Desde que la lámpara de Edison relevó definitivamente a la iluminación de llama en 1879, los filamentos incandescentes de wolframio han sido la esencia misma de la luz artificial, sin que con ello se agotaran las ilimitadas aplicaciones de un metal extraordinario también por su dureza, que desde hace muchos años se utiliza para la fabricación de herramientas de corte o en la industria militar.
Fue precisamente su contribución a la mejora de los blindajes y a la producción de granadas perforantes lo que llevó al ejército nazi a buscar todo el wolframio posible tan pronto comenzó la Segunda Guerra Mundial. En palabras del embajador alemán en España: «para nosotros el wolframio es prácticamente lo que la sangre para el hombre».
Para entonces, Franco estaba en deuda con Hitler, quien había contribuido decisivamente a la victoria de los sublevados en la Guerra Civil. No hay que olvidar que gracias al puente aéreo entre África y Sevilla que operaron los Junker Ju-52 de la aviación alemana, las curtidas tropas marroquíes se plantaron en la península y superaron el bloqueo del Estrecho de Gibraltar que impuso la Marina española, mayoritariamente fiel a la República; como tampoco hay que obviar los servicios prestados al bando franquista durante el resto del conflicto por unidades blindadas, submarinos o por la archiconocida Legión Cóndor. Todo ello a pesar del acuerdo de no intervención firmado por Alemania el 24 de agosto de 1936, que fue sistemáticamente incumplido.
EL FILÓN GALLEGO
Iniciada la Segunda Guerra Mundial, el férreo control aliado de las rutas marítimas con destino a Alemania interrumpió