Contaba Agustín Santos que, cuando llegó a Mauthausen el 27 de agosto de 1941, entró en contacto «con unos hombres de silueta esquelética». Se refería a algunos de los aproximadamente 7200 españoles que pasaron por aquel siniestro campo de concentración entre 1939 y 1945.Y añadía: «Sus ojos no tenían ninguna expresión. Parecían dos boquetes abiertos a un mundo donde la única vegetación era la nada. Entre ellos reconocí a varios de mis antiguos camaradas de lucha, que no eran ni sombra de ellos mismos».
Poco después de dejar escrito este testimonio—publicado por Eduardo Pons y Mariano Constante en Los cerdos del comandante (Argos Vergara, 1978)—se le perdió la pista. Nadie sabe dónde ni cuándo falleció este exsoldado republicano, salvo que siga vivo todavía hoy con 104 años. Según los pocos datos que consiguió reunir el director Diego González para su documental 5105, Historia de una fuga de Mauthausen, de 2015, después de su hazaña vivió en el exilio en Francia, se casó y tuvo dos hijos.
CONTINUAR LA LUCHA
No regresó a España hasta la muerte de Franco, donde seguramente escribió el relato rescatado por estos dos historiadores ya fallecidos hace más de una década. Una hazaña que Santos protagonizó junto a una pareja de españoles: un catalán llamado Juan Adelantado Adreu y un andaluz, Francisco López Bermúdez. Se sabe que el primero fue enviado a otro campo de concentración, que protagonizó una segunda fuga y que fue capturado, pero no fue ejecutado. Murió en Montagnac, Francia, en 1966. El segundo, sin embargo, acabó en Gusen y no logró sobrevivir. Con la llegada de la democracia, todo lo que concierne a Santos es un misterio. González logró contactar con algunos de sus