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Tormenta y palomar
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Libro electrónico78 páginas1 hora

Tormenta y palomar

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En Catalina Bello hay una necesidad de experimentación que hace que sus creaciones no puedan ser clasificadas de modo sistemático. En este grupo de cuentos titulado Tormenta y palomar hay una fuga hacia lo fantástico, junto con un gusto por el caudal de la palabra y la experimentación estructural. Sus temáticas transitan por lo grotesco, lo misterioso, lo onírico, la intriga y, con frecuencia, por la crítica social; todas ellas enmarcadas dentro de una reflexión existencial llena de ironía que confiere a su obra identidad estilística.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 dic 2023
ISBN9788411818742
Tormenta y palomar

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    Tormenta y palomar - Catalina Bello

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Catalina Bello

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    Ilustradora: Gema Ortega Martinez.

    Fotógrafo: Francisco Dominguez Rodriguez.

    ISBN: 978-84-1181-874-2

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A Paloma Gascón por su aliento en las conversaciones dionisíacas.

    A Pilar Vega y su equipo, presentes siempre en la lejanía.

    A Félix Páramo, el escriba pragmático.

    A Jesús Cañete por los ecos de una conversación aún por terminar.

    A Miguel Cordero del Campo por las primeras oportunidades.

    A Antonio Gamoneda por su afecto y por creer en mí.

    A Juan Manuel Romeral por prestarme sus ojos lectores.

    A Clara Zallas, Julia Varella y David Vicente por abrir en mí los primeros surcos.

    Prólogo

    El escritor no tiene por qué ser un pensador que se aviene a hacer ficciones como quien, apurado por los rigores de decir por escrito sus afanes intelectuales o simplemente vitales, se busca un camino imaginativo que le parece más asequible o vistoso. Pero si el escritor, el auténtico, es también persona reflexiva y atenta, esos bagajes y hábitos del mirar y pensar vendrán muy bien a sumar, contantes y sonantes, en el capital literario. Pero todo eso llegará a la escritura indirectamente: a lo primero que debe atenerse el escritor, en cuanto escritor, es a irse derecho a hacer literatura, porque a la escritura literaria hay que venirse vividos, reflexionados y leídos; nada de esto se improvisa ante los folios o las pantallas.

    Catalina Bello no improvisa nada y trae consigo el buen juicio de ir a por la literatura en primer lugar; esa es mi sensación de lectura. Una lectura que viene de lejos, desde que conocí sus escritos a raíz de su paso por las aulas del Máster Universitario en Escritura Creativa de la Universidad Complutense de Madrid. Ha habido tiempo para leer sus textos, conocer sus convicciones de escritora, conversar de temas y modos y maneras, de ahí que pueda atestiguar, no solo por sus textos, que es una escritora consciente de fondos y formas, con cosas que decir y procederes novedosos y personales —esto es una redundancia porque la persona, cuando se revela de verdad, aparece siempre como una novedad en el mundo—. Una escritora inventiva, consciente y artesana, diligente y cuidadosa.

    Y buena lectora, de las que no hacen alardes de títulos leídos como si se tratase de títulos de propiedad, acciones bursátiles o caudales pecuniarios; de las que digieren con aprovechamiento los alimentos y asimilan los nutrientes. En este mundo tan personal de Catalina, se adivinan lecturas bien hechas, de las que dejan poso en fondos y formas. Nada de plagios, sino más bien lo que decía T. S. Eliot: los buenos artistas roban de otros e integran el botín en un conjunto nuevo y valioso. Así, desde esas lecturas que se adivinan en el fondo de estos relatos aquí reunidos, comparecen varios géneros: lo fantástico, lo grotesco, lo misterioso, lo humorístico, lo onírico, la intriga, la crítica social…, y como una marca constante, se percibe un hondón existencial, de asuntos serios, a veces de desenlace triste. Y aparecen cumbres, y viajes, y cárceles, y clínicas…, y Asturias, y mujeres con determinación, para bien y para mal. Y narradores en primera persona y en tercera, protagonistas o testigos, en presentes y pasados, que no hacen concesiones a la facilidad en su contar y que hay que seguir por sus itinerarios narrativos tan idiosincráticos.

    Qué versatilidad y soltura notable la de Catalina en el manejo de estilos —el correspondiente a cada relato—, de la ironía y la hipérbole, del fraseo resuelto que hace avanzar el texto y la lectura, de un amplio caudal léxico —de lo que antaño se llamaba propiedad lingüística—. Con esta publicación, se abre un surco por el que brinca una corriente narrativa tan novedosa y viva. Se augura que seguirá fluyendo.

    José Manuel Mora Fandos

    .

    «El arte de narrar es el arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía».

    «Sorpresas, epifanías, visiones. En la experiencia siempre renovada de esa revelación que es la forma, la literatura tiene, como siempre, mucho que enseñarnos sobre la vida».

    Ricardo Piglia

    La vie en rose de Fina

    Mi vecina Fina es una mujer muy moderna. Estuvo muchos años viviendo en Francia y, cuando regresó, lo primero que hizo fue llenar las albardillas de su casa de macetas y echarse un novio bastante más joven que ella.

    Una vez la oí decir que en las Halles de París las boutiques tenían más nivel que aquí. Aunque a mí lo de las Halles siempre me ha sonado un poco raro, creo que lo que decía era verdad: «¡Menuda ropa rebuena, amén de cara, que ha llevado siempre!».

    Como tenía la cara tan lisina y los macizos de siemprevivas tan abundantes, una vez le pregunté si en el París de la Francia usaban algún cosmético para los excesos al gesticular y que qué abono le mandaban para regar las plantas. Me dijo: «Yo todo lo más que hago es echarme unas perlas de agua fría en las pechugas por la mañana, después de la ducha». ¿Que si servían para algo? Ella no podía decirlo con certeza por culpa del

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