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La Cantuta De Trifona
La Cantuta De Trifona
La Cantuta De Trifona
Libro electrónico164 páginas2 horas

La Cantuta De Trifona

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Considero que puede ser una narracin cautivante por su gran contenido espiritual, porque trat por todos los medios ser ms bien realista en sus aclaraciones, que una simple manifestacin que se ve y se lee por todas partes.

Asimismo estar demostrando como las introducciones antisociales en el seno de las familias, acarrea gran distraccin en el futuro de la descendencia, y an en la misma sociedad.

Espero igualmente que tomen como pura casualidad de la animacin, los nombres que se manejan en los relatos.

Y se recomienda a los lectores que lo lean dibujando cada hecho en su mente, para influir de esa manera en el movimiento y la virtud de la aventura, para su provecho y de participar con los autores en los coloreados momentos, juzgando en vuestra imaginacin los momentos anmicos y difciles.

Despus quiero que recuerden, que los hechos, muchas veces, superan a la propia realidad de la vida. Por lo tanto est de ante mano avisado y que disfruten la aventura. Adems que se encuentre cmodo con la novela, hasta el fin de la leyenda, para satisfaccin de todos y de habernos conocido.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento10 jul 2012
ISBN9781463331412
La Cantuta De Trifona
Autor

Victor Enríquez

Victor Enríquez, nació en la ciudad de Coronel Bogado, (Itapuá) Paraguay. A la edad de 8 años empezó a escribir su primera poesía a la maestra, y después siguió escribiendo en pedazos de papel para más tarde completarlos. A su temprana edad paso a vivir en Asunción, la capital del país donde dio por cumplido su obligación cívica, pero sin dejar de escribir. En Buenos Aires, Argentina, cursó la especialidad de Construcción de Edificios, que le sirvió para mantenerse económicamente, sin dejar de escribir hasta completar los libros “La Isla de Togo-Togo”, “Dina” y “El huerfanito.” En New York, adquirió la Licencia de Construcción de Edificios de donde formo su propia empresa, pero siguió escribiendo sus novelas hasta completar los libros “Vigilante de Cuadra”, “El hermoso Rey de Gualantu”, “Déjame Vivir mi Vida” y “Avelín de Coronel.” Unos años después se fue a vivir en Miami, donde está radicado hasta el día de hoy. Aquí escribió “La Cantuta de Trifona” y “El Castillo de Pelagio y Catrina.” Además escribió “Ensayo y Crítica Literaria” para ayuda profesional, que pasó por consideración en el Ministerio de Educación y Cultura en Asunción, Paraguay, en el año 2004, por su posible implementación en los estudios del alumnados.

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    La Cantuta De Trifona - Victor Enríquez

    CAPÍTULO 1

     

    La Cantuta es un pueblo enclavado entre varios Arroyuelos, y cuenta con múltiples tajamares con sus encapotados camalotes.

    En sus alrededores se exponen con sus atracciones diversos esterales, pintados con los colores del arco iris al Sol. Y en su perímetro enumera a dos caudaloso ríos que recorren con su profunda marejada, proporcionando unos paisajes de un bello amanecer.

    Es por eso qué a La Cantuta la llaman la codiciable de todos, por su gloria y su gran esplendor.

    También como un suceso más de los muchos milagros, se cuentan de la vida de una joven mujer que la suerte la acompaño siempre, a mantenerse en los mejores deseos en sus albores.

    Hasta que de repente entro la travesura juvenil en su benevolencia a desgraciar su destino con agria consecuencia.

    Asimismo el lugar de sus nacimientos se denomina con el nombre de San Loreto de Asís. Octavo barrio del pueblo.

    Cuentan además la gente de pueblo, que el padre de la joven fue siempre el Caporal Municipal del lugar, es por eso que la muchedumbre lo recuerda a la apasionada joven de apelativo Trifona, hija única del caudillo Municipal de La Cantuta.

    Pero en una de esas tardes de verano muy caluroso, casi al crepúsculo, imprevistamente le vino en la memoria a la joven patronímica, la vigilia horrible que tubo la noche anterior, estando en su recamara tratando de descansar del que hacer de sociedad.

    Pues se hallaba con un clima de verano y de continuo ventarrón penetrante que volteaban vigorosamente en su destartalada ventana. Sin dejarla tan siquiera un segundo de tiempo a descansar.

    Porque hacían galas, los truenos amenazadores con su plegaria de relámpagos estridentes, que la tenía en comprometida molestia, con los nervios en puntas, por cuanto que no podía reconciliar el letargo tanto deseado por ella.

    Igualmente ella se impacientaba por el significado del sueño, que tanto le traicionó a la media noche. Qué no pudo comprender el horrible sentido de la angustia, y se lleno de expectación que le consumían a cada rato más.

    Entonces la joven muy atribulada, se busca algún medio para descubrir el sentido de la pesadilla que padeció. Por el horrible impactó del mal dormir, y del impetuoso temporal que habían hecho pedazo sus ilusiones de caminar sola por las veredas del pueblo de La Cantuta.

    Desde entonces la Trifona sufrió una fuerte incertidumbre en su entraña, y más porque en su hogar con sus padres, ella nunca halla repuesta satisfactoria a sus dudas, como joven que era.

    Pues se aburría del impasse, aunque igualmente trato de buscar algún panorama nuevo en que discurrir, y salir de la viciada época, que la sociedad de La Cantuta le trazo en sus caminos, para que viviera forzadamente y sin remedio alguno salir de la holgazanería.

    Luego llena su mente y corazón con el necesario argumento para resistir la mala experiencia, y caminar por las calles empedradas y desgastadas, por el trajinar de millares de personas ociosas y sin saber ningunos de ellos, que solución tendrá.

    Después de este serio acontecer que ella vivió en su habitación y del luctuoso miedo de lo que soñó, y de sus nervios que le traicionaban, porqué siempre se paso pensando en lo peor que le puede suceder en cualquier momento.

    La razón ya estaba en su mente, entonces al amanecer del día siguiente, muy anticipado y antes que nada sucediera busca en su intelecto la solución exacta para su mal.

    Luego al momento se tira a la búsqueda del entendido, por las calles y por las veredas de su pueblo de La Cantuta lo antes posibles. Porque se sentía enloquecer y ya no podía seguir así por mucho tiempo más.

    Por si en caso encontraba algún Sabio en la materia, para que le diera la respuesta exacta de la temporera opresión, que consiguió en su cama desesperándole hasta el desvarío.

    Y sin pensar dos veces salías para tal fin, con firme decisión en su corazón y antes que haga estrago en los demás componentes de su hogar tan feliz, y de muy afinada categoría.

    CAPÍTULO 2

     

    Una vez por los caminos, Trifona se encuentra fastidiada de la vida, y deambulando dobla por la esquina de la calle vieja de El Reten, y desde ahí observa salir a puro tropezón del Banco de la Nación, al contador público, el flaco don Salgado.

    Con unos cuantos libros de tapas negras y de impávido números fraudulentos, arraigados en la sociedad de La Cantuta, debajo de sus brazos transpirados y de mal olor.

    Además de esto, el aludido contador casi tropieza con la joven con problema, en medio de la calle apestada de perros callejeros y caballo montados por labriegos campesinos, que pululaban a esa hora del día vendiendo su producto a vivo clamor.

    Y de pronto el calculador de los números tramposo, se huelga enfrente de la adolescente para observarla malvadamente.

    Que le habló airado y muy desorientado y le dijo:

    —¿Por dónde anda caminando su padre churumbel, muchacha soñadora y mal encaminada por la vida? -Pero como le parecía poco la introducción al señor, agrego algo más irritante a sus reclamos.

    Después de acomodarse sus gruesos y sucio bigotes, con restos de tabaco picado que cubrían sus labios superior. Al rato después y con voz de un arrogante.

    Les volvió a decir:

    —¡Seguramente que se escondió, el pobre infeliz! El miserable de tú padre, para no pagar su cuenta y como debe ser. ¿Verdad que es así hija de un sinvergüenza? -Después sin pensar dos veces el flamante hombre de los números aniquiladores.

    Se fija de nuevo en la joven para intimidarla aún más con su mirada, y sin interesarle que en ese momento la Trifona se encontraba amenazada por lo soñado.

    Pero al momento, como un milagro nacido de algún poder oculto, la inocente Trifona observa al acusador de su padre. Y trata de no mirarlo por mucho tiempo, porque le estaba reprochando salvajemente en su corazón.

    Por haber convencido a su progenitor, meses atrás, sobre un suculento préstamo bancario de bajo interés, para que arreglara la casa, asimismo pagaran algunas cuentas atrasadas que tenia.

    Ante ese percance de los momentos, Trifona exalta el ambiente con su indiferencia idealista, aprendida de su tía la Lic. Nelida del Barro, una ex empleada del Impuesto Interno, y sé marcho al santiamén, como si nada hubiera pasado ahí.

    Dejando de esta manera al impertinente contador público, con la molestia y sus achaques rutinario de hombre flaco, pertinente y destrozador de gente nobles.

    Una vez que se vio burlado el tenaz contador por la joven rebelde y contumaz, según él, también como conto después el afectado profesional, a cuanto persona pasaban por el lugar, y sin mirar a quién decía eso. Y la crítica vertida era muy desagradable y de horrible parecer a los oídos de la pobre Trifona.

    Después el aludido contador se marcha con más enojo que antes, caminando alocadamente por el medio de la calzada de La Calavera, y sin mediar a ningún peligro a sus pisadas de un hombre testarudo que era, hasta desaparecer de la vista de Trifona, entre la multitud de personas que iban caminando calles abajo, con el tropel de gente y animales de campo que apestaban con el sudor.

    Pero al momento la Trifona siguió su camino, y cuando llego al final del viejo edificio del Banco de Fomento, le vino en la memoria de haber dejado su monedero en casa y volvió de pronto a buscar, porque a su padre siempre le gustaba revisar su bolso.

    Apenas pudo pisar la entrada del portón principal de su casa, se paro bruscamente, para escuchar un vocifero acalorado de su padre, que discutía con el Contador público, de la gran mentira en que le obligaron a firmar unos Contratos Falsos y comprometedor, para adquirir el bendito dinero de la salvación.

    Aunque la manera de plática ruidosa y de griterío le era tan familiar a ella y en nada le perturbo. Porque también estaba muy acostumbrado a ese régimen de comunicación entre el parentesco y la gente de pueblo con quiénes ella con vivía.

    Por ese motivo paso de largo por el pasillo lateral de la casa hacia su dormitorio. Sin que también el mismo guardián de la casa el perro llamado Tuki, se enterara de su presencia. La Trifona entra en su habitación por la raída ventana, sin hacer ruido alguno.

    Una vez adentro se adueña del bolso, y se cercioro primero si faltaba algo de sus ahorros. Pero una vez que vio que el monedero estaba por suerte intacta, torno a salir por la destartalada ventana para continuar con sus curiosidades y al fin, de hallar a los amigos del bien que ella tanto ansiaba conocer.

    Y tener comunicación con ellos, porque ya estaba muy cansada de la viciada vida que estaba llevando, con sus familiares y la gente de las vecindades del viciado pueblo.

    Recorrió por las hermosas calles, que estaban forradas de flores primaverales, y colmadas de servidores ocasionales, con su canasto sobre la cabeza, ofreciendo al visitante su producto culinario de chipa de almidón y empanadas de carne.

    Mientras que otros personajes, también transitaban con su carrito de artesanía de barros cocidos decoradas con primor.

    De la misma manera que ante, sintió ella la gran necesidad de seguir adelante, hasta que llego muy cerca de la vieja Cancha Deportiva del Club Caballero, allá se encontró con un joven que venía caminando por el costado de la ruta sin interés alguno.

    Al parecer del distrito de San Rafael, que además dice que se vino por unos consejos de una verdadera dama, buscando mejoría para su porvenir y la de su muy trasquilada familia.

    Después de un buen rato de estar charlataneando con el caballero, Trifona le invito a pasar a su casa. Para ver si podían entre los dos, de alguna manera cambiar algunas ideas fructíferas para su futuro.

    Qué muy bien vendría al caso las tal metodología, a inventar entre los dos en exclusividad para el futuro.

    Y si quizás se fuesen más lejos con sus inquietudes juveniles. Si total ya ambos jóvenes eran desarrollado de edad, y con plena libertad de hacer lo que quieran, por el bien de su porvenir, con tal que los hagan caballerosamente.

    Una vez por el camino, el joven visitante se dio a conocer a la también chaval infanta con su nombre propio.

    Cuándo muy delicadamente casi a los oídos les dijo:

    —¡Mi nombre es Osadito mi amiga! Así me llaman en casa, por cuanto que siempre me antoje ser el primero de las familias. ¿Y cuál es el tuyo si se puede saber? -Describió así ligeramente el atrevido bautizo.

    Era el pobre de color morenito, muy curtido por la inclemencia del sol y del mal trato, aguantado desde su niñez. Asimismo tenían unos ojos claro, muy sufrido pero de gran animosidad juvenil.

    Aunque aparentaba con cierta seña de campesino terco, y estropeado por el viejo ambiente arrabalero del tiempo vivido allá en su infancia con los suyos. Como frutos del maltrato no deseado.

    Pero de igual modo, a Trifona le pareció muy simpático el apuesto caballero, y enseguida ella también le contesta con un tono muy femenil, aprendida de su tía Eloísa del Barrio.

    Dándose a conocer por su nombre propio acogedora mentes, y sin dejar duda que a ella también le esta simpatizando el gallardo caballero. Y más aún para entablar una amistad armoniosa con él.

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