Cuentos Sobre tierras húmedas
Por Iliana Mulet
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Cuentos Sobre tierras húmedas - Iliana Mulet
Edición y corrección: Eliana Dávila Rodríguez
Ilustración de cubierta e interiores: Ileana Mulet Batista
Diseño y emplane versión impresa: Joyce Hidalgo-Gato Barreiro
Conversión e-book: Rafael Lago Sarichev
© Ileana Mulet Batista, 2018
© Sobre la presente edición:
Ediciones Cubanas, 2018
ISBN 978-959-7245-98-8
Sin la autorización de la Editorial
queda prohibido todo tipo de reproducción
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ÍNDICE
Sobre el autor
PALABRAS PRELIMINARES
Al lector
Noticia
Intimidad
Del jardín a la ventana
Dulces finos
Hornilla vieja
Hombre
El espíritu de Gabriel
Cráter
Había nacido de pie
Los pájaros dejan el rastro de su olor
Boca llena de pliegues
La soledad no sabe de pócimas
Tiempo
Cuencas vacías
El Chino
Tírate
Autos
Manon
La cadena de oro
Libre
Soledad compartida
Escojo ese momento
Rehén
72.13 cualquier número en euros
Noche de brujas
Qué pena, Emilio…
Pan
Se me dio
Ladrón de corazones
Balada para un final con sombrero puesto
A todos nos pican cangrejitos
El bate
De nuevo el calor como toros sueltos en la ciudad
Hisssdiocrisacea Bell
Marabú
Entrevista de la poeta con el psicólogo
Forastera de paso por Macondo
Reunión de soñadores
Ileana Mulet Batista (Holguín, 1952). Pintora, poeta y narradora. Estudió artes plásticas en la Escuela de San Alejandro. Es graduada en diseño de Interiores y diseño de Vestuario, especialidades donde se ha desempeñado durante años. Posee más de treinta exposiciones personales de pinturas, dibujos e instalaciones, combinando, en algunas, el tema poético con el arte de la plástica, y más de sesenta exposiciones colectivas, dentro y fuera del país. En 2008 participó en el 9º Encuentro Internacional Literario aBrace, Casa de la Poesía, La Habana, Cuba. Fue incluida en la antología latinoamericana Juegos florales (2010), con poemas en portugués y español, Editorial aBrace, Montevideo, Uruguay. Su obra poética ha sido incluida en las revistas Cenesex y Universidad de La Habana. Ha publicado los poemarios ¿Quién golpea las puertas?, Ediciones Cubanas, 2013, y Del dolor a las mieles, Ediciones Extramuros, 2016. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
PALABRAS PRELIMINARES
Eusebio Leal, visionario como pocos, atrapó la sensibilidad de la artista Ileana Mulet mediante una frase inolvidable: «Como en puntas de pies, ha ingresado en el escenario de las bellas artes quien lleva la ciudad en su corazón más que en la retina de los ojos.»¹
Así es, así ha sido la experiencia de una creadora que, a lo largo de los años, ha sido visitada por la inspiración y, a la vez, por la necesidad de arte junto a esa carga enorme del esfuerzo personal y la dedicación a toda prueba.
De modo tal que Ileana ha ido transcurriendo —en su fiel escritura— de las luces y sombras proverbiales de nuestra ciudad, traspasándolas, hacia el mismísimo corazón de sus habitantes —no siempre ejemplares—, y en eso radica la fuerza de estas páginas que leemos como quien las vence a través de un pincel cubanísimo que se ha transformado en una pluma al viento. Toda frase, todo modismo, se reflejan aquí con enorme propiedad y, sobre todo, con un oído envidiable entrenado para captar el espíritu de cada carácter, de cada personalidad, como quien va del pincel al testimonio, es decir, de las imágenes a las palabras, y viceversa.
Su talento nos sorprende ahora con una mirada única hacia La Habana y hacia esa dinámica suya, de ambas, inexplicable, aunque descrita en estas originales viñetas con una eficacia y un estilo que nos la devuelve como un todo indivisible, con sus penas y glorias, nuestras, antes de haberse podido apropiar, como autora, de las esencias más puras de todo lo que respira por sus calles, atravesándolas, porque le devuelve su historia y ese misterio innombrable que ronda en cada esquina y en cada suspiro de sus habitantes, los más complejos, los más sencillos. Con una mirada de antropóloga, Ileana nos sumerge en las cavernas de la existencia urbana que hubieran sido las delicias del escritor francés Georges Perec,² aficionado impenitente del culto a las ciudades. O como el cubano Alejo Carpentier, quien dedicó páginas memorables a ese urbanismo al que debemos regresar de tiempo en tiempo.
Así describió Alejo esa Habana revisitada en nuestros días por Ileana Mulet:
En todos los tiempos fue la calle cubana bulliciosa y parlera, con sus responsos de pregones, sus buhoneros entrometidos […], sus carros de frutas […], tan atractivos ayer en los escenarios de bufos, como más tarde, en la vasta imaginería —mitología— de mulatas barrocas en genio y figura, negras ocurrentes y comadres presumidas, pintiparadas, culiparadas, trabadas en regateos de lucimiento con el viandero de las cestas, el carbonero de carros entoldados a la manera goyesca, el heladero…³ digamos hoy que ambulantes.
Porque una ciudad no es solo sus edificaciones y monumentos, sino el ánimo de los seres que la habitan para trabajar, amarse y, mientras tanto, cabalgar por los mismos rincones y compartir la plenitud de una vida tangible.
Lo cierto es que solo el ojo zahorí de esta mujer nos adentra en personajes populares que deambulan, como hormiguitas incansables que, en su rumbo diario, van cambiando la vida que está a su alcance y que pueden tocar con la mano, como quien está seguro de que un mundo mejor es posible. Ese es el acto de fe que entrega a los lectores Ileana Mulet en sus Cuentos sobre la tierra húmeda.
Nancy Morejón
La Habana, 14 de junio, 2017
AL LECTOR
Algunos poetas, como Sully-Prudhomme, encarnan con maestría amores complejos y sus consecuencias. El escritor Fiodor Dostoievski no pudo comulgar con el amor sin matizar las emociones y los hechos con atmósferas raras y posturas dramáticas.
Mi obra literaria y de pintura transita furtiva y desempolva ambientes que no por cotidianos dejan de tener abismos turbios. No puedo nombrar el amor y su caída: «Caricias pasajeras / palmas sin penachos / que inútilmente lloran por su fusión.»
Las ciudades del mundo se yerguen pobladas o solitarias entre nubes de diversos valores que bajan en cuajarones y promueven un gran temporal; en la ciudad de mis cuentos estruendos de lluvias continuas estremecen todo a su paso. Luego las ventanas se abren con misterio y comienzan historias que salen a la luz después de permanecer encerradas por horas; presidiarias caricias entre el familiar vaho que emparenta con el diablo cruel. Un cuento más en la ciudad espectacular y a la vez burlesca. Ella coquetea al amor con su pelambre verde y engendra casi todas las historias de este libro: carne de Venus que recoge su enagua y se pierde siempre en el horizonte maltusiano. Entre telas de arañas nacen rumores, engaños. Los habitantes comentan:
—¿Cuándo será que vendrá el Armagedón? Gocemos esta vida porque no sabemos lo que vendrá después…
—Chis, so penco —dice un poblador ebrio—: ¡Se murió el Chino, se acaba de joder el último chino!
¡Qué calor!, tengo que deshacerme de los abrigos, pues de solo verlos me sofoco… Aflojan infortunios como flores perfumadas con alcohol donde se pudren las esperanzas. ¿Se esfuman las esperanzas para algunos mortales? ¡Ciudad, ármate de valor y aplica sentencia! Hoy morirán las penas en nombre del rey, no, en nombre de los parlantes que agonizan.
En los campos todo parece cambiar, pero oímos decir que «el mal tiempo llegó, corrieron a la guajira con plan de machete..., azotaron a los perros». Es llevadero si no se me ocurre preguntar qué está pasando por ahí, con sus bailes dramáticos que acaban como noches de carnavales en ciudades tumultuosas, mortales en un hospital sin reconocerse por la borrachera, y otras atrocidades que no se cuentan porque escasea la prensa amarillista. El verde tiene colchones para el descanso, un sabor delicioso que sumerge a los pobladores en pasiones profundas.
En un barrio añejo, desde el mirador de la Loma del Ángel, la luz se pierde sobre sortilegios de la ciudad, menguan preocupaciones, o se apilan sigilosas en un rincón; zozobra en la siesta. No puedo arrancarle a mi corazón un pétalo más, o una pluma gris de mis alas añejas. Observo con pasión esa mole de viviendas modernas o viejas. Ellas y los seres vivos que las habitan cuentan historias a veces prohibidas a su publicación, y lo digo, que guardo en mi memoria cientos de ellas. ¡Qué bueno que los europeos llegan aquí viendo nuestra pobreza con cierta dignidad ingenua! No tenemos