Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Viaje a Jaca
Viaje a Jaca
Viaje a Jaca
Libro electrónico116 páginas1 hora

Viaje a Jaca

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Vive los secretos de la mente de Laura, te atraparán.

Laura, joven diseñadora gráfica, atraída por algo inexplicable, cambia su viaje a Grecia por un destino que desconoce. Atraída por las caras de unas mujeres fantasmagóricas se introduce en una espiral de extraños sucesos que la van conduciendo hasta un ancestral polvo negro.

En ruta, atraviesa campos, casas, llegando a un motel siniestro donde experimenta unas sensaciones aterradoras de hombres que arrastran cuerpos, gatos ensangrentados que se los comen...

Sin diferenciar muy bien la realidad de lo que le causa ese miedo atroz incontrolable, Laura sigue su viaje a Jaca, lugar donde le espera un abismal cruce de senderos con un agujero de huesos calcinados, buitres que la persiguen, voces de antiguos escritos, matones...

La aventura que inicia Laura se va convirtiendo en inevitable, siendo dominada, cada vez más, por algo misterioso que la llevará hacia un futuro, sin vuelta atrás.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento30 may 2018
ISBN9788417426415
Viaje a Jaca

Lee más de Rosa Montolío Catalán

Relacionado con Viaje a Jaca

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Viaje a Jaca

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Viaje a Jaca - Rosa Montolío Catalán

    Ruta

    1

    Maleta en ristre. Laura camina deprisa, saca el mando, presiona, abre el capó, mete la maleta, lo cierra, abre la portezuela del coche, se sienta, arranca, «¿dónde voy?». Empieza aquí su viaje.

    2

    Lo había intentado, lo había intentado, se repetía, varias veces había querido ir a Grecia, pero al final había desistido. Año tras año, algo había pasado, estaba el primero en la lista, pero algo había pasado que, al final, nunca había ido.

    Mensaje: La clienta Laura Sánchez Verdasco con localizador 478524 no irá al viaje destino Grecia, por razones de salud. «Casi por haber perdido la razón», pensó, apretó «enviar», y lo envió desde su Samsung. Salió del parking.

    Había consultado infinidad de viajes, bueno, no tantos, pero sí había considerado (está vez sí), atentamente, la zona del Mediterráneo, sus aguas cálidas, sus gentes, siempre amables, abiertas, encantadoras, con esa pizca de alegría que transmiten vida. Para ella, el Mediterráneo era un escape, cuando podía, aprovechaba y se iba. La costa le encantaba. Pero la idea de Grecia era otra cosa, la acariciaba desde hacía tiempo. La cultura griega le gustaba, y la arquitectura, y la escultura, y la mitología, y la filosofía y un montón de «íes» que sumaban. Para Laura, Grecia suponía una parte importante de la antigüedad, del humanismo, sin olvidarse de que la democracia había nacido allí; para ella, los griegos eran gente que valía la pena conocer. Atenas, el Partenón, la diosa Afrodita, arte, arte, arte, bullía arte, todo, todo, estaba allí, al pensarlo, se emocionaba, incluso… había considerado un pequeño crucero, ¡qué ilusión! Era tan interesante. Quería ir a Grecia, su destino estaba allí.

    Había barajado otros destinos, como Turquía, que también le gustaba, o sencillamente quedarse en España ¿por qué no?, ir a las Islas Cíes, en Pontevedra, o pasar a Lisboa, que también le atraía, o Argentina, pero cruzar el charco, este año no. Había entrado en internet miles de veces, y en las agencias de viajes habían hecho miles de rutas, que si desde Atenas puedes ir al Peloponeso, que si puedes incluir las excursiones opcionales, o apuntarte en el autobús, o si te apetece, o, o, o, o y allí te recogerá el autobús, o el barco para ir a Creta, que este año hacen un festival de teatro, ¡no te lo puedes perder!, y, y, y, o si prefieres… igual en Turquía, Pontevedra, Lisboa. Había consultado horarios de salida y llegada de trenes, aviones, autobuses, comidas, excursiones, que si hoteles de dos, tres, cuatro estrellas, que si lo típico es beber esto, y comer aquello; antes de ir era como si volviera.

    Al final, llegó a la conclusión de que sencillamente quería airearse, abrir las maletas, bañarse al sol, perderse mar adentro en un barquito y sentirse libre. Necesitaba desconectar, reírse mucho y pasarlo bien, hacía poco que lo había dejado con su ex y necesitaba pasárselo a tope, conocer a otros hombres. Estaba claro: Grecia era su destino. Se iría a Grecia… o a Turquía, o a las Islas Cíes, o a Lisboa, empezaba a dudar, porque para desconectar le daba igual, tanto le daba el Mediterráneo como el océano Atlántico, y además se gastaría menos, y además la situación de Grecia había mejorado… aunque, sin ton ni son se podía ver envuelta en una revolución, y ¡anda! que en Turquía siempre pasaba algo, Lisboa no tenía ningún problema, pero, quizá, las Islas Cíes eran la solución. Le habían hablado tan bien, y gente tan normal, de ese paraíso natural. A fin de cuentas, era el agua lo que le encantaba, le gustaba más el Mediterráneo que el Atlántico porque el agua era más cálida, pero la fría del Atlántico no iba a ser un obstáculo, también la soportaría. Estaba claro que le gustaba la libertad del mar. ¿Y la cultura? Sí, rotundamente sí, iría a Grecia. Estaba decidido. Después de todo, siempre había querido.

    3

    Helena abrió la puerta y un olor suave, a perfume de ropa interior, le vino de pronto. Echó una mirada.

    «Lo sabía, lo sabía, sabía que se lo iba a dejar, luego, cuando lo necesite no lo tendrá, es que, ¡está hija mía! nunca me hace caso, si yo digo blanco, ella negro. No paro de decírselo: ‘’coge el reloj, coge el reloj’’, pero nada, ahí está, en la mesilla, al lado del despertador, yo no la entiendo, no quiere llevar reloj y para despertarse se pone un despertador a toda pastilla, otro enfrente, y el móvil, y al lado el reloj, que, porque no tiene alarma sino se la pondría también, no me extraña que el vecino de arriba cuando me ve haga como que no me ve, no solo se despierta ella: nos despertamos todos. Esta hija mía no tiene cura, ya de pequeña era una dormilona, para ir al cole siempre la despertaba yo, pero, cuando más me exasperaba era cuando iba a la universidad, aparte de los despertadores, que sonaban todos a la vez, me tenía que levantar yo y darle golpes en la pared, y a veces, si veía que aún con todo ese lío de despertadores y de golpes no se levantaba, le chillaba: ‘’¡Lauraaaa!, ¡vengaaaa!, ¡levántate yaaaa!’’. Se levantaba, y aún tenía el morro de contestar: ‘’¡Jo! Mamá, te va a oír toda la finca, ¡cállate ya!’’, una insoportable, una insoportable es lo que es, y ahora mira, coge el reloj, coge el reloj, y mira, de viaje y sin hora, bueno sí la del móvil, dice que con el móvil tiene bastante, ¡Dios!, ¡cómo ha dejado la habitación!, bragas, sujetadores, y mira, el vestido que se compró el otro día, con lo mono que es, y no se lo ha llevado, claro, como es de manguita corta, fino, pero de manguita, aunque en Grecia se lo podía poner, no se va a las Antípodas, que irán desnudos, con tanto calor…, lo meteré al armario, ¡ay, qué hija tengo!, en verano allí hace calor, aunque… ha

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1