Desde el encuentro con Franco en Hendaya el 23 de octubre de 1940, Hitler había esperado en vano un paso adelante del Caudillo. El 12 de febrero de 1941, Franco y Mussolini, en medio de las mayores demostraciones de afecto y admiración propios, acordaron, sin tener que pactarla, la definitiva no entrada de España en la guerra. Los tiempos no eran los mismos. Italia había sido parada por Grecia en los Balcanes y derrotada por Inglaterra en África. Hitler hacía los últimos ajustes a su ofensiva contra Rusia.
LA DEUDA CON ITALIA Y ALEMANIA
Al acabar la guerra civil española, Italia se mostró ciertamente generosa a la hora de calcular los gastos. De algún modo estaba mostrando con claridad que Mussolini había aprovechado para poner al día su ejército y hacer prácticas mortíferas contra españoles civiles. Desde el primer momento, los italianos habían tomado la guerra civil española como una oportunidad para experimentar tácticas de guerra y, específicamente, para tutelar el crecimiento de un nuevo estado totalitario con marcado carácter fascista. A las pocas semanas de la sublevación se iniciaron los envíos de cientos de aviones, piezas de artillería, suministros y soldados italianos que consolidaron las plazas andaluzas en poder de los rebeldes. Málaga, una plaza fácil de conquistar, fue el primer éxito que celebró el Duce. El Corpo di Truppe Volontarie (CTV) acabó poniendo