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El Quinto Origen II. Nefer-Nefer-Nefer
El Quinto Origen II. Nefer-Nefer-Nefer
El Quinto Origen II. Nefer-Nefer-Nefer
Libro electrónico349 páginas3 horas

El Quinto Origen II. Nefer-Nefer-Nefer

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¡Miles de lectores la estaban esperando!
Nefer-nefer-nefer es la segunda entrega de El Quinto Origen.
Jesús sigue viajando en el Tiempo. Su segundo viaje desde Stonehenge le llevará hasta los inicios del Antiguo Egipto. Mientras tanto Mamen y Toni siguen viviendo en un mundo destruido, asumiendo poco a poco su inmortalidad. La fascinante saga El Quinto Origen continúa atrapando a lectores de todo el mundo.

J.P. Johnson vive en la isla de Mallorca. Ex-guardaespaldas de autoridades militares y broker de bolsa, actualmente se dedica en exclusiva a la literatura. Es autor de las célebres sagas "El Quinto Origen", "La Venganza de la Tierra" y "El Diablo sobre la isla" (publicada con su verdadero nombre, Joan Pont), además de la serie de autoayuda "Sí, quiero. Sí, puedo" y el libro de literatura infantil "Una mascota para Tom".

LIBROS DE J. P. JOHNSON
Serie El Quinto Origen

Stonehenge
Nefer-nefer-nefer
Un Dios inexperto
El sueño de Ammut
Gea (I)
Gea (II)
Serie La Venganza de la Tierra
Mare Nostrum
Abisal
Phantom
Un mundo nuevo
Ultra Neox
Éxodo.

OBRAS DE JOAN PONT.
Serie El Diablo sobre la isla

1-El Diablo sobre la isla.
2-Venganza.
3- Perros de Guerra.

Benet. Jamm Session. (La primera entrega del detective Toni Benet)

NO FICCIÓN

Serie "Sí quiero. Si puedo". (Traducida a múltiples idiomas)
Cómo escribir tu primer libro y publicarlo online.
Consejos imprescindibles para prosperar económicamente en la vida.
¡Socorro, mi hij@ quiere ser youtuber!
Los 12 mandamientos de la autopublicación independiente.
Serie juvenil

Una mascota para Tom (traducido a múltiples idiomas)

Encuentra a J. P. Johnson en:
Email: pontailor2000@gmail.com
Website: pontailor2000.wixsite.com/jpjohnson
Twitter: @J_P_Johnson
Facebook: facebook.com/pontgalmes
Instagram: j.p.johnson1

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2018
ISBN9780463633847
El Quinto Origen II. Nefer-Nefer-Nefer
Autor

J. P. Johnson

¡Hola! Soy Joan Pont, aunque publico algunas de mis obras como J.P. Johnson, encantado de conocerte. Vivo en la isla de Mallorca, la mayor de las cinco islas del Archipiélago Balear. Ese es el motivo por el que toda mi obra está impregnada de una "mediterraneidad" profunda y de una pasión desmedida por este pequeño trozo de tierra rodeado de agua salada. Me encanta el mar, practico el surf y el paddle surf y me indigna ver cómo estamos destruyendo este Mediterráneo que conforma el germen de nuestra existencia. Cada vez hay más plásticos y menos peces, pasan barcos a mi lado echando humo de sus motores arrastrando redes kilométricas que destrozan los fondos mientras grandes yates fondean sobre praderas de posidónea y al levar las anclas destruyen estas plantas que son los pulmones del mar. Por eso un día me puse a escribir "La venganza de la Tierra. Mare Nostrum". Porque, tal como explica Lovelock, algún día Gaia, la Madre Naturaleza, acabará con nosotros. En mi novela Gaia nos da un aviso que acaba con la mayor parte de la Humanidad, pero concediéndonos una segunda oportunidad que, como se ve al final, no será entendida por todos. Pere Quetglas sí lo entiende, y su cometido será, a partir de ahora, concienciar a los que han quedado para que no vuelva a repetirse. Mi última obra es "El Quinto Origen. Stonehenge". Tengo que confesarte que estoy completamente enganchado a ella. Me apasiona la historia de los seres inmortales, Jesús y Lucius, que construyen monumentos y luchan entre ellos a lo largo de la Historia. Al mismo tiempo me he enamorado de Mamen, una mujer increíble. En estos momentos estoy terminando la segunda parte de El Quinto Origen, llamada Nefer-Nefer-Nefer. Pero habrá más. Por supuesto que sí. Mi ilusión por la literatura nunca se va acabar, es algo que llevo infiltrado en la sangre, y la culminación de mi trabajo es que te guste mi obra, querida lectora, querido lector, que te enamores de Odisea Pascual y de Mamen Torres, tal como he hecho yo, que llores con Joanet y con Cristian, y que te quedes boquiabierto con la figura de Jesús a través de la historia de la Humanidad. Muchas gracias por leerme. Un gran abrazo.  

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    El Quinto Origen II. Nefer-Nefer-Nefer - J. P. Johnson

    EL QUINTO ORIGEN II

    NEFER-NEFER-NEFER

    J.P. JOHNSON

    El Quinto origen. Nefer-nefer-nefer.

    © J.P. Johnson / Joan Pont Galmés 2018

    Todos los derechos mundiales reservados.

    Ser mantenido al margen de la muerte es malo para los hombres

    Textos de las Pirámides

    Preliminar

    Anotaciones extraídas del diario de la Doctora Miriam Cola Servera.

    Instituto Alienígena

    Año 123 Después de la Segunda Venida de Cristo (D.S.V.C.)

    "La llamamos la Viajera del Tiempo número 3 y este es una anexo de la Sesión de Acercamiento RJ226.

    La Viajera está muy parlanchina hoy. Detalla para empezar que era enviada y después regresaba.

    Simplemente eso, pero durante miles de años, y lo repite sin cesar.

    Según su testimonio escuchaba el Eco que emitían los Cilindros acuosos (uno de los cuales está en nuestro poder) y progresivamente, entraba en el vórtice. Pasaba una eternidad en algún lugar y, si conseguía hallar los triángulos de luz, viajaba de nuevo, pero lo extraño era que el tiempo en su lugar de origen no transcurría, así que se trataba de un bucle, y ese es el gran misterio al que nos enfrentamos y que ella misma no acierta a entender: Pasaba en el lugar donde el cilindro alienígena la trasladaba quinientos años, seiscientos o mil, pero al volver se encontraba de nuevo después de la catástrofe, DESPUÉS DE SU PRIMERA MUERTE.

    Tenemos conocimiento de que Jesús regresaba en cada ocasión al lugar del Port de Pollença donde había enterrado el cuerpo de su hijo Cristian, y donde había muerto él mismo poco después, deshidratado. La tierra de la pequeña tumba de Cristian seguía estando fresca. Era el mismo sitio donde resucitaría al cabo de ocho horas, cuando hallaría el cilindro que emitía aquel extraño Eco, donde empezaría su eterno calvario.

    Lucius aparecía junto a las obras del túnel de la Mola en el Port de Sóller, a donde había llegado deambulando después de no morir tras cortarse las venas, y María Pujol, nuestra Viajera en el Tiempo número 3, la mujer de S’Esgleieta que se había apuñalado ante Mamen y Toni, era devuelta una y otra vez a un campo en barbecho arrasado por el sol junto a la carretera Ma-1140, donde se había topado con el Alien.

    No fue sino al final, antes de su Segunda Venida, cuando Jesús descubrió la manera de engañar a la Linealidad y logró escapar del Eco de su Cilindro y encontrar a Mamen y a Toni.

    ¿Pero existía solo una singularidad o había más?

    ¿Podríamos llegar a entender alguna vez el mecanismo de control de las Singularidades que usaban los alienígenas?

    ¿Se averió realmente su Máquina del Tiempo y creó pasillos donde no debía haberlos?

    Según un mito griego Prometeo engañó a Zeus ofreciéndole los huesos de un buey envueltos en apetitosa grasa. Este, al descubrir el engaño y lleno de cólera, prohibió a los hombres el fuego. Prometeo decidió robarlo subiendo al monte Olimpo y cogiéndolo del carro de Helios, así la Humanidad pudo calentarse de nuevo.

    Para vengarse de esta segunda ofensa Zeus ordenó que llevaran a Prometeo al Cáucaso, donde fue encadenado por Hefesto y envió un águila que cada día se comía su hígado. Siendo éste inmortal su hígado volvía a aumentar de tamaño cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día.

    Visto que ninguno de los Viajeros del Tiempo que conocemos fue llamado Prometeo en algún momento de sus viajes parece correcto aseverar que hubo otros Inmortales en otros planos de la Singularidad, aunque no los hemos descubierto aún.

    Este Instituto se dedica al estudio de la Segunda Singularidad mediante el análisis del cuerpo alienígena hallado en el año 2020 de la Antigua Era en las excavaciones del túnel de la Mola, en el Port de Sóller. Las rocas en las que se halló este Ser ( el mismo que mandó a Lucius al Valle de los Reyes en su primer aunque breve viaje) fueron datados mediante carbono 14 en ciento cuarenta y cinco millones de años de antigüedad, el final del periodo Jurásico, así que estuvo en esas rocas desde la extinción de los grandes dinosaur..."

    LA ESCRITURA SE INTERRUMPE BRUSCAMENTE.

    Prefacio

    Son las nueve de la mañana de un día gris en la populosa ciudad de Londres. Otro lluvioso día de principios del mes de Marzo del año 2018.

    La Catedral de San Pablo, la segunda más grande del mundo después de San Pedro, en el Vaticano, abre sus puertas y los visitantes entran en tropel. La mayoría se dirige hacia el mostrador donde se entregan las audioguías, pero uno de ellos, un hombre de treinta y dos años vestido de manera impecable con un traje William Fioravanti, camina de manera pausada directamente hacia la entrada de la cripta.

    Ahí abajo está la tumba de Arthur Wellesley, el Duque de Wellington, su gran amigo. El hombre se acerca al imponente mausoleo de granito de Cornualles e inclina la cabeza, después se arrodilla y cierra los ojos durante un lapso interminable. El tiempo es lo último que le preocupa.

    Conoció al hombre cuyos huesos reposan bajo el vértice de la gran cúpula de la Catedral en 1796, tras ser ascendido a Coronel. De hecho fue él quien pagó el dinero de su ascenso, sí, en aquella época los cargos militares se compraban. Después le había acompañado en sus campañas de la India y Portugal y, posteriormente, en Waterloo. Allí habían visto juntos como morían treinta mil hombres en un día...

    Pensando en aquella carnicería el hombre arrodillado abre los ojos y sonríe ligeramente. El batallón que comandaba en Waterloo no hacía prisioneros, aquella había sido la verdadera clave de su victoria, y también que él, al frente de sus hombres, nunca moría. Le disparaban y se levantaba, le acuchillaban y se levantaba.

    Arthur, el duque de Wellington enterrado en aquella cripta, conocía su secreto, pero durante su vida jamás lo desveló. Sabía perfectamente que no habría llegado a ninguna parte sin la ayuda de su amigo inmortal. A cambio miraba hacia otra lado cuando éste se descontrolaba, como en el saqueo de setenta y dos horas en Ciudad Rodrigo, en España, y después en Badajoz. Las tropas tenían que divertirse, y después de la dura conquista de una plaza se cometían barbaridades, era lo normal.

    Y al frente de los incendios, los saqueos y las violaciones estaba siempre aquel hombre arrodillado ante su tumba, Lucius Umbert.

    Lucius se levanta, da un paso al frente y posa su mano derecha en el frío mármol del mausoleo. Lleva a cabo este ritual cada diez años, en la misma fecha. Después de su visita a la tumba del duque de Wellington cogerá un avión para dirigirse a Amsterdam y contemplar el cuadro La batalla de Waterloo en el Rijkmuseum, donde aparece él.

    En aquel tiempo le llamaban William Howe de Lancey.

    A Lucius le encanta verse en aquel cuadro junto a Wellington, recibiendo la noticia de la llegada de las tropas prusianas.

    -Do not touch, please! - escucha de repente. Es la voz de la señora Carol Burman, trabajadora y guía de la catedral. Lucius vuelve la cabeza, sin retirar la mano del sepulcro, y la mira, sonriente. La señora Burman, de cincuenta y seis años, se queda paralizada al contemplar su rostro. Esa mirada… Lo que hay en el interior de sus ojos… No dice una palabra más y sigue caminando hacia la cafetería.

    Dos días después, víctima de una terrible depresión, se lanzará a las vías del metro en la estación de South Kensingthon.

    El 18 de junio de 1815, durante la Batalla de Waterloo, mientras hablaba con el duque de Wellington, el coronel De Lancey recibió un golpe en la espalda con una bala de rebote. Creyéndole muerto, Wellington escribió en su despacho de la batalla que su muerte fue una pérdida seria para el servicio de Su Majestad, y para mí. El Duque de Wellington, muy apenado, explicó así lo sucedido a Samuel Rogers: De Lancey hablaba conmigo cuando fue herido. Estábamos en un punto de tierra que daba a la llanura. Una bala de cañón llegó rebotando y, golpeándole en la espalda, lo envió muchas yardas sobre la cabeza de su caballo. Cayó de bruces, saltó hacia arriba y volvió a caer. Todo el personal desmontó y corrió hacia él, y cuando me acerqué me dijo: Recen para que me dejen y déjenme morir en paz. Lo hice transportar a la parte trasera, y dos días después, a mi regreso de Bruselas, lo vi en un granero, y habló con tanta fuerza que dije : ¡Por qué! De Lancey, Tendrás la ventaja de Sir Condy en 'Castle Rackrent': sabrás lo que tus amigos dijeron de ti después de que estuvieras muerto . Espero haberlo hecho, respondió él. ¡Pobre compañero! Pero no tuve tiempo de lamentarlo. Seguí con el ejército, y nunca lo volví a ver.

    Oficialmente una semana más tarde, el 26 de junio, el coronel De Lancey sucumbió a sus heridas, que incluyeron ocho costillas rotas. Fue enterrado en el cementerio Saint Josse Ten Noode, a una milla de Bruselas, aunque se conservan numerosos testimonios de soldados del 17º Regimiento de Dragones que aseguran haberlo visto caminando dos días después por la carretera de Lovaina.

    1. Jesús - El segundo viaje - Aparece en el desierto - Llega a Menfis - Amputan la mano a un ladrón - Le llevan al templo - Toni sube a na Pòpia - Busca a Mamen por toda la Dragonera - Decide salir de allí - Mamen desembarca en la península - No debería haber vida pero hay vida - No me atrevo a irme sin haber depositado lo que durante tanto tiempo se ha acumulado en mí.

    -Si quisiera suicidarme ya lo habría hecho cuando perdí a Cristian, mi vida - murmuró Jesús, observando con atención las albóndigas en salsa que había volcado en una olla de acero inoxidable de acampada Alpine. Las albóndigas aparecían cubiertas por una pátina verdosa. Lo lanzó todo, la lata y la olla de acampada, a lo lejos, hacia la maquia sedienta que exhalaba un vapor moribundo. Las sargantanas, que habían llegado por mar como si después de miles de años quisieran colonizar de nuevo Mallorca, se lanzarían pronto a por la carne. Los reptiles eran ahora los nuevos reyes del mundo.

    - Aunque bien pensado nunca lo intenté, ¿no? Exacto, Lucius sí lo intentó, pero yo no, aguanté el tipo. ¿Eh, Jesús? Aguantaste bien el tipo a pesar de todo, y mira que era difícil ¿eh?

    Le quedaban unos cuantos días para llegar a su destino al noroeste de la isla, el Port de Sóller, aunque teniendo en cuenta las paradas para buscar comida, las horas de sueño y los posibles rodeos a causa de los voraces incendios que todavía quemaban la Serra de Tramontana, su viaje podría durar perfectamente dos o tres semanas…

    -Ja, ja ,ja…. - empezó a reírse de sus propios pensamientos. Dos semanas, tres, veinte, cien… El tiempo, manejado a voluntad, no era más que un chicle que alguien estirase una vez y otra entre sus labios, algo tan vulgar como eso.

    -Masticarás otra vez este chicle, Jesús, es tu sino - se dijo de nuevo a sí mismo, mientras se volvía una última vez hacia el vacío de agua donde había dejado de verse el barco en el que había subido Mamen. Había sentido la tentación de perseguirla, subir él también a un barco cualquiera del puerto de San Telmo, desamarrarlo y que la corriente le arrastrase en pos de la chica porque los motores no funcionaban, pero ahora consideraba mucho más importante ir al Port de Sóller y esperar a Lucius, librar por fin la batalla final. Mamen estaría bien, era tan fuerte que superaría cualquier obstáculo que le impidiera seguir, aunque aquello no la eximiría de grandes sufrimientos, por supuesto. Nadie estaba libre de experimentar dolor, aunque él, Jesús, había convertido la erradicación del sufrimiento de la Humanidad en su objetivo, sin conseguirlo, era cierto, a la vista estaba.

    Sí, dejaría a Mamen en aquel barco y a Toni en la isla Dragonera a su albur. Si él fallaba, Mamen y Toni repoblarían la Tierra. Al parecer los Creadores les habían otorgado esa función, ya que no eran enviados a través del Tiempo mediante el Eco.

    Empezó a caminar, tarareando una vieja canción llamada Zenet nun Senadis:

    ¡Hermana! ¡Hermana!

    Sin par

    ¡Bella! ¡La más bella de todas!

    Ella es como la estrella Sothis, cuando asciende.

    Como la estrella Sothis, cuando asciende.

    Le había cantado aquella canción a su amada Merit en la terraza de su casa en la ciudad de Tep Ihu, treinta kilómetros al sur de Menfis, bajo las estrellas, hacía seis mil años. Merit… ¡Cuánto la había querido! La llamaba hermana porque en aquel tiempo todos los seres eran considerados hijos de Isis y Osiris, pero había sido su gran amor y la había querido de una manera apasionada.

    Al comienzo de un nuevo año

    Perfecto brillo e iluminación en su piel

    Y, allá donde mira, seduce con sus ojos

    Sus labios son dulces cuando habla

    Nunca hay palabras suficientes…

    Su segundo viaje había sido quizá el mejor, el más apacible. Apacible no en cuanto a estar exento de crueldades e injusticias, sino en referencia a su propia actitud, abierta y con afán de descubrir los cómos y los porqués. El primer viaje había representado el miedo, el segundo el descubrimiento. Los siguientes significarían decepción, ira y venganza.

    Pero ahora necesitaba pensar en Merit y la forma en que llegó hasta ella.

    Sentí que me licuaba ahí arriba, sobre el monolito de Stonehenge, algo muy difícil de definir. Y todavía más difícil de explicar, sino imposible, es la sensación al abrir los ojos y ver el lugar del que me arrancó aquel sonido la primera vez, donde me rendí después de enterrar a Cristian. El mismo lugar, exactamente el mismo

    Había regresado a su casa, pero no se sentía bien, he aquí la tragicomedia.

    Acababa de suceder la catástrofe, la destrucción total, la muerte de todas las personas que conocía. Yo había regresado a un hogar convertido en osario, así que a los pocos segundos ya no quería permanecer allí a pesar de haberlo anhelado durante una eternidad. Pero tampoco tuve tiempo de reflexionar sobre ello porque el Eco volvió a sonar al instante

    Otra vez la terrible sensación de desmaterializarse, de convertirse en agua, como bucear a través de una cueva submarina con el aire extinguiéndose en los pulmones, sabiendo que no hay más en ninguna parte.

    Y, por fin, abrir los ojos, pero para volver a cerrarlos de nuevo. Un sol infernal le había quemado la piel al instante y los labios y la lengua habían doblado su tamaño en la boca, resecos como si fuesen de madera. Esta vez se trataba de un lugar desértico, totalmente diferente del húmedo paisaje del sudeste de Gran Bretaña. Llevaba la misma ropa que cuando había muerto, la misma con la que había aparecido la primera vez: un bañador con listas amarillas, unas chanclas azules y una camiseta también azul de tirantes. Pero el pelo hasta los hombros y la negra barba de dos palmos eran los mismos que en su existencia anterior como Teutatis.

    -¡Dios! ¿Donde demonios estoy? ¿Por qué me hacéis esto otra vez? - se puso a gritar, en el ardiente vacío.

    No veía más que dunas de arena, pero, a lo lejos, desdibujadas en el aire ardiente y como si se tratara de espejismos, parecían verse los contornos de algo parecido a una ciudad rodeada por una gran muralla de color blanco. Empezó a caminar hacia allí, desesperado. Era totalmente demencial y aún no lograba comprender cómo su mente no se negaba a continuar y ordenaba a su corazón que se detuviera de una vez por todas. Pero claro, NO PODÍA MORIRSE. Era como un juego macabro en el que no tenía más remedio que participar.

    [ Menfis. Fundada alrededor del 3050 a. C. por el primer faraón de Egipto, Narmer, las ruinas de la ciudad se encuentran 19 km al sur de El Cairo, en la ribera occidental del Nilo. Se estima que Menfis fue la ciudad más poblada del mundo hasta el año 2250 a. C., en el momento de mayor auge pudo tener más de quinientos mil habitantes. Fue definitivamente abandonada en el 641 a. C]

    Lloraba de rabia mientras sus chanclas se hundían en la arena que quemaba como si fuera metal al rojo vivo. A la media hora tenía los pies en carne viva y no podía dar un paso más. La ciudad que creía haber visto aparecía y desaparecía en el horizonte y empezaba a creer que se trataba solo de un espejismo. Se desplomó sobre la arena y rodó hasta la base de una duna. Era el momento de morir para cualquier persona que no fuera como él. Cerró los ojos e intentó hacerlo: morirse, dejarse llevar y pasar al otro lado con el mínimo dolor.

    Pero no lo consiguió. No iba a ser tan fácil.

    Perdió la conciencia, solo eso.

    Al despertar ya era de noche. Abrió los ojos y a continuación sintió un frío inmenso y empezó a temblar. De repente algo escapó corriendo, en el momento en que empezaba a notar mucho dolor en su tobillo derecho. Un chacal había empezado a comérselo, incluso antes de que muriera. Y ahora volvía.

    -¡Aaaggghhh! ¡Fuera! ¡Maldita sea! ¿Ya me estabas comiendo? ¿Pero no ves que estoy vivo? ¡Fuera!

    El cielo reflejaba tantas estrellas que parecían granos de arena. Jesús intentó serenarse, a pesar de que su cuerpo daba saltos en el suelo a causa del intenso frío.

    -Está bien… Esto es un maldito desierto y no tienes más remedio que aceptarlo, Jesús, igual que lo aceptaste la vez anterior… - Se daba ánimos a sí mismo.

    -Menos mal que aquí no hay lobos, ni osos… Ese chacal o zorro o lo que sea es un juguete comparado con ellos... - Se palpó el tobillo donde faltaba el trozo de carne que se había llevado el chacal en la boca. De pronto cayó en la cuenta de que tenía varios escorpiones a su alrededor. Los apartó con los pies, echándoles arena.

    -¡Brrrrrrr! Tengo que… Encontrar… La forma de… Calentarme…

    Quizás sería mejor caminar ahora y no de día, pensó. Al menos era lo más lógico, pero estaba el problema de la sed, que en algunos momentos superaba incluso al frío glacial. Cayó en la cuenta de que si conseguía vencer al frío la sed empezaría a torturarle de una manera irracional, capaz de llevarle a la locura. Una tortura infinita, que nadie debería soportar. Tenía que moverse ahora, cuando la sensación de frío superaba a las demás. Empezó a caminar sin rumbo fijo, aunque enseguida tuvo la idea de subirse a una duna para intentar encontrar las luces de la ciudad que había visto antes, si es que no se había tratado de un espejismo. Tras los primeros pasos empezó a escuchar gruñidos a su espalda y se dio cuenta de que le seguía un grupo de chacales, aunque no parecían tener intención de atacarle, más bien parecían carroñeros.

    - Pues carroña no váis a tener, malditos bichos, y no pienso dejar que me comáis vivo…

    Llegó tras un gran esfuerzo a la cima de la duna más cercana y desde allí logró ver un resplandor, a lo lejos. Por tanto estaba en lo cierto, pensó con alivio. El resplandor parecía estar formado por cientos de hogueras, desde las cuales se levantaban inmóviles columnas de humo hacia el cielo. El simple hecho de imaginarse ante una de esas hogueras pareció calentar unos grados su helado cuerpo. Ahora lo importante era no perder la orientación cuando descendiera. Escuadriñó el cielo que tanto había observado en Stonehenge e intentó buscar similitudes con el que veía en aquel momento. Enseguida se dio cuenta de que no se encontraba en el hemisferio norte, porque casi no podía localizar la estrella polar, Sirio, que marca siempre el norte, aunque lo intentó buscando la Osa menor y calculando con los dedos cuatro veces la distancia que separa las dos estrellas frontales, pero le temblaban tanto los dedos que era totalmente imposible tener la mano quieta. Decidió guiarse por la luna, que estaba en cuarto creciente. La luna siempre mentía, esto lo había averiguado tras centenares de años observándola. Cuando tenía forma de C en realidad estaba menguando. Así que en ese momento las puntas señalaban hacia el este.

    -Me encuentro al sur de ese resplandor, que esperemos que sea algo parecido a una ciudad - pensó, mirando arriba y abajo alternativamente, sin dejar de dar saltos por el frío.

    -Está bien, Jesús, la luna a tu izquierda, siempre la luna a tu izquierda.

    Empezó a descender, pero al cabo de unos metros perdió el equilibrio en la oscuridad y sus rodillas entumecidas se vencieron y cayó rodando hasta la base de la duna. Los chacales se acercaron todavía más, pero él se levantó de nuevo y continuó andando. Había aplastado dos escorpiones al rodar por la arena y estos le habían clavado sus aguijones, pero la quemazón que debería sentir y que haría aullar de dolor a cualquiera él casi no la notaba, subyugada al frío helador y al hecho de que su cuerpo estaba reponiendo desde el primer instante las células necrosadas por el veneno.

    Al cabo de dos horas de penosa caminata y cuando empezaba a salir el sol llegó a un campamento. En él había cuatro hombres cubiertos con telas de arriba a abajo excepto los ojos y las manos. Se encontraban aventando una pequeña hoguera en la que cocinaban unas tortas de trigo. Los hombres contemplaron con la boca abierta cómo un hombre casi sin ropa salía de los claroscuros de arena seguido de un grupo de chacales, se acercaba a ellos y les gritaba una palabra que sonaba como a-uh-a o ah-ju-ah.

    -¡Agua! ¡Agua! - les gritaba Jesús, pero los hombres no se movían.

    Desesperado, Jesús vio un odre de piel e intuyó que contenía líquido. Lo señaló con la mano, pero el hombre sentado a su lado estaba paralizado por la sorpresa, así que lo cogió sin esperar respuesta y empezó a beber. El odre contenía algo muy agrio, pero le daba igual, era líquido. Bajó por su boca y su garganta hiriéndole las mucosas al principio y produciéndole llagas, pero al llegar a su estómago éste envió a su cerebro una inmediata sensación de placidez.

    -¡Aggggg! ¡Por Dios! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Pensaba que no iba a encontrar nunca un sitio donde calentarme! - la verdad era que él no se daba cuenta, pero a causa de la sed la lengua había aumentado mucho de tamaño y hablaba como si tuviera una pelota de tenis dentro de la boca.

    Uno de los hombres se levantó de repente y se puso a gritar, postrándose en la arena:

    -¡Stš! ¡Stš! - [Seth, o Set, es el dios de la muerte, de la fuerza bruta, de lo tumultuoso y de lo incontenible. Señor del caos, dios de la sequía y del desierto en la mitología egipcia. ]

    Los demás hicieron lo mismo, tumbandose sobre el suelo de arena boca abajo.

    Jesús, que seguía bebiendo, les miró con gesto de sorpresa. Tenía la impresión de que ya había vivido aquello:

    -Vale, vale, pensáis que soy un Dios… Otro Teutis, otra vez lo mismo… Bueno, solo quiero calentarme y comer algo… ¡Comida! ¿Tenéis comida?

    Los hombres no respondían, inmóviles, con la cara pegada a la arena. Jesús se inclinó y revolvió entre sus cosas. Encontró unos trozos de algo parecido a carne seca dentro de un zurrón de piel. Empezó a masticarlo en el mismo instante en que empezaba a oírse un tumulto a unos metros de distancia: la luz del sol naciente delataba un gran rebaño de cabras y la manada de chacales había empezado a devorar a un cabritillo recién nacido. Cogió unos trozos más de carne seca, una manta del suelo que habían usado los pastores para dormir, se colgó el zurrón al hombro y empezó a caminar de nuevo, sin decir una palabra más.

    Tuvo que caminar casi un día entero para encontrar la ciudad porque al hacerse de día había perdido la referencia de la luna y no había tenido tiempo para determinar por dónde había salido el sol, pero sobre las cuatro de la tarde empezó a vislumbrar huellas de presencia humana y solo tuvo que seguirlas. Esta vez iba mejor equipado, con la manta por encima de la cabeza para protegerse del sol, aunque no se había acordado de cogerles unas sandalias o lo que fuera que calzaran los pastores y seguía teniendo los pies en carne viva. Sobre mediodía vació el contenido del odre por completo, lo que le provocó una terrible descomposición de estómago y una diarrea interminable que le obligaba a detenerse cada dos por tres. La carne, que debía contener millones de bacterias Ecoli que habían arrasado la microbiota de su estómago, también se había terminado, así que al ver las primeras casas en la parte exterior de la muralla blanca de la ciudad que había buscado todo el día cayó de rodillas y dio gracias a Dios por concederle un respiro.

    Aquellas casas estaban construidas de ladrillos de adobe con pequeños ventanucos para evitar que entrase el calor. Eran de un solo piso, planas en la parte superior, y muchas tenían azoteas donde en aquellos momentos se veían numerosas figuras de gente tomando el fresco. Lo primero que notó al acercarse fue un tremendo hedor, la pestilencia de miles de personas orinando y defecando y después echando los excrementos a la calle. Si en las afueras olía así cómo sería el interior de la muralla, pensó, aunque seguramente a los pocos días uno se acostumbraba y dejaba de percibirlo, como les pasaría a sus habitantes.

    De pronto algo le golpeó por detrás. Notó un ¡crack! en el interior de su cráneo y cayó en redondo, inconsciente. Dos individuos le quitaron el odre que llevaba cruzado sobre el pecho y después le abrieron la manta que llevaba enrollada sobre el cuerpo, pero al ver su pelo, su barba y sus ropas retrocedieron y echaron a correr.

    _____

    Mamen Torres llevaba mucho tiempo observando la playa destelleante hacia donde apuntaba la proa del yate San Lorenzo en el que navegaba y que parecía ser su lugar de destino. Hacía cuatro días que la corriente hacía costear la embarcación sin empujarla de una vez por todas hacia la orilla. Hubiera podido nadar, por supuesto, pero había visto tiburones hacía dos semanas. Se encontraba en alta mar y todavía muy lejos de la costa, pero había tenido pesadillas horribles varias noches seguidas. Soñaba que estaba sentada con las piernas fuera del barco, dentro del agua, y veía acercarse aquellas diabólicas aletas dorsales. Se acercaban con rapidez pero ella no conseguía mover el cuerpo y subir las piernas. Al final despertaba, pataleando en la oscuridad, gritando aterrorizada. Así que no pensaba lanzarse al agua por nada del mundo.

    -Venga, joder, acércate ya a la orilla.

    Se hallaba sentada en el solárium, desnuda, el cuerpo joven y terso renegrido de tal forma que los contornos se difuminaban convirtiendo su cabeza y sus extremidades en un solo objeto de color oscuro. Pasaba los días al sol, divagando. Se había acostumbrado a ello como si los pensamientos que danzaban en el interior de su mente fueran a materializarse en algo tangible, como si al día siguiente fuera a salir de aquel yate, dirigirse a su casa, abrir la puerta y saludar a su madre.

    -Mamen, te estás volviendo loca de tanto pensar. A este paso te cortocircuitarás, te volverás bipolar. ¿Cómo sabrás entonces cuál de las dos es la que todavía está cuerda?

    Dos meses… sí, llevaba ya dos meses como mínimo completamente sola en aquel barco. Y además estaba embarazada. Lo sabía por la falta del período, porque

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