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4 Años Atrapado en mi Palacio de Pensamiento
4 Años Atrapado en mi Palacio de Pensamiento
4 Años Atrapado en mi Palacio de Pensamiento
Libro electrónico337 páginas4 horas

4 Años Atrapado en mi Palacio de Pensamiento

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Información de este libro electrónico

“Estuve paralizado de pies a cabeza, atrapado en mi propia mente. Pero todo cambió cuando un hombre viejo con demencia escuchó mis pensamientos.”

Un adolescente, diagnosticado con una forma rara de meningitis, está paralizado y atrapado en su propia mente. Para lidiar con su encarcelamiento, él se refugia en un mundo imaginario llamado su Palacio de Pensamiento. Pero las líneas entre la realidad y el tiempo empiezan a volverse borrosas y se vuelven en aventuras inesperadas cuando viene un nuevo compañero de habitación – el músico de jazz judío, viejo y franco con demencia.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2019
ISBN9781071520246
4 Años Atrapado en mi Palacio de Pensamiento

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    4 Años Atrapado en mi Palacio de Pensamiento - Johan Twiss

    4 Años Atrapado en mi Palacio de Pensamiento

    Johan Twiss

    Twiss Publishing, Copyright © 2016

    por Johan Twiss

    Todos los derechos reservados.

    Editora: Heather Monson

    Diseño de portada: Micah Wardell

    Corrector de pruebas: Kent Meyers

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida en ningún formato  o por cualquier medio sin permiso escrito del autor. Esta es una obra de ficción. Los personajes, nombres, incidentes, lugares, y diálogos son productos de la imaginación del autor, y no deben ser interpretados como hechos reales o ser usados ficticiamente. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o eventos reales es pura coincidencia.

    ISBN-10: 9781520110523

    dedicaTORIA

    ––––––––

    A Aarón Grant, por escucharme divagando sobre esta historia cuando ella era solamente una idea atrapada en mi palacio de pensamientos.

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    CAPÍTULO 1

    Han pasado dos años desde que recibí mi cadena perpetua. Lo sabía sólo porque mi mamá y mi papá llegaron a desearme feliz cumpleaños.

    Mi mamá cepilló mi cabello rojo hacia atrás, el cual necesitaba un corte desesperadamente ya que estaba tan largo como el de una niña, y apretó mi mano. Ella olía como el detergente de lavanda que siempre usaba para lavar, haciéndome extrañar la casa aún más.

    ­— Feliz cumpleaños número catorce, hijo —, dijo suavemente, aún apretando mi mano.

    Yo quise apretar la suya también, pero no pude. Vi el brillo de una lágrima formarse en sus ojos azules, pero ella parpadeó rápidamente y las lágrimas desaparecieron.

    — Sí, feliz cumpleaños, Aarón —, dijo mi papá solemnemente. El hombre olía a cloro y estaba parado del lado donde yo no lo podía ver. Evitó el contacto visual conmigo como si yo fuera Medusa y lo convertiría en una roca. En realidad, yo me sentí como una de las estatuas de Medusa – atrapado.

    Aprendí sobre Medusa en sexto grado en las clases de inglés. Esto fue hace más de dos años, y desde ese tiempo yo no he ido más al colegio. Probablemente, nunca regresaré allá. Es raro admitirlo, pero yo extraño mucho al colegio. Extraño tener amigos, hacer deportes y leer libros.

    ¿Pero saben que extraño más que todo? Extraño tocar trombón en la banda de jazz. A eso se le llamaba libertad. Ni siquiera sabía lo que era el jazz cuando el director de la banda de la primaria del colegio Ygnacio Valley me asignó a tocar trombón.

    Me dio el instrumento brillante de latón con una parte larga con la forma de la letra U y dijo, Lo siento, pero ya no quedan más saxofones. Necesito que aprendas a tocar esto. Y de verdad yo aprendí. Tocar trombón simplemente me pareció natural, como si la vara fuera una extensión de mi brazo y la campana fuera un megáfono para la música en mi cabeza. Cuando tenía once años, me invitaron a unirme a la banda de jazz de la secundaria del colegio Glenbrook aunque yo aún estaba en primaria. Ganamos el segundo puesto en la competencia estatal en Disneyland. Pero ese fue mi último año en la banda. Fueron los días de la libertad.

    Mi mamá acarició mi cabello de nuevo, interrumpiendo mis pensamientos y trayéndome de vuelta a la realidad.

    — Lo siento, no podemos quedarnos por mucho tiempo —, dijo ella, inclinándose hacia adelante para que su cara estuviera a treinta centímetros de distancia de la mía. Su cabello gris largo estaba atado en un moño apretado, y las arrugas alrededor de sus ojos profundamente azules habían crecido durante estos dos años.

    Papá se acercó a mí, donde lo podía ver, y empezó a pasar los cinco canales disponibles en la televisión vieja de blanco y negro que estaba en mi habitación. El hombre parecía como una estrella envejecida de las películas latinoamericanas, con sus hombros anchos, su cabello de color negro azabache con parches reales de cabello gris en los lados, y su piel perfectamente bronceada. De alguna manera no poseo estos genes, con mi cabello rojo, pecas, y la piel que se quema dentro de cinco minutos a la exposición al sol. Pero probablemente nunca me quemaré de nuevo. Por lo menos esto es una ventaja.

    La recepción de la televisión vieja era horrible. Aunque no me importaba. Nunca podría cambiar los canales o hacer algo con esto.

    — Nosotros vamos a una fiesta de trabajo hoy en la noche —, dijo mamá, tratando de mantener una conversación unidireccional. — ¡Tu papá es el mejor vendedor de piscinas del año! Le van a otorgar un premio y un viaje gratis a Hawái. ¡No es emocionante!

    Por eso él está tan bronceado – por haber pasado todo el verano afuera vendiendo piscinas en California. Su éxito no me sorprendió. Papá siempre había sido bueno hablando y un trabajador determinado. Antes de mi encarcelamiento nosotros habíamos pasado horas haciendo proyectos juntos, por ejemplo construyendo mi vieja casa de árbol, y él me había contado historias divertidas de su infancia en una finca en Colorado. Según mi mamá, papá trabajó muy duro durante el año pasado, desde el momento que empezó mi encarcelación.

    Papá siguió girando la antena del televisor, golpeándola y susurrando palabrotas. La empujó varias veces, tratando de obtener una imagen clara del juego de baseball de los Gigantes, y subió el volumen para compensar la mala calidad de la imagen. La voz del locutor tronó desde el televisor.

    Es casi el fin de la partida y Will Clark está listo para batear por el equipo de los Gigantes de San Francisco, este sábado tibio y fresco. Estamos aquí, en el Candlestick Park. Los Dodgers le están ganando a los Gigantes, el tanteo es 3-1 con los corredores en la segunda y tercera base con dos outs. La estrella de los Gigantes, Will El Emocionante, tiene una oportunidad para empatar el juego con el hit.

    — Linda, no le importa —, dijo mi papá a mi mamá. — El muchacho ni siquiera te puede escuchar.

    — ¡No lo sabes! — gritó mi mamá con una mirada punzante. — Ojalá tú hablarías más con él. ¡Por el amor de Dios, es su cumpleaños! ¿Ni siquiera puedes hablarle a tú propio hijo en el día de su cumpleaños, verdad, Robert? ¡Prestas más atención a este viejo televisor y un tonto juego de baseball que a tu propia sangre!

    Bola rápida fuera de la esquina del plato. Strike 1, anunció el locutor.

    Mi papa dejó de jugar con la antena y miró hacia arriba a mi mamá. — Linda, ¡no empieces de nuevo!

    Nuestros ojos se encontraron por un momento hasta que giró su cabeza y el contacto visual se rompió. Papá inclinó la cabeza, su cuerpo estaba como congelado. Tal vez soy Medusa.

    Le pegó duro a la bola! Pasa cerca de la línea de la tercera base... y está fuera. La bola está fuera. Strike 2.

    — Yo...yo —, tartamudeó papá. — Oh, Linda, yo no puedo hacerlo.

    Él echó las manos a la cabeza, y yo lo vi dándome la espalda, con sus hombros caídos, desapareciendo de mi vista. Sus pasos resonaron en el pasillo largo fuera de mi habitación.

    Mi mamá tosió ruidosamente. — ¡Este hombre me vuelve loca! ¡Te lo digo enserio! Oh, Aarón. No dejes que te afecte. Quiero que sepas que tu papá te quiere. Y yo también. Este... cambio... es solamente difícil para él.

    ¡Difícil para él! ¿Y qué hay de mí?

    — Te queremos, Aarón. No estaremos aquí durante las dos semanas que vienen - vamos a Hawái, a este viaje que fue regalado a tu padre. Tu papá necesita vacaciones, y esto será bueno para él. Te volveremos a visitar cuando regresemos. Feliz cumpleaños, hijo.

    Apenas salieron de mi habitación, el olor de cloro y lavanda se desapareció también. El reloj estaba en la zona de mi vista, y yo calculé rápidamente por cuánto tiempo se quedaron mis padres esta vez. Ocho minutos y treinta y tres segundos. Yo solté un respiro en mi mente. Ellos no solamente me visitaron menos – sus visitas fueron más y más cortas cada vez.

    Will Clark toma su tiempo para entrar al cajón de bateo. El tanteo es 0 bolas y 2 strikes. El jugador se enrolla y lanza la bola... Él hace un swing, a la curva rápida, pero baja y alejada. Strike 3, y así se acabó el juego, amigos.

    Me pregunto si un día ellos dejarán de visitarme.

    ***

    Mi encarcelamiento cruel es una consecuencia del maldito columpio de cuerda en las aguas turbias de Dingleberry Creek[1]. Podrían pensar que con un nombre como Dingleberry hubiese sido más cuidadoso. Fue allí donde hace dos años sellé mi destino.

    Era una tarde ardiente de julio en Bradley, California. ¿Nunca han escuchado de Bradley? Bueno, no serían los primeros. Este día también era mi último en Bradley antes que mi familia se mudara de una granja de California central a la ciudad en el área de la Bahía llamada Concord. Mi papá obtuvo un trabajo nuevo como un vendedor de piscinas, y, a pesar de mis protestas constantes, nosotros íbamos a mudarnos.

    Mis mejores amigos, Mike y León, planearon darme una última aventura en nuestro pequeño pueblo. Montamos nuestras bicicletas y nos dirigimos hacia las rampas sucias las cuales construimos en un campo abandonado, y después jugamos basquetbol en el parque. Para refrescarnos, paramos en una tiendita para tomar un batido, y terminamos el día saltando de la cuerda en una poza vieja de Dingleberry Creek.

    ¡Qué buenos tiempos!

    Tres días después me encontraba en una ciudad nueva, sin amigos, celebrando mi duodécimo cumpleaños en una camilla del hospital, sin poder mover ni un músculo.

    Los médicos hicieron todo lo que era posible para ayudarme, y me trasladaron al Hospital General de San Francisco para ver un especialista. Me pincharon con muchas agujas, hicieron varias pruebas, y escanearon mi cerebro. Nada de esto me hizo sentir mejor.

    — Creemos que su hijo tiene una forma rara de la meningitis criptocócica —, había dicho a mis padres el doctor McPhearson, el especialista. Este doctor era joven y tenía una nariz pequeña como la de un de cerdo y los bigotes frondosos de color marrón. Parece que estos bigotes intentaban ocultar sus notables fosas nasales.

    — ¿Ha Aarón pasado mucho tiempo al pie de los eucaliptos? ¿O consume tierra regularmente ya que tiene una gran cantidad de excrementos de aves? — preguntó a mis padres.

    ¿Enserio? Digo, ¿qué clase de preguntas son éstas?

    Claro que sí, ¡doctor! El bocadillo favorito de nuestro hijo es cacas de pájaros mezclados con un poco de tierra. Y le gusta mucho oscilar como un koala en un bosque de eucaliptos en nuestro patio.

    Por eso me gusta llamarlo Doctor Idiota.

    Mis padres estaban confundidos por las preguntas raras del Doctor Idiota y simplemente respondieron No.

    Pero las preguntas del médico me dijeron exactamente donde yo recogí mi meningitis. Fue en Dingleberry Creek. Un genio había plantado un montón de eucaliptos alrededor de la poza, y los arboles atrajeron a muchos pájaros. Supongo que yo ingerí algo en el agua y me enfermé. Pero no hay ningún modo en el que se lo pueda decir a mis padres.

    Me acuerdo que pensé, Tal vez el Doctor Idiota no es tan estúpido, después de todo. Fue lo bastante inteligente para hacer el diagnóstico correctamente. Pero él siguió hablando, y destruyó mi teoría completamente.

    — Sr. y Sra. Greenburg. Tengo que ser honesto —, continuó el Doctor Idiota. — Estoy obligado a decirles que su hijo es como si estuviese muerto. No está respondiendo absolutamente, y está en un estado vegetativo. Tenemos dudas muy grandes de lo que él les pueda escuchar o incluso reconocer. Creemos que la meningitis le ha causado un daño cerebral grave e irreversible.

    Esperen. ¿Qué acaba de decir?

    ¡¡¡NOOOOOOO!!!

    ¡ESTOY AQUÍ!

    ¡LES PUEDO ESCUCHAR!

    MAMÁ.

    PAPÁ.

    ¡NO ESCUCHEN AL DOCTOR IDIOTA!

    Pero no sirvió para nada. ¿Qué podía hacer yo? Ellos no me pudieron escuchar y yo ni siquiera pude mover mis párpados para llamar su atención. Se movieron involuntariamente, igual como mis intestinos. Sí, asqueroso, yo sé. Todo lo que pude hacer es escuchar y mirar fijamente hacia adelante, atrapado para siempre.

    Mis padres intentaron cuidarme en la casa, pero tres meses después no pudieron soportarlo más. Estaban demasiado viejos y demasiado ocupados para proveer el cuidado al tiempo completo que yo necesitaba. Además, todo el estrés provocó peleas entre ellos, y yo escuché cada grito. Me ponía enfermo saber que yo era la razón de sus disputas. Supe que no era mi culpa, pero igual. De hecho, fue la culpa de Dingleberry Creek. ¿Mencioné que odio a Dingleberry Creek? Si no, pues sepan que yo lo odio – y mucho.

    Seguimos...

    Mencioné que mis padres son viejos, y de verdad es que lo son. Soy el hijo único, una sorpresa de Dios, como diría mi mamá. Intentaron tener hijos por años y se resignaron al hecho que esto no pasaría jamás, hasta que mi mamá se quedó embarazada milagrosamente a la edad de cuarenta y seis años. Ahora ella tiene sesenta años, y mi papá tiene sesenta y uno. No estuve mintiendo cuando dije que eran viejos.

    Pero ahora su sorpresa de Dios, yo, había puesto su mundo al revés por segunda vez. Casi no puedo culparles por aceptar moverme de la casa al centro de cuidado para ancianos llamado Restwood Suites, el cual está a unos pocos kilómetros de distancia en la ciudad vecina de Walnut Creek. El gerente de Restwood estuvo de acuerdo en recibirme, aunque yo aún era menor de edad. Además, el precio era moderado, o por lo menos, lo escuché así mientras mis padres lo discutían.

    La comida y el entretenimiento, por otro lado, son sumamente dudosos. Me alimentan a través de un tubo colocado en mi estómago, pero lo que sea que ellos pongan adentro convierte a mi estómago en un Benedict Arnold[2]. Aprendí de él en el colegio también.

    La comida me da unos dolores horribles por los gases, y cuando mi cuerpo empuja el gas, yo ni siquiera puedo alejarme o culpar a alguien más. Es terrible, yo sé.

    Durante las primeras semanas en Restwood no hubo diversión de ninguna manera. Todo el día miraba solamente hacia la pared que estaba al frente de mi cama y al cuadro de un cuenco de frutas en la mesa. Pasaron horas y horas de aburrimiento interminable, y yo empezaba a sentirme que estaba acercándome al borde de locura.

    Pero un día todo eso cambió. De alguna manera yo tiré este cuadro de frutas en el nuevo mundo creado en mi cabeza. Es el lugar que me gusta llamar mi palacio de pensamientos.

    Era un castillo gigante rodeado por campos verdes ondulantes, bordeados por un bosque denso y oscuro. Aquí, en el palacio, las frutas cobrarían vida y nos embarcaríamos en unas aventuras salvajes, peleando contra las hormigas de talla humana que nos atacaron, salvando el mundo de los robots que eran como arañas, y haciendo carreras en los Corvettes por los caminos de tierra en los terrenos del palacio.

    Exploré cada pulgada del palacio, o, por lo menos, tanto como sea posible, con la ayuda de las frutas. Aunque la mayoría del castillo permanecía sin cambios – por ejemplo, la sala del trono, la sala de banquetes, la cocina y el arsenal, - las otras partes siempre estaban cambiándose, como la torre norte del reloj. Sin importar lo que intentamos, nunca pudimos encontrar el pasillo hacia la torre más alta del palacio.

    Pero después de una aventura muy larga, en la que nosotros tratamos de llegar hasta la torre norte peleando al mismo tiempo contra una fuerza invasora de las vacas púrpuras extraterrestres, yo estaba desfalleciendo de hambre. Así que no tuve otra opción que comerme a mis amigas – las señoras Naranja, Manzana y Banana. Comí las frutas lentamente, disfrutando cada bocado jugoso, y recordando su dulce sabor, el cual ya no podía comer. Después de terminar el bocadillo, ya no pude traer el cuadro a vuelta a mi palacio. Me sentí muy avergonzado por comerme mis amigas.

    Por suerte, una enfermera bien intencionada llamada Penny donó un televisor viejo en blanco y negro para mi habitación. Todas las otras habitaciones tenían los televisores a color, como me dijo la enfermera, pero el gerente de Restwood decidió ahorrar dinero y no poner un televisor así en mi habitación ya que supuestamente mi cerebro estaba muerto.

    Tacaño.

    Como la recepción del televisor viejo era mala, la enfermera Penny trajo una película de su casa y conectó el reproductor de videocasetes para que yo podría ver algo sin interferencias.

    Lastimosamente, ella trajo solo un casete con dos episodios de Plaza Sésamo de 1976, grabados en la casa. ¡Vamos, Penny, es 1987! Top Gun, Cortocircuito, y Karate Kid 2 salieron en casetes el año pasado. ¡Si me traes una de estas películas, sería totalmente genial! Y yo sigo viendo un comercial con imagen granular de una película que se llama Princess Bride.

    Suspiro. Bueno, suspiro en mi mente ya que no puedo hacerlo en voz alta.

    Jamás veré ninguna de estas películas. En vez de esto veré los mismos episodios de Plaza Sésamo, cada mañana, por el resto de mi vida.

    Les digo una cosa. Si escucho otro sonido de trueno, y El Conde Contar diciendo "catorce patatas fritas, AH-AH-AH" otra vez, lo podría tirar en mi palacio de pensamientos y golpearle catorce veces en la cara, AH-AH-AH.

    CAPÍTULO 2

    Escuché a Barry Jackson caminando en el pasillo y tarareando una melodía, y olí el aroma de limpiador de pino apenas entró a mi habitación. Barry era el conserje y uno de pocos empleados afroamericanos de Restwood. Siempre le escuché silbando o canturreando algo mientras él estaba en el vestíbulo. Este hombre siempre era rápido y tenía una sonrisa amable. Además, él siempre me hablaba como que yo fuese un humano. Sus visitas y nuestras pseudo-conversaciones eran unos de los pocos hitos de mi semana.

    — ¿Adivina que, mi viejo amigo Aarón? — preguntó Barry en su voz ronca mientras que estaba trapeando el piso, entrando y desapareciendo de mi vista.

    ¿Qué, Barry? Me dije a mi mismo.

    Me respondió como si él pudiera leer mi mente.

    — Desde hoy vas a tener un compañero de cuarto! Un hombre nuevo se muda aquí. Se llama Solomon Felsher. Es un poco... — Barry inclinó su cabeza hacia mi zona de vista, silbó e hizo un movimiento circular con el dedo cerca de su oreja. — Pero él solía ser un músico de jazz famoso. De hecho, yo tengo uno de sus viejos discos. Ay Señor, este gato sabe tocar el saxo. ¿Me pregunto si firmará el disco para mí?

    Genial, ahora voy a tener un viejo loco a mi lado. Es fantástico que él es un músico de jazz, pero espero que él no ronque.

    — Espero que no ronque —, dijo Barry.

    Sí, es exactamente lo que yo acabo de decir.

    — Mi esposa ronca como un tren de carga. Me vuelve loco. — Barry dejó de trapear el piso y se paró al frente de mí. Su sonrisa brillante estaba desapareciendo mientras que fruncía el ceño, haciendo que unas arrugas profundas aparecieran en su frente de color marrón oscuro debajo de su cabeza calva.

    — Yo sinceramente no sé si lo soporto más. Digo, mi esposa y su ronquido. Puedo dormir en el sofá, pero si lo hago, esto la va a decepcionar, estoy seguro. Le dije que estaba roncando, pero ella no me cree. Solamente piensa que yo quiero dormir en el sillón y así me escaparé de ella en la noche. ¡Dios sabe porque piensa así! ¡Hemos estado casados por veintiocho años largos! Amo a esa mujer. No me malinterpretes, pero a veces ella habla demasiado directo... y se pone mandona. A veces me pregunto porque estoy con ella, ya que nuestros niños han crecido y ya no viven con nosotros.

    Barry hizo una pausa y me miró en los ojos. — ¿Y qué piensas tú, Aarón?

    La gente hace esto todo el tiempo. Por alguna razón se sienten obligados a compartir sus problemas y secretos ocultos conmigo. Probablemente es porque soy como una mascota – digamos, un perro que no puede contestar. Todo lo que puedo hacer es sentarme y escuchar, incluso si no quiero hacerlo.

    Barry, deje de quejarse, dije yo en mi cabeza. La vida podría ser mucho peor. Créame.

    Barry cabeceó y siguió trapeando, saliendo de mi vista al limpiar la esquina de mi cuarto. — Sabes, es una buena idea. Me compraré unos tapones de oídos en camino de regreso a la casa, y le debo conseguir un bonito ramo de flores. Allí en el patio ellos tienes un montón de las flores silvestres. Quizás me escabulliré por allá cuando termine mi turno y le llevaré unas. ¿No se lo dirás a nadie, verdad, Aarón? — dijo Barry con un guiño.

    Jajá, muy gracioso.

    Barry movió su trapeador de un lado para otro, apareciendo y desapareciendo de mi vista. Terminó de limpiar la última esquina y se dirigió hacia la puerta.

    — Gracias otra vez por escucharme —, dijo antes de salir. — Y no trates de sorprendernos levantándote y empezando a caminar – todavía no. Es que el piso aún puede estar deslizante. Nos vemos la próxima semana, Aarón.

    Nos vemos, Barry.

    Después que Barry se fue, el olor del limpiador de pino se desvaneció. Yo estaba esperando a que la enfermera Penny viniera a revisar mis signos vitales, y a poner el Plaza Sésamo. Pero por alguna razón ella estaba tardando. Esto jamás ha pasado antes.

    Aburrido, empecé uno de mis pasatiempos favoritos el cual llamo Mira al reloj. Básicamente miro al reloj y le dejo ponerme en un trance.

    Tic, Tac, Tic, Tac, Tic, Tac, Tic, Tac, Tic, Tac, Tic, Tac...  

    A veces pongo el reloj en mi palacio de pensamientos donde está colocado en un lado de la torre norte del castillo, parecido a Big Ben en Londres. Después yo monto la manecilla de minuto que se mueve en círculos como la rueda de la Fortuna. Y si me siento loco, entonces salto al segundero y lo agarro bien mientras se vuela haciendo círculos. Pura adrenalina.

    Las nueve en punto. Esto significaba que la enfermera Penny oficialmente tenía treinta minutos de retraso. Dejé de jugar el Mira al reloj, pensando si alguien iba a venir y ver como estaba yo. En este mismo momento, escuché a un hombre gritando en el pasillo.

    — No necesito la silla de ruedas. Yo sé cómo caminar. ¿Y este kibitzer [3]? ¿Quién es? — gritó la voz de hombre. Él tenía un acento claro. ¿Costa oriental? ¿Tal vez, Nueva York?

    — Papá, relájate. Este es el gerente, el Sr. Wilson, y la enfermera de turno, la Srta. Penny. Vas a quedarte aquí por un tiempo, y el Sr. Wilson y su personal te cuidaran bien —, respondió una voz femenina la cual no reconocí.

    Oy vey [4], mi propia hija está desechándome como si fuese un zapato viejo. ¿Por qué no me dejas solo en la casa donde yo pueda envejecer y morir como un judío honesto?

    — Papá, no estás bien. Ya hemos hablado de esto. Tu demencia empeora, y para tu seguridad tienes que estar vigilado constantemente.

    — ¿Demencia? ¿Qué demencia? Ni siquiera sé qué significa esto. ¡Ay! ¡Cuidado, imbécil! ¡Pegaste mi pie con la puerta! ¿Quién te enseño manejar esta cosa?

    — Lo siento, Sr. Felsher —, respondió la voz nasal. — Si Usted pudiese mantener sus pies solamente en el reposapiés, sería de gran ayuda.

    Oh, genial, pensé yo, al reconocer esta voz nasal y el olor viciado de los cigarrillos del Sr. Wilson, este gerente tacaño de Restwood Suites.

    Por suerte, el olor de la menta, que provenía de la enfermera Penny, y dos olores nuevos – de pan horneado y del loción para después de afeitar – cubrieron el olor del Sr. Wilson cuando todos ellos entraron a mi habitación.

    — Oy! No habían aplastado tanto mi pie desde que Buddy Rich le dejó caer un bombo sobre él en 1963 – que descanse en paz el hombre. Sabes, él se murió este año. Dijeron que tuvo un tumor cerebral. Tal vez yo también tengo un tumor

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