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Entre la espada y la pared
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Libro electrónico288 páginas4 horas

Entre la espada y la pared

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Información de este libro electrónico

Un día, mientras vigila la salida de la Interestatal por el tan esperado regreso de su padre, la vida de Libby se ve conmocionada cuando Peter Jamieson se baja del autobús de su gira y entra en su vida.

Después de un par de encuentros casuales con Peter, Libby rompe con su ley de buena conducta y su vida cambia de curso.

Peter anhela la normalidad lejos de los agitados fanáticos que no saben nada acerca del verdadero él. Se sorprende al descubrir que Libby nunca ha oído hablar de él o de su banda. Pronto su amistad se convierte en amor.

Mientras que Peter lucha contra la creciente interferencia de su familia para poder pasar más tiempo con Libby, ella lucha con su tía excéntrica que resulta cada día más extraña.

Sus vidas son destrozadas cuando se inmiscuye la familia de Peter y Libby desaparece. La búsqueda desesperada de Peter por ella resulta con las manos vacías.

¿Cómo pueden encontrar su camino de vuelta el uno al otro, mientras que el mundo conspira en contra de ellos?

IdiomaEspañol
EditorialAngie Stanton
Fecha de lanzamiento17 ago 2018
ISBN9781386280712
Entre la espada y la pared
Autor

Angie Stanton

Angie Stanton is the award winning, best selling author of ten novels including Don’t Call Me Greta: Stolen at Birth, If Ever, a Broadway love story, and Waking in Time, an epic time-jumping romance.  If Ever is the recipient of the National Readers Choice Award, The Holt Medallion, and the Write Touch Reader’s Award. Waking in Time won the Midwest Book Award and was a finalist in the National Readers Choice Awards. All of her books have been Amazon top 100 bestsellers. A daydreamer at heart, Angie puts her talent to use writing contemporary fiction about life, love, and the adventures that follow. In her spare time, she loves to venture off to Broadway. She is a contributing writer for BroadwayWorld.com and is currently working on her next book.  Angie has a Journalism degree from the University of Wisconsin. Her books have been translated into German, French, Spanish, and Bulgarian. Also by Angie Stanton Don’t Call Me Greta: Stolen at Birth Waking in Time Love ’em or Leave ‘em Snowed Over Dream Chaser Royally Lost The Jamieson Collection Rock and a Hard Place Snapshot Under the Spotlight

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    Entre la espada y la pared - Angie Stanton

    ♫ ♪♫

    Capitulo 1

    Libby miraba los coches pasar de prisa en la autopista, anhelando que la SUV de su papá con placas de-fuera-del-estado tomara la salida y así rehacer su vida juntos. Desde su lugar bajo un viejo roble vio a una camioneta de color rojo salirse de la autopista y girar a la dirección opuesta.

          Trató de volver a centrarse en el bloc de dibujo en su regazo y las flores silvestres que había metido en una lata de refresco, pero en cambio trazó las cicatrices en la palma de la mano con la punta de su lápiz de dibujo. Si tan sólo pudiera deshacer las marcas junto con los recuerdos de aquel trágico día. Se limpió la palma de la mano contra sus pantalones, pero sólo desaparecieron las marcas de lápiz.

          Se centró en su dibujo y frotó el borde de su lápiz en la página y sombreó el lado de una hoja. Un estruendo le llamó la atención y alzó la vista; un gran autobús brillante tomó la salida y entró a la carretera regional hacia ella. El plateado brillante y exterior en color negro y vidrios polarizados del vehículo hizo que pareciera como una especie de viaje VIP o tal vez un autobús de gira.

          El autobús se acercó a la reserva natural de Libby y dio la vuelta. En todos los meses que había venido a Glen Parfrey, rara vez los autos se estacionaban. A ella le gustaba de esa manera. Pensaba en Glen Parfrey como su propio lugar secreto donde podía perderse en sus pensamientos.

          El ruido se hizo más fuerte cuando el enorme autobús se dio la vuelta y se detuvo en el estacionamiento de grava en el otro extremo del claro. Esperó a que la puerta se abriera y revelara la persona famosa en su interior. Tal vez sería alguien mega-famoso como Celine Dion. Su madre amaba a Celine y siempre soñó con verla en concierto. Pero eso nunca sucedió.

          Un momento después, se abrió la puerta y las esperanzas de Libby se estrellaron. Su tranquila reserva natural había sido invalido. Por chicos jóvenes.

          Un trío de chicos ruidosos salieron. El primero saltó desde el escalón más alto y cayó varios metros sobre la tierra, seguido de cerca por otro. El último giraba un frisbee en el dedo mientras descendía.

          Su lugar bajo el árbol le proveía una sensación de privacidad, así que los observó sin ser detectada, un voyeur en este grupo de ruidosos jóvenes extraños.

          El frisbee surcó el aire caliente de septiembre mientras uno de los chicos corría para atraparlo. Un hombre y una mujer salieron del autobús, con los brazos cargados de suministros para un picnic. La mujer se dirigió a un lugar soleado de la hierba, dejó su carga y extendió un par de mantas de colores.

          No eran más que una familia. Nadie famoso. Bueno, una familia rica.

          Libby disfrutó de una vista perfecta del grupo. La hizo sentir nostalgia. Apoyó su cuaderno de dibujo más alto para ocultar la vista.

          La familia parecía estar de vacaciones y sólo resultó que viajaban en un autobús turístico enorme, pero no se veían millonarios. Vestían jeans y camisetas y peleaban. Sus bromas le recordaban a su familia. Se olvidó de su dibujo, se sumergió en cada uno de sus movimientos.

          Uno de los muchachos se dio la vuelta proveyéndole una vista perfecta. Él inclinó la cabeza hacia un lado y se apartó un mechón de cabello bañado por el sol. Un pequeño estremecimiento dio revés en su estómago. Él sostenía un equipo de sonido portátil y la música a todo volumen llenó el aire.

          —Peter, baja el volumen — gritó el hombre mientras que colocó las tumbonas.

          —Papá, vamos, nunca me dejas sonarla a todo volumen —sonrió Peter. Ajustó el volumen y asentó el equipo en el suelo.

          —Muy gracioso chico. Ahora sal de aquí antes de que te ponga a trabajar.

          Peter se lanzó a través de la extensa hierba hacia sus hermanos, sus movimientos eran rápidos y atléticos. Los ojos de Libby seguían todos sus movimientos.

          —Garrett, por aquí —gritó.

          El frisbee voló sin problemas a través del aire. Peter saltó alto y lo atrapó. —Oh sí, nena —se jactó, bailando como si fuera un touchdown.

          Lo lanzó de vuelta, su cuerpo agraciado en movimiento, esta vez, al primer chico en salir del autobús. Este parecía más joven. Su cabello era una mata de rizos sueltos oscuros y llevaba una sonrisa constante. Continuaron arrojando el disco e insultándose entre sí bajo el sol caliente del otoño. En ocasiones, Peter hacía algunos movimientos locos a la música reproduciéndose en el fondo. Libby reprimió una risita.

          Peter levantó la vista hacia ella. Uh oh.

          —Cuidado con la cabeza —gritó el hermano sonriendo, cuando el frisbee aceleró hacia el desprevenido Peter.

          Peter se agachó cuando pasó silbando, y aterrizó no muy lejos de Libby. Él miró fijamente hacia ella. Cada emoción que llevaba en su delgada piel se sintió expuesta. Él corrió y agarró el frisbee de la hierba.

          Se suponía que no iba a fijarse en ella. Consideraba este lugar su santuario privado. Trabajó duro para mezclarse con su entorno.

          Recogió el disco de vuelta y se acercó a donde estaba sentada frente al gigante roble. Se dejó caer en la hierba sin cortar, su pecho subía fuertemente.

          —Hola. —La examinó con curiosidad—. ¿Qué haces?

          La boca de Libby se le secó cuando este sujeto de aspecto genial se extendió ante ella. Al parecer, esperaba que ella respondiera. Su lengua se sentía entumecida.

          Hace un año se habría sentido cómoda con él. Ahora, esa confianza era un recuerdo lejano. En estos días los chicos rara vez hablaban con ella y cuando lo hacían, era para hacer preguntas groseras o entrometidas. Ella nunca les respondía. Libby era una rareza para los chicos de esta ciudad, Rockville, lo cual estaba bien con ella. Se había quedado en este lugar de mala muerte y prefería estar sola. Era más fácil. Había crecido a gusto con la soledad, excepto por ahora. Oró porque volviera su antigua confianza, pero la había perdido, junto con tantas otras cosas.

          Libby sostenía el cuaderno de dibujo como un escudo. —Uh, dibujo — pronunció.

          —Oh. —Yacía en la hierba, apoyado en un brazo musculoso. La miró con casual interés, a medida que su respiración volvía. No se parecía en nada a los chicos de la Secundaria Rockville.

          — ¿Estás dibujando eso? —Señaló a las flores silvestres puestas al azar en una lata de un refresco dietético.

          —Sí — dijo ella en voz baja. Ni siquiera podía hablar correctamente—. Aunque, es realmente tonto —agregó tratando de sonar normal y no como la chica insegura en la que se había convertido. Le daba vueltas al colgante alrededor de su cuello.

          —¿Por qué es tonto? —Sus profundos ojos azules la miraban fijamente.

          Caray, hablaba demasiado.

          —Simplemente lo es. Esto no quiere decir nada, es sólo algo que hacer. — Apretó el lápiz con fuerza contra el bloc y rompió la cabeza.

          —¿Puedo verlo? —Peter llegó al bloc.

          La cara de Libby se calentó. —No lo sé. Realmente no hay nada que ver. —Puso más cerca los papeles; su puño sostuvo el lápiz aún más apretado.

          Cuando ella no le ofreció los dibujos, se deslizó a su lado. Se acercó y tomó el bloc, con los dedos rozando los de ella, como suave pluma. Se sentó tan cerca que sus piernas chocaban. Quería tanto estirarse y tocarlo. Parecía extraordinario. Su cabello rubio estaba manchado todavía por el sol del verano pasando más allá de sus cejas y ojos. Olía bien. Como a champú y pasta de dientes.

          Estudió el dibujo y entonces frunció el ceño como si no fuera lo que esperaba. Se apartó el cabello de los ojos y la miró de reojo. Se dio cuenta de un toque de rastrojos de afeitar en su mandíbula.

          —¿Y bien? —Esperó, y se mordisqueó su labio inferior mientras él examinaba su dibujo.

          —No se trata de mí —dijo.

          —¿Por qué lo sería? —Ella vio su mirada de vergüenza.

          —Bueno, has estado aquí sentada viéndonos, pensé que debías estar dibujando a uno de nosotros. —Le devolvió el dibujo, un poco avergonzado.

          —Vaya. Un poco seguro de ti mismo, ¿no? —Bromeó, sintiéndose valiente por un momento—. Lamento decepcionarte, pero es sólo un montón de malas hierbas.

          Libby no podía superar el hecho de tenerlo sentado tan cerca. Se movió justo en su espacio como si fuera gran cosa, pero lo era. Ella luchó para quedarse quieta y no mirarlo a medida que su pulso se aceleraba.

          La estudió y entonces meneó la cabeza.

          —Bueno, no es muy bueno. — declaró, pero la comisura de sus labios se elevó mientras reprimía una sonrisa. Sus ojos brillaban.

          —Ahora estás siendo injusto —bromeó una vez más, sorprendiéndose a sí misma.

          Lo golpeó en el pecho con los papeles, y se deslizó unos centímetros a distancia para recuperarse de la incomodidad de estar tan cerca de tocar a un tipo de aspecto tan genial. Además, de esta manera se podía sentar y mirar de frente a él. Tenía unos ojos increíbles.

          —Lo siento, eso es lo mejor que se me ocurrió. Tienes razón. Fui engreído — dijo.

          —Está bien, pero se te olvidó incluir injusto. —Lo desafió.

          —Está bien, me tienes. Soy engreído e injusto. No es un buen comienzo. Vamos a empezar de nuevo. —Se rio y se inclinó hacia adelante y le tendió la mano

    —. Hola, soy Peter.

          Ella miró desde su mano extendida a su cara amable. La felicidad se envolvía a su alrededor como una manta caliente. Ella no podía recordar la última vez que se había divertido tanto, y este sujeto, Peter, era atractivo.

          —Hola Peter, soy Libby.

          Se estrecharon la mano y sonrieron. Su mano se sentía cálida y fuerte.

          —Así que, Libby, ¿vienes mucho por aquí?

          Ella puso los ojos en blanco ante la trivial pregunta. —Sí, bastante a menudo. Sobre todo, en los fines de semana. —En realidad era más cada vez que podía. Cualquier cosa para escapar de los confines de la casa.

          —Así que debes vivir por aquí. — Miró alrededor por casas cercanas.

    Libby no quería que notara la destartalada casa de hacienda en la distancia. Ella no se asocia con la casa, su propietario, o incluso la ciudad.

          —Entonces, ¿qué hay con el súper autobús? ¿Estás de vacaciones? ¿O simplemente te gusta viajar consumiendo mucha gasolina? —Ella retorció su colgante en su delgada cuerda de cuero.

          —Vivimos en él cuando estamos de gira. Y sí, consume muchísima gasolina. — Él levantó una ceja, consciente de su no tan suave cambio de tema.

          —¿Qué quieres decir con gira? ¿Cómo un viaje de vacaciones por el país?

    Se echó a reír. —No, estamos de gira promocionando nuestro álbum, Triple Threat —dijo con orgullo en su voz.

          —¿Tu familia está en una banda?

          —En realidad no es toda mi familia, solo mis hermanos y yo.

    Su actitud cambió, pero ella no pudo descifrar el porqué. Miró a través del camino a sus hermanos, y frunció el ceño. —¡No lo son! Te lo estás inventando. —Se dio cuenta de que estaba tratando de impresionarla.

          —No, en serio, hemos tenido la banda desde hace más de dos años.

          —Por supuesto que sí. —Ella lo miró, no creyendo ni una sola palabra. Eran demasiado jóvenes. Todos ellos deben seguir estando en la secundaria. Además, no se parecían en nada a los miembros de una banda. Ella no sabía exactamente cómo se verían los chicos en una banda, pero no como estos chicos.

          —Estoy diciendo la verdad. —Él se sentó atrás y se rio de nuevo, ya que se negaba a creerle.

          —Entonces, ¿dónde van a tocar? —Lo perforó con una mirada. Lo había atrapado en su propia mentira—. Te ves muy joven para el escenario de un bar. ¿Tocan en bodas?

          Una expresión tímida cubrió el rostro de Peter. —Um, no nada de eso. Es más en lugares públicos.

          —¿Qué, como parques o ferias? —Eso puede que le crea.

          —Sí, algo así.

          —Bien, si tú lo dices. —Se encogió de hombros.        —Entonces, ¿debes viajar mucho y ver un montón de lugares diferentes? Haría eso en un instante, si pudiera. —Cualquier cosa para escapar de la vida aquí. Quería preguntarle si había sitio para uno más.

          —Las vistas son excelentes, pero puede ser claustrofóbico con cinco personas hacinadas en una lata gigante por día a la vez. Lo odiarías.

          —Tal vez, pero estaría dispuesta a hacer el sacrificio para conseguir salir de aquí. —Se producía una opresión en el pecho cada vez que pensaba de su atrapada existencia.

          —¿Qué tiene de malo aquí? —Él hizo girar una larga brizna de hierba entre sus dedos.

          —Todo. —¿Por dónde empezar? No hay nada acerca de este lugar adecuado. Todo iba mal. Ella no pertenecía aquí y nunca lo haría. No estaba dispuesta a explicarle su horrible vida a Peter.— Simplemente todo.

          —Bueno, eso me dice mucho. —Él sonrió, mirando fijamente a sus ojos y sin apartar la mirada hacia otro lado. Su estómago dio un revés.— ¿Quieres explicarte mejor?

          —No. —Ella tragó saliva y miró hacia otro lado. Su vida parecía mucho más interesante.—Entonces, ¿cuál es el nombre de tu banda?

          —Te gusta cambiar de tema. —sonrió.

          Se dio cuenta de cómo sus ojos brillaban cada vez que sonreía. —Sí, lo hago — dijo sin excusas.— ¿Y?

          —Jamieson. Nuestra banda se llama Jamieson. —La observó por su reacción y luego preguntó, — ¿Has oído hablar de nosotros?

          —¿Debería? No suena familiar.

          —¿En serio? ¿Nunca has oído hablar de nosotros? —Tenía una mirada de incredulidad.

          —No, ¿tocas por aquí? Tenemos un pabellón en el parque que cuenta con grupos a veces. ¿Por eso se detuvieron en Rockville? —Libby tenía que admitir que nunca más escuchaba música. Todo terminaba sonando como canciones tristes.

          —No, no hemos tocado aquí. —La esquina de su boca se elevó—. ¿No escuchas la radio?

    Ella suspiró. No quería que él pensara que era un idiota. —Oye, ya sé que suena extraño, pero, no, no escucho la radio. De hecho, ni siquiera tengo una. —Ya no.

          —¿En serio? —Su mandíbula cayó abierta.

          —Digamos que vivo una vida poco convencional, sin todos los adornos modernos de la sociedad. —Ella miró por su reacción.

          —¿Qué tal una computadora? —preguntó.

          —Nop.

          —¿Una televisión? —ofreció. Podría decir que ahora él era el que tiene problemas para creer su historia.

          Libby negó con la cabeza. —Digamos que tengo muy buenas calificaciones. Y me encanta la naturaleza. Es por eso que vengo aquí tan a menudo. ¿Cuál es tu razón para detenerte?

          —Venimos aquí porque a mi mamá le gusta lo privado que es. Ya sabes cómo son las madres. Cada vez que puede encontrar un lugar que está rodeado de naturaleza y no de pura autopista, lo pone en el calendario.

          Libby pasa por alto el comentario de la madre. No quería pensar en su madre. La echaba tanto de menos que dolía el corazón. —¿Has estado aquí antes?

          —Unas cuantas veces, en realidad.

          De las decenas, quizás cientos, de veces que venía a Parfrey, nunca los vio. Qué raro que hoy se reunirían. Esta noticia le calentó las entrañas. Se preguntó cuántas veces en este año último solitario se habían dejado de ver entre sí yendo y viniendo.

          —Oye Petey, ¿quién es tu novia? —le gritó otro de los hermanos de Peter a medida que avanzaba hacia ellos con una caminata de engreído y los ojos entornados. Parecía mayor, un poco más bajo que Peter y ni de cerca tan atractivo. La miró como si fuera un perro sarnoso.

          —Este es Garrett —dijo él en voz baja. —No le hagas caso, puede ser un idiota.

          —Oye Loverboy, mamá dijo que es hora de comer. —Garrett se detuvo antes de llegar demasiado cerca, como si Libby estuviera contaminada.

          Libby recogió sus rodillas y las abrazó. Garrett la hizo sentirse como una ciudadana de segunda clase. Ella no podía ver ningún parecido entre él y Peter.

          —Ya voy —Peter se puso a sus pies y se volvió hacia Libby. — Me tengo que ir, pero tal vez nos vemos más tarde.

          A ella le encantaría verlo más de lo que él nunca sabría.

          Libby miró su reloj. —Oh, Dios mío, no me di cuenta de lo tarde que se está haciendo, me tengo que ir. — Si no se iba ahora mismo, obtendría el tercer grado. Dio la vuelta al cuaderno de dibujo cerrado y recogió sus pertenencias.

          —Toma. —Peter extendió una mano hacia ella, su rostro amable y cercano.

          —Gracias. — Ella agarró su mano fuerte y se puso de pie disfrutando el cálido toque de su piel.

          —Fue divertido hablar. Me hubiera gustado chocar contigo antes —dijo.

          ¿Estaba realmente decepcionado al ver que se iba?

          —Quién sabe, tal vez voy a verte de nuevo algún día. — Él la recompensó con una sonrisa de megavatios.

          —Tal vez. — No podía imaginar que esto ocurra, pero por primera vez en meses se sentía feliz.

    —Diviértete en tu viaje. — Botó las malas hierbas y flores silvestres en el suelo. —  Me tengo que ir.

          Vaciló por un momento no queriendo poner fin a la magia. Había pasado un largo tiempo desde que se había relajado y juntado con nadie, y mucho menos con un gran sujeto que olía bien.

          —Bueno, adiós. —Ella corrió por el sendero en el bosque. Una vez en el espesor de los árboles se volvió de nuevo. Peter estaba de pie en el mismo lugar sosteniendo una de las flores silvestres que ella había dejado atrás. Se despidió con la mano. Y ella le devolvió el gesto, luego desapareció en el bosque.

          Recordó el tacto de su mano sobre la suya y se la llevó a la mejilla. Estar con él la hizo feliz y un poco mareada. Una sensación desconocida de euforia se apoderó de ella.

          Libby tomó el largo camino de regreso, de modo que Peter no vería dónde vivía.

    ♫ ♪♫

          Libby se preparó mientras se acercaba a la antigua granja destartalada. Se alzaba olvidada en los acres de tierra fértil y las zonas arboladas. La mayor parte de la tierra estaba arrendada a los agricultores quienes se beneficiaron de la tierra fértil. De lo que se podría decir, la propiedad arrendada era el único método de su tía para ingresos. El resto de la propiedad estaba abandonada y solitaria con una colección de autos despedazados que cubrían el patio. El olor de una fuga de aceite y metal oxidado se aferraban al aire. Una vez un huerto florecido proporcionó nueva vida y alimento, pero eso debe de haber pasado varios años antes.

          Ella no sabía por qué su tía dejó que todo se viniera abajo, pero sus padres siempre dijeron que la tía Marge luchó con los demonios en los primeros años de vida, y nunca se recuperó de la lucha. Libby dio un suspiro e insertó la llave en la cerradura de la puerta de pintura descascarada.

          Al entrar, el olor familiar de humo y basura llenaban el aire. La televisión sonaba en la habitación de al lado, confirmando la presencia de su tía. Ella esperaba escabullirse arriba pasando desapercibida.

          —No te olvides de cerrar la puerta detrás de ti. No se puede correr ningún riesgo —gritó la voz áspera de su tía desde la sala de estar repugnantemente dulce y llena de humo—. Las personas siguen siendo asesinadas en sus camas todos los días.

          —Está cerrada —dijo resignada. La casa estaba a oscuras, como siempre. Tía Marge mantiene las cortinas cerradas y las persianas puestas. Ella no quería que los Peeping Toms la miraran. ¿Quién querría ver a una mujer de mediana edad fumando y bebiendo todo el día?

          —Ven aquí y déjame echarte un vistazo.

          Libby dejó caer la mochila a los pies de las escaleras y arrastró los pies al entrar en la sala de estar. Tía Marge se reclinaba en una silla tapizada, con los pies sobre una otomana no coincidentes. Una abollada bandeja de televisión le servía de mesa de café, cubierta de parafernalia para fumar, una botella de whisky y un vaso sucio.

          —¿Qué pasa? —exigió

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