NAZIS en España
El triunfo aliado en la contienda colocó al régimen de Franco en una delicada situación internacional. El apoyo ideológico y comercial que había prestado a la causa nazi durante los primeros años de la guerra había sido notorio y episodios como la visita de Himmler a España o las imágenes de edificios públicos engalanados con la bandera de la esvástica para conmemorar victorias o encuentros bilaterales estaban todavía muy recientes.
Cuando las tropas alemanas comenzaron a ceder terreno en todos los frentes y las derrotas de los ejércitos de Hitler se sucedieron una tras otra en los campos de batalla, el régimen franquista se apresuró a dar un golpe de timón a su política exterior en busca de un acercamiento a los aliados que pudiera garantizar su supervivencia al término de la Segunda Guerra Mundial. Este evidente cambio de actitud se formalizó a partir de 1946, cuando la propaganda del franquismo hizo todo lo posible por borrar cualquier rastro de la influencia de los nazis en España. Sin embargo, esta actitud se mantuvo de cara al exterior, en un esfuerzo desesperado por mantener ciertas apariencias que pudieran contrarrestar el aislamiento internacional que sufría el país. Sin embargo, de puertas adentro, la situación era muy diferente por cuestiones de simpatía ideológica y afectiva.
Como reflejo de esa doble moral, en la segunda mitad de la década de los 40, España se convirtió en refugio para un buen número de destacados nazis que huían de la persecución aliada. Al mismo tiempo, la península ibérica sirvió de estación de tránsito para los que huían hacia Sudamérica a bordo de los barcos de la naviera Aznar, que partían regularmente desde el puerto de Bilbao. Para los que tomaron la decisión de quedarse, su presencia fue consentida por las autoridades del régimen, que hicieron todo lo posible para que no fueran molestados.
durante periodos de tiempo que, en algunos casos, llegaron a ser bastante largos. Este secreto a voces no pasó inadvertido y desencadenó una ola de
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