El último pleno DE LA REPÚBLICA
Pocos minutos antes de las diez y media de la noche del 1 de febrero de 1939, 62 diputados muertos de frío que alumbraban como podían las cuadras subterráneas del Castillo de Sant Ferrán, en Figueres, celebraban la última sesión de las Cortes republicanas. La escena era dramática, pues consistía en poco más que la amarga constatación pública de que todo había terminado. De que ya no había ninguna esperanza de derrotar a Franco, aunque, en aquel acto casi de despedida, los que intervinieron quisieran convencerse a sí mismos de que todavía había una posibilidad, por pequeña que fuera.
La hora y el lugar respondían a la necesidad de protegerse de los virulentos bombardeos de la aviación franquista, que por entonces dominaba ya el cielo del norte de Cataluña a su antojo. Los parlamentarios allí escondidos, a diez metros de profundidad, eran solo una pequeña parte de los 473 que habían formado el Congreso tras las elecciones de febrero de 1936. En concreto, el 13%, de los cuales muy pocos volverían a pisar suelo español después de aquella reunión. Entre ellos se hallaba Margarita Nelken, la primera diputada de la historia de España –junto a Victoria Kent y Clara Campoamor– y la única mujer que consiguió las tres actas parlamentarias durante el tiempo que duró la Segunda República. Pero faltaban los que se habían sumado al golpe de Estado de Franco, los que se habían marchado al exilio
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