Antes que volver a pasar por esto, prefiero que me arranquen tres o cuatro muelas». Adolf Hitler expresaba a Benito Mussolini con estas palabras el mal sabor de boca que le había dejado su encuentro con Francisco Franco en Hendaya. Fue la única vez que se vieron cara a cara el dictador español y el Führer. El resultado de la entrevista no cumplió las expectativas de ninguna de las dos partes.
Para lo que sí sirvió, sin embargo, fue para convertirse en un poderoso activo de la propaganda franquista durante décadas. Fueron millares las páginas hagiográficas que glosaron durante el régimen la capacidad estratégica del Caudillo, su clarividencia y la inteligencia de sus maniobras para esquivar la presión los nazis y evitar la entrada en la guerra de España. Ahora bien, aquellas páginas se escribieron años después, cuando la derrota del Reich era un hecho y fue posible tomar una posición ventajista que favoreciera la imagen del dictador. La realidad de lo que sucedió en Hendaya fue bien distinta.
Cuando aquel miércoles 23 de octubre de 1940, Adolf Hitler y Francisco Franco se apretaban la mano en el andén de la estación de Hendaya, en la frontera