Este capítulo es una adaptación libre de la mítica canción de Javier Corcobado y los chatarreros de sangre y cielo...
Hay viejas historias que se quedan marcadas en la tierra como surcos en la piel envejecida.
Surcos profundos que se tornan en huellas imborrables aun cuando el paso del tiempo ha intentado poner sobre estos relatos, capas y capas de hojas secas, polvo y piedras, pero siguen estando ahí presentes, latentes en la memoria viva de los pueblos y de las comarcas que rodean a estas viejas narraciones. Al seguir estando presentes a pesar del paso del tiempo, estos sucesos quedan profundamente enraizados a la tierra y no pueden ser olvidados por mucho que se quiera. Es entonces y solo entonces que la única forma de recordar porque hay ese surco tan profundo que marca a toda una comunidad y que no se puede olvidar aunque se quiera, que ha de narrarse de padres a hijos, no para mantenerlo vivo, si no para no olvidar porqué ocurre cada cierto tiempo algo que es tan horrible que ha dejado una terrible marca a toda una comunidad.