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Jennyfer, Una mujer libre
Jennyfer, Una mujer libre
Jennyfer, Una mujer libre
Libro electrónico90 páginas1 hora

Jennyfer, Una mujer libre

Por Eva Ly

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Información de este libro electrónico

Una mujer libre es una historia de romance contemporáneo, describe a una mujer que vive de sus sueños, es una mujer que le apasiona la pintura, que va a vivir de su arte, es también una mujer que sufre por su divorcio, su matrimonio fallido y su infertilidad. Al principio de la historia se piensa que es una mujer frágil y a lo largo de la historia es mucho más fuerte de lo que ella cree. Sigue su camino. Sigue sus instintos.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento30 nov 2019
ISBN9781071510834
Jennyfer, Una mujer libre
Autor

Eva Ly

Eva Ly est un dévoreuse de livres ( surtout les histoires d'amour). C'est en 2017 qu'elle commence à écrire ses propres histoires. Prenant à son tour la plume pour faire vivre les rêves, les émotions et aventures de ses personnages. Dotée d'une imagination sans limites, ses cahiers d'écritures l'accompagnent partout où elle va et l'esprit toujours dans les nuages.

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    Jennyfer, Una mujer libre - Eva Ly

    Eva Ly

    Jennyfer, una mujer libre

    Este libro es una historia de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los eventos son el fruto de la imaginación de la autora o son utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas es pura coincidencia.

    ––––––––

    El código de la propiedad intelectual que autoriza, según el artículo L.122-5 2da y 3ra a), por un lado, copias o reproducciones estrictamente reservadas para el uso privado del copista y no destinadas a un uso colectivo y, por otro lado, que, como análisis y citas breves con fines de ilustración, cualquier representación o reproducción total o parcial realizada sin el consentimiento del autor, de sus titulares de derecho o derechohabiente es ilícita (art. L.122-4).

    ––––––––

    La representación o reproducción por cualquier medio constituiría una infracción sancionable por los artículos L.335-2 y siguientes del Código de la Propiedad Intelectual.

    Capítulo I

    A finales de agosto, Nueva Inglaterra, Maine

    Jennyfer estaba sentada afuera de su jardín, rodeada de hortensias, lilas y anemonas. El sol estaba oculto por las nubes a pesar del calor; su cabello rojizo se le pegaba al cuello.

    La mirada al vacío, no se movió durante varios minutos, la pluma roja en el aire, se congelo.

    Ella pensaba en su vida y en la relación con su esposo. Adam era agente inmobiliario, corría después de las ventas día tras día, preparándose cada mañana como para una cita elegante, ya no dirige su sonrisa seductora más que sólo a su reflejo en el espejo o a sus clientes – incluso si una voz insidiosa gruñía a Jennyfer que las mujeres lo debían de esperar durante sus innumerables citas; regresaba todos los días tan tarde de su trabajo...

    Su matrimonio se tambaleaba: su unión había durado desde hace 7 años e, incluso si ella lo veía cada día más guapo que cuando se conocieron, había a 658lgo roto en el hechizo que emanaba de aquel hombre moreno que la había conquistado, un tipo de velo frío puesto sobre su mirada irritada y su sonrisa tensa cuando él la veía. Era más grande que Jennyfer, se vestía bien y su carisma era irresistible porque él poseía el don de la palabra: su inteligencia lo había convertido en uno de los agentes inmobiliarios más conocidos de la costa, pero también una pareja dura y dolorosa a diario, tanto que sus palabras la cortaban cuando caían sobre ella.

    - ¿Cómo estás? Le pregunta Jennyfer mientras llega por fin su esposo, el tirón de sus ideas oscuras. ¿Te fue bien en el trabajo?

    A pesar de ella misma, y que él sea a veces distante, se dirige siempre a él con ternura: ella era siempre igual de amorosa, a pesar de su frialdad.

    - Bien y ¿tú? - responde de manera gruñona.

    - Bien – responde ella luego de un silencio.

    Ella suspira. Adam esquivaba sus preguntas, escuchaba cada vez de manera distraída asintiendo lentamente y sus conversaciones cotidianas habían tomado un rumbo mecánico que la hacían sentir mal.

    De su parte, Adam ya no lograba ver a su esposa como al principio de su matrimonio y su presencia, incluso, le irritaba.

    En la mesa, ellos comían en silencio – y era un silencio pesado: él se sofocaba en esa relación.

    Sin embargo, al principio de su unión, ellos estaban locamente enamorados, felices; él amaba a su esposa, eran uno. El encanto de Jennyfer lo había deslumbrado, ella le fascinaba, lo impresionaba. Adoraba su cuerpo, se acurrucaba contra sus pechos redondos y carnosos, todo contra su piel lechosa. Era una bonita pelirroja con un pelo largo y rizado que caía sobre sus hombros y con bonitos ojos verde esmeralda, y su cuerpo lo obsesionaba tanto como le encantaba su personalidad.

    Pero la obstinación de Jennyfer de tener un bebé había sacado lo mejor de su pareja, después de meses de intentar embarazarse de manera natural, sus entusiastas travesuras habían asumido una tarea sórdida y deprimente, el placer de la carne desapareciendo bajo la sensación del fracaso.

    Habían terminado por consultar a un especialista en fertilización y que realizaba inseminaciones artificiales, fecundación In vitro, pero sin tener éxito.

    Adam había aceptado la situación, resignado al hecho de que su sexualidad estaba puesta entre paréntesis, el momento de superar este obstáculo por la felicidad de su esposa: no le había hecho ningún reproche, pero no entendía su persistencia y la bella, cariñosa y talentosa esposa había dado lugar  a una mujer melancólica. Jennyfer lo había rechazado durante este período; peor aún, ella lo había ignorado. Se había sentido rechazado y algo se había roto entre ellos cuando se dio cuenta de que ella ya no podía estar satisfecha con su relación, ya no reconocía a su esposa: ella ya no trabajaba y vagaba por la casa como una autómata. Estaba indefenso. Ella estaba en plena depresión. Él había intentado convencerla para que retomara la pintura, era una artista de nacimiento que lo había impresionado con sus pinturas. Ella tenía un don y era seguro que podía tener una carrera, era una

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