Màs allà del olvido
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Legstock es un ex monje budista que vive en las lejanas montañas del Himalaya en el pueblo de Shanan. Ha viajado mucho y es profesor de meditación en su ciudad. Durante una de sus largas sesiones meditativas aparece la visión de una mujer pura, de sus vidas pasadas y del futuro que le espera junto al amor de su vida.
Jordi es un hombre desilusionado con la vida, apasionado de los libros, que trabaja en la librería de su amigo en Roma. Busca el amor desesperadamente y después de cada conquista llega el fracaso. Se refugia en las drogas y en la ilusión de poder amar a alguien de verdad.
La vida se ha empeñado en que estas tres personas que no se conocen de nada acaben encontrándose. Después de viajes, encuentros, ceremonias y vivencias descubrirán una vida que jamás hubieran llegado a imaginar.
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Màs allà del olvido - Jordi Marcé Llach
Jordi Marcé Llach
MÁS ALLÁ DEL OLVIDO
EDIFICARE
UNIVERSI
© 2019 Europa Edizioni s.r.l. | Roma
www.europaedizioni.it
I edizione elettronica settembre 2019
ISBN 978-88-5508-610-3
Distributore per le librerie Messaggerie Libri
Dedico este libro al amor de mi vida.
Si el mundo no es un paraiso,
es por que las personas no quieren.
Que pena.
… dicen que hay dos dragones alados que guardan la entrada del jardín de las Hespérides y cuando alguien quiere entrar deciden si puede probar los frutos dorados del árbol de la vida que otorga la inmortalidad.
Mito de la antigua Grecia.
- 0. IGNOTO
Es una imagen típica del paraíso. Cuerpos etéreos, suaves y voluptuosos plenamente dedicados al bienestar, el hedonismo, el confort mutuo, la felicidad, el capricho, la sutileza del eterno placer por el mero fruir sin final.
Pero hacía eones que un rumor se ocultaba por los rincones, en los intersticios de la perfección. El descontento anidaba en las almas dudosas del orden inmaculado. La duda de saber si se escondía algo más allá del paraíso conocido. ¡Caray! ¡¿Es que no hay nada más?!
Él no tolera la oleada de incertidumbre que invade su intenso gozo de vivir. Reúne a todos los disidentes. Una comunión de almas que han perdido su brillo, de tanto dudar se han vuelto grises. Ocupan el gran centro de la esplanada etérea del paraíso, como una gran cuña de almas titilantes que parten en dos la comunión de seres congregados ante él. La disensión se expresa a raudales y se detiene todo el placer. Quieren saber y son satisfechos, pero no es suficiente, quieren más. Instalados en la duda, en las ganas de vislumbrar la totalidad, de salir del tedio de la perfección, de conocer todo lo que es la vida y, sobre todo, cómo conseguir lo que ya tienen. Es necesario un tiempo de reflexión, pero no desisten de su deleite. La inquietud que ha anidado en su interior hace que el paraíso les resulte intolerable. Los convoca a todos.
– Solo veo una solución. Necesitáis un cuerpo de carne para sentir cómo la vida se filtra en vuestro interior y os espolea a gritos el deseo de perfección que habéis perdido. Yo os conmino a un viaje que solo será posible a través del olvido de lo que ahora sois y tenéis. Viviréis, sufriréis si no hacéis lo correcto y así encontraréis a través de la realidad la luz que os conducirá aquí otra vez o que os retornará al fango primigenio si optáis por no ver. Ahora, escoged. Mañana, los que quieran hacer el viaje que vuelvan aquí.
Hubiera sido mejor recapacitar, quedarse en el paraíso. La gran mayoría vuelven. Ya no quieren quedarse. Qué le vamos a hacer. Los convoca ante el altar. Preferiría no dar el paso. La voluntad de los presentes lo impulsa. Con la mano derecha desprende un trozo de la parte izquierda de su torso. La materia brillante descansa sobre el tabernáculo. Mis manos y sus manos envuelven la ofrenda. La materia se oscurece y cambia de cualidad. Emerge una gran dimensión. En su interior estallan miles de millones de chispas que se expanden hacia el infinito. El tiempo se acelera hasta que todas las almas grises se funden y son absorbidas desapareciendo del paraíso.
0. A PRIORI
Después de una eternidad.
Las cartas, los mapas, los planos. Todo parece estar bien. Toda la construcción es coherente. Pero el séptimo mundo no se equilibra. No tiene sentido. Hay alguna cosa que falla. No sé lo que es.
La figura alta y luminosa aparece en la puerta del registro universal.
– ¿Qué buscas aquí, constructor?
– Ya sabes qué busco.
– Es cierto. ¿Lo que no entiendo es por qué lo buscas, es que no quieres vivir tu última vida antes de volver al paraíso? No deberías hacerte esa pregunta, ni buscar aquí. – Pasa su brazo por encima de los hombros del constructor – . Mira en tu interior, tómate tu tiempo.
Los dos permanecen inmóviles entre toda la información universal que los envuelve. El tiempo se dilata. Gira su rostro hacia él.
– Tú! Tú sacaste de los otros mundos los seres que persistían en no equilibrarse para que yo pudiera equilibrarlos y los pusiste en el séptimo planeta habitado, por eso no se equilibra. Por eso el diseño de la realidad no funciona allí.
– O aún no has encontrado la forma. Puede que sean sus diferencias las que te harán darte cuenta de la opción que tienes.
– No puede ser. Has alterado el equilibrio, no será posible.
– O lo he reconducido.
– Solo la materia tiene opciones dentro de la materia.
– Una dificultad de siete.
– Las otras seis no fueron fáciles.
– Jugabas con ventaja, constructor.
– Contigo no hay manera. Pero no les has dado la oportunidad de respirar, si se hunden demasiado no podrán encontrar el paraíso desde ahí.
– Es el deseo de lo que perdieron lo que los angustiará hasta reencontrarlo.
– Sí, pero es mucho tiempo, ¿y si dejan de luchar? Se perderán para siempre en el olvido de la materia.
– Siempre les queda el amor.
– ¿Y si dejan de creer en él? ¿Y si nadie los ama? ¿No lo ves?, se han olvidado de ti, del paraíso. No quieren volver. Deberías haber dejado un resquicio, un soplo de aire que en última instancia les dé fuerzas cuando ya no puedan más.
– Ellos son esa fuerza, tienen esa opción siempre que quieran. Pero no la ejercen, siguen perdidos en el olvido de su esencia más maravillosa. Por eso te envío a ti.
– ¿Y si me niego a volver a pasar por todo eso?
– Mira en tu interior.
1. DESTINO
Ha llegado la hora. Camino hacia los confines del paraíso acompañado de los seres amados y de un personaje alto que refulge con una intensidad que nadie iguala. Vamos saliendo de los paisajes iluminados de algodón hacia una puerta inmensa y dorada que lo domina todo al fondo. Los pensamientos afloran incontrolados. Todo lo que he escogido se hará realidad. Caminaré hacia el destino que me he autoimpuesto junto con los demás. Los demás. Miro atrás. El pensamiento se difumina. Los observo, pero ya no sé quiénes son los que me rodean, ni sobre qué hemos discutido los últimos tiempos. Comienzo a no saber qué es aquí. Lo único que me conforta es el personaje alto y excepcionalmente intenso que fluctúa a mi lado, descendemos todos juntos hacia la gran puerta dorada. Nos paramos a una cierta distancia de la misma. El personaje me mira. Alguna cosa en él me transmite una gran paz, en este instante sería capaz de cualquier cosa. Como una certeza, en mi interior resuena el hecho de que a todo lo que me ha de suceder yo he consentido de buen grado. Lo miro a él y miro la puerta que se va entreabriendo lentamente, como si miles de toneladas flotasen en un mar de algodón de azúcar. Vuelvo a mirar a toda la congregación. Todo es tranquilo y agradable. Lo miro a él de nuevo. La ternura embriaga sus ojos mientras coge mis manos. Giro hacia la puerta irremisiblemente. No quiero volver atrás, atravieso el limbo y me asomo a la soledad exterior, desierta, etérea, mientras miles de ojos me contemplan desde el umbral.
Después de una leve eternidad me fundo en luz. Desaparezco en un rayo que me impulsa hacia abajo. Rápido. Atravieso inmensidades negras espolvoreadas de miles de puntos de luz que no puedo llegar a vislumbrar. Más rápido. Casi al instante, un hombre y una mujer saciándose mutuamente enardecidos de placer gritan rompiendo la noche. Me fundo en su interior. Absorbido por dos células que se subdividen en una mitosis impenitente que diluye mi conciencia en un mar de duplicaciones geométricas que me arrastran hacia lo desconocido.
2. CHISPA
Treinta y cinco años después.
Es una noche fresca en las montañas de Shanan. Legstock encierra los yaks después de pastar y prepara un poco de té con mantequilla de yak con una pizca de sal. El sol se desliza por las vertientes de las laderas prestando sus últimos rayos por la ventana de chapa del supuesto habitáculo. Legstock coge un libro del pequeño estante. Es un regalo de su viaje a Roma. Un monográfico del Vaticano. Legstock se detiene en una fotografía del Espíritu Santo de la vidriera de Bernini. Al mirar la foto recuerda el día que estuvo en Roma, en San Pedro, ante la vidriera. Pasó seis días en Roma y cada día fue a ver la vidriera. Nunca podrá olvidar aquella luz clara atravesando el alabastro dorado. Medita profundamente durante más de cinco horas cada día hasta que surgen dos imágenes, las dos del antiguo Egipto, un hombre muy alto y una mujer exuberante. La imagen masculina está muy iluminada y no puede ver nada más. Se centra en la mujer para profundizar. Entra en su dimensión, es una mujer de una dulzura extrema. Formaban una pareja muy pasional y eso no muere nunca. La pareja volverá a encontrarse. Ya no puede ver nada más.
3. AM OR (CON ORO)
Estoy enamorado de una chica preciosa. Me tiene fascinado. Es rubia, viste pantalones tejanos Closed, jersey de algodón Mistral y lleva brazaletes de colores fosforescentes. Siempre lleva un paquete duro de tabaco rubio que asoma un poco por el bolsillo de delante de sus tejanos claros, sus manos juegan con el encendedor cuando está nerviosa. Tiene unas pecas casi imperceptibles bajo los ojos que hacen que parezca una francesa traviesa cuando frunce su nariz atrevida. Es la mujer más bonita que he visto jamás. Siempre he sido muy enamoradizo y con el tiempo me he dado cuenta de que me encanta enamorarme incondicionalmente, aunque no esté dispuesto a reconocerlo. Silvia es hija de gente adinerada de la ciudad y debe estar harta de que jóvenes con más estatus que yo le hagan la corte y lo que haga falta, aunque eso a mí no me ha importado nunca. Soy adicto a su belleza. Solo deseo verla. Las horas se petrifican cuando ella no está y cuando está vuelan. No sé cómo lo hago, pero siempre acabo encontrándola. Verla es un bálsamo para mí en mitad del caos mental que me atormenta. Hasta que el tiempo me ha demostrado que el deseo no consumado es más perturbador y destructivo que la ignorancia. Un amigo que sale, o más bien, tiene relaciones con una amiga suya consigue que quedemos los cuatro en su casa. Estoy encantado, impaciente por verla, de hecho, es lo único que quiero, como buen inepto desbordado por las emociones.
Voy a su casa. Un edificio de obra vista de tres plantas en una calle por delante de la cual yo debo haber pasado diez mil veces con la simple ilusión de verla una vez de cada cien y quedar saciado con eso. Llamo al timbre. Me abre su voz. Subo. ¡Me abre la puerta ella! Su rostro sonríe. ¡Sonríe! Sílvia está preciosa, radiante. Persigo por la casa su pelo ondulante de colores dorados, ensimismado, obnubilado, flotando por el piso. Pronuncia palabras, pero mi cerebro no codifica nada, solo fluyo conducido por su mano hacia el paraíso. Mi amigo y su amiga nos saludan desde el sofá de un comedor inmenso en tonos crudos. Llegamos a