica lo que parecía un encuentro cercano con un OVNI se convirtió en algo más. No solamente se descubrieron recuerdos ocultos, sino que también se pudo poner a prueba la veracidad del testimonio. He aquí los resultados.
Un día caluroso al final de la primavera de 1972, Lourdes Montes –nuestra protagonista, que rondaba los diez años– se marchó por la tarde al encuentro de sus amigos. Por aquel entonces vivía en Cabra (Córdoba), en una urbanización de casas bajas con un jardín y un pinar cercano. Pasado el pinar había un espacio dedicado al cultivo llamado «el aradillo». Allí, junto a un trigal, la pandilla se divertía jugando al escondite. A Lourdes le tocó buscar a los demás