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Nudo Azul
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Libro electrónico152 páginas2 horas

Nudo Azul

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Información de este libro electrónico

Jorge Chávez es médico y escritor. Esta doble profesión le ha permitido tocar el alma propia y la de sus pacientes para transformar el dolor en palabras sanadoras que se nutren de esperanza, no de una vana e ilusoria esperanza, sino como dice el autor: "de una esperanza azul que se apoya en la realidad interna, en la conexión consciente con la fuente de la vida, la que sabe que sus capacidades y talentos no le son propios, son el resultado de una interacción de pensamientos y voluntades que se entrelazan como un nudo para construir la vida a cada instante".
Este libro habla de la naturaleza humana y de su intrincada trama de sentimientos que se expresan en palabras para tejer el nudo de la existencia. El autor jala ese hilo conductor y con él construye un hermoso tapiz que retrata al ser humano en plenitud.
Nudo Azul nos regala una bocanada de aire fresco en medio del caos y la preocupación constante. Nos permite mirar hacia adentro para conectar con la bondad y la belleza intrínseca del ser humano.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 ene 2024
ISBN9798223772446
Nudo Azul

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    Nudo Azul - Jorge Chávez

    NUDO AZUL

    JORGE CHÁVEZ

    Primera edición, enero del 2024.

    © Jorge Chávez

    © Todos los derechos reservados.

    © Librerío editores

    www.librerioeditores.com.mx

    Queda prohibida cualquier reproducción total o parcial de esta obra sin previo consentimiento por escrito del autor o editor, caso contrario será sancionado conforme a la ley sobre derechos de autor.

    Nudo azul

    Una canica azul

    Sangre azul

    Love is blue

    Azul placenta

    El Danubio azul

    El Navajo azul

    La amistad es azul

    Un gato azul

    Azul cielo

    El diablo es azul

    El nudo azul de la enfermedad

    Azul profundo

    Azul metálico

    Azul marino

    El nudo de la unidad

    El nudo de la prosperidad

    El nudo de los milagros

    Desatar el nudo

    Anudar la felicidad

    Tinta azul

    Labios azules

    El nudo del destino

    El nudo que ahorca

    El difícil nudo de la paternidad

    El nudo del pensamiento

    El nudo de la actividad

    Un nudo de años

    Los nudos de la alfombra

    El nudo desnudo

    El nudo incómodo

    La ruta azul

    Un genio azul

    Un nudo llamado familia

    El nudo fraterno

    Canas azules

    Azul y oro

    Escaleras azules

    Paloma azul

    El Buda azul

    Lapislázuli: La piedra del cielo

    Con un nudo en la garganta

    Un nudo arco iris

    Infinito nudo azul

    Rosas azules

    Epílogo en azul

    Nudo azul (temas y reflexiones)

    NUDO AZUL

    A veces sueño palabras. Y así como hay imágenes o historias que nos impactan cuando soñamos, esas palabras que sueño a veces me deslumbran como un relámpago, me ensordecen como un rugido de mar, me retumban en la cabeza como el eco de una profecía.

    No son palabras rebuscadas ni especiales, no son revelaciones divinas, no creo que sea la voz de Dios o la trompeta de un ángel. Son palabras, simplemente palabras que resuenan en el río de la vida, cuando el silencio de la noche y la oscuridad de la mente dejan un resquicio por el que se cuela una palabra o dos, a veces tres, como cuando en un momento difícil de mi vida en que debía tomar decisiones importantes, o simplemente cambiar el curso de mi barca personal, me resonaron tres palabras con insistencia y desafío: Foto, loto y andadura. Estas tres palabras se repetían una y otra vez en el sueño lúcido de mi conciencia. Foto, loto y andadura, pronunciaba alguien que no era yo y que ni siquiera escuchaba como sonido sino como revelación. Fue tal la insistencia del sueño de palabras, que me desperté del sueño profundo sólo para anotarlas en un pañuelo que tenía cerca.

    Las palabras siguieron resonando en la vigilia, en medio del silencio meditativo o como música de fondo en mis acciones cotidianas. Busqué las palabras en el diccionario, en internet, en mis escritos... pero no aparecía nada significativo. Le pregunté a mis allegados, a mis amigos y familiares, pero no me decían nada que me convenciera.

    Luego de un tiempo, solté la obsesión por entender significados y observé realidades. A partir de aquel sueño de palabras, la luz de mis días se volvió más clara y la oscuridad de mis noches menos amenazadora. Me volví un poco más consciente de mí mismo. No más bueno ni más sabio, sólo más consciente, lo cual resulta en ocasiones doloroso, pero revelador. Me percaté que me hice más espiritual, aunque menos religioso. Sentía una conexión natural con el alma de las cosas, con el espíritu de la vida, con la esencia de las personas... Y, finalmente, mi andadura por la vida tenía sentido. No era yo el que caminaba por la vida, era la vida que se desenvolvía ante mis ojos teniéndome como su espectador y su protagonista al mismo tiempo. Todo lo que hacía, o no hacía, repercutía de alguna manera en esa trama de existencia, pero al mismo tiempo ese entramado determinaba lo que yo era a cada momento. Todo tenía sentido y razón de ser, no había situaciones azarosas o caóticas; las cosas se sucedían en un orden natural y espontáneo como consecuencia y causa al mismo tiempo. No es que todo fuera bonito o agradable; más bien, el calificativo de bonito o feo, agradable o desagradable, no cabían en una realidad que simplemente es, sin juicios y sin expectativas. Me sentía bendecido por ser parte de la vida y agradecido de poder observarla. Nada dependía de mí, pero todo se originaba en mí.

    Es por todo ello, que cuando anoche volví a soñar palabras, justo antes de despertar, el alma me dio un vuelco de esperanza, de curiosidad, de anhelo... Nudo azul, decía el relámpago nocturno. Nudo azul, me repite a cada momento la conciencia entusiasmada. Nudo azul es ahora mi regalo y mi promesa. Durante un tiempo buscaré significados, luego me resignaré a no entender, y finalmente, quizá, se revele el potencial oculto en las palabras.

    Jorge Chávez. 11 de enero 2019

    UNA CANICA AZUL

    Alguien describió a la Tierra, observada desde el espacio exterior, como una canica azul. Es una descripción infantil y, por ello, más cercana a la inocencia y, por tanto, a la verdad.

    Vivimos en una pequeña canica que rueda a través del espacio como un juego cósmico. La pregunta natural y espontánea que haría un niño sería: ¿Quién juega ese juego de canicas?

    La mente religiosa contestará sin pensarlo: ¡Dios! El astrofísico diría que las fuerzas gravitacionales, la masa y la densidad de los cuerpos sólidos y gaseosos. El filósofo se embarcará en una explicación interminable de causas y efectos. El poeta jugará con el lenguaje, las metáforas y los paralelismos. El escéptico dirá que no hay canica alguna en el espacio y que el color azul es una ilusión óptica. Cada uno de nosotros puede intentar descifrar el infantil acertijo o puede, simplemente, participar en el juego de desenredar el nudo azul.

    Si nos acercamos y vemos de cerca la canica terrestre, descubriremos que el azul no es el único color que usó el artista para decorarla. Hay mucho verde en los bosques y las selvas, amarillo brillante en sus desiertos, y un rojo imponente en las montañas rocosas y los cañones insondables. El blanco de las salinas y el negro de sus pantanos resaltan el contraste en la pintura.

    Si somos pacientes y esperamos la tarde, el sol se irá despojando poco a poco de su blanca túnica y observaremos los destellos dorados, ocres, escarlatas de su cuerpo desnudo que se dispone a descansar. Si persistimos... pinceladas de violetas, magentas y bermellones pintarán el cielo. Le seguirá el índigo y el morado oscuro que se transforma en azul marino y negro azabache.

    Cae la noche con su velo de encaje plateado que traslucen los ojos gitanos de una mujer dormida, con su peineta de constelaciones y su manto estrellado.

    La luna, como protagonista, mandará destellos a la Tierra para que las cosas adquieran tonos en plata y azul como las escamas de un pez que sin recato nada en la superficie del arroyo. Las hojas de los árboles se volverán grises con el viento nocturno y la lechuza desplegará su blanco vuelo para devorar al oscuro ratón de la osadía forzada.

    Amanece en la tierra de nadie y de todos. Los colores y destellos se crean de la nada. Con la luz del amanecer, el prisma de la naturaleza se torna arcoíris en las flores... Jazmines, rosas, crisantemos, claveles y azucenas se convierten en pinceles que decoran este mundo, pintando por consecuencia a las abejas, mariposas y colibríes que se nutren de ellas. Las aves del paraíso y las guacamayas extienden los colores en el aire, mientras que miles de peces lo hacen en el agua. En tierra firme los mamíferos se pintan de rayas con las cebras y los tigres, o se acicalan la piel con motas de jirafas, jaguares y guepardos.

    Los humanos nos vestimos con piel clara, marrón, amarilla, roja... en cientos de tonos y combinaciones que le dan riqueza y variedad a la gris humanidad que inventamos con la segregación y el egoísmo.

    Ver la unidad en la diversidad. Descubrir la luz en sus múltiples tonalidades. Contemplar un solo mundo vestido de fiesta para el concierto infinito de la creación. Tal vez sea este embrollo maravilloso el nudo azul de la existencia.

    SANGRE AZUL

    En Occidente inventamos una expresión para darle sustento a la mentira de la desigualdad entre los humanos y para subrayar que, desde la esencia, representada por la sangre, Dios nos hizo diferentes.

    En la Edad Media europea, los nobles, es decir, los que nacieron en los castillos de los señores feudales y en el palacio del rey en turno, se abstenían de exponerse al sol como los campesinos, los comerciantes y los guerreros. Debido a ello, su piel tenía menos pigmento que el de los demás, y las venas azuladas se traslucían en aquellos cuerpos pálidos y débiles. Esto era señal de distinción, de prestigio social y de poder económico que fue acuñando el término de sangre azul, reservado a la nobleza.

    En la actualidad, seguimos conservando, en el inconsciente colectivo, esta distinción de clase, de categoría social y de estrato cultural. La clase alta de la sociedad se suele seguir viendo a sí misma con sangre azul corriendo por sus venas bajo su piel más clara que la del resto y sus cuerpos poco aptos para el trabajo y la austeridad. Las jóvenes siguen soñando con encontrar el príncipe azul y los muchachos con encontrar una profesión en donde se gane mucho y se trabaje poco, de ser posible... nada. Los ninis (los que no estudian ni trabajan) son consentidos por sus familias y por el gobierno, de tal manera que el trabajo fecundo se sigue viendo como la maldición de Dios expresada en el Génesis, en uno de los primeros arrebatos de la ira divina.

    Sin embargo, cuando aquietamos la mente y los prejuicios caen lentamente como las hojas secas después del ventarrón, observamos lo que es obvio y transparente: el ser humano es el mismo bajo esa piel curtida por el sol o pálida como la luna; la sangre sigue siendo roja por la democrática hemoglobina y el corazón late con el mismo ritmo de tambores africanos en todo el mundo.

    En 1987 se concluyó un estudio genético de escala mundial a partir del cual los científicos anunciaron, de manera oficial y categórica, lo que nuestra conciencia humana ya sabía: que todos descendemos de una misma línea ancestral. Una misma mujer que vivió hace 150 millones de años, la verdadera Eva genética, inició en algún lugar de África septentrional, el camino que ha seguido la raza humana desde entonces en su largo peregrinar sobre el planeta y que los rasgos físicos externos han ido variando según el clima, la alimentación y los hábitos de cada grupo humano. Somos hermanos, a pesar de todo. La misma sangre corre por nuestras venas, los mismos ideales de bienestar, salud,

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