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La pesadilla de Ana Caramelo
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La pesadilla de Ana Caramelo
Libro electrónico233 páginas3 horas

La pesadilla de Ana Caramelo

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Los pecados de Ana es un relato cautivador que nos sumerge en el oscuro y complejo mundo de una mujer llamada Ana, cuya vida está marcada por los abusos, la desesperación y la búsqueda de un camino hacia la redención.

La historia comienza relatando una infancia plagada de abusos y sufrimientos por parte de su hermano, la falta de amor de su padre y, más tarde, una relación abusiva y tormentosa con su marido. La espiral de violencia y desesperación conlleva tomar una decisión audaz: huir de su país natal y comenzar una nueva vida en España. Allí, Ana comienza a trabajar en una línea erótica, donde se adentra en un mundo de sensualidad y liberación sexual. Pronto, conoce a clientes y amigos que la introducen en ambientes liberales y de intercambio de parejas, desafiando las normas sociales convencionales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 jun 2024
ISBN9788410686601
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    La pesadilla de Ana Caramelo - Ana Caramelo

    Portada de La pesadilla de Ana Caramelo hecha por Ana Caramelo

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Ana Caramelo

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1068-660-1

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Prólogo

    Los Pecados de Ana es una novela seductora que nos adentra en el fascinante y misterioso mundo de Ana, una mujer que ha luchado contra los demonios de su pasado y las adversidades de la vida para encontrar su propio camino en la vida nocturna.

    La historia se inicia en los oscuros rincones de su infancia, donde Ana enfrenta abusos por parte de su hermano, también de un vecino —ambos de forma reiterada— y se enfrenta a la triste realidad de que siempre ha sido repudiada por su padre.

    Unos años después, en busca del amor que tanto le faltó, decide casarse con el hombre que sus padres consideran más acertado. Por desgracia, se convierte en una pesadilla de maltrato. Harta de sufrir, Ana toma una decisión triste, pero necesaria: divorciarse, huir de su país y dejar a sus hijos hasta que pueda reunir los recursos económicos suficientes para llevárselos con ella.

    En su búsqueda de independencia, Ana comienza a trabajar en una línea caliente, ya que su voz sensual atrae a clientes y amigos que la introducen en ambientes liberales y el intrigante mundo de los intercambios de pareja. La vida nocturna de Madrid se convierte en su refugio y su manera de mantener a flote a sus hijos.

    A medida que Ana se sumerge más profundamente en este ámbito, la narrativa nos proporciona una serie de experiencias cautivadoras y reveladoras. A través de encuentros con clientes diversos, descubrimos la complejidad de las relaciones humanas, el placer, la lucha y la autodescubrimiento.

    Los Pecados de Ana es una exploración profunda y provocadora de la liberación personal y la búsqueda de la felicidad en un contexto inusual. A lo largo de la travesía de Ana, la novela nos invita a reflexionar sobre la moralidad, la aceptación y el poder del amor propio, además de poder superar las tristes cicatrices del pasado.

    ANA CARAMELO

    Esta es mi historia, la de una niña que, por circunstancias de la vida, religión, pobreza y las constantes violaciones sufridas por mi propio hermano desde muy pequeña, mi sexualidad se despertó con tan corta edad. Me convertí en una niña activa sexualmente y fui obligada a casarme con tan solo dieciséis años con un machista enfermo de celos que solo quería a una criada en la casa, a quien poder maltratar, usar como si fuese una prostituta gratis y llenarla de hijos para que nadie más la pudiera mirar.

    Eso marcó mi vida para siempre, pasé de ser una niña maltratada, violada, a una mujer enjaulada, maltratada y humillada con todo tipo de vejaciones hasta el punto de perder mi identidad y anularme como persona, como mujer y como ser humano. Ese fue el detonante para que mi vida se transformase, cambié totalmente. Puede ser que la idea de sentirme deseada, admirada, amada y valorada —porque nadie lo hizo, ni siquiera mi marido, que pensé que venía a mi vida a salvarme, protegerme y cuidarme—fuera el motivo para cambiar mi vida de forma tan radical y pasar de ser una mujer sufrida, amargada y sumisa a una que quiera comerse el mundo y no permita que nadie haga conmigo lo que quiera; al revés, transformarme en una mujer empoderada hacer lo que quiera, a mi antojo, sin importarme el qué dirán y solo pensar en mí, en lo que yo pueda disfrutar; sentirme poderosa, manejar los hilos de mi vida y de las personas que se acercan a mí.

    Aquí te confieso todos mis pecados, mis deliciosos pecados, la satisfacción de cumplir todas mis fantasías sexuales, que estoy segura de que muchas mujeres desean, pero ninguna se atreve a hacerlo realidad por miedo, por pensar en el que dirá la gente que solo vive para juzgar a los demás, se mojan las ganas de hacerlo y se quedan en eso, fantasías.

    MI HISTORIA

    Para poder contar mi historia, me tengo que remontar a muchos años atrás en el tiempo, cuando estaba empezando a vivir. Vengo de una familia cristiana, toda ella, desde mis abuelos, que eran pastores de la Iglesia evangélica, se educaron en la religión, todos los domingos iban a golpearse el pecho, pero de lunes a viernes hacían lo que querían. Pero todo era mentira, nos educaron con el temor de Dios, diciendo que todo era malo y pecado, nunca me podía imaginar que detrás se escondían los peores secretos.

    SECRETOS DE MIS PADRES

    Desde cuando tengo recuerdos, veía cómo venían a casa amigos de la familia, eso era lo más habitual o así lo veíamos desde nuestra infancia. También se ausentaban y no venían a dormir; a veces, venía algún amigo de mis padres, eran tan generosos que nos traían juguetes, chuches, golosinas, con eso nosotros estábamos felices.

    Recuerdo más al tío Manuel, un hombre moreno, con bigotes, un poco regordete, tenía mujer y, a veces, venían los dos, pero era más habitual que viniera solo. Era muy alegre y dicharachero, siempre se estaba riendo y haciendo bromas, decía que tenía el ojo alegre. Mis padres tenían muy buena relación con él, llegaba a casa como un miembro más de la familia y nos acostumbraron a llamarlo tío Manuel. En ocasiones, se quedaba a dormir y desayunaba con nosotros, mis padres lo trataban bien, recuerdo la mirada que tenía cuando veía a mi madre, la veía con ojos de amor. En ese momento, yo no me daba cuenta, pero ahora que lo recuerdo, era así, le teníamos cariño, porque siempre que venía jugaba con nosotros, nos traía regalos, así que era una fiesta cada vez que venía. Por las noches, como nos acostábamos pronto, nunca supe dónde dormía, tampoco importaba mucho, nos gustaba que viniera y nos lo pasábamos bien.

    Pero no solo venía el tío Manuel, también otros amigos de mis padres, unos más veces otros menos, teníamos que llamarlos tíos, eso era lo que nos decía mi madre, ellos siempre venían con regalos, nos llevaban al cine, a comer, nos íbamos al parque con ellos… Como éramos niños, pues lo pasábamos bien jugando, el parque estaba en el mismo barrio, muy cerca de casa.

    En una ocasión y no recuerdo por qué, regresé a casa sola y vi que no había nadie, empecé a transitar por la casa, para ir a la habitación de mis padres había que recorrer un pasillo porque la habitación estaba al fondo de la casa. Cuando me acerqué a la habitación, empecé a escuchar voces, pero no podía entender lo que decían. La habitación tenía una ventana grande que daba al pasillo, con los cristales tintados de blanco, así que no se podía ver lo que pasaba dentro, pero en el primer recuadro de cristal de la ventana había un trozo muy pequeño del borde sin pintar. Yo era muy pequeña, pero si me ponía de puntillas y levantaba la cabeza podía ver lo que pasaba dentro y lo que vi, la verdad, en ese momento no lo entendí, para mí fue algo muy violento, hasta pensé que a mi madre le estaban haciendo daño y no se me quitó de la cabeza nunca. La vi de espaldas, estaba desnuda, encima del tío Manuel, ella botaba sobre él, gemía, gritaba; eso me asustó, me sentía muy confundida, no sabía lo que estaba pasando.

    Mi padre estaba también de espaldas a la ventana, sentado en el borde de la cama, estaba desnudo y pude ver cómo le acariciaba las nalgas con la mano, le daba golpecitos en las nalgas y se las abría mientras ella botaba. Por miedo a que me pillaran mirando, salí a hurtadillas. Esa imagen nunca se me quitó de la cabeza y recordar como mi madre gemía y se movía rápido, taladraba mis sentidos. Eso se repetía casi todos los fines de semana, no solo con el tío Manuel, sino con otros hombres, a algunos los conocía y a otros no.

    Como yo sabía que, cada vez que venía algún amigo de mis padres, nos enviaban al parque, muchas veces me escondía en cualquier sitio: dentro de un armario de cualquier habitación, bajo la cama, con mucho miedo a que me descubrieran y esperaba hasta estar segura de que todos se iban. Cuando ya no escuchaba nada, salía despacio y me encaminaba hacia la habitación de mis padres y, como siempre, la puerta estaba cerrada, pegaba la oreja a la puerta y escuchaba sonidos de gemidos ahogados, volvía a ponerme de puntillas para ver por esa mirilla del borde de la ventana y, como siempre, la misma escena o cambiaban de posturas. En ocasiones, podía ver como mi padre se masturbaba mirando a mi madre, aunque yo no sabía lo que hacía él con su mano, en mi cerebro, eso se convirtió en una serie de sensaciones, era la curiosidad por saber lo que estaba pasando sin entenderlo y también una mezcla de morbo, que a mi corta edad ya empecé a sentir.

    Nunca me olvidaré de la cara de mi madre, con ese rostro transformado de morbo, gimiendo con los labios abiertos y sus ojos en blanco, con esa mueca en su cara, esa que solo se pone en los momentos de placer; sus pechos enormes con los pezones erectos y duros se balanceaban arriba y abajo por los movimientos de su cuerpo. También pude ver como mi padre se puso de rodillas en el suelo entre las piernas de ese hombre y con los dedos abrió la vagina de mi madre, en ese momento, pude ver como el miembro de ese hombre se perdía dentro de mi madre y, de vez en cuando, salía solo una parte de él, así como sus huevos se quedaban bien pegados a la entrada de su vagina, que se veía excesivamente abierta. Esa visión era impresionante y violenta para mí, muchas veces, al pensarlo, me he excitado sobremanera y me daba envidia ver como mi madre disfrutaba con ese gran falo. En ese momento, mi padre acercó su cabeza y abriendo los labios de la vagina de mi madre empezó a chupar su vagina, solo podía ver su cabeza moviéndose entre las piernas de mi madre.

    Esas imágenes se me quedaron grabadas en mi mente para siempre, eso fue un shock para mí, conforme pasaba el tiempo, me daba cuenta de lo que pasaba, tenía sentimientos encontrados como ira, celos, odio y morbo, a mi tierna edad ya sentía como mi vagina se empapaba de ganas. Pasaba el tiempo y me fui acostumbrando a ver esas cosas, siempre a escondidas, mis padres nunca se imaginaron que yo lo veía todo, hablaban entre ellos en clave o en susurros, yo lo entendía todo, pero nunca se lo dije a nadie, ni a mis hermanos. No puedo creer que solo yo me diese cuenta de todo lo que pasaba con los amigos de la familia o con los tíos que venían a casa, imagino que mi hermano mayor también se daba cuenta de todo o lo vio alguna vez, pero tampoco habló de eso.

    De tantas veces que lo veía, debo reconocer que empecé a excitarme, en ese momento no sabía qué era eso, solo sentía que mi vagina empezaba a humedecerse y una corriente en mi vientre. En una ocasión, estaba en la cama, me puse boca abajo y vino a mi cabeza la imagen de mi madre botando sobre esa gran polla, con la vagina bien abierta y con esa cara de placer, una corriente que me estremecía empezó a recorrer mi tierna vagina, me empecé a mover rozándome, cogí la almohada y me la puse entre las piernas, me movía imitando los movimientos que hacía mi madre cuando estaba sobre ese hombre y en cada movimiento sentía placer. Me movía cada vez más y más rápido, mi vagina me lo pedía, más intensidad, así es como empecé a sentir placer y a tocarme, simulaba las posturas que veía a mi madre, así es como empecé a sentir mis primeros orgasmos, no sabía qué era eso, solo sentía algo delicioso que recorría mi vagina y mi cerebro. Siempre lo hacía a escondidas, cuando nadie se daba cuenta, porque mis hermanos también se iban a la calle o al parque y pasaban horas y horas, nadie me echaba en falta.

    Conforme fui creciendo, no podía quitarme de la cabeza la escena que vi de mis padres y, cada vez que veía al tío Manuel, me sentía incómoda y recordaba esa imagen de su gorda polla entrando y saliendo de la vagina de mi madre, a veces, no lo podía evitar y le miraba el bulto escondido dentro de su pantalón, ese que también empecé a desear. A veces, le decía que quería jugar con él y me subía a sus rodillas, me sentaba sobre él buscando sentir ese bulto gordo y duro, me movía simulando que estaba jugando a caballito y notaba que se endurecía. En más de una ocasión se le puso muy dura, él me bajaba de sus piernas y no quería continuar jugando, yo deseaba que me lo hiciera también, quería sentir lo mismo que mi madre. Empecé a tener celos de mi madre, de lo que ella hacía con el tío Manuel, yo también quería que me lo hiciera a mí, sin ser consciente ni saber que eso estaba mal, no sabía distinguir lo bueno de lo malo.

    Cuando venían los amigos de turno, cada vez eran distintos, solo dos o tres eran habituales, el resto venían una vez o dos, luego ya no aparecían más. No me podía creer tanta hipocresía, porque viví pensando en que todo lo que hacía estaba mal, mis padres se hacían los santos, castigándonos por todo, nos educaron pensando que cualquier cosa que hacíamos era pecado, diciéndonos que Dios nos veía y que teníamos que ser buenas personas y no hacer nada de malo porque, si no, podíamos recibir el castigo de Dios, mientras ellos vivían esa vida y, después, los domingos se iban a la iglesia a golpearse el pecho.

    Ocasionalmente, me gustaba ver y me excitaba sobremanera, pero, otras, los veía con odio e ira, mi madre nos hacía saludar con besos en las mejillas, pero yo no quería y lloraba solo de impotencia e rabia. Como no podía contarlo, mi madre me castigaba, me abofeteaba porque me decía que era una malcriada porque no saludaba a los tíos que venían a casa. Yo solo lloraba, no podía hablar ni contar lo que sabía, porque pensaba que era algo muy malo, como si fuese yo la que estaba haciendo algo incorrecto por espiar a mis padres.

    Un día, mi padre se quedó con nosotros en casa, mi madre salió por la noche, estaba muy oscuro, yo la seguí y vi que en nuestro mismo barrio entró a una casa, yo también lo hice, ella no se dio cuenta de que yo estaba allí porque me escondí en el pasillo, estaba oscuro y no se podía ver muy bien. La puerta se cerró y me quedé fuera, en un pasillo, y pude escuchar la voz de un hombre y la de mi madre también. No entendí lo que hablaban, por lo que me agaché para ver bajo la puerta y pude observar pies descalzos, yo no entendía nada, solo quería seguir a mi madre porque no quería que se fuera. Otro día, mi madre me llevó a la casa de una chica, en el salón me pusieron a ver dibujos animados y vi que mi madre se perdió por un pasillo, la quise seguir, pero la chica que estaba allí me detuvo, me dio caramelos y se me olvidó por ver los dibujos en la TV. Tengo la sospecha de que mi madre se prostituía en esa casa y la chica me entretuvo para que no la siguiera y viera con quién estaba.

    En otra ocasión, mi madre me llevó y se encontró con un señor que nos invitó a comer en un restaurante, ellos hablaban y en unas de las conversaciones pude escuchar que hablaban de gente que bailaba desnuda cuando se me cayó algo al suelo, me bajé de la silla para cogerlo y vi la mano de ese hombre metida entre las piernas de mi madre; este, rápidamente, quitó su mano, pero yo lo vi, ella no decía nada. En ese momento, no quise comer más y me enfadé hasta el punto de ponerme a llorar. Mi madre, que no sabía lo que me pasaba, se molestó conmigo y empezó a gritarme, a decirme que soy una malcriada y que, llegando a casa, me va a castigar, la odiaba por eso.

    Así pasaban muchas cosas, pero conforme fui creciendo se me quedaron en la cabeza, incluso empecé a tener celos, a odiar a mi madre porque pensaba que estaba engañando a mi padre con otros hombres, pero no me atrevía a preguntar, ella salía mucho y muy arreglada, yo no entendía por qué, ya que trabajaba en un sitio donde le daban vivienda, así que no tenía por qué salir, pero lo hacía. Muchas veces, mis padres se iban y no venían a dormir, nos dejaban solos, sin nadie que nos cuide. Estuvimos en peligro muchas veces, como cuando nos quedamos dormidos con una vela encendida que cayó en la cama donde dormíamos, me desperté por el picor y el ardor en la garganta que me hizo toser y no podía respirar, entonces vi el fuego en la cama donde estábamos durmiendo. Mi hermana, tirando de mí, me sacó de la cama y dijo que teníamos que salir de ahí, rápidamente la cama estaba envuelta en llamas. Recuerdo que aún era de noche, solo vería mucho humo y fuego en la cama, estábamos muy asustados, llorando y chillando, salimos corriendo al patio donde había una pila de agua y, con cazos, la llevábamos para intentar apagar el fuego. Como siempre, solos y con miedo de que, al día siguiente, llegasen mis padres y nos castigasen por haber quemado la cama.

    Mis padres, como siempre, llegaron al día siguiente y mi hermana, la mayor, que aún era una niña —tenía, como mucho, nueve o diez años— se enfureció y le gritó a mi madre, diciendo que dónde estaban, que podíamos haber muerto quemados porque no había nadie que nos cuidase. Vi a mi madre llorar, pero no pasó mucho tiempo de eso y ellos volvieron a hacer lo mismo, dejarnos solos a nuestra suerte.

    Nuestra infancia fue muy dura, llena de carencias de hambre y abandonos, es por eso por lo que siempre había alguien que quería aprovecharse de nosotros, cuando venían mis padres, a veces, traían comida, otras no, o comíamos lo que los vecinos nos regalaban. Recuerdo que tantas veces mi hermana mayor se iba a casa de alguna vecina para hacerle de criada solo por un plato de comida o yo me iba a la casa del casero, que era el que abusaba de mí, solo para que me diese algo de comer, solo por hambre; sin embargo, cuando venían

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