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Perturbaciones
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Libro electrónico78 páginas1 hora

Perturbaciones

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Las perturbaciones en nuestras vidas son experiencias escalofriantes que nos causan un impacto sorpresivo. A menudo, las personas cuentan relatos terroríficos que bien podrían confundirse con pesadillas o malos sueños; son difíciles de creer, pero sin duda alguna representan experiencias únicas para todo aquel que los ha vivido.
En Perturbaciones encontrarás historias únicas, relatos de personajes que viven experiencias afines a la media noche, cuando ─dicen─ suceden cosas malas.
Este libro es una recopilación de relatos cortos escritos por diferentes autores.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 abr 2023
ISBN9798215213049
Perturbaciones

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    Perturbaciones - Librerío editores

    Relatos : PM

    Perturbaciones

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    Perturbaciones

    Copyright © 2020

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    Todos los derechos reservados.

    ––––––––

    Queda rigurosamente prohibida la reproducción total y/o parcial o cualquier forma de plagio, imagen, texto, etc. Sin el previo consentimiento por escrito del autor; de lo contrario será sancionado conforme a la ley de derecho de autor.

    Índice

    Copyright

    Introducción

    EL MONSTRUO DE LA SELVA Y EL BUCLE DEL TIEMPO / Víctor Elizondo

    LA IGUANA / Jeanette Muñoz

    UN CUERPO SOBRE EL MÍO / Elvira Hernández Carballido

    EL ÁRBOL DE SANGRE / Luis Eduardo Gómez Sánchez

    EL ACONTECER DE LOS DÍAS / Orell Ordoñez

    EL CAPULÍN / Aleixandre R.S

    SUEÑO CIRCULAR / Roxana Aguilar

    EL HOSPITAL / Antonio Albalá

    LINSY / Maurilio Alvarado

    EL ABUELO / Marco Castañón

    Introducción

    Las perturbaciones en nuestras vidas son experiencias escalofriantes que nos causan un impacto sorpresivo. A menudo, las personas cuentan relatos terroríficos que bien podrían confundirse con pesadillas o malos sueños; son difíciles de creer, pero que sin duda alguna representan experiencias únicas para todo aquel que lo ha vivido.

    En Perturbaciones encontrarás historias únicas, relatos de personajes que viven experiencias afines a la media noche, cuando ―dicen― suceden cosas malas.

    Este libro es una recopilación de relatos cortos escritos por diferentes autores.

    El monstruo de la selva y el bucle del tiempo

    ––––––––

    Decía que el olor a sabiduría tiene el más exquisito aroma para su olfato, que podía percibirlo a jornadas de distancia y que cuando encontraba ese peculiar perfume hacía lo que fuera necesario para devorarlo.

    Fue un monstruo que conocí cuando yo era niño. Dijo que no podía devorarme entonces porque era imposible que un niño expidiera tal aroma a sabiduría siendo tan pequeño. Me vio cómo su campo de cultivo. Dijo que nutriría mis conocimientos para que cuando fuera mayor pudiera comerme. No entiendo por qué se tomó la delicadeza de verme como su alumno cuando en realidad yo era su potencial víctima de engorda. Supongo que hasta un monstruo tiene la necesidad de tener a alguien por quien preocuparse y con quien platicar y compartir tanta sabiduría. A fin de cuenta, de qué serviría saber tanto y no poder dejar un legado. ¿Temerle? No sé por qué, pero a mí no me inspiraba temor, es más, creo que hasta me generaba cierta calidez familiar. Fue hasta después que supe de sus terribles crímenes cuando nació en mí no el temor, si no cierta admiración. Creo que de cierta forma entendía la brutalidad de sus actos con la trascendencia de sus creencias.

    La manera en que nos conocimos fue porque evidentemente él ya me había estado acechando. Yo era un niño de siete años que ya no estaba tan sumido en la inocencia, pero tampoco comprendía cosas todavía tan terribles. Me trataba bien; bien como un maestro trata a su alumno. Entiendo que a veces se volvía loco, y a pesar de que constantemente me repetía que tarde o temprano me devoraría, jamás fue violento conmigo. Decía cosas como que yo era un niño muy especial, que rara vez se dan casos como yo en pueblos tan recónditos incluso en ciudades. Que ya había sabido de personas como yo, pero solo en libros muy antiguos.

    A los niños o a las niñas no los devoraba; nunca devoró niños por la simple razón de que ni los niños ni bebés expiden su tan anhelado olor a sabiduría. Sus víctimas eran regularmente brujas y chamanes, algunas veces adultos rollizos o escuetos, ya que no le importaba tanto sus respectivas formas.

    Decía que los científicos expedían cierto aroma a conocimiento, pero no a sabiduría, aunque como yo, de siglo en siglo nacía alguno.

    Su área de cacería rondaba a lo máximo cinco jornadas de distancia. Contaba que los acechaba por semanas, incluso meses, y mencionaba que alguna vez acechó a una mujer hasta por décadas, siempre observando desde las penumbras deleitándose con el olor de sus víctimas. Una vez aprovisionado el momento justo, encontraba un instante en la noche cuando sus víctimas se aislaban lo suficiente de las demás personas y atacaba de inmediato. Como dije, era un monstruo que con sus dos largas piernas y sus dos largos brazos sujetaba a sus presas tan rápido y certero que las dejaba inconscientes en instantes. Se los llevaba a su cueva y disponía los cuerpos en un altar piramidal, y tras de un extraño ritual de alabanzas, abría el dorso de sus víctimas con una piedra afilada y dentada que hundía por debajo de las costillas, arrancaba de golpe el aún latiente corazón y los devoraba de inmediato chupando toda la sangre de sus arterias, dando mordidas de tajo de cuando en cuando hasta devorarlos por completo. Con el resto del cuerpo diligenciaba otro diferente proceso para separar los huesos de la carne; a la carne la hundía en sal y la tendía a lo largo de unas cuerdas hechas con tendones que iban de lado a lado de la cueva. Tenía mente y malicia para aprovechar cada parte del cuerpo de sus víctimas y disponerlas como sus prácticas herramientas.

    Su cueva era el lugar más macabro e interesante que yo pudiera recordar. Se iluminaba con la luz de las antorchas hechas de más hueso y grasa corporal y más pócimas herbolarias. Como dije, yo era un niño en esos tiempos y no me asustaba ver dispuestos en su cueva los libreros hechos con huesos y libros forrados de piel. Él mismo me enseñó a cómo empastar los libros y curarlos para que duraran otros cientos de años más, aunque seguido repetía que el libro más importante era él mismo. He de reconocer que había algo de cierto en ello; sí que era un monstruo, pero también era un sabio.

    Jamás hablé de él en el pueblo, ni mucho menos en mi familia. Todos sabían de la existencia de un extraño ser en las profundidades de la selva. Era el personaje perfecto para culpar cuando algo no andaba bien entre la

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