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Wolfram (La farsa y los trileros 2)
Wolfram (La farsa y los trileros 2)
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Libro electrónico644 páginas9 horas

Wolfram (La farsa y los trileros 2)

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Una novela trepidante, donde el amor, la lealtad, la generosidad y la ambición se entremezclan en una espiral vertiginosa.

Nada es imposible cuando los impulsos del corazón son firmes, o eso piensa Bernat Ramonet, el joven capitán protagonista de una obra trepidante, que nos describe con precisión asombrosa las precariedades que dejó tras de sí la Guerra Civil Española y los albores de la Gran Guerra.

En Wolfram, segunda entrega de «La farsa y los trileros», José Rovira Ferrer, su autor, se adentra en las tripas de la historia a través del capitán Ramonet, un avispado catalán, cuya vena romántica no es más que el disfraz que utiliza como pieza clave y puente entre los servicios secretos españoles y la poderosa red de agentes de la Alemania nazi, que al amparo del escenario bélico no escatiman esfuerzo para suministrar sin escrúpulos un mineral básico para la industria de armamento alemán.

Una novela trepidante, donde el amor, la lealtad, la generosidad, la ambición y el soborno se entremezclan en una espiral vertiginosa, que envuelve al lector desde sus primeras páginas.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento16 nov 2017
ISBN9788417164188
Wolfram (La farsa y los trileros 2)
Autor

José Rovira Ferrer

José Rovira Ferrer nace en Barcelona en 1925. Fue profesor e intendente mercantil por la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de Barcelona y Central de Comercio de Madrid, con cursos en la Facultad de Derecho y doctorado en Económicas. Durante cuarenta años trabajó como funcionario del Ministerio de Hacienda, donde alcanzó los más altos cargos dentro de la inspección tributaria. Entusiasta lector de toda clase de publicaciones, y con preferencia por autores como Papini y Zweig, a la llegada de su jubilación se ha entregado con admirable fervor a escribir diversas obras literarias.

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    Wolfram (La farsa y los trileros 2) - José Rovira Ferrer

    Introducción

    La Primera parte de esta novela la titulé Ramonet, que es un apellido corriente en Cataluña, también en Francia¹, lo que justificaba la existencia de unos parientes en Perpignan de la familia de Bernat Ramonet para que pudiera cursar estudios fuera del ambiente subversivo que en los años precedentes a la Guerra Civil se respiraba en Barcelona. Al frecuentar en su Residencia un grupo de jóvenes falangistas exilados de su Patria se contagió del credo joseantoniano. Descubiertas sus facultades en el dominio de idiomas se especializó en el alemán, lo que le proporcionó la facilidad para que fuese introducido en el engranaje germanófilo liderado por Ramón Serrano Súñer. Lo que le valió una situación cualificada dentro del Partido que le llevó a ser integrado en la red de los Servicios Secretos del Régimen. Los acontecimientos que allí se narran se producen durante el período 1937-1939.durante el cual la ayuda alemana fue decisiva para la victoria del General Franco y su proclamación como Jefe del Estado español.

    En Europa suenan clarines de guerra. Los preparativos bélicos del Tercer Reich demandan la colaboración del Estado español, el cual pone a su disposición a Bernat Ramonet como personaje cualificado para entablar relaciones con el almirante Canaris, responsable de la Abwher² con el que establece una estrecha relación dada su coincidencia con el idealismo de Schiller. Se abre una nueva oportunidad para la escalada dentro de la organización franquista que le proporciona la connivencia con el entramado societario creado por los servicios secretos alemanes, que es apoyada sin reservas por el Gobierno del General Franco como argumento de ayuda a su actitud de mantenerse libre de las presiones que el Führer alemán ejercía respecto a que la Wermacht invadiese España para ocupar Gibraltar.

    Wólfram es el subtítulo de esta segunda parte de La farsa y los trileros. La existencia de "wólfram" en una zona de España rica en ese mineral desata una guerra invisible que se desarrolló en el período de 1939-1945 y en la que los personajes de la Primera parte tienen una destacada participación.


    ¹ Ignacio Ramonet, autor de Guerres du XXIe siècle, editado en España bajo el título de Guerras del siglo XXI y cuya lectura me ha sido muy provechosa para la preparación de esta novela. (Arena Abierta, Mondadori, 2002)

    ² Sección de la inteligencia militar alemana que se ocupaba del espionaje, contraespionaje y el sabotaje.

    I

    El regreso de Bernat de Barcelona a Burgos el 8 de junio de 1939 resultó penoso, debía cumplir la orden que había recibido en el Hotel Canigó.

    Tenía conocimiento de que el ministro de Asuntos Exteriores³, que procedía de la Carrera militar, era un personaje con fuerte influencia y de reconocida probidad, llamándole la atención su baja estatura y su fuerte personalidad. El camarada Pertegaz, jefe de la Oficina de relaciones con el gobierno alemán, los presentó, añadiendo una ligera semblanza de cada uno de ellos.⁴

    Después de un ligero saludo, el ministro les dirigió unas breves palabras:

    —Señores: hace unos pocos días mantuve una entrevista con el embajador de Alemania. Entre las diversas cuestiones de las que estuvimos conversando salió una especial mención a las dificultades que previsiblemente se encontrará la industria armamentista alemana si llegara a producirse una confrontación bélica que forzara el bloqueo del tráfico marítimo dificultando el abastecimiento de determinadas materias imprescindibles para la industria, entre las cuales se encuentra un mineral denominado wólfram, el cual abunda en determinadas zonas de España.

    El embajador Stohrer me dio a conocer el encargo especial que había recibido del ministro alemán Von Ribbentrop de que pusiera un especial cuidado en seguir la ejecución de un plan elaborado por la Abwher para obtener la colaboración del gobierno español favoreciendo la extracción y envío del mineral a Alemania, evitando que fuese derivado hacia otras naciones que rivalizan en el mercado internacional.

    Según he tenido conocimiento, ustedes tienen un destacado papel en la ejecución del citado plan, del cual ha sido informado convenientemente el Gobierno. Por lo delicado del tema, el embajador Stohrer alegó la conveniencia de conocerles personalmente a lo que, por supuesto, no he puesto ningún inconveniente en acceder. Están ustedes citados para que hoy mismo a las trece horas, sean recibidos por el señor embajador alemán. Les ruego le atiendan con la consideración que merece, siguiendo sus consejos en todo cuanto no limite la capacidad legítima del gobierno de España.

    Comandante Camariego, le ruego se quede unos momentos, dijo el ministro al despedirse de los demás componentes de la misión.

    En la Embajada alemana fueron inmediatamente introducidos en el amplio despacho del barón Eberhard von Stohrer, que les esperaba en medio de la sala, presidida por un gran retrato del Führer alemán, con el saludo ritual: ¡Heil Hitler!

    —Saludo a los miembros de la misión española. Por favor, señor Pertegaz, ¿tiene la amabilidad de presentarme a sus compañeros?

    —Señor embajador, le presento en primer lugar al capitán Bernat Ramonet, actual agregado militar a nuestra Embajada en Berlín y a don Julián Fernández, Ingeniero de minas e Inspector Jefe del Distrito minero del Noroeste de España.

    El barón von Stohrer, en un perfecto castellano, saludó a cada uno de los componentes de la misión, invitándoles, acto seguido, a tomar asiento en los confortables sillones de aquel amplio salón.

    —No desvelo ningún secreto si les hablo de la tensa situación diplomática y militar que agita Europa entera.

    De tal modo inició la conversación el Embajador dirigiéndose a todos ellos en un tono grave, añadiendo: que obliga a tomar decisiones por vía directa al tratar temas que escapan a una normal transacción comercial, continuando en el mismo tono:

    —El gobierno del Reich, de acuerdo con las previsiones de largo alcance del Estado Mayor de la Wehrmacht que inspiran a nuestro Führer, está sumamente interesado, como ustedes conocen perfectamente, en la compra de mineral de wólfram bajo una serie de condiciones que se tratarán al más alto nivel, porque se relaciona con la liquidación de parte de la deuda que el Estado español contrajo durante la guerra civil que tantas desgracias produjo y que he lamentado en infinidad de ocasiones.

    Después de una pequeña pausa, fijando atentamente la mirada en cada uno de los componentes de la misión española, von Stohrer continuó:

    —En definitiva, nos hemos reunido hoy aquí para decirles que me ha sido confiada la delicada tarea de seguir con la cautela debida, la marcha de la Operación Schiller, de la que usted, capitán Ramonet, se ha constituido en su eje. Quiero decirle, capitán, que mi amigo el almirante Canaris, me ha confiado detenida información sobre esta Operación, incluyendo, además, su opinión sobre el acierto en su designación, pues le causó una gran satisfacción conocerle personalmente.

    Agradezco, asimismo, de modo especial la presencia de don Julián Fernández, como colaborador esencial en el estudio de las zonas donde el mineral puede ser obtenido, así como de su tratamiento y transporte para que llegue en las mejores condiciones para ser utilizado en la industria alemana. Sin su ayuda estimo que la labor del capitán Ramonet resultaría francamente difícil.

    Quiero asegurarles que en el curso de la operación a los servicios de inteligencia alemanes se les darán instrucciones para asegurarles su seguridad personal. No nos cabe ninguna duda que los de las potencias que se oponen a los designios del pueblo alemán intentarán entorpecer los envíos del mineral. Recibirán ustedes en todo momento la información que obtengamos para facilitarles su gestión y la que puedan necesitar para que tomen las debidas precauciones con el auxilio de las fuerzas de seguridad del gobierno de España.

    En nombre propio y del gobierno alemán, quiero agradecerles su colaboración que garantizo será debidamente compensada. En mi persona encontrarán en todo momento la ayuda que precisen. Muchas gracias.

    En una mesita auxiliar cercana a los sillones se había depositado en una bandeja de plata una botella de Jägermeister acompañada de unas pequeñas copas de licor. A ella se acercó el Embajador y llenándolas las ofreció a cada uno de los allí reunidos.

    Finalizada elegantemente esta tarea preliminar, dijo:

    —Propongo un brindis por el éxito de la Operación Schiller y por nuestro Führer.

    Con la copa elevada y en su lengua materna dijo con voz solemne como si fuese una Oración:

    Jetzt wissen Sie: Teil Ehren Hunter schützen und bewahren Sie Ihr Spiel, Jagd cavalierly un zu Ehren des Schöpfers in seinen Geschöpfen. ⁵.

    Al finalizarla invitó con un gesto a celebrar el brindis, exclamando con vibrante voz ¡Heil Hitler!

    A la salida de la Embajada alemana el jefe de la oficina Pertegaz se mostró satisfecho de la entrevista que acababan de mantener con von Stohrer y viendo la hora consideró inevitable invitar a los otros dos miembros de la misión a tomar un aperitivo en un lugar apropiado, que no fuese demasiado concurrido, optando por la elegante cafetería de la Plaza Castilla, cercana al Hotel María Isabel, donde pidieron al camarero que les sirviese unas copas de vino blanco.

    En el marco de una conversación distendida entre camaradas, Pertegaz estimuló la conversación entre el capitán Ramonet y el ingeniero de minas, para que concertaran un plan de colaboración, plan que de antemano le habían encargado y que debía contener un informe detallado de las zonas en las que se podía encontrar los enclaves mineros. Julián les manifestó que había entregado al comandante Camariego un análisis preliminar sobre las actuaciones que debían llevarse a cabo, extrañándose que el comandante, igualmente convocado a la reunión que mantuvieron previamente en el ministerio de Asuntos exteriores, no les hubiese acompañado a la recepción en la embajada alemana. La misma extrañeza manifestó el capitán Ramonet al comentar el gesto del ministro de retener al comandante en su despacho.

    —¿Puedes darnos alguna explicación de esta actitud del ministro, cuyo sentido se nos escapa?, preguntó Bernat.

    —Mis queridos amigos. No os podéis imaginar con que celeridad se producen los acontecimientos en el mundo de la política en el que me muevo, debo advertiros que nos afecta a todos de modo personal, especialmente en estos días, influenciados por lo que se está cociendo en las cancillerías europeas. Se teme lo peor en relación con el desenlace del conflicto que ocasiona el territorio autónomo de Dantzig.

    Aquí, en concreto, siguió comentando el camarada Pertegaz, en los círculos de los distintos grupos políticos que convergen en la organización del Nuevo Estado español, entre monárquicos unos, falangistas otros, se mueven las fichas del poder como si se jugara una complicada partida de ajedrez, de la cual todos somos peones. Ya sabéis que el movimiento de una pieza del jugador de las piezas blancas obliga, generalmente, a un cambio de estrategia de las negras moviendo fichas que en principio parecía que no guardaba relación directa con el movimiento anterior.

    —Esto es aplicable singularmente en tu caso, capitán, tú has sido llamado desde Barcelona para acudir a esta reunión figurando oficialmente como agregado militar a la embajada en Berlín. Me consta que próximamente se va a producir el cambio de Ministro de Asuntos exteriores, que pasará a manos, según se dice, del general Beigbeder y consecuentemente en la embajada en Berlín se producirán cambios. Os pido que guardéis estas confidencias, forman parte del sigilo que debo mantener, porque esto, aunque sólo sean estrategias del poder serán oficialmente confirmados dentro de breves días.

    Confidencialmente puedo deciros que se han barajado muchos cambios. He tenido la ocasión de estar presente en varias reuniones. Entre los cambios previstos está el de agregado militar en Berlín, al que accederá el comandante Sixto Camariego. Al cesar en su puesto, el capitán Ramonet será destinado a la Sección 2ª del Estado Mayor de la Capitanía General de Cataluña. Esta puede ser la explicación de lo acaecido esta mañana y que nos ha sorprendido.

    —Capitán, ¿Tenías acordada una entrevista con el coronel, para este viaje?, preguntó Pertegaz.

    —No, en absoluto, sólo tenía el telegrama que recibí en mi Hotel de Barcelona indicando la urgencia con la que debía acudir a la cita en tu Oficina. Después de lo que me has estado explicando, creo necesario solicitar una entrevista esta tarde en la calle Carnicería, para oír lo que me tiene guardado para los próximos días. Espero que el comandante Camariego me entregue la documentación que Julián Fernández ha confeccionado para el Servicio de la que hemos hablado.

    Momentos después se levantó el ingeniero para despedirse de sus compañeros, alegando que debía regresar a su domicilio de León, donde estaría esperando su familia con no poca ansiedad.

    Habiendo quedado solos ante el velador, el camarada Pertegaz puso una mano sobre el hombro de Bernat, diciéndole:

    —Lamento no poder invitarle a comer capitán, pero tengo la obligación inmediata de volver a mi despacho para informar al señor ministro del resultado de las conversaciones que hemos mantenido con el embajador alemán. Debe estar informado en todo momento de cómo ha empezado a funcionar la Operación Schiller.

    Bernat fue a descansar en su habitación del María Isabel no logrando conciliar el sueño. Las palabras del jefe de la oficina de relaciones del ministerio le habían alarmado. Siguiendo el consejo que le había dado, decidió aquella misma tarde presentarse ante el coronel Ungría, con la confianza que de su conversación obtendría unas conclusiones sobre el destino que de modo inmediato le esperaba.

    Las primeras palabras del coronel fueron para felicitarle por la diligencia que estaba mostrando en la preparación de la Operación Schiller, disponiéndose a explicar su alcance en el contexto del momento en que se encontraban las exigencias de von Ribbentrop sobre una definición clara de la posición de España ante la tensión bélica que se planteaba en Europa.

    —Debe conocer, capitán, cuál es el papel que estamos jugando en la actual situación de las relaciones con los alemanes. Voy a hacerle una síntesis:

    Esta situación provoca tensas conversaciones entre las más altas esferas del Ejército y las Jerarquías de la Falange, mostrando estos últimos, por similitudes políticas, un apoyo a la causa germánica que pretende un acuerdo de colaboración similar al que han suscrito los gobiernos de Alemania e Italia conocido como Pacto de Acero. A lo que se opone la mayoría de nuestros generales por fundadas razones estratégicas.

    Como usted bien sabe, capitán, estas fuerzas políticas que constituyen el núcleo del Nuevo Estado, ejercen fuertes presiones ante el Caudillo para que tome una decisión en uno de los sentidos.

    Por eso es importante el éxito de la Schiller. Si se cumplen los objetivos comprendidos en ella, serviría para argumentar en favor de la tesis que mantienen el embajador Stohrer y el almirante Canaris, frente a la opinión de von Ribbentrop, logrando mantener a España al margen de una posible contienda, pues ambos son conocedores de la precariedad de nuestras redes de comunicación y el estado en que se encuentran después de los desastres de una guerra civil. El suministro del wólfram, tan apreciado por la industria alemana, sería un argumento de fuerza para mantener un statu quo de no beligerancia.

    Para mantener el equilibrio deseable entre aquellas fuerzas, nuestro Jefe del Estado viene forzado a mantener una estabilidad dentro del órgano máximo de gobierno de la Nación, esto es en el Consejo de Ministros, sus titulares deben ser, evidentemente, personas altamente cualificadas con probada fidelidad, que representen las aspiraciones de unos y otros, de tradicionalistas o de falangistas. Un difícil esfuerzo recae sobre él, por la responsabilidad que ha adquirido de garantizar el equilibrio institucional, que permita la elaboración y cumplimiento de normas que obliguen por igual a todos los españoles.

    Todos nos vemos implicados en este proceso. Su misión, capitán, como agregado militar en la embajada de Berlín, finalizó desde el momento en que logró el acuerdo con el almirante Canaris. Ahora tiene una misión concreta de suma importancia a la que debe dedicarse en cuerpo y alma: la Operación Schiller. Estoy en contacto con los Ministerios de Asuntos Exteriores y del Ejército, para resolver su compleja situación. Tan pronto se resuelvan ciertas dificultades está previsto que su destino sea en la 2ª Sección del Estado Mayor en la Capitanía General de Cataluña, dentro del cual con su misión especial continuará dependiendo de este Departamento. En su momento recibirá oficialmente los correspondientes nombramientos de cese y nuevo destino militar.

    Así mismo, el comandante Camariego le hará entrega de toda la documentación que ha recabado del Ingeniero de minas don Julián Fernández, sobre yacimientos mineros que, como especialista en nuestra organización, deberá mantener constante relación contando con su experencia profesional.

    Es necesario que le hable de la existencia de unas entidades financieras alemanas que operan en España. Todas ellas están bajo la dirección ejecutiva de Johannes Bernhardt. Es un personaje muy influyente que en el momento preciso en que se necesitó la ayuda alemana, su actuación directa con el Führer decidió la marcha de nuestra guerra civil. Herr Bernhardt había mantenido una estrecha relación con el general Beigbeder en Marruecos, allí se fundó la HISMA, que es el anagrama de Hispano-Marokkanische Transport-Aktiengesellschaft, que nos benefició de modo muy significativo.

    Capitán, a usted no deberá extrañarle cómo concibe la Abwehr su complejo sistema de mecanismos operativos. Las dos sociedades suiza y española que le han inducido constituir son una buena prueba de ello. Es habitual la interposición de entidades aparentemente independientes, la última operación en este sentido ha sido la fundación de SOFINDUS, que usted ya conoce. En atención a todo ello, la Operación Schiller deberá desaparecer de todas las operaciones en las que aparezca la mano de Herr Bernhardt. Es una decisión que proviene del propio Jefe del Estado.

    Por último, le reafirmo todo cuanto he venido manteniendo en nuestras conversaciones. Para el cumplimiento de su misión dispone de todo mi apoyo y, por supuesto, el de este departamento.

    —¡Siempre a sus órdenes, mi Coronel!

    En el antedespacho del Coronel le estaba esperando el comandante Camariego, que asiéndole del brazo, le dijo:

    —Por favor, capital Ramonet, acompáñeme a mi oficina. Está en la planta superior. Hemos de hablar.

    Sentados frente a frente en dos viejos sillones, restos de los enseres de anteriores moradores del caserón de la calle Carnicería, habló en primer lugar el capitán:

    —No ha sido casualidad el que nos hayamos encontrado al salir del despacho de nuestro coronel, ¿verdad comandante?

    —En efecto capitán. Le estaba esperando. Había recibido órdenes al respecto. Estoy al corriente del motivo de la reunión que han mantenido con el embajador von Stohrer a la que en principio estaba convocado, pero por cuestiones de orden interior he sido retenido por el ministro de Asuntos Exteriores, como usted pudo comprobar. Tengo la seguridad de que después de la conversación que ha mantenido con el coronel habrá deducido el motivo.

    La intervención del ministro alemán von Ribbentrop sobre el suministro de wólfram, continuó explicando el comandante, ha revuelto el organigrama que se había planificado previamente. En el nuevo esquema han intervenido varios departamentos ministeriales, llegando a la conclusión de que usted debía entregarse plenamente a la colaboración con la Abwher en dicho tema, lo cual comportaba que su misión en la embajada en Berlín debía concluir. Se decidió que su cese iría acompañado de mi nombramiento para sucederle. Puedo asegurarle, además, que en su momento se producirá el nombramiento de un nuevo embajador, cuyo perfil encaje adecuadamente con las estrechas relaciones que se pretenden con el gobierno alemán en las actuales circunstancias internacionales, que usted, capitán, conoce de sobras. En consecuencia, el ministro entendió que carecía de sentido mi presencia en la audiencia concertada y que era preciso comentarme las perspectivas del destino que me esperaba.

    Su nuevo destino será, capitán, con toda probabilidad, digo con probabilidad, porque hasta que no se lean las órdenes en el Boletín Oficial del Ejército no está todo decidido. Como ya le habrá dicho el coronel, usted será destinado a la 2ª Sección de Estado Mayor en Barcelona, con todas las facilidades para sus movimientos. En las reuniones a las que he asistido se ha ponderado la empatía que ha surgido entre usted y el almirante Canaris, que no ha sido ajena a las decisiones que se han tomado. En la determinación de su destino, como es lógico, ha intervenido el ministro del Ejército.

    —Le agradezco todas sus explicaciones. Me las había explicado muy claramente nuestro coronel. Me gustaría, sin embargo, Comandante, hacerme cargo cuanto antes de toda la documentación que hayan elaborado con Julián Fernández que, sin duda, me facilitará en gran manera el diseño completo de la Schiller. Esta ha sido la última orden que he recibido.

    —La tengo preparada, capitán. Este maletín que le entrego contiene los planos del emplazamiento de las minas de wólfram del distrito minero del Noroeste de España, indicando para cada una de ellas las rutas más adecuadas dadas las dificultades de circulación por las escasas carreteras de que disponemos. Debo advertirle que he dicho carreteras. Me he equivocado: son caminos vecinales en la mayor parte de los casos. Este no es el mayor problema que, en principio, se va a encontrar.

    Mi destino en Berlín, comentó el comandante Camariego, me va a causar algunos problemas domésticos, pero los que le aguardan a usted me temo que sean de distinto orden, sólo los podrá vencer con empeño, gracias a su juventud y a la madurez que ha demostrado en su misión, pero, además, será necesario que la diosa fortuna le acompañe.

    —Mi comandante, quiero que me diga algo sobre el ingeniero de minas que ha venido colaborando con usted. No tengo ningún informe sobre él, ¿Me lo puede facilitar? Hasta este momento estoy seguro que se han estudiado cuestiones importantes que me van a ser de mucha ayuda, pero la acción que va a comenzar requiere mucha cautela. El ingeniero ¿pertenece a nuestro Servicio? ¿Ha sido un colaborador ocasional?

    —El ingeniero Julián Fernández, no es un colaborador ocasional, es un miembro efectivo. En muchas cuestiones su actuación fue esencial. Puede usted, capitán, confiar plenamente en él. Es un intelectual muy eficiente. Lo podrá comprobar cuando tenga establecidas unas relaciones continuas para llevar a cabo su misión. Póngase en contacto con él, no le defraudará.

    Permíteme tutearte, Ramonet porque lo que te voy a explicar requiere un máximo de confianza.

    He de informarte de la realidad en la que te vas a encontrar. Esta misión, como supongo te habrán informado suficientemente, no es la de ser un simple comisionista que compra una partida de trigo en el mercado negro para enviarlo escoltado hasta llegar a una zona libre de control. Hay que decirlo claramente, y por favor, no te ofendas, te vas a convertir en un perfecto contrabandista bajo protección. Tu tarea consistirá en organizar todo un conjunto de acciones al margen de la legalidad vigente, donde no podrás ir por la cara a los gerentes de las minas declaradas, y de las que se tienen conocimiento oficial, para adquirir bajo cuerda el mineral, porque debes saber que sobre el producto de este mineral existe un impuesto que hay que declarar regularmente. Además, su transporte ordinario se hace bajo unas condiciones administrativas ciertamente rigurosas.

    El mineral que deberás suministrar a los alemanes es el que está fuera de todo control. Tendrás que enfrentarte con SOFINDUS, como ya te habrán dicho. La compra habrás de hacerla en pequeñas porciones, muchas veces procedentes del robo en los almacenes de las minas censadas; otras porque los que llaman "lobos de la noche" se hayan introducido en las concesiones mineras y capturado por sus propias manos, con gran riesgo de sus vidas, el codiciado wólfram.

    Habrás de decidir tanto el proceso de compra, como su almacenaje y transporte. Deberás escoger las personas que han de mediar en la compra y las formas en que deben abonar esas cantidades, lo que requiere un conocimiento de precios, calidades y un sinfín de cuestiones, que irán surgiéndote a medida que avances en la organización de todo ello. Te espera una gran aventura para la que te deseo toda la suerte del mundo, que vas a necesitar para capear fuertes temporales.

    Al entrar en su habitación del Hotel María Isabel, Bernat se encontró con la sorpresa de tener ante sí una voluminosa caja de cartón, en la que destacaba una etiqueta de gran tamaño con el membrete del ministerio del Interior, Servicio Nacional de Propaganda, con la dirección:

    Camarada Bernat Ramonet. Habitación núm. 329. Hotel María Isabel. Burgos.

    Con la navaja de varios usos que Bernat había comprado años antes en Appenzell, de la que no se había separado en ningún momento, a pesar de que la usaba con poca frecuencia, consiguió en pocos instantes contemplar su contenido: estaba repleta de libros, pero antes de escoger cualquiera de ellos para conocer su contenido, se fijó en el sobre que acompañaba a aquel voluminoso envío a su nombre.

    Abrió Bernat presuroso el sobre para conocer quién le había enviado tan pesada y voluminosa caja. La carta decía así:

    Al Camarada Bernat Ramonet i Font.

    Por indicación de nuestro camarada y ministro Ramón Serrano Súñer te envío una colección de los primeros libros de la Editora Nacional, cuya difusión ha de llegar a todos los rincones de nuestra Patria para divulgar las obras de nuestros más eximios pensadores y escritores exaltando los valores eternos de la España imperial, que constituyen la esencia de los principios proclamados por José Antonio Primo de Rivera. Espero que con su lectura verás fortalecido tu espíritu falangista, que a todos nos admira.

    Te envío un fuerte abrazo, con mi saludo más efusivo.

    ¡Viva Franco! ¡Arriba España!

    Impulsado por la curiosidad, Bernat escogió al azar diversos tomos y leyó sus titulares: "Historia de la Cruzada, Biografía del General Franco, ambas de Joaquín de Arrarás; El cardenal Julio Alberoni: forjador de una nueva España en el siglo XVIII, de Luciano Taxonera, y otros varios que figuraban bajo el título genérico de Breviarios del Pensamiento español

    Satisfecha su curiosidad. Bernat cerró la caja, introduciendo en ella los libros que había sacado. En principio, pensó que resultaría de interés y provecho leer la biografía del General Franco, pues sería, probablemente, un tema de conversación corriente y debería dar a entender que conocía muy bien sus hazañas bélicas; en otro momento investigaría si entre tantos libros como contenía aquella caja, encontraría alguno sobre el pensamiento joseantoniano, del cual pudiera retener algunas frases que en alguna ocasión pudiese dar a entender su compromiso con la formación del espíritu falangista, que se le debía presumir al lucir su negro uniforme bordado con el emblema de las cinco flechas con su estrella verde, que le calificaba como alta jerarquía dentro del Partido.

    Pronto se olvidó del posible contenido literario que le había proporcionado el Servicio Nacional de Propaganda, prestando mayor interés al contenido del maletín que poco antes le había entregado el comandante Camariego. Cuidadosamente fue sacando de su interior unos descoloridos mapas, cuyo aspecto denunciaba que habían sido objeto de frecuente manipulación, observando al desplegar uno de ellos, marcas con círculos de colores diversos, principalmente rojos y amarillos, en distintos puntos y trazos de color azul, que podían ser las rutas que conducían a los puntos señalados con los círculos de colores.

    En el interior del maletín encontró otros mapas o planos parecidos al que había estado ojeando. Dedujo de inmediato que los puntos señalados con los círculos se referían a los lugares donde estaban enclavados los yacimientos del codiciado wólfram.

    Estaba enfrascado Bernat con el examen minucioso de los pueblos cercanos a los círculos coloreados, cuando fue interrumpido con un constante repiqueteo en la puerta de su habitación. Precavido por tantas advertencias como le habían estado manifestando, antes de abrirla quiso percatarse de la persona que llamaba.

    —Soy Salmones, mi capitán. Llevo horas abajo en recepción esperando sus órdenes.

    —¡Oh!, Salmones. Cuánto lo siento. Pasa, por favor. Estaba entretenido examinando estos mapas.

    Al entrar me he topado con una caja de cartón que me han envido del Servicio Nacional de Propaganda y me he perdido viendo los libros que contiene. Luego puedes mirar para ver si alguno de ellos te interesa. Puedes llevarte los que creas conveniente. Son todos ellos muy instructivos.

    Debes de estar muy cansado, Salmones, y necesitas estar en forma para el trabajo que emprenderemos, además estarás deseoso de estar con tu familia. De acuerdo, he sido muy desconsiderado contigo. Nunca te he preguntado por ella. ¿La tienes aquí, en Burgos?

    —No, mi capitán. No estoy casado, mis padres viven en su pueblo en la provincia de León. Hace varios meses que no he tenido permiso para ir a verles.

    —Pues ve cuanto antes ante al oficial de tu compañía en el Regimiento de Transportes y diles que se pongan en contacto conmigo para que te concedan un permiso de diez días. Dejas la forma de comunicarme contigo por teléfono, que podría ser el del alcalde, por si necesitara urgentemente localizarte para alguna cuestión imprevista. Me has dicho que no estabas casado, pero es muy probable que alguna chica de allí continúe pensando en tu regreso.


    ³ General Francisco Jordana Sousa, cesó en el cargo el 9 de agosto de 1939.

    ⁴ Para la reunión, con que se inicia esta segunda parte de La farsa y los trileros, habían sido convocados en Burgos para, posteriormente, entrevistarse con el Embajador alemán con motivo de la iniciación de la "Operación Schiller" para el suministro clandestino de wólfram a la industria de guerra alemana, que el capitán Ramonet había convenido en Berlin con el almirante Canaris.

    Como ustedes saben: Forma parte del honor del cazador proteger y preservar su juego, cazar caballerosamente y dar honra al Creador en sus criaturas".

    II

    El sonido del teléfono le produjo a Bernat un ligero estremecimiento. Apenas hacía una hora que había llegado a su habitación y ya alguien quería ponerse en contacto con él ¿quién podría estar interesado en ello?

    —Capitán Ramonet, dijo la telefonista, hay una llamada para usted de la camarada Lourdes de la Maza, ¿se la paso?

    —Sí, por favor.

    La dulce e inesperada voz de Lourdes vibró al oído de Bernat.

    —Bernat, ayer supe que venías a Burgos. Aunque te supongo algo cansado me gustaría poder charlar un rato contigo, recordando otras circunstancias, ¿puede ser?

    —¡Oh, Lourdes!, ¡qué alegría oírte! Es un gran consuelo que aún te acuerdes de mí. Temía que me odiarais, después de la poca atención que pude dispensaros en Berlín.

    —¡Qué va! Tus amigos médicos se portaron maravillosamente. Son unos tíos estupendos. Beatriz estaba deseosa de conocer al psiquiatra, que se desvivió con nosotras. Claro que notamos tu ausencia, pero eso es agua pasada. Hoy estás aquí y no tienes ninguna excusa para huirme.

    Te invito a cenar a mi casa esta noche Así podrás continuar extasiándote con los álbumes de sellos de la colección de mi padre. Todavía guardo el recuerdo de tu asombro cuando te la mostré en Salamanca. No digas una palabra, Bernat. Te espero a eso de las diez. No me faltes, tengo muchas cosas que contarte.

    La mención del álbum de sellos tuvo un efecto llamada. Inmediatamente le confirmó a Lourdes que estaría en su casa, agradeciendo su invitación y añadió cuánto le suponía el afecto que en todo momento le había mostrado.

    Para aquella ocasión, Bernat quiso sorprender a Lourdes no acudiendo a la cita con los uniformes con los que había sido visto anteriormente. Sacó de su equipaje el traje de elegante corte que le habían confeccionado para sus entrevistas en Suiza. Llamó al servicio del Hotel para que lo plancharan de manera que pudiera disponer de inmediato.

    Lourdes aguardaba la llegada de Bernat. Al verle tan elegantemente trajeado no pudo evitar su asombro. Tardó unos instantes en reaccionar para luego, impulsivamente, arrojarse a sus brazos besando ávidamente sus labios, que fueron correspondidos con la misma efusión de gozo.

    ¡Te han europeizado, Bernat! Ya no eres mi gallardo capitán ni mi entusiasta falangista. ¿Qué te han hecho en Berlín?

    —Lourdes, sigues siendo la más bella falangista que he conocido. Deja que contemple el brillo de esos ojos y bese esas lágrimas que asoman.

    —¿Recuperaste en Barcelona los restos de los sellos que rescataron tus padres del expolio que sufrió la casa de tu tío Rafael?

    —Qué memoria tan prodigiosa tienes, Lourdes. Te acuerdas de aquellos detalles que tanto me habían obsesionado. Sí. Los recuperaron y me los guardan cuidadosamente, en espera de que yo pueda hacerme cargo de ellos en su momento, pero veo los álbumes de tu padre encima de la mesa, esperándome. Eres un verdadero cielo, Lourdes, mereces que te bese una y mil veces. Durante un buen rato se dedicó Bernat a ojear aquellos magníficos álbumes con verdadera devoción.

    Fue una cena frugal la que preparó Lourdes, pero destacó en la mesa una botella de blanco Riesling, que hábilmente descorchó para cubrir los dos tercios de unas copas de transparente cristal una de las cuales ofreció a Bernat con un saludo muy español. ¡Olé!, al que este correspondió con su perfecto alemán: ¡Wundervoll!

    —Me has dicho, Lourdes, que tenías cosas que contarme, ¿puedes hacerlo tranquilamente dando un paseo hasta llegar a la ermita románica cercana al Arlanzón? La noche es hermosa, el aire está embalsamado con los perfumes de la primavera y tú eres el elemento esencial para que pueda recordar los más bellos momentos de mi vida.

    Con una bella sonrisa, Lourdes llevó su mano a la boca de Bernat, diciéndole:

    —El Riesling se te ha subido a la cabeza, Bernat. Sabía tu afición a los poemas de Schiller, pero no que poseyeras esta facilidad para decir palabras tan hermosas.

    —En este caso no es Schiller el que me inspira, si no tu sola presencia. Paseando se me despejará la cabeza. Espero que lo que me quieres decir no me la vaya a enturbiar.

    —Corre el rumor en los despachos, de que próximamente van a designar como agregado militar en la embajada de Berlín al comandante Camariego, con lo cual queda en el aire dónde van a destinarte. ¿Puedes decirme que hay de cierto en todo ello?

    —Sí, Lourdes, parece que este rumor se va a hacer realidad. Todo depende de que este nombramiento figure en el Boletín Oficial del Ejército. Probablemente mi destino esté en la Capitanía General de Cataluña, donde son necesarios mis conocimientos del alemán, lo cual no me disgusta porque me permitirá vivir cerca de mis padres, que, ciertamente, lo han pasado muy mal durante la dominación roja, como ya te expliqué, pero, en todo caso, habré de estar constantemente en contacto con el aparato político de Burgos para misiones especiales. Ya ves, Lourdes, que soy ave de paso. Hoy estoy aquí, mañana no sé dónde.

    —Cuando me enteré de estos rumores, pensé que lo estarías pasando mal, ahora al verte con este traje, tan ajeno al que te era propio, me ha parecido que debías necesitar urgentemente el calor de una persona amiga que te consolara.

    —Te voy a ser sincero, Lourdes. Estos tres últimos años los he podido soportar sin que se alteraran mis sentimientos como falangista y servicio a la Patria, porque he contado con el consuelo, en el amplio sentido de este concepto, entre mis camaradas de la Sección Femenina en Salamanca y en Burgos. Sin este apoyo me hubiera sentido débil, desamparado. Especialmente tu calor humano me ha sido necesario y el recuerdo de estos paseos hasta llegar a la ermita han superado los momentos tristes de mi soledad, a la que no han sido ajenos los instantes de comprensión y generosidad mostrada en las circunstancias más íntimas.

    —Has hablado claro y sinceramente, Bernat, pero he de confesarte que no me avergüenzo en absoluto de haber sido un consuelo para ti, ya que he gozado en tu compañía por la delicadeza de tus besos, de tus manos y dulces palabras que siempre me han acompañado en estos momentos. He sido consciente, además, de que tu compañía era consecuencia de las circunstancias cambiantes, por lo que debía experimentar el gozo de tu presencia sólo en momentos puntuales, como puede ser el de esta noche.

    Mira, Bernat, Ya hemos llegado a la ermita de tus sueños, dijo Lourdes rodeando con sus brazos la cintura del joven militar.

    A su regreso a su habitación del María Isabel, Bernat se sentó ante la mesa donde estaban desparramados los mapas que había estado revisando unas horas antes. Cerró los ojos, apoyó los codos sobre la mesa y sus manos se alzaron para sujetar la frente, como modo de concentrar sus pensamientos.

    ¿Era, él, el Bernat de pasados tiempos, pocos años antes, que se sentaba en un banco de piedra en el Claustro de San Pablo del Campo, escuchando los prudentes consejos de Mosén Delgé, insistiendo en los dones de la pureza y la castidad?

    Después de la conversación y los contactos físicos que había mantenido con Lourdes, Bernat se sintió sucio. Le había mentido a conciencia groseramente.

    Cuando las recordaba tanto a ella, como a Julia y a Isabel, era en momentos de tensión sexual para aliviarse mentalmente, olvidándose de ellas hasta otro momento posterior cuyo recuerdo le excitaba.

    Hoy había sido Lourdes la protagonista, conduciéndola a un rincón de la ermita que tantas veces había presenciado las mismas escenas, mostrándose como siempre tan comprensiva. Ella, sin embargo, no había mentido, claramente había dicho que gozaba en su presencia. No engañaba a nadie. Él, sí, que había jurado amor eterno a Sofía, cuyos pensamientos hacia ella eran todavía puros y castos. Sentía Bernat que la había traicionado, a pesar de lo cual cuando volviese a ver a Sofía continuaría con un engaño más, explicándole que su ausencia le atormentaba.

    Posiblemente mañana me encuentre otra vez con Lourdes, se decía, y volveré a mentirle, mostrándome a mí mismo como soy en realidad: un tramposo y un embustero. Ya en ningún momento podré librarme de mis inclinaciones, lo mismo ocurrirá si me encuentro con Julia o Isabel. A todas les hablaré de la ermita romántica a la vera de Arlanzón. ¡Cuánto deseo, desgraciado de mí, tenerlas en mis brazos, susurrándoles palabras de amor!

    ¿Quién eres, Bernat? En realidad, ¿quién eres? Se torturaba diciéndoselo una y otra vez. Traicionaste a tu amigo Lluis, a la anciana señora Klesber, a Sofía, a quien dices amar y a todas esas muchachas de la Sección Femenina. ¿Hasta dónde serás capaz de llegar, pequeño Bernat?

    Con estos pensamientos se quedó dormido sobre la mesa de su despacho. Hasta más tarde no se desvistió para ir a la cama, tendiéndose, agotado, encima de ella.

    La noche resultó frenética revolviéndose en la cama, preso de fiebre, intentando sacudirse palabras que sonaban amenazadoras en boca del coronel y otras escenas en las que Julia se mofaba de él, empujándole cerca de una piscina donde se asomaban caras grotescas que no podía adivinar quienes eran.

    Por la mañana, después de una ducha fría, se despejó su mente, recordando todo lo que había estado meditando y alguna de las escenas de las pesadillas que le habían atormentado durante la noche. Debe ser el Riesling que tomé con Lourdes, se dijo. Miró por la ventana y contempló un hermoso cielo azul. Reflexionando sobre los mapas y documentos que estaban sin ordenar encima de la mesa, se propuso ordenar en su mente como debía transcurrir el día. Era obligado presentarse ante el ministro Serrano Súñer, del que directamente había dependido no sólo como jefe sino como camarada. Si debía seguir otros pasos, él se los indicaría.

    En el orden mental que estaba configurando las acciones del día, venía seguidamente la idea de concertar una entrevista con el ingeniero de Minas, Julián Fernández, como experto en la cuestión minera y en especial todo lo referente al wólfram y a los mapas que contenía su maletín. Y en algún momento localizar a Salmones, para interesarse por el estado de su familia.

    Llamó a la telefonista del hotel para que le pusieran en contacto con la secretaría del Ministro Serrano Súñer.

    —Capitán, preguntan de parte de quién.

    —Diga del camarada Bernat Ramonet.

    —Se lo paso, capitán.

    —¡Bernat!, ¡Vaya sorpresa! Soy Julia.

    A Bernat, el corazón le dio un gran salto. No había calculado que Julia se encontrara precisamente ahora en la secretaría del Ministro.

    —¿Julia? La sorpresa es mía. ¿Pero no estabas en Salamanca? ¿Cómo ha sido eso?

    —El jefe me ha reclamado. Ya sabes que fui su mano derecha desde que llegó a Salamanca. Ahora tiene encomendada una tarea muy grande y necesitaba personas de su confianza. Así es que aquí estoy compartiendo el despacho con Lourdes, que esta mañana me ha contado que estuvo ayer un rato contigo. Me ha confirmado el rumor de que regresas de Berlín para cumplir una nueva misión.

    —Todo eso es cierto, Julia, pero no quiero que alargues esta conversación telefónica luego podremos hablar, pero ahora necesito que me digas si tengo hoy la oportunidad de que me reciba el ministro. Solo quiero saludarle. Es un deber de pura camaradería.

    —Ahora mismo no te lo puedo decir, llámame dentro de unos diez minutos.

    Al entrar en el comedor para desayunar se encontró con Antonio Ariza, que le saludó afectuosamente:

    —¿De nuevo en Burgos, capitán? ¿Quiere que le sirvan un par de huevos fritos con jamón, y un buen café, café?

    —Me parece de perlas; además, tráigame una aspirina. Hoy me he levantado con un buen dolor de cabeza.

    Estaba Bernat ojeando el Diario de Burgos cuando el propio jefe de comedor, se le acercó para decirle que le llamaban al teléfono, desde el despacho del Ministro.

    —¿Eres Julia?

    —Sí, Bernat. Hoy no te puede recibir el Ministro. Está ocupadísimo. Doy fe de ello. Pero me ha dicho que puedes venir a verle mañana por la mañana antes de las ocho. Te estará esperando. Ha recordado que cuando llegaste a Salamanca me encargó que hiciera de cicerone para que no te perdieras por la ciudad, hoy me ha repetido lo mismo, que si necesitas alguien que te acompañe que me preste a ello voluntariamente. Puedes elegir, Bernat.No pudo resistir la tentación. Otra vez el diablo de los recuerdos acudió a la mente de Bernat.

    —Julia, hoy es un día muy hermoso. Supongo que no conocerás todavía los lugares especiales del Arlanzón, como conocías los del Tormes.

    —Claro que los conozco. Podemos ir a la Playa de Fuente Prior, donde tomaremos el sol tranquilamente y si no hay gente, todavía lograremos encontrar algún rincón para bañarnos cómodamente, ya sabes a lo que me refiero.

    —No sabes cuánto agradezco tu invitación, Julia, porque en verdad necesito relajarme. Llevo unos días de gran tensión, como ya sabes. ¿Dónde podemos encontrarnos?

    —¿Te parece bien en el Café Arriaga, dentro de media hora? preguntó Julia.

    —Perfecto, allí estaré.

    Bernat se fue al hotel para vestirse ligeramente con su camisa azul con la seguridad de que le agradaría más que con el rígido uniforme de Capitán.

    Julia tardaba en llegar al Café. Bernat estaba preocupado ¿Se habrá arrepentido Julia a última hora de su compromiso? Alegró su cara cuando vio que descendía de un coche oficial invitándole a que subiera. En el interior del coche se contuvieron en su abrazo por la presencia del conductor, observando la presencia de una cesta que inmediatamente le recordó una anterior excursión a la orilla del Tormes. Sonriendo adivinó su contenido.

    —Julia, dile al conductor el camino que debe seguir.

    —No te preocupes, Bernat, ya se lo he comentado y sabe la hora a la que tiene que volver para recogernos, porque tiene que estar antes de las seis de la tarde en la puerta del Gobierno para un servicio oficial.

    Al llegar a la Playa de la Fuente Prior, el conductor muy atento preguntó a la camarada Julia dónde quería que depositara el cesto.

    —A unos quince metros de la línea del río, contestó.

    —¡Qué maravilla, Bernat! La playa está vacía. Estamos solos. A estas horas del mediodía no vendrá ya nadie más. Podemos bañarnos como lo hicimos en Salamanca. A estas alturas me imagino que ya no sentirás aquel ridículo pudor que tanto te cohibía, pero como el sol ya pica, primero vamos a untarnos con aceite de parafina.

    Corrieron por la playa en pelota picada. Cogiéndose y revolcándose por la fina arena. Bernat al pisar el agua notó que estaba muy fría y salió disparado huyendo de ella. Sin embargo, Julia, más habituada a los rigores de aquel clima, se internó lo suficiente para que todo su cuerpo quedara sumergido en el agua, pidiendo luego a gritos que la secara con una toalla y frotara su cuerpo para entrar en calor. Buscaron más tarde una pequeña sombra donde saciar el apetito con unos emparedados que, como había adivinado Bernat, llevaba en el cesto bien provisto, además, con una botella de vino del Bierzo.

    Julia comentó que con el revolcón por la arena el aceite de parafina con el que se habían untado, ya no les protegía, y que era conveniente volver a hacerlo para evitar quemaduras de aquel sol que les atacaba. Llegada la ocasión propicia de relajación, Bernat formuló la pregunta que llevaba deseando hacer desde los primeros momentos.

    —¿Cuántos meses llevas en Burgos a las órdenes del ministro, Julia?

    —Unos pocos. Fue a raíz de que Lourdes se quejara de la mucha carga de trabajo que estaba acumulando y que estaba necesitada de ayuda. Fue entonces cuando el camarada Serrano se acordó de mis servicios en Salamanca y me reclamó. A mis padres les pareció de perlas, porque veían un ascenso dentro del Partido y un puesto de trabajo en el Gobierno, además de que Burgos estaba mejor protegida que Salamanca de los ataques aéreos de los rojos.

    —Entonces estarás al corriente de los problemas internos que se producen en el seno del Gobierno, que según me han comentado son muy complicados. ¿Habéis sacado alguna conclusión de los debates que han surgido ente los generales y la jerarquía del Partido?

    —Mira Bernat. ¿No estarás mañana con el camarada Serrano Suñer? Mejor será que le preguntes a él, a mí solo me interesa el trabajo del día a día. Por las caras que ponen al salir de su despacho, podemos deducir que algo serio se va a producir próximamente. Pero, Bernat, veo que estás más preocupado con los problemas profesionales que te afectan en estos momentos, que en disfrutar de mi compañía.

    —Pues hablemos de otra cosa. Ya me has dicho esta mañana que Lourdes te ha comentado nuestro encuentro de ayer. ¿Te ha dicho que estuvimos dando unas vueltas por el Paseo de la Isla? Es un lugar encantador, ¿lo conoces? Es un paseo que me gustaría repetir esta noche contigo.

    —Sí, Bernat ya sé dónde está ese Paseo, pero nadie me ha llevado a él. Claro que me gustaría conocerlo si tú me acompañas, debes de conocerlo muy bien.

    —Hablemos de cosas personales, Julia. Nada me has dicho de tu novio. ¿Lo han licenciado, ya? ¿Cómo van esas relaciones? Supongo que habrá venido a verte, aquí o en Salamanca. Anda cuéntame, porque él guardaría muy buenos recuerdos tuyos y es natural que los quisiera revivir, antes de regresar al Cuartel.

    —Dos años es mucho tiempo. Vino a verme, pero con el ánimo de un soldado victorioso. Lo habían ascendido a sargento. Quiso saberlo todo de mí, como si le perteneciera. Tuvimos unas discusiones acerca del futuro. Quería que en cuanto le licenciaran definitivamente nos fuésemos a vivir a Valencia, donde con unos compañeros pensaba montar no sé qué clase de negocio, a lo que me negué desde un principio. Se enfureció y me soltó palabrotas, entre ellas, las de que si era la amiguita del ministro, argumentando simplemente que por eso me había traído a Burgos desde Salamanca. Me enfurecí, dije que era por necesidades del servicio. No se lo creyó, muy seguro dijo que a él le habían llegado rumores de que era un personaje de mucho cuidado, que trataba muy afectuosamente a las mujeres, de lo que no se arredraba a pesar de ser el cuñado del propio Franco. Me lo dijo con tal impertinencia que le pedí que no volviera a dirigirme la palabra. Eso es todo,

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