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¿Habla usted cubano?
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Libro electrónico62 páginas1 hora

¿Habla usted cubano?

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La vida de todos los días tiene, en este primer libro de Marieta Alonso Más, un espejo amablemente esperpéntico. Desde el idioma, siempre cuestionado, a las relaciones familiares o de pareja, desde la nostalgia del propio país, tantas veces transitada, a la temible vida ordinaria, todo es visto por la autora con el prisma de un humor que va del rosa al gris, y del gris, al negro. No hay que dejarse engañar por la engañosa sencillez de estas historias, no hay que confundirse con su aparente ingenuidad. Partiendo de los pequeños deseos de la gente más normal, Marieta Alonso ilumina la existencia desde los ángulos más incómodos. Y, por si fuera poco, la diversión está asegurada. (Por Clara Obligado)
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento3 sept 2013
ISBN9788461630264
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    ¿Habla usted cubano? - Marieta Alonso Más

    DESLICES

    ¿Habla usted cubano?

    El idioma —el castellano, el español—

    llega a ser para nosotros como un licor

    que paladeamos y del cual no podemos

    prescindir… Ya somos, con tanto

    beber de este licor, beodos del idioma

    Francisco Azorín

    Conste que no me gusta andar en dimes y diretes.

    Ya se sabe que al más pinto de la paloma se le va un comentario de vez en cuando pero, mi problema es que… siempre me veo envuelta en algún runrún. Yo no soy la que saca el chisme, cuando comienzo hablar ya lo sabe hasta el pipisigayo. Lo único que hago es propagarlo.

    Una amiga me dice que eso me lo da la profesión: soy peluquera. Me recomienda que siempre tenga la boca cerrada pero no puedo. Soy cagaíta a mi madre y contra eso no puedo hacer nada. Ella siempre estaba en el tibiri-tabara, en cambio, no se buscaba problemas. Una vez, una vecina que era retama guayacol casi le forma un titingó. Y mi madre le dijo:

    —Déjate de cancaneos y no arrugues que no hay quien planche.

    Tenía ese don de decir las cosas sin que repercutieran en ella. Yo soy todo lo contrario: hasta cuando quiero halagar, espanto. Y no es que me levante siempre con el moño virado, es que soy así.

    Ayer una clienta me dijo con rintintín:

    —Fíjate… tu esposo trabaja en cuero y tú… en pelo.

    Me callé a tiempo. Es verdad que él es talabartero, pero dicho así parece que vamos desnudos por la vida. Por mi parte no le dije nada de su marido. Y eso que tenía tela por donde cortar, porque hay que ver lo que le gusta chuparle el rabo a la jutía.

    Me ha salido una ñañarita en el calcañal y llevo todo el día a la pata coja. Le ronca el merequetén con la cantidad de trabajo que tengo. Creo que una asidua me está sapeando. Esta es una picúa que ni te quiero contar, pero como es de la clientela le tengo que decir que lo que trae puesto le queda que ni pintado. Parece un cocomacaco la mayor parte de los días, pero ella considera que va con todos los hierros. Justo hoy, que el local lo tengo lleno, viene hacerse la permanente y alardea de saber más que las bibijaguas. Mira tú, si en el pueblo todos nos conocemos y no terminó ni primaria.

    Otra de mis habituales, la pobre, se tiene creído que su hijo es digno de admiración. Y todo el mundo sabe que el interfecto es buche y pluma na’má.

    Oigo cada cosa que cierro los ojos, pero como no cierro el pico, así me va.

    Me he llevado tremendo disgusto porque a una amiga, el marido…, se lo dije cuando todavía eran novios, le ha salido un punto filipino de cuidado. Bueno…, igualito que su padre, que estaba guillao. Anteayer se formó un salpafuera. Salió el tema en la peluquería y ahora he perdido su amistad.

    Llegó con un jipío diciendo que no esperaba eso de mí. Casi le dio una sirimba y por mucho que quise apaciguarla no me dejó. Sigue con la misma matraquilla: que si ya no puede confiar

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