La Leyenda De Kilah: El Descenso Del Dios De La Muerte
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“Soy Kilah, he venido a llevarte a tu último destino; pero, puedo concederte más tiempo de vida si me ofreces un sacrificio humano... dime si aceptas”.
Así se presenta el Dios de la muerte ante quienes están a punto de morir.
La Leyenda De Kilah© es la historia de un Dios que tiene por misión llevar el alma de las personas al otro mundo.
Kilah, los observa, siente que la vida de ellos es más interesante que la suya, y después de siglos de una existencia carente de emociones se presenta ante su padre, Inti, quien le da la oportunidad de convertirse en un mortal.
Te presento el primer libro de cuentos que gira alrededor de Kilah. Sus tramas te envolverán y te harán meditar sobre las decisiones tomadas ante un suceso no premeditado. Los personajes de estas tres historias tendrán que elegir si aceptan o no la extraña pero oportuna propuesta del Dios de la Muerte; si lo hacen deberán dar algo muy preciado a cambio, lo cual pondrá en duda el concepto que muchos tienen sobre el Amor.
Es un honor compartir mi obra contigo.
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Biografía
Soy Victoria Panezo O. Me encanta viajar, conocer manifestaciones artísticas o culturales, y aprender algo nuevo cada día. Pienso que la educación de calidad es lo que nos sacará de la pobreza mental, y me refiero a cualquier medio que nos permita poner en práctica una habilidad para demostrar una versión positiva de nosotros que aporte valor.
Mucho más de lo que soy o lo que pienso está plasmado en los personajes de mis obras. Te invito a que las conozcas... en la vida no hay sólo un lado blanco o negro. Somos seres humanos con diferentes matices, con distintas personas; la que mostramos al común es tan sólo una de tantas, pero hay muchas más por explorar, yo intento hacerlo por medio de la literatura.
ESTAS SON ALGUNAS DE MIS OBRAS:
Bajo la lluvia: la muerte tras las bellas notas de Chopin.
Origen: poesía, un viaje a través del tiempo.
Devoción: considera tú, si es pecado.
A la hora de mi muerte.
La negra de la sabana.
Por qué maté a mi jefe: la verdad no dicha.
Victoria Panezo Ortiz
Hi, I ́m Victoria Panezo O. (Ecuador-1984), my attraction to literature has accompanied me all my life. I love to travel, to know artistic and cultural manifestations, and learn something new every day. I think that quality education is what will lift us out of mental poverty. Any means that allows learning and putting into practice a skill to demonstrate a positive version that adds value is welcome.Much more than I am, or what I think is embodied in my works.“Life is not black or white; we are human beings with different sides, with different personas; the one we show to the common is just one of many, but there are more to explore. I try to do it by means of the letters”.----------------------------------------Traducción (Translation)Hola, soy Victoria Panezo O. (Ecuador-1984), mi atracción por la literatura me ha acompañado toda la vida. Amo viajar, conocer manifestaciones artísticas y culturales, y aprender algo nuevo cada día. Pienso que la educación de calidad es lo que nos sacará de la pobreza mental. Cualquier medio que permita aprender y poner en práctica una habilidad para demostrar una versión positiva que aporte valor es bienvenida.Mucho más de lo que soy, o lo que pienso está plasmado en mis obras.“La vida no es blanco o negro; somos seres humanos con diferentes matices, con distintas personas; la que mostramos al común es tan sólo una de tantas, pero hay muchas más por explorar. Yo intento hacerlo por medio de las letras”.
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La Leyenda De Kilah - Victoria Panezo Ortiz
Llantupacha es un mundo gobernado por Inti, el Dios Sol. En ese mundo está situado el Yin; lugar en el que moran los Dioses de la muerte, una especie de kataris o deidades que tienen por misión descender hasta la Tierra para recoger las almas de los humanos que ya han fallecido.
Cuando las personas dejan de existir, un katari se presenta ante ellos, y los lleva a Llantupacha, donde son recibidos por Inti, para finalmente ser conducidos a Nimapacha, el mundo de los muertos.
Estos Dioses son muy reservados, y debido a su forma de ser: fríos y solitarios; prefieren pasar en su entorno donde se sienten a gusto; no obstante, uno de ellos no está conforme con su destino, y desde hace mucho tiempo siente atracción hacia el mundo de los humanos; lo percibe diferente al suyo, y quiere entender aquellas emociones que experimenta cuando se acerca a ellos en sus últimos momentos de vida.
Inti, el padre de los kataris, sabe lo que ocurre y le concede a su hijo, Kilah, la oportunidad que estaba esperando; pero, para ello debe cumplir con el Convenio Epistolar.
1 KILAH
I. Hastío
La nada, el vacío existencial, la uniformidad y carencia de emociones de una vida sin sentido…
Kilah posa su mejilla sobre el dorso de sus garras y contempla el ocaso con una mirada distante, y un profundo desinterés por aquel desértico y deslumbrante paisaje; tal como el día anterior y del mismo modo que lo haría al día siguiente.
La calma carente de sentido y falta de emociones puede llevar hacia dos caminos: Una existencia gris y sin significado, o… el profundo deseo de cambiarlo todo y experimentar una nueva vida.
En esa zona de Llantupacha, llamada Yin, reina la oscuridad. Los rayos provenientes del Dios Inti tocan aquel paisaje hostil sólo durante un par de horas al día, y se van tan pronto como llegan, lo que haría pensar que esas horas de luz son lo más preciado para sus habitantes; pero no es así, ahí todo lo que se podría considerar bello, místico o aterrador para la sensibilidad de un humano, es un evento totalmente insignificante; y eso está bien para los Dioses de la muerte. Ellos no sienten frío, ni calor; no tienen necesidad de alimento; no precisan de oxígeno; la fuerza de la naturaleza pierde significado, ya que a ninguno le afecta en lo más mínimo el poder de los elementos; además, no existe vínculo sensorial o emocional con ninguno de los otros kataris, para ellos, el corto día como la fría y larga noche son exactamente iguales.
Los Dioses de la muerte deambulan por los confines del Yin, perdidos en una completa y sombría soledad; lo cual no les afecta, pues están adaptados a su ambiente. Tienen el control de todo lo que les rodea, libertad en su entorno y calma absoluta; poseen lo que requieren para vivir como se les place, y así lo hacen.
«El mundo humano se ve diferente al mío, allí ningún día es igual al anterior; ellos actúan en base a sus sentimientos. ¿Sentimientos? ―pensaba Kilah― ¡Hay más colores que en este lugar! ¡Y… más luz!».
Kilah los observa pensativo desde la penumbra. Durante siglos ha visto que, en la Tierra, esos frágiles seres manifiestan diferentes estados, muestran actitudes anormales comparadas con el mundo en el que vive. El continuo devenir de emociones de aquellos insignificantes humanos, le intriga, llama su atención hasta un grado desconocido para un Dios de la muerte.
Hastío.
II. El deseo de Kilah
Kilah, vuela hacia lo más distante de Llantupacha para encontrarse con Inti, su padre, también llamado el Dios Sol.
Kilah tiene un lúgubre aspecto, monstruosas y grandes alas negras, garras afiladas y esqueléticas, sombríos y hermosos ojos azules, extensa cabellera, y colmillos prominentes. Sus enormes alas lo llevan hasta el sabio patriarca, desciende sobre aguas flotantes y se inclina ante él.
―Padre, te saludo ―dijo Kilah, mientras Inti posaba suavemente su ala derecha sobre la cabeza de su hijo. Una luz verde en la frente del visitante empezó a brillar al mismo ritmo que la de Inti; era una forma de saludarse―. Agradezco que me recibas.
―Hijo mío, te he esperado desde hace siglos ―dijo Inti―. ¿Por qué has tardado tanto?
― ¡¿Qué?! ¿Me esperabas? ―La cara de sorpresa del katari era evidente.
―Claro que sí, soy tu padre. Sé todo lo que sucede.
Inti, podía ver la apatía tras el semblante calmado de Kilah, y sabía la razón de aquel sentimiento.
―Padre ―dijo el katari, con timidez, y cierto temor por lo que se iba atrever a expresar al Ser Supremo―, los Dioses de la muerte somos diferentes a los seres que viven en la Tierra; no sentimos la necesidad de unirnos con nuestra especie, nuestra vida es solitaria, errante… monótona. Pero ellos actúan de una forma distinta en todas las fases de su existencia, y eso me lleva a sentir curiosidad.
―¿Sientes curiosidad por la forma en que viven los mortales? ―le preguntó Inti a su hijo dirigiéndole una mirada amable.
―Sí padre, … ―expresó sorprendido por la afabilidad de Inti― el comportamiento de los humanos me intriga; cuando su tiempo está a punto extinguirse y desciendo hasta su mundo para traer sus almas ante ti, puedo observar miedo, paz, incluso alegría; y eso es muy extraño para mí… ¿quisiera saber por qué? ¿Qué es lo que sienten antes de llegar al final de sus días? Quiero comprender. Cuando hablo de esto con otros kataris, no entienden lo que digo, y después de cierto tiempo tratando de explicarme, me doy por vencido. ―Era la primera vez que Kilah confesaba aquello, las palabras salían de su boca y no podía detenerlas, en cierto punto hacía breves pausas pensando que estaba cometiendo un error, pero continuó―. Yo siento algo diferente dentro de mi…quiero saber por qué.
Las almas de los mortales son llevadas ante la presencia del Dios Supremo, Inti; y es él, quien designa a los kataris de la muerte, cuáles son los humanos cuyas almas deben guiar hasta Llantupacha. Por lo tanto, ellos tienen la potestad de observarlos, si así lo desean; pero, no lo hacen, porque la vida de esos seres les parece totalmente intrascendente; excepto a uno de sus hermanos, Kilah.
Su padre, lo miró fijamente, y le habló.
―Kilah, los kataris como tú, tienen una misión en la Tierra, y no deben relacionarse con los seres humanos. Tu obligación es, una vez llegada la hora de su muerte, traerlos ante mí, y luego llevarlos hasta su último destino, por lo demás pueden vivir tranquilamente en sus dominios y recorrer toda Llantupacha si así lo quieren ―señaló, y enseguida, elevando la voz y emitiendo un fulgor sólo perceptible para su hijo, preguntó―. ¡¿Es que acaso no estás satisfecho con lo que te he encomendado?!
Aquella manifestación hecha por su padre era una clara evidencia de que estaba cometiendo un error, pero el Dios de la muerte ya tenía claro que Inti sabía por qué había llegado hasta allí, sintió miedo, pero continuó.
―No es eso, pero allá ―dijo con un nudo en la garganta y mirando la Tierra― todo se ve diferente, y quisiera… «¡qué estoy haciendo! Estoy contradiciendo mi padre». ―Lo pensó mejor y se inclinó arrepentido―. ¡Perdóname padre, no debería ni siquiera pasar por mi cabeza el contradecir tus designios!
Bajó la mirada y humildemente esperó una reprimenda.
El Dios Sol miró tiernamente a su hijo. Los quería a todos, y también los reprendía o castigaba por igual. De los cientos de kataris que creó para diferentes funciones en el universo, ninguno había actuado de esa manera; pero, Kilah era diferente, y durante siglos, Inti había observado su reacción cuando descendía al mundo de los humanos. Pensaba en lo contradictorio que sería aquello, «un Dios de la muerte no puede entrar en el mundo de los mortales y morar entre ellos. ¡Pero este, lo desea!».
Las enormes alas negras del katari resplandecían mientras estaba postrado ante su padre, esperaba su castigo. Inti volvió a suavizar el tono de su voz y bajó la intensidad de su luz.
―Levántate ―Ordenó Inti, y al instante, elevó con el poder de su mirada las alas del Dios de la muerte. Observándolo fijamente le dijo―. Acompáñame.
Kilah, miraba a su padre con asombro y respeto, se unió a él, y ambos emprendieron el viaje. Sobrevolaron la Tierra viendo cómo vivían los humanos: hombres y mujeres que se sentían vacíos por dentro; y muchos más que estaban felices; unos tantos fingían serlo para aparentar ante los demás; algunos deseaban el poder, otros cuantos, al ya tenerlo, no sabían cómo manejarlo; había quienes hacían todo lo posible por ayudar; mientras que otras personas sólo causaban daño. Inti percibía la emoción que sentía el Dios de la muerte al observarlos.
Se detuvieron por un momento en lo alto, y Kilah preguntó.
―Padre, ¿por qué hemos descendido a la Tierra? ―Estaba confundido, y pensó, «¿será que aquí recibiré mi castigo?».
―¿No es esto lo que deseas? ―dijo su padre.
―Sí ―expresó avergonzado―. Pero sé que no pertenezco a este mundo, y… si me quedara más tiempo de lo debido, mi destino será Nimapacha, mi final. Es por eso que, ahora creo que no debí ir hacia a ti.
Inti siempre estaba pendiente de sus kataris, estos acudían a él cuando necesitaban consultar, pedir, o agradecer por algo: los Dioses que controlan los elementos, los astros, el tiempo, el agua, los dioses de la muerte, … todos cumplían con su función y acataban fielmente las leyes que rigen su permanencia en el mundo de