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Muertos vivientes
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Muertos vivientes

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Los zombis y muertos vivientes son mucho más que esos seres rabiosos con instinto caníbal que nos ha presentado el folclore habitual o la gran pantalla, y que tantos seguidores han ganado en el mundo. El mito del muerto viviente se hunde en las raíces de culturas, ancestrales y es, sin duda, una de las prácticas más aterradoras de los rituales africanos.

Desde un profundo análisis, inmerso incluso en la experiencia personal, el reconocido investigador García Bautista ha recogido en esta apasionante obra los aspectos más escalofriantes de un fenómeno que no nos es tan ajeno como podemos pensar.

«El zombi existe, pero no es el de las películas de George Romero o The Walking Dead. La religión Vudú te castiga convirtiéndote en Zombi, es el mayor castigo, al que todos temen, ser un muerto viviente, sin voluntad. Desde nuestro cómodo sillón podemos pensar que se trata de leyendas, pero no olvidemos que las leyendas se basan en realidades, y ya sabemos que la realidad, siempre, supera a la ficción». Juan José Revenga
IdiomaEspañol
EditorialLid Editorial
Fecha de lanzamiento27 ene 2022
ISBN9788418648243
Muertos vivientes

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    Muertos vivientes - José Manuel García Bautista

    Prólogo

    Cuando mi gran amigo José Manuel me pidió el prólogo de su última obra no lo dude. Aparte de la gran amistad que me une con él, el tema del libro era muy interesante. Llevo décadas viajando por el mundo investigando el vudú y el fenómeno zombi, por eso he llegado a varias conclusiones.

    Lo primero que te pregunta la gente es si los zombis existen. Normalmente se quedan atónitos cuando les respondo que sí.

    El zombi existe, pero no es el de las películas de George Romero o The Walking Dead. La religión vudú te castiga convirtiéndote en zombi, es el mayor castigo, al que todos temen, ser un muerto viviente, sin voluntad. Desde nuestro cómodo sillón podemos pensar que se trata de leyendas, pero no olvidemos que las leyendas se basan en realidades, y ya sabemos que la realidad, siempre, supera a la ficción.

    Todo empezó en África occidental, en la hoy república de Benín en zonas perdidas del río Mono, hace más de siete mil años. Pero no fue hasta que llegaron allí los cazadores de esclavos y alucinaron con la religión y las gentes que encontraron. Muchas veces aquellos cazadores de hombres morían sin explicación alguna, en muchas ocasiones tenían que irse sin cazar de los poblados porque les era imposible avanzar con vida. Pero lo que aquellos cazadores árabes ignoraban es que la gente que se estaban llevando presos para las colonias de América eran miembros de las etnias Fon y Yoruba, los brujos más potentes de África.

    Cuando yo viajé a aquellos lugares me seguían sorprendiendo las ceremonias y rituales de los hombres de Jebe, en el río Mono. Siguen realizando las mismas ceremonias desde hace miles de años. Allí sacan una especie de fetiches, como enormes conos de paja de más de dos metros de alto moviéndose entre las nubes de polvo. Son los engun gus, los fantasmas del mundo invisible que si te tocan te llevaran al otro lado. Las ceremonias vudú en África siempre son más infantiles que en América, aunque siempre hay sangre y sacrificios, en honor del dios y espíritu que les da el poder. Unas ceremonias con músicas que te hacen recordar los ritmos de Brasil y el Caribe, que sin duda provienen de aquí. Cuando vi mi primera ceremonia en aquel perdido lugar de Benín lo que más me impresionó fue cuando levantaron uno de esos conos y no había nadie debajo; un fetiche o muñeco de una especie de diablo es lo único que se escondía bajo aquel cono que hace un minuto se movía sin parar. Eso sí, nunca vimos los pies del que teóricamente debía de estar dentro.

    Cuando montamos aquel documental, cuadro a cuadro, viendo todas las imágenes, lo más sorprendente fue que no se veía a nadie entrar ni salir de aquel fantasma cuando lo levantan. ¿Sería magia de verdad? Lo que está claro es que gracias a Dios, Ala, Buda o quien sea, aún quedan cosas que la ciencia no puede explicar en este mágico planeta.

    De África solo llegaron a América la mitad de los esclavosque salían de las costas del continente negro, la otra mitad moría en la travesía. Una vez en su destino final mezclaron sus cultos con las religiones autóctonas. Como la de los indígenas Caribes que eran caníbales, el cristianismo que decía en la misa «comed y bebed este es mi cuerpo y esta es mi sangre» todo esto mezclado con la propia religión vudú y lo principal e ingrediente más poderoso, el odio al hombre blanco.

    Tanto en África Occidental, como en las plantaciones de algodón de Estados Unidos, la mágica Nueva Orleans, o en lo más profundo de Haití he llegado a la conclusión de que el vudú existe. Es un poder y una religión que controlan a través de venenos, conjuros y música que te lleva al trance. Hasta ese punto normal. Pero cuando empiezas a ver a un señor que malamente habla creole, el idioma de los haitianos, mezcla de francés y lenguas nativas africanas, de repente le posee un general galo y comienzan a hablar en un perfecto y educado francés, mientras se corta y atraviesa la cara con afilados hierros sin sentir ningún dolor. Es el loa, el espíritu que ha invocado y le acaba de poseer. Está dentro de él, quien sea capaz de aguantar y ver esas cosas y mil más, peores y más inexplicables en ceremonias vudú, que tire la primera piedra y diga o siente cátedra porque ha visto o leído en internet que el vudú no existe.

    Y que conste que yo no creo en nada, solo creo en lo que veo, pero he visto tantas cosas…

    Juan José Revenga

    Nota del autor

    Qué difícil es expresar todo lo que se tiene que decir sobre un mundo tan desconocido como el de los muertos vivientes. Sobre todo por tener en la cabeza metido el estereotipo de ser que se levanta de la tumba, o que regresa de la muerte, con el ánimo de comer el cerebro de alguien o pegarle un bocado a un trozo de filete humano…, y no es así. El cine ha potenciado esta visión que está muy alejada de la realidad.

    He de confesarle algo: he aprendido mucho con este trabajo, ha sido una búsqueda titánica por ofrecerle la visión más completa de un tema que es apasionante. Por ello he querido dividir este libro en apartados y que cada uno de ellos pueda ser un libro en sí mismo, es la mejor forma de explicar todo lo que hay en torno a los zombis, a los muertos vivientes, desde muy diferentes enfoques.

    La Historia, el origen del zombi, la Ciencia, el concepto apocalíptico, el cine y mucho más tendrá un hueco para que comprendamos mejor la realidad de este mito y la veracidad de su existencia. Puedo caer, en ocasiones, en la reiteración, pero, créame, que es absolutamente necesario si queremos asentar conceptos y comprender lo que significa, en su conjunto, el muerto viviente.

    No escribiré desde la ignorancia, sino que pondré en liza las opiniones de expertos consultados e informaciones recabadas de primera mano, noticias, informes y mi experiencia personal en el país más deprimido del mundo.

    Desde mucho antes que todo el fenómeno de los «walking dead» se pusiera de moda era ya un seguidor de un tema que me fascinaba. Cuando en Mis terrores favoritos salía Narciso Ibáñez Serrador y emitían en TVE una película de zombis, de George Romero, no podía menos que mirar lo que sucedía sin alcanzar a comprender que tras el mito había una realidad deformada.

    Años después, estando en República Dominicana, alguien me dijo: «Vamos a hacer una excursión a Haití… ¿Te vienes? Vamos a ver zombis» y aunque, temeroso, acepté cruzar la frontera, una frontera dentro de la misma isla que no solo era física, sino que implicaba un viaje en el tiempo, un viaje al pasado y a la cultura más ancestral. Allí, en una perdida ciudad, asistimos a un ritual de vudú montado más para el turismo que real y, aun así, en el ambiente, a la luz de una hoguera en medio de la nada, se palpaba el misticismo y el nerviosismo, las miradas cruzadas incrédulas y el temor a hacerte, en cualquier momento, víctima del «polvo zombi», todo eran miedos y muy pocas certezas. Pero me quedé con aquella experiencia vital en la que mis años mozos me decían que era mejor estar en la piscina del hotel o practicando submarinismo que estar allí jugándonos el pellejo, aunque siempre hubo un especial regusto por el misterio y por el riesgo.

    A esa zona del mundo los quiero llevar para que, a todos los niveles, conozcan una realidad que se está dando mientras lee esta obra en pleno siglo xxi, en algún punto de Haití o de República Dominicana, en alguna plantación de caña, hay un muerto viviente que trabaja de sol a sol, sin voluntad ni recuerdos, esclavo de su cerebro, que aguarda la liberación de una maldición, una maldición más temida que la propia muerte y que se llama «zombificación» en la cabecera del vudú haitiano.

    Le invito a viajar conmigo e introducirnos por los muchos caminos que se abre ante un tema apasionante como este en el que repetiré muchos conceptos e ideas pero que todas tienen que ver con el muerto viviente, el real, el que aparece, ocasionalmente vagando por un campo y que es intratable —desde la Medicina— o que ya es demasiado tarde para recuperarlo a la vida. ¿Qué lo provoca? Para responder a esa pregunta es necesario conocer y ese conocimiento es el que quiero poner a su alcance, desde la Historia al folklore, desde la realidad a la ficción… ¿Se atreve?

    En Sevilla, mientras paseo por una exposición de vampiros y alguien dice: los no muertos…

    José Manuel García Bautista

    Introducción

    Escribir de zombis y muertos vivientes no es hacerlo de seres rabiosos con instinto caníbal que se alimentan de humanos y tienen predilección por el cerebro y otras partes blandas, es mucho más que el folklore habitual al que nos han familiarizado y que ha ganado tantos seguidores en el mundo. El mito del «muerto viviente» se hunde en las raíces de muchas culturas, el Togo, égu, significa eso mismo «los que no vuelven» que se suele identificar con el muerto viviente y que es, sin duda, uno de los aspectos que más miedo da de todo lo que son las prácticas ritualistas africanas.

    Dentro de los égu hay una relación con el mundo de los vivos y de los muertos que sirve también de base a las creencias del vudú, todo ello debido al origen africano de esta donde la zombificación es solo una parte de esta, y no es la más importante.

    Leyendas de los no-muertos que en Europa se mezclan con el mito de aquellos que están en la frontera de la vida o de la muerte, una macabra forma de existencia eterna donde se dan cita los ritos ancestrales, las supersticiones y el misterio. Así el mundo de los vampiros, de cuna europea, es una tradición de seres imposibles, creencias religiosas y culturas.

    En este aspecto destaca el Drakul de la zona de Moldavia, el Nosferatu y el Strigoi de Rumanía, el Krvopijac de Bulgaria, el Strigou de Valaquia, el Upier de Polonia o el Ogoljen de Bohemia, allá donde no es solo un mito de Europa, pues la fascinación por este tipo de seres siempre se ha dado en muy diferentes puntos del mundo, algunos sin contacto los unos con los otros y que reflejan los miedos e inquietudes del propio ser humano.

    Este mismo no-muerto lo encontramos en el Talamar de Polinesia, el Vetala de India, el Ching Shih de China, el Buo dayaco, el Cuitateo de México, el Lobishomen de Brasil que, de alguna forma, se nutren del ser humano, de sus fluidos vitales, bien chupándole la sangre o comiendo su carne, su cerebro, que en algunas tradiciones se solían hacer, por los guerreros, para adquirir la fuerza del enemigo.

    En África —el origen del vudú— encontramos la zona de la «Costa de los Esclavos» donde destaca el Wume o chupador de sangre tradicional, igualmente en las tribus Ashanti se tiene a Asanbosan, que chupa la sangre de los durmientes a través de su dedo pulgar.

    El Asanbosan es un ser antropomorfo que tiene unos pies ganchudos y apariencia terrible, que se convierte en murciélago, suele ser esquivo, huidizo, se esconde de los seres humanos hasta que necesita de ellos.

    Tras todo esto subyace el afán del ser humano por vivir más, por alargar su vida, le gustaría vivir eternamente, pero sabe que no es posible, por eso diseñó leyendas y seres como los citados, aquellos que no mueren, que van más allá de la vida, aunque sea bajo una existencia extraña y terrorífica. Ese miedo hace que se inventen rituales para alejar a los no-muertos, como los asmat de Papuasia que tienen una ceremonia que sirve para alejar a estos, con un grupo de sacerdotes que portan unas máscaras que es similar a la cara de las personas de la tribu que han muerto durante el año y danzan reproduciendo una lucha entre estos y un grupo a cara descubierta que son los vivos, así escenifican el combate entre la vida y la muerte para alejar a los muertos y que no se aproximen a su aldea

    En Togo, en África occidental, los égu tienen ceremonias para convocar a los muertos y que salgan de sus tumbas a fin que abandonen este mundo, que no sean muertos vivientes, son difuntos que aspiran a no dejar este lado de la vida y que quieren asustar a los vivos o procurarles un tormento, perjudicarlos de alguna forma. La ceremonia suele realizarse cuando se presentan las exequias de un brujo o hechicero cuando así lo considera el sacerdote principal o hungan.

    El rito es curioso: se acude al cementerio y se nombra al difunto que debe salir de la tumba a medianoche y comienza una macabra ceremonia que se ve reflejada en los rituales que el bokor, dentro del vudú, hace con el zombi al «despertarlo».

    Jacques Bersez, especialista en folclore africano describe en su obra Magia negra una ceremonia de este tipo a la que asistió y que tiene esa raíz que encontramos en el vudú donde está presente lo ancestral, lo religioso, la superstición y la voluntad de controlar a los muertos alejándolos de la vida o haciendo que vuelvan a ella.

    El sonido de los cantos, de los tambores, la luz de las antorchas, el eterno sainete que se masculla entre dientes, el bokor llamando al finado mientras se indican todo tipo de fórmulas mágicas, el quiebro de la noche que sabe, con su frialdad, que se está «resucitando» a un muerto. Por fin se abre la tumba, dos ayudantes sacan al muerto, la pestilencia levanta el estómago, la putrefacción no existe pero si los desechos humanos de dos —tal vez tres— días encerrado en un ataúd en estado cataléptico en un despertar de pavor al saberse enterrado vivo, recuerdos nublados, «embotellamiento» de la voluntad, los tambores resuenan, los cánticos son cada vez más seguidos hasta que se pone al zombi frente al bokor y este finaliza su labor apoderándose definitivamente del alma del que estará llamado a ser esclavo en cualquier plantación.

    Así, de esa forma, con esas analogías, o esa sutil desviación se pasa de un rito en Togo a una tumba en Haití, una tradición que permanece hasta nuestros días en un momento en el que, en pleno siglo xxi, siguen existiendo las personas que son zombificadas.

    El simbolismo es muy alto, la tradición y la superstición también, pero hay algo que supera a las anteriores: el miedo, el terror a ser víctima del polvo zombi donde muchos prefieren la muerte antes que pasar por ese estado.

    Para unos es una maldición, para otros una liberación, para otros una venganza, todo tiene diferentes puntos de vista en un ritual casi asesino, un juego infernal donde la vida y la muerte juegan en el mismo tablero y donde el desdichado objeto de este pasa a convertirse en un muerto viviente.

    Historia

    Para comprender mejor lo que son y representan los muertos vivientes, los zombis, en Haití debemos conocer mejor lo que es la historia de este país y de dónde procede el culto religioso que allí se profesa, la relación intrínseca que tiene con el vudú, el crisol que supone el sincretismo religioso o los caminos convergentes con la Santería.

    No se puede lograr comprender todo ello sin un estudio concienzudo de lo que implican los rituales y raíces de un país castigado en el tiempo, desde la esclavitud con los franceses a la crisis económica o los terremotos que han devastado y minado la fe de su población.

    El viaje que comenzamos ahora tiene como marco la Historia del vudú, el punto de partida donde comienza la idea de la zombificación, el saber oculto y ancestral, las creencias y, sobre todo, el miedo.

    Un viaje al corazón del misterio

    Todo está relacionado y todo tiene lazos que vincula

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