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El Camino de la Esfinge
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Libro electrónico92 páginas1 hora

El Camino de la Esfinge

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Información de este libro electrónico

Siolhé es un alma perdida en el universo que busca del camino de regreso a la casa de su Padre...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 nov 2022
ISBN9781005054878
El Camino de la Esfinge

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    El Camino de la Esfinge - Valentín Guiaho

    Cualquier intento de liberación por grandioso que éste sea, si no tiene en cuenta la necesidad de disolver el Ego, está condenado al fracaso.

    VM Samael Aun Weor

    La Enseñanza para mi es tan grande porque verdaderamente le enseña a uno a vivir.

    VM Rabolú

    Introducción

    Aunque el lector inteligente se dará cuenta de ello, es necesario indicar que esta obra, a pesar de nutrirse en las fuentes vivas del gnosticismo universal, es solamente una alegoría iniciática escrita desde el punto de vista muy particular del autor. Los personajes y las situaciones que aparecen en este libro son elementos arquetípicos que no están situados en ningún lugar temporal ni espacial concreto y que, como los cuadros de un retablo, solamente pretenden dar una visión caleidoscópica del mundo interior.

    Los diálogos entre el Maestro y Siolhé, así cómo la exposición de las diversas vivencias que se relatan en el libro, se han reducido a la mínima expresión para no cansar al lector con palabrería innecesaria y, por otra parte, permitirle desarrollar sus propias reflexiones.

    El lector no debe buscar en esta obra ningún tipo de enseñanza trascendental, pues esta solamente puede ser entregada por los Maestros Calificados. Se aconseja, para ello, el estudio y la práctica de las obras del Maestro Samael Aun Weor y también de VM Rabolú, especialmente la obra de este último titulada Hercólubus o planeta rojo donde el Maestro expone la crítica situación actual de la humanidad y explica, de una forma muy clara y asequible, las bases fundamentales del trabajo interior.

    Descenso de Siolhé desde la casa del Padre al universo

    Siolhé salió por la puerta y contempló el vasto panorama del universo que se abría ante su vista: galaxias, estrellas, planetas… Todos llenos de vida.

    Ante este extraordinario horizonte sintió el deseo de conocer las maravillas que contenía y quiso fundirse con él para vivenciar cada uno de sus fenómenos. Resuelto se lanzó, como uno más entre billonadas de rayos y atravesando varias galaxias penetró finalmente en una de ellas. Contempló el brillo extraordinario de miles, millones de estrellas; soles esplendorosos que inundaban el espacio de luz. Se dirigió a uno de estos soles y finalmente posó sus pies levemente en una gran mole de tierra, agua, aire y fuego: un planeta rebosante de vida.

    Sin darse cuenta, en su descenso estaba penetrando en mundos cada vez más densos y de creciente materialidad. A pesar de ello, Siolhé aún conservaba intacto el recuerdo de su casa, donde se encontraba su Padre, que pacientemente aguardaba su regreso y se comunicaba frecuentemente con él a través del pensamiento de los espíritus.

    Entonces Siolhé todavía era una chispa inmortal, una llama desprendida del gran fuego misterioso y oculto. Su curiosidad por los fenómenos del mundo aún era inocente, pero al alejarse de la casa de su Padre, estaba entrando en mundos menos espirituales y más densos que escondían peligros ocultos y muchas cosas que él ignoraba.

    Aparecieron las primeras tinieblas, cosa desconocida para él, y estas se hicieron densas… Las tinieblas trajeron la ignorancia y por esta causa Siolhé, que no conocía las leyes que imperan en este juego de mundos, actuó de forma mecánica y sin apenas darse cuenta cometió errores que, si al principio parecían leves, fueron suficientes para atraparle en aquel mundo que tanto lo había fascinado.

    Aterrado descubrió que ya no podía comunicarse con su Padre, y cuando quiso regresar, no encontró el camino de vuelta, este había desaparecido. Estaba atrapado en la materia y en la mecanicidad del mundo.

    Entonces su voluntad se dividió en dos. Por una parte, deseaba encontrar el camino de regreso a la casa del Padre, pero también quería conocer y experimentar los fenómenos del universo, conocer el funcionamiento de esta gran creación que le deslumbraba.

    Caminando por el mundo, se convirtió en un hombre entre los hombres, se enredó con las consecuencias de sus propios actos y finalmente quedó atado a la rueda fatal de los fenómenos naturales.

    Sin apenas darse cuenta acabó siendo un prisionero de sí mismo, conoció el dolor, la lucha por la supervivencia, la enfermedad y la muerte.

    Girando en la rueda fatal se olvidó de la casa de su Padre, ya no sentía interés por encontrar el camino de regreso. Apenas si tenía tiempo para ello, su mente estaba ocupada en los quehaceres diarios, las disputas cotidianas con los otros habitantes de aquel mundo, sacar adelante a su familia, defenderse de las afrentas de otros tan perdidos como él… Su conciencia se durmió y en sus sueños soñaba que estaba despierto.

    Sin embargo, su Padre no se había olvidado de él y, conociendo el destino que le esperaba, depositó en el interior de su naturaleza una pequeña luz, un reflejo de la realidad que, a pesar de todas las vicisitudes de la vida, le recordara la necesidad de encontrar el camino y regresar a su origen.

    Un día Siolhé se miró al espejo y se vio a sí mismo viejo. Estaba cansado y tenía frío. El cielo se cubrió y a lo lejos se adivinaban negros nubarrones de tormenta…

    La borrasca se acercó y entre rayos y truenos Siolhé penetró, junto a otros muchos, por un sendero tortuoso pero ancho y bien pavimentado que descendía en forma ondulada por la ladera de una colina oscura.

    Pronto se encontró en un lugar sin luz, su cuerpo estaba atravesado por muchas puyas que, si bien casi no le ocasionaban dolor, le impedían moverse con facilidad. Andando así, escuchó las palabras de uno de los diablos que gobiernan estas regiones: Ahí viene el carbón para la hoguera. Siolhé comprendió que el carbón era él y también

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