Bajo La Sombra De Los Abuelos: (Y Otras Fantasias Caribenas)
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Cada personaje lo he visto pasar por mi vida, sentada, en alguna plaza de cualquier pueblo, observando en alguna de nuestras playas, hablando con algun desconocido que me ha dado parte de su tiempo; o, simlemente, viendo la tele o leyendo los periodicos.
Es el retrato tuyo y mio. Es nuestra gente, sus pasiones, el humor con que enfrentan el dolor y la desgracia, la picardia cultural y nuestra singular politica. Y por ultimo, es un homenaje postumo a quienes me ensenaron, a fuerza de ejemplo, reganos, mimos y bofetadas a ser quien soy.
Mervin Roman Capeles
Mervin Milagros Román nació en el hermoso pueblo de Yabucoa, un pueblo costero y montañoso a la vez de Puerto Rico. Casada con Juan A. Capeles, se le conoce en los Estados Unidos como Mervin Román Capeles. Melinda Capeles y Paola Capeles son sus dos hijas. Es la orgullosa abuela de Xiomara y Ariela Rowe Capeles. Durante su vida, Mervin ha luchado por pertenecer y ser aceptada por ser mujer, ser puertorriqueña dondequiera que vaya y gritar su orgullo de ser negra. Ha trabajado en varias universidades de los Estados Unidos a saber: SUNY at Fredonia, SUNY College at Buffalo, Clark Atlanta University, Valdosta State University y Valencia Community College. En Puerto Rico Trabajó en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez. Actualmente, fundó y dirige la Casa Autónoma del Arte Mario Enrique Velázquez en Yabucoa, Puerto Rico. Esta entidad es una de base comunal donde se busca ayudar a personas menos privilegiadas y protagonistas de las Humanidades a lograr una economía sustentable a través de sus artes.
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Bajo La Sombra De Los Abuelos - Mervin Roman Capeles
Continedo
Dedicatoria Singular
El hombre civilizado
Los díceres de un huracán
La llave
¡A la limón, a la limón!
El negro angulo
El loco
Hombre gaviota
La Casa
La abuela
La maleta
El cuarto de Víctor
La leyenda de Loida
Un nombre en cuero de vacas
Bajo la sombra de
los abuelos
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
Dedicatoria Singular
A:
• Los abuelos Tino, Mela, Fausto y Cambucha por haberme regalado las memorias que de ellos se escriben.
• A mis preciosas hijas Melinda y Paola Capeles, quienes sufrieron las consecuencias de tener una madre siempre pegada a la computadora. Les pido perdón por el tiempo robado. Estoy muy orgullosa de ambas.
• A mis nietas Xiomara y Ariela, quien algún día entenderán cómo Dios las utiliza para espantar de mí la depresión o momentos feos.
• A mi amado, singular y tierno esposo Juan Capeles, quien me ayudó a llenar huecos de mi memoria con las suyas propias. Quien, además, llenó los huecos de mi presencia en mis hijas con la doble presencia de él.
• A mi amada hermana
adoptiva Evelyn Santiago y a mi sobrina adoptiva por extensión de Evelyn, Shary Tamar Rosario; por haber leído este manuscrito en unas horas solamente para marcar el pulso del pueblo en él. Gracias, por siempre estar ahí, no importando religión, circunstancias ni falta de motivo para quererme como me quieren y hacerme sentir aceptada en todo momento y sobre toda falta. Por buscarme y encontrarme siempre, gracias. Las amo mucho. Son extensión de mi alma.
• A Marlyn Paredes, quien me convenció de que tengo un don de Dios en mis manos, dejarlo escapar sin importar las consecuencias y escribir, escribir y seguir escribiendo. Si me engañaste, te lo agradezco. (Y gracias por tu paciencia y sacrificio de amor.)
• A Roberto Flores, (el padre, por voluntad propia, que me crió) por subvencionar esta obra con el fruto de su sudor laborado. Gracias por amar a mami, a pesar de su enfermedad de Alzheimer. Gracias por hacer tu propia historia Notebook,
historia de la que escribiré algún día para inmortalizar ese sacrificio de amor que llevas a cuestas.
• A Olga Frías, quien me ha acompañado y dirigido en mi paréntesis existencial en Orlando.
• A Iris Lebrón, quien no tiene ni idea de la importancia que tuvo en mi primera etapa de vida. Todavía me acuerdo de tu cobertura en la fiesta de las Niñas Escuchas con el regalo del polvo talco. Gracias a ti, las cosas no tomaron un curso equivocado.
• Antes de que sigan desapareciendo, a la masa humana que componen mi yerno Johnnmy Rowe, mis dos hermanos, hermanas, padre biológico y su esposa, tíos, sobrinos, primos, cuñados y ex cuñadas, suegros, amigos de Yabucoa, Puerto Rico entero, Buffalo, Georgia, Florida, New Jersey, República Dominicana, México, Colombia y el resto del mundo. (¡uau, quién lo diría!)
• A la perdida y ermitaña Aida Heredia. Te puedes esconder en el fondo del mundo, que allí te alcanzará mi persistente amor.
• Por último (¡ufff . . . !) a ti, lector del pueblo, quien te ves retratado en mis escritos, te ríes y los disfrutas porque tienen tu lengua, tu expresión, tus leyendas y tus sueños. Siempre he querido ser escritora del pueblo,
no para la elite académica ni para los críticos. Por eso me mantengo cerca de ti, para nunca perder tus latidos y tu sudor. Aquí estoy, a tus órdenes, para que me cuentes lo que quieres que cuente.
El hombre civilizado
El hombre se miró y maldijo cien veces por haber sido obligado por su creador a vivir. A vivir en unas condiciones tan pésimas. A ser heredero de un mundo que se le antojaba podrido. Y vaya él a saber, que literalmente sabía de todo el mundo.
Lo habían creado patas arriba. Veía el mundo al revés y siempre estaría mirando al revés de todos. Su cabeza estaba enraizada en el bajo continente suramericano. Allí fue que aprendió de teorías sociales y teología del subdesarrollado. Su cabeza se hizo experta en los extremos indígenas y europeos. Siempre fue testigo de la cola de indios descoloridos que la habitaba y de la mierda del blanco argentino con su hablar casi perfecto
con que osan dispararle petardos de idioteces al mundo subdesarrollado.
Su mano derecha estaba clavada en África. Allí podía recoger entre sus dedos y de primera mano
las noticias del creído desaparecido aparthdeist.
Su mano izquierda estaba en la semi olvidada Australia. Cada mañana podía acariciar al cachorro mamífero saltador cangurillo y escuchar las melodiosas notas musicales de la flauta del indio negro.
Su culo estaba enraizado en el Caribe mulato. Y de tanta mulatez lo tenía bailando bomba, plena, son montuno, salsa y merengue. Y así se pasaba las noches cuando se moría de hastío o no quería pensar en nada.
Sus pies ¡maldita herencia! sus pies estaban fijos en la imperialista Estados Unidos de América y en la soberbia Europa. Con el pie izquierdo caminaba con el poder del dólar y con su pie derecho caminaba con la verborrea barroca del francés, británico y español. Y con esos pies dominaba el mundo. Dominaba su cabeza cuando quería pensar, dominaba sus manos cuando querían actuar, dominaba su culo cuando se quería alborotar. Sus pies eran la seguridad de que, a falta de una mejor libertad, al menos podía dominar siempre a alguien.
Menudo ejemplar el hombre ese. No en balde su rabia contra su Creador. No en balde su frustración de un futuro mejor. El Prometeo encadenado del siglo moderno. El condenado a vivir, porque no puede morir. A menos que…
A menos que África deje de ser la escoria del mundo. A menos que Europa deje de ser la primogénita cultural del mundo. A menos que los Estados Unidos dejen de ser los altaneros imperialistas conductores del mundo. A menos que Australia se decida a ser algo en el mundo para que se le recuerde. A menos que la América del Sur deje de ser la plagiadora de los de arriba. A menos que el Caribe deje de ser el culo y cosa fea del mundo conquistado. A menos que… A menos que el hombre estire su dedo y señale a la luna.
Los díceres de un huracán
F.E.M.A. viene. Que esté todo el mundo tranquilo. Que no importa que hayan declarado a Puerto Rico zona de desastre un día antes de la llegada del huracán, F.E.M.A. está seguro. Que no importa que no se caiga cuanta vegetación posible exista en Puerto Rico, F.E.M.A. ya se prepara. Que no importa que la isla completa tenga agua y luz, F.E.M.A. se acerca. Eso no lo impide nadie. Ni los bandidos títeres del litoral que se roben a punto de pistola, macana, bate o lo que sea, los furgones completos de comida de la Cruz Roja Americana. Ni los tenientes, coroneles, mayores, Guardia Nacional ni quien se meta a proteger el agua que se evapora en las manos de los desalmados que gritan concho, que me muero de sed.
F.E.M.A. viene. Y con los millones, a restablecer el área metropolitana, cuna y madre de la civilización puertorriqueña. A poner en orden lo que no