Escenario Tierra
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Si gigantes son las hojas tan coquetas de tu cielo,
Va la savia ya lamiendo el alma sabia de tu cuerpo.
No tranquilas son las ramas que se encienden en tu pecho,
Ya se ha ido el gran amigo; el pájaro carpintero
Si cantantes son los brotes que despegan de tu velo,
Y tus frutos fluorescentes son amigos ya del cielo.
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Escenario Tierra - Andrés Irarrázaval
Andrés Irarrázaval Andrews
Escenario Tierra
© Copyright 2014, by Andrés Irarrázaval Andrews
Primera edición digital: Octubre 2014
Colección: Poeta Carmen Berenguer
Director: Máximo G. Sáez
editorial@magoeditores.cl
www.magoeditores.cl
Registro de Propiedad Intelectual Nº 245.617
ISBN: 978-956-317-243-0
Diseño y diagramación: Catalina Silva R.
Edición literaria: María Fernanda Rozas
Fotografía de portada: Juan Pablo Prieto
Edición electrónica: Sergio Cruz
Derechos Reservados
Este libro se lo dedico al poeta nacional Vicente Huidobro, mi tío bisabuelo que me lee desde el cielo, y a mi familia que me ha apoyado en todas mis labores artísticas. Agradecimientos especiales por su gran dedicación en mi trabajo a mis amigos Rodrigo Valdivia y José Miguel Fernández, que me han acompañado en este largo y entusiasta camino poético. Gracias a su fiel colaboración se realizó con éxito la publicación de este queridísimo libro, llamado a descubrir el tesoro personal y transpersonal inserto en cada cosa.
De pie en la popa siempre me veréis cantando
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo
Vicente Huidobro,
Espejo de agua.
Recordaré la arena; en cada uno de sus granos guarda secretos universales.
Prólogo
La moralidad de la estética
El tiempo no sólo corrompe y hace envejecer al cuerpo, sino también al alma. La virtud es la juventud del alma. Un hombre o mujer ha de aspirar siempre a la lozanía del alma, no sólo a la del cuerpo. La juventud del cuerpo viene y se va como las estaciones del año, no hay más remedio que dejarla pasar. Y está bien así. La del alma, en cambio, se va si nos dejamos pasar a nosotros mismos. Es deber y responsabilidad de cada cual el cultivarla. «Estar viciado» es una expresión que denota el estado humano de la pérdida o el abandono de la juventud de alma. Esta misma expresión sugiere cuál es la causa de la vejez de alma: juzgamos que alguien está viciado cuando esa persona se ha dejado estar, o se ha dejado llevar por la corriente de sus malos hábitos. Comúnmente, «dejarse estar» en Chile quiere decir descuidar «la línea», la apariencia y el estado físico. Hay, además, un «dejarse estar» moral, que es lo que propiamente causa la vejez del alma. La vejez no es fea, sólo lo es la vejez del alma. La vejez del cuerpo no tiene nada de feo, porque es natural. La vejez del alma, en cambio, es moral. Pero la vejez del alma se marca también en el cuerpo. Cuando vemos un rostro demacrado, vemos la huella, la estela de un alma que se vició tiempo atrás, y que sólo ahora viene a atestiguarlo el cuerpo. No estoy hablando de unas canas o alguna arruga, las canas y arrugas solo son feas cuando vienen del vicio moral. Además, hay deformaciones físicas más sutiles que son causadas casi siempre por el vicio: cambios en gestos faciales, ansiedad impresa en los movimientos y ademanes, entre otras. A veces, la vejez del alma no se nota en el cuerpo, pero sí en la conducta, actitud y/o conversación de la persona.
En síntesis, el vicio no es más que dejar pasar el tiempo. «No hay un instante de tregua entre la virtud y el vicio» decía Thoreau. La virtud no es cualquier hábito, es decir, una mera acción que gracias a la práctica, perseverancia y repetición de sí misma, permite a quien posee tal hábito realizarla con naturalidad, sin esfuerzo, sin tener que aplicar fuerza de voluntad cada vez. No, el hábito como repetición puede ser cualquier cosa, por ejemplo el hábito de conducir. El hábito que forma parte de la virtud, en cambio, es sólo aquel que, cuando se practica, fortalece la juventud y lozanía del alma. Podemos dejar de practicar el hábito de conducir por años y luego retomarlo sin problemas. La virtud, en cambio, no podemos abandonarla en ningún momento.
La poesía de Andrés es parte de la virtud en este sentido de la palabra. Sus versos son cultivo de la juventud de ciertas partes y momentos del alma. Su poesía es juventud, simplicidad e inocencia de la mirada, y la mirada es parte importante del alma. También es inocencia e ingenuidad de la palabra. Es tomarse las palabras por lo que son, tal como un niño se las toma, como un juego, sin ambiciones o codicias egoístas, sin ocuparlas para refugiarse del resto y de la verdad.