Cuando fui humana
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"Cuando fui humana" empezó a nacer en Islandia, dentro de un proceso de entendimiento personal. Me gradué en Derecho y Ciencias Políticas justo antes de mudarme allí, y decidí formarme como Coach cuando volví. Definitivamente, fue un punto de inflexión importante en mi vida. Este libro, es un viaje y un juego a la vez: un viaje sin billete de vuelta hacia la luz y la esencia, hacia el entendimiento sobre la condición humana a través del juego y la aventura del vivir.
…
Un eje conductor marca la estructura del libro: la historia de un personaje que llega a un lugar desconocido, y en la búsqueda de comprender dónde está y cómo desenvolverse para sobrevivir, se encuentra a sí mismo.
Siendo una lectura sutil y de textos breves (poemas, ensayos, reflexiones, confesiones…), es un libro profundo que invita a experimentar la comunicación humana a través de la racionalidad, el ego, las emociones, la inocencia, el juicio, el no juicio y, sobre todo, el alma, la esencia, la luz y la infinitud. Hay mucho poder y responsabilidad en la humanidad para la revolución del alma, la esencia y las percepciones.
¿Qué significa ser humana? ¿Cómo se juega a serlo? ¿Para qué? Y, sobre todo, ¿por qué así?
¿Cómo es tu juego?
Te invito al mío <3
Violeta.
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Cuando fui humana - Violeta Santos Dai
Cuando fui humana
© Violeta Santos Dai. 2020
© Milo Hammid. 2020
© Ediciones Hidroavión. 2020
Textos
Violeta Santos Dai
Portada
Violeta Santos Dai
Elementos 3D realizados por Milo Hammid
Editado por
Ediciones Hidroavión
www.edicioneshidroavion.com
ISBN: 978-84-122732-2-9
Depósito legal: A 355-2020
Ejemplar digital autoridazo por Ediciones Hidroavión.
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni parcialmente y en su totalidad. De igual forma no podrá ser registrada y/o transmitida por un sistema de recuperación de información bajo ningún concepto, sea éste electrónico, mecánico, por grabación, por fotocopia u otros medios sin el permiso explícito y por escrito del propietario de los derechos de autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de un delito contra la propiedad intelectual.
A mi familia;
de sangre, de inspiración y de alma.
Aterricé aquí, en este espacio-tiempo, en esta burbuja añil que pende mágica en el firmamento. Balbuceando movimientos incomprensibles, me vi fundida en una forma que no sentía mía y que no entendía. Cuerpo denso, opaco y soso. Una maquinaria enormemente compleja que me integraba en ella de forma prácticamente perfecta e inquebrantable. Me hice a ello, y ello a mí. Un proceso de simbiosis y comprensión.
Todo era nuevo aquí, pues de donde vengo, no hay forma que habitar, ni palabras que hacer sonar, ni nombres que determinen, ni tipologías, ni construcciones ni destrucciones. De donde yo vengo, no hay nada, y, por eso mismo, lo hay todo.
Así que, sin conocer, ocupé este cuerpo y, dejándome llevar, me enredé con la luminosidad de su realidad y jugué a su juego. Una partida que no elegí yo –quien escribe–, sino mi alma –quien habla–, intentando comprender –si es que hay algo que se pueda– y avanzar en lo profundo, antes de retornar a aquel lugar donde el vacío se colma de infinitud. Antes de volver a casa.
Así, de los destellos que guardé en este viaje, nació esta narración. Aprovechando la palabra1, bañándome en su esencia y buceando en su alma, dibujé vivencias, conclusiones, revelaciones y creencias que devinieron en mí y, en tanto, en el todo al que pertenezco.
Dudas y contrastes, luces y sombras que se revuelven en la nostalgia. Retazos de un siempre vivo proceso de revisión, comprensión y cambio constante. Poetizando la podredumbre y banalizando la magia. Pero, sobre todo, proyectando reflexión y evocando a la esperanza.
No hay una historia lineal. Esto, no es ni una historia. Pues de donde vengo,
no hay tiempo,
ni espacio,
ni dimensión.
Solo,
pedazos de aquello que,
hasta el momento,
ha supuesto,
en mí,
el recordar.
...
A lo largo del texto, algunas palabras se escriben en cursiva, pues se expresan desde un sentido que va más allá de su literalidad.
A veces, para resaltarlas; otras, por significar al mismo tiempo lo que dice y lo contrario; por comprender en su sentido más de una sola cosa.
Asimismo, van a aparecer tres puntos (...) al final de algunos párrafos o enmarcando alguna parte.
Propongo tomarlos como generadores de espacio. Una oportunidad para respirar. Un momento pausado en el ajetreo para concedernos lo que necesitemos y, así, disfrutar de lo que viene.
Volver al propio centro.
Un descanso.
Aire, paz.
...
...
Espero, con toda mi alma, que quienes se conecten a este viaje, puedan recuperar recuerdos y hacer llegar a su consciencia, aunque sea sutilmente, un mínimo destello, una chispa que les ilumine para atreverse a avanzar.
...
CAPÍTULO I. ATERRIZAJE:
Parada en medio de aquel hervidero. Agarrando mi cabeza y retorcida sobre mis costillas. Sintiendo que el cerebro iba a explotarme en cuestión de un instante.
Ventanas opacas y ladrillos apilados: la guarida de todos ellos.
Inmóvil ante la aberración del movimiento, sin poder articularme para avanzar o escapar de aquel circo monstruoso e infernal.
Descontextualizando los flujos de acción que en aquel concierto de adoquín, asfalto y humo se desenvolvían, llamando la atención de todo ser que pululaba por allí.
Miradas rasgando mi juicio, sin compasión ni empatía. Olfateando curiosos, ansiando un nuevo drama, un show.
Te sangran los talones...
¿Cuántos zarzales le tocó ya andar?
Te llora la sonrisa...
¿Cuántos cristales se debió tragar?
"Estás hecha cenizas...
Solo te queda el resucitar".
Y yo, temblando, sin valor a que ninguno de todos ellos conectara sus ojos con los míos, me petrifiqué. Ansiando volverme invisible y transparente de nuevo.
Presionando el detonador de mi presencia, de pronto, empecé a correr como nunca pensé podría haberlo hecho. Brazos y piernas descontrolados. Un sinsentido descoordinado avanzando al frente y sin mirar atrás. Fuerte y rápido, un rayo de luz, traspasando el espacio decidido, sin un destino claro pero con dirección.
Poco a poco, la adrenalina se fue apagando y caí exhausta. Con los ojos todavía cerrados, sentí mi cuerpo acostado sobre una espinosa pero acolchada superficie. Abrí los ojos, precavida, intentando no cruzarme con todos aquellos ansiosos de morbo y de mal.
En aquel otro mundo donde me dejé llevar, el cielo avanzaba pintando los ciento ochenta grados. Un horizonte plano, lejano, infinito. Donde el sol nunca dormía, pues, a cada instante que aquella bola de fuego bajaba a la tierra para descansar, se prendía todo el cielo en llamas alimentando una hoguera que hipnotizaba al alma olvidándose de respirar.
Solo el sonido del viento rasgado por el vuelo de unos pájaros. Azules y violetas se enredaban entre las nubes haciendo de las horas y la impaciencia un alivio: la calma. Estaba segura, estaba en paz.
Mis párpados, todavía apelmazados, se resistían a moverse. Así que, tranquila, les dejé allí, arropando mis ojos atormentados, dejando que sanaran sus llagas antes de despertar.
...
Pasaron los días y fui perdiendo la vergüenza ante lo desconocido. Al tiempo, desde la honestidad, intenté hablarme.
Después de intercambiar tantos suspiros con la paz, después de entenderla tan profundo, se perdió el sonido de sus pasos fuera, dejando gritar su ausencia adentro
.