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De la mano de la confianza: Historias que vale la pena conocer para poder repetir
De la mano de la confianza: Historias que vale la pena conocer para poder repetir
De la mano de la confianza: Historias que vale la pena conocer para poder repetir
Libro electrónico210 páginas2 horas

De la mano de la confianza: Historias que vale la pena conocer para poder repetir

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Con estilo franco y abierto, Juan Murguía describe en este libro episodios de su vida profesional; Desde que tenía 18 años que inicia formalmente en Afianzadora Insurgentes, y de la cual fue director por 26 años, hasta hoy que preside el Grupo Financiero Aserta. Cuenta cómo su padre constituye la Afianzadora Insurgentes, la manera en que fueron conquistando mercado, formando a su equipo de colaboradores y desarrollándose como una gran empresa con alma, hasta que la adquirió el grupo financiero Serfín. También narra cómo después de la crisis económica de 1995 en México, Serfín para capitalizarse vendió Afianzadora Insurgentes a otros inversionistas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 ago 2020
ISBN9786078484263
De la mano de la confianza: Historias que vale la pena conocer para poder repetir
Autor

Juan Murguía Pozzi

Es fiador profesional, ha trabajado en el sector afianzador por 5 décadas, al frente de Afianzadora Insurgentes y Afianzadora Aserta. Tiene gran experiencia en microcrédito, fundó FinComún, Servicios Financieros Comunitarios. Ha sido presidente de la USEM (Unión Social de Empresarios Mexicanos), del IMDOSOC (Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana) y preside actualmente el Consejo Consultivo de NAFINSA en la Ciudad de México. En este libro narra cómo ha caminado su vida; De la mano de la confianza, y confirma lo fundamental al crear una organización, confiando en las personas. La confianza da sustento a nuestra sociedad, es fundamental en las relaciones humanas, es la actitud por la cual uno cree en los demás considerándolos merecedores de crédito y respeto, capaces de responder a los acuerdos y a la palabra dada. Gracias a la confianza el hombre se asocia y trabaja en instituciones que generan progreso. A mayor confianza en la estructura, más rápido fluye la comunicación, los costos bajan y la productividad aumenta. La confianza fortalece y enriquece las relaciones, se crea al ser uno congruente con el pensamiento, palabra y acción.

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    De la mano de la confianza - Juan Murguía Pozzi

    Suscripción.

    Introducción

    Ustedes tienen una historia gloriosa para recordar y contar y una gran historia que construir… para seguir haciendo…grandes cosas.

    Hay que mirar el pasado con gratitud. Poner atención a la propia historia es indispensable para mantener viva la identidad y fortalecer la unidad y el sentido de pertenencia. No se trata de hacer arqueología o cultivar inútiles nostalgias, sino recorrer el camino de las generaciones pasadas para redescubrir en él la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores que las han impulsado, partiendo de los fundadores.

    Lo anterior es una oportunidad para

    vivir el presente con pasión.**

    El próximo 2 de octubre, de este año (2017), cumpliré 50 años de haber entrado a trabajar a Afianzadora Insurgentes, empresa que fundó mi padre en el año de 1957; la cual dirigí durante un primer período por 26 años; y luego, ya como parte del Grupo Financiero Aserta, por otros 10, hasta mi jubilación.

    Han transcurrido, también, cerca de 25 años de haber iniciado FinComún, organización empresarial a la que le he dedicado, igualmente, una parte muy importante de mi ejercicio profesional.

    Han sido años intensos en los que, como todo en la vida, ha habido precisamente de todo: momentos de gran alegría y satisfacción, y también, algunos otros de tensión. Sin embargo, unos y otros me han hecho la vida feliz. Y es por eso que he querido escribirlos para compartirlos con mis amigos.

    Al repasar lo vivido durante estos 50 años, he descubierto que mi vida ha caminado de la mano de la confianza.

    En un mundo que parece estar diciéndote que no puedes confiar en nadie,*** he tenido la fortuna de caminar con ella. Dar fianzas es dar confianza. Dar créditos implica, asimismo, confiar y creer en las personas.

    Sin duda, mis mayores aciertos se han derivado de confiar en la gente. He tenido también la gran fortuna de ser objeto de la confianza de muchos otros.

    Es por lo anterior que he querido titular este libro como: De la mano de la confianza; porque, justamente, tomado de su mano comencé a trabajar a temprana edad. Porque me tuvieron confianza cuando me quedé al frente de Afianzadora Insurgentes, cuando apenas contaba con 28 años. Confiado en Dios dejé la empresa cuando fue preciso hacerlo; continué asido de su mano trabajando y sigo así, convencido de la importancia de confiar en Dios y en las personas, como el mejor medio para triunfar.

    Lo mismo me ocurrió cuando fundamos FinComún. Lo hicimos con la confianza de que era posible realizar un sueño y se actuó confiando en Dios el resultado de la aventura. En fin, son 50 años de trabajo tomado de la mano de la confianza.

    Cincuenta años es mucho tiempo de estar ligado, de manera por demás sorpresiva—como lo relato en este libro—a una organización con la que me unen lazos sentimentales muy fuertes. Y he creído conveniente escribir algunas de sus historias, porque estoy convencido de que vale la pena conocerlas para poder repetirlas; y porque no se puede querer lo que no se conoce.

    Me imagino que cuando Dios expulsó a Adán del paraíso terrenal y lo sentenció a trabajar de por vida, le dio—como diríamos hoy en día—cadena perpetua. Sin embargo, seguramente, Adán pudo haber reducido algunos años su condena por buen comportamiento; lo que puede suponerse del hecho de que su nombre, y el de Eva, su mujer, se encuentren en el santoral católico. De modo que, al final, debió haber trabajado unos 50 años. Si esto hubiera sucedido, podríamos suponer, asimismo, que Adán se inició en el mundo laboral, no como asalariado sino como autoempleado, alrededor de los 18 años; entonces, quizás, lo habría jubilado Dios cincuenta años después, como a los 68; ya que en aquel entonces las expectativas de vida de las personas no eran tan largas, como lo son las actuales.

    No sé si Adán se habrá quejado con Dios por la condena que le impuso. ¡Yo no me quejo! Para mí ha sido un premio, no un castigo. ¡Cómo van cambiando los criterios! A Adán, Dios lo castigó trabajando de por vida. A mí me premió dándome trabajo casi de por vida; hasta ahora, durante 50 años: desde los 18 a los 68. Entonces, espero que de este correctivo me siga dando más.

    En una ocasión, hace ya muchos años—con motivo de un ejercicio de integración del equipo de dirección de la afianzadora—que se realizó en Cocoyoc, la persona que lo dirigía nos propuso una dinámica que consistía en pedir a cada uno de los participantes que escribiera en una hoja (para luego comentarlo con todo el grupo), lo que quisiera que dijera su epitafio. Desde esa ocasión elegí uno muy sencillo, que sigue gustándome. Decía solamente: Gracias mi Dios. Y me gusta porque, incluido en mi agradecimiento a Dios, está mi gratitud para todos aquellos de los que Él se ha valido para mostrarme su confianza.

    Les dedico, de todo corazón, estas historias.

    ¡Muchas gracias a todos!

    ________________

    ** Carta apostólica del Papa Francisco con ocasión del año de la vida consagrada. 21 nov. 2014.

    *** Stephen Covey y Greg Link. Smart Trust.

    Un error inolvidable

    Situémonos en el tiempo: era el 26 de abril de 2005. Habíamos logrado ya lo que parecía imposible para arrancar Aserta: localizar una afianzadora que estuviera en venta; acercarnos a sus dueños para ver la posibilidad de adquirirla, negociar la compra, concluirla, levantar el capital, obtener las autorizaciones necesarias para operarla, contratar al personal. Todo estaba ya dispuesto para celebrar el inicio de operaciones. Habíamos arreglado un coctel en el lobby del edificio ubicado en Camino a Santa Teresa 1040; donde, en el séptimo piso, quedarían instaladas nuestras oficinas.

    Nuestros invitados de honor eran José Antonio González Anaya (director de la Secretaría de Hacienda a cargo de la Dirección General de Seguros y Valores), Manuel Aguilera (presidente de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas) y Carlos Abascal (había sido director de Afianzadora Insurgentes durante muchos años y quien, a la sazón, sería secretario del Trabajo del gobierno federal, en el gabinete del presidente Vicente Fox).

    Teníamos más invitados, desde luego: además de la gente de casa (accionistas, otros funcionarios, parientes y amigos), los agentes de fianzas que habían colaborado con nosotros durante nuestra trayectoria pasada en Afianzadora Insurgentes, y que seguían haciéndolo para la misma afianzadora o para otras empresas del sector y otros agentes potenciales. El objetivo que perseguíamos era invitarlos a colaborar nuevamente con nosotros, pero ahora en Afianzadora Aserta.

    Me correspondió el uso de la palabra, para comentar lo de la participación del inicio de nuestras operaciones y sufrí una entendible confusión: en lugar de darles la bienvenida a Aserta—la empresa que se estaba inaugurando—les di la bienvenida a Afianzadora Insurgentes, la empresa fundada por mi padre y para la que trabajé durante 26 años; y que, en ese momento, pertenecía a una empresa estadounidense denominada St. Paul Travelers, que seguía activa en el mercado.

    Mi error no pasó desapercibido. Traté de disfrazarlo, por supuesto, aduciendo que lo había cometido a propósito, para ver si me estaban poniendo atención; pero era evidente que me había equivocado y así lo percibió la audiencia. Inmediatamente surgió un aplauso generalizado con el que la concurrencia celebró mi error y nuestro regreso al mercado, ahora a través de Afianzadora Aserta.

    El mensaje de bienvenida tuvo dos grandes propósitos: rescatar, por un lado, todo el trabajo realizado en Afianzadora Insurgentes; donde, durante 48 años se construyó una relación estrecha con agentes, clientes y colaboradores, y que permitió llevarla al primer lugar entre las empresas del ramo desde 1985 y, por otra parte, dejar señaladas las bases de lo que debería de ser el rumbo de la nueva empresa.

    Mensaje de bienvenida:

    Señor licenciado José Antonio González Anaya, director general de Seguros y Valores de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y representante del secretario de Hacienda y Crédito Público.

    Señor licenciado Manuel Calderón, vicepresidente de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas, y representante del presidente de dicha Comisión, licenciado Manuel Aguilera.

    Señor licenciado Carlos Abascal Carranza, secretario del Trabajo, invitado de honor.

    Señoras y señores:

    Quizás alguno de ustedes, en un lapso de insomnio, se habrá preguntado si pudiera existir alguna relación entre Fray Luis de León, el famoso poeta español y una afianzadora. Quienes hayan contestado que no, acertaron.

    Efectivamente, Fray Luis de León es famoso por esa poesía que dice lo siguiente:

    Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido, los pocos sabios que en el mundo han sido.¹

    Está claro que el inicio de actividades de una afianzadora está muy lejos de representar un acto de huida del mundanal ruido. No tengo duda de que Fray Luis de León no nos tacharía precisamente de sabios, sino más bien como locos de atar.

    Cuenta también la historia que este insigne poeta y humanista español daba clases en la prestigiada Universidad de Salamanca, cuando fue obligado a ir a prisión por causa de una investigación llevada a cabo por la Santa Inquisición. Cinco años después, fue liberado al probarse su inocencia, y regresó a su cátedra en la Universidad saludando a sus alumnos con esta frase: Como decíamos ayer…

    No obstante de que han pasado ya diez años que dejé la dirección general de Afianzadora Insurgentes y que ahora regreso a un sector al que quiero mucho, no puedo saludarlos como Fray Luis de León con ese como decíamos ayer, que parece transmitir la idea de que nada hubiera ocurrido en este tiempo.

    Durante esta última década, el mercado afianzador ha sufrido cambios dramáticos en cuanto a su composición; y, sobre todo, en lo relativo a la normatividad que lo rige. En 1994 había 22 afianzadoras en activo. Hoy sólo quedan 13.

    Respecto a la normatividad aplicable al sector, ha habido modificaciones radicales; que—como consecuencia de la crisis financiera y bancaria que ha sufrido nuestro país a partir de 1995—han exigido, a las afianzadoras, solicitar mayores garantías y cumplir con más requisitos para poder otorgar sus fianzas.

    Por esas razones no vamos a hablar del ayer, sino del hoy.

    Vamos a referirnos a una afianzadora que recoge una historia de 50 años de experiencia en fianzas; primero, como Fianzas Modelo y luego como Fianzas Probursa, para insertarse en el presente como Afianzadora Aserta, para prestar a las personas y a las empresas el servicio de afianzamiento.

    ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué no le hemos hecho caso a Fray Luis de León?

    Porque creemos en el valor del afianzamiento de empresa como actividad indispensable para el sano desarrollo de las relaciones económicas de una sociedad.

    Porque creemos en las personas que, arriesgando su patrimonio, llevan a cabo actividades empresariales, creando valor económico y oportunidades de desarrollo personal y social.

    Y porque creemos, finalmente, en nuestro país y en la capacidad que tenemos los mexicanos de soñar con un México mejor, capaz de dar empleo a toda su gente.

    Afianzadora Aserta surge gracias al apoyo recibido de muchas personas:

    - De sus accionistas, quienes han confiado en este proyecto empresarial y han invertido su capital en esta compañía.

    - De las autoridades hacendarias y de la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros, quienes nos han otorgado las facilidades necesarias para reiniciar operaciones.

    - De sus colaboradores, la mayoría de los cuales contamos—me incluyo, desde luego—con una amplia experiencia en el sector del afianzamiento de empresa y de muchos agentes del sector, que confían y esperan mucho de ella.

    A todos les agradecemos enormemente su confianza y les externamos nuestro compromiso de hacer bien nuestro trabajo.

    Somos una empresa mexicana, integrada por mexicanos que conocen las necesidades de las empresas de este país y que busca ofrecerles alternativas de solución a sus necesidades de afianzamiento.

    Nuestra estrategia empresarial es muy sencilla: dar servicio.

    Con servicio, con un buen servicio a nuestros clientes, pretendemos ganarnos su confianza.

    Aserta no pretende competir por no cumplir con los requisitos que establece la normatividad que le aplica, sino lo ya expresado: dar servicio. Y entiende por servicio, especialmente, la capacidad de atender oportuna y eficazmente a sus clientes y agentes: explicarles lo que se necesita para obtener una fianza, y darles respuestas oportunas.

    Alguien ha dicho que Afianzadora Aserta es un rayito de esperanza. Estamos seguros de que, con el favor de Dios, la confianza de nuestros clientes y el trabajo comprometido de todos sus integrantes, esta empresa no sólo será un rayo de esperanza, sino un sueño hecho realidad. Los sueños y la realidad viven

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